εὐαγγελίζομαι [proclamar
buenas noticias], εὐαγγέλιον [buena
noticia, evangelio], προευαγγελίζομαι [proclamar
de antemano], εὐαγγελιστής
[evangelista]
εὐαγγελίζομαι
A. בָּשַׂר en el AT. Esta
palabra significa «proclamar buenas noticias» (1 R. 1:42). En vista de 1 Reyes
1:42, el sentido básico parecería ser sencillamente «transmitir un mensaje»,
pero la raíz misma contiene el elemento de gozo, de modo que un uso común es
anunciar una victoria, y el mensajero se ve a sí mismo como portador de buenas
nuevas (2 S. 4:10). Se puede ver la transición hacia un uso religioso en 1
Samuel 31:9, donde la proclamación de victoria en la tierra de los filisteos
tiene un carácter cultual. Hay paralelos en el Salmo 68:11, donde las mujeres
proclaman la victoria en un canto que Dios mismo les ha dado, y el Salmo 40:9,
donde se declara la liberación ante la congregación. El término resulta
especialmente significativo en Isaías 40ss, donde el mensajero llega a Sión a
proclamar la victoria mundial de Dios que da inicio a la edad de la salvación
(52:7). Esta declaración no es pura palabra y aliento humanos, ya que es Dios
mismo quien habla por medio de ella, haciendo realidad lo que se dice mediante
su propia palabra creadora. El Salmo 96:2ss produce el mismo efecto. La gran
hora escatológica ha llegado, y el mensaje de las gestas poderosas de Dios se
publica a las naciones. En efecto, los gentiles mismos llegarán a proclamarlo
(Is. 60:6). El mensajero asume una significación cúltica con esta proclamación
eficaz del dominio regio de Dios, y el profeta comparte esta significación como
quien ha sido ungido para llevar buenas nuevas a los afligidos (Is. 61:1).
Todos estos temas –la expectación escatológica, la inclusión de los gentiles, y
los lazos con la salvación, la rectitud y la paz (Sal. 95:1; 40:9; S. 52:7)–
apuntan ya hacia el NT.
B. εὐαγγελίζομαι entre los
griegos. Este verbo, generalmente en voz media, con dativo o acusativo de
persona, con un περί para introducir
el mensaje, y a veces una preposición que denota al destinatario, se usa con el
significado de llevar noticias, especialmente de una victoria o algún otro
acontecimiento gozoso, en persona o por carta. Con frecuencia, especialmente en
la guerra, la noticia puede ser falsa. Con este término se pueden combinar
palabras como salvación, pero también, en el griego secular, la idea del
destino o la fortuna. El mensajero puede venir con un oráculo, y esto comporta
el pensamiento de «promesa» o incluso «amenaza». También encontramos que este
término se usa para anunciar, en el palacio real, la llegada del hombre divino
Apolonio. Las ideas de victoria y liberación constituyen lazos con el NT, pero
el NT no sabe nada de la fortuna, y Jesús, a diferencia del hombre divino, es
él mismo el contenido del mensaje. Más aún, tanto en el AT como en el NT este
término tiene una actualidad de pronunciamiento que no se halla en el sentido
secular de la promesa revelada.
C. La
Septuaginta, Filón y Josefo.
1. La LXX usa
este grupo para בָּשַׂר (aunque tiene παιδάριον para el
mensajero con malas noticias, en 1 S. 4:17). Prefiere εὐαγγελιζόμενος a εὐάγγελος para el
mensajero, en una traducción más literal del hebreo. Por otro lado, debilita el
hebreo en Isaías 40:9, Salmo 68:11 e Isaías 52:6–7 al generalizar el concepto,
minimizando la eficacia de la palabra divina, y perdiendo la idea de la
alborada del reinado divino. Más frecuentemente conecta εὐαγγελίζασθαι con la salvación (cf. Is. 60:6) y también lo conecta con δόξα (Éx. 15:11), ἀρετή (Is. 42:12) y αἴνεσις (Sal. 106:47).
2. Filón se
acerca al mundo griego del pensamiento. Usa este verbo para anunciar buenas
noticias, a veces poéticamente como cuando un almendro anuncia una buena
cosecha. En una alegoría sobre Éxodo 14:30 el sentido es «prometer». También
encontramos en él la terminología del culto al emperador.
3. Josefo usa
este término, como Filón, para anunciar buenas noticias, y también en el
sentido de «prometer», como en Antigüedades 5.24, 277. En ninguno de
estos dos escritores hay sentido alguno de la historia de salvación o de la
escatología; las experiencias individuales reemplazan la gran historia de Dios,
y por ello no hay lugar alguno para el portador de buenas noticias en el sentido
de Isaías 40ss.
D. El judaísmo
palestinense. Aquí בָּשַׂר normalmente significa «proclamar buenas noticias», pero a veces
también malas noticias. Con una referencia futura encontramos también el
sentido «prometer». Pero la idea del mensajero de Isaías 40ss, con quien
amanece la era mesiánica, se puede hallar también aun cuando la tradición
referente al mensajero no sea uniforme (puede ser anónimo, o ser Elías, o ser
el Mesías, o puede haber muchos mensajeros). Está viva la expectación de la gran
edad del reinado salvífico de Dios, y si el mensaje es primeramente para Israel
también es para los gentiles, y para los muertos así como para los vivos, por
cuanto el Dios de Israel es también Señor del mundo entero.
E. εὐαγγελίζομαι en el NT. Este verbo
(junto con εὐαγγέλιον) es común
en Lucas y Hechos y bastante común en Pablo, pero no figura en los escritos
juaninos (tal vez porque en Juan el concepto primordial es el del
cumplimiento). Tampoco encontramos este verbo en Marcos, Santiago, 2 Pedro ni Judas,
y sólo aparece en Mateo una vez, dos en Hebreos, y tres en 1 Pedro (εὐαγγελίζειν dos veces en el Apocalipsis).
1. Jesús. Jesús trae
la buena noticia del tiempo final esperado (Mt. 11:5). El mensaje lleva consigo
el cumplimiento. Las obras de Jesús son señales de la era mesiánica. En Nazaret
Jesús se aplica a sí mismo Isaías 61:1 (Lc. 4:18). Con él se proclama la buena
noticia del reino de Dios (Lc. 16:16). Lucas 8:1 resume el ministerio entero de
Jesús cuando lo llama heraldo y mensajero del reino. Su vida entera proclama el
evangelio. Su nacimiento es buena noticia (Lc. 2:10). Su venida, su obra y su
muerte son la gran proclamación de la paz (Ef. 2:14ss). Él predica la buena
noticia inclusive a los muertos (cf. 1 P. 3:19 y 4:6).
2. Juan el Bautista. Lucas 3:18
dice de Juan que él predicaba al pueblo la buena noticia. Como Elías, él
proclama el reinado inminente de Dios (Lc. 1:17; Mt. 11:14; 17:12). Aunque
pertenece a la edad antigua, es más que un profeta. Por eso un ángel trae la
buena nueva de su nacimiento (Lc. 1:19), él prepara el camino de Dios, y como
precursor del Mesías es un evangelizador cuya historia es el inicio del
evangelio (Mr. 1:1).
3. La hueste de
testigos. Romanos 10:15 relaciona Isaías 52:7, no con el Mesías, sino con los
mensajeros del evangelio, aun cuando tanto el TM como la LXX tienen un
singular. La razón de esto es que Jesús había enviado a los doce a predicar el
evangelio (Lc. 9:1ss) y luego había dado la tarea de evangelizar (proclamar la
buena noticia acerca de él mismo) a la iglesia (cf. Hch. 5:42; Felipe en 8:12,
35, 40). El mensaje se anuncia tanto a judíos como a gentiles (Hch. 11:20).
Pablo está llamado, de un modo especial, a ser el evangelista de los gentiles
(Gá. 1:16; Ro. 15:20; 1 Co. 15:1; 2 Co. 10:16; Hch. 14:10; 17:18). Esta es su
gracia (Ef. 3:8). Su ministerio entero es εὐαγγελιζασθαι (1 Co. 1:17). El mismo mensaje se anuncia tanto a cristianos como a
paganos (Ro. 1:15; Hch. 14:15), ya que Dios mismo habla por medio de él a toda
la humanidad. El contenido es el propio Jesús (Gá. 1:16), su pasión y
resurrección (1 P. 1:11ss; Hch. 17:18), el reino (Hch. 8:12), el AT en su
testimonio de Cristo (Hch. 8:35), la palabra (Hch. 15:35) y la fe (Gá. 1:23).
Términos paralelos son predicar, enseñar y dar testimonio. εὐαγγελιζασθαι no es simplemente hablar sino
proclamar con poder, con el acompañamiento de señales. Es así como esto trae
curación (Mt. 4:23), gozo (Hch. 8:8), salvación (1 Co. 15:1–2) y regeneración
(1 P. 1:23ss) como la propia palabra de Dios en el poder de su Espíritu (1 P.
1:12). Al ser proclamación de la buena nueva de Dios, comporta tanto el
ofrecimiento de la salvación como su poder. Se pueden señalar dos usos
especiales: en 1 Tesalonicenses 3:6 la fe y el amor de los tesalonicenses son
el tema de la buena noticia que ha traído Timoteo, y en Hebreos 4:2, 6 la
proclamación del AT va incluida con su elemento de promesa.
4. Dios. Dos veces
es Dios el sujeto del evangelizar. En Hechos 10:36 él hace que por medio de
Cristo se proclame la paz; la historia de Jesús es la buena noticia de paz y
gozo que Dios anuncia. En Apocalipsis 10:7 Dios ha anunciado la buena noticia
de su reino venidero a sus siervos, los profetas del AT y del NT.
5. Los ángeles. Gabriel da
la buena noticia del nacimiento del Bautista en Lucas 1:19, y el ángel anuncia
el nacimiento del Salvador en Lucas 2:10. En ambos casos el mensaje es
evangelio porque ha llegado el tiempo de la salvación, y por lo tanto se puede
proclamar un gran gozo.
εὐαγγέλιον
A. εὐαγγέλιον fuera del
NT.
1. בְּשׂרָה en el AT. Este
sustantivo, mucho menos común que el verbo, figura sólo seis veces en el AT y
significa 1. «buena noticia» (2 S. 18:20, 27; 2 R. 7:9) y 2. «recompensa por
una buena noticia» (2 S. 4:10; 18:22). La palabra proclamada se equipara con su
contenido; las malas noticias traen pena, las buenas noticias alegría. El
portador de malas noticias es, por lo tanto, culpable y puede ser castigado por
ello (2 S. 1:15–16), mientras que al portador de buenas noticias se le premia.
El uso en el AT es puramente secular.
2. εὐαγγέλιον entre los
griegos.
a. Esta palabra
es un adjetivo así como un sustantivo, y significa «lo propio de un εὐάγγελος», e. d. ya sea una buena
noticia, o la recompensa por ella. Esta palabra se convierte en término técnico
para «noticias de victoria». Hay todo un rito que rodea la venida del mensajero
que trae esta noticia, p. ej. adornar su lanza con laureles y coronar su
cabeza. También se ofrecen sacrificios cuando llega la noticia, se ponen
guirnaldas en los templos, se efectúa un ἀγών, y se coronan las ofrendas. Las palabras contienen buena fortuna; de
ahí el premio para el mensajero. El primer mensajero recibe una recompensa más
elevada; a un mensajero que se retrasa se le puede castigar. Pero, dado que
circulan informes mentirosos, la recompensa se da sólo después de verificar la
noticia. Un εὐαγγέλιον puede ser
también una revelación oracular. Por un εὐαγγέλιον así se ofrecen acciones de gracias, aunque, cuando los efesios no creen
en un oráculo de Apolonio, este les ordena aplazar el sacrificio hasta que se
cumpla lo que él ha dicho.
b. εὐαγγέλιον es particularmente importante
en el culto al emperador. El emperador es un gobernante divino que controla la
naturaleza, dispensa curación, sirve como dios protector, y trae buena fortuna;
su nacimiento va acompañado de señales cósmicas. Los mensajes imperiales,
entonces, son mensajes gozosos, puesto que lo que él dice es un acto divino que
implica el bien y la salvación. El primer εὐαγγέλιον es la noticia de su nacimiento, luego su llegada a la mayoría de edad,
luego su ascenso al trono. Las ofrendas y los festivales anuales celebran la
era nueva y más esperanzada que con él comienza. Su ascenso al trono es un
evangelio para sus súbditos. Este εὐαγγέλιον imperial,
como el del NT, tiene una fuente en el Cercano Oriente, pero a los muchos
mensajes imperiales el NT contrapone el único evangelio, y a los muchos
ascensos la única proclamación del reino de Dios. Una vez más, el NT podrá usar
un lenguaje conocido, pero lo asocia con el escándalo de la cruz (1 Co. 1:17),
la penitencia y el juicio, de modo que a algunos les debe haber parecido
irónico (Hch. 17:32). César y Cristo se contraponen entre sí. Tienen mucho en
común, porque ambos aseguran ser evangelio, pero pertenecen a mundos
diferentes.
3. La
Septuaginta y Josefo.
a. La LXX no
usa εὐαγγέλιον en
singular. En plural la palabra aparece sólo en 2 Samuel 4:10 como «recompensa
por una buena noticia»; ἡ εὐαγγελία se usa en 2
Samuel 18:22, etc. Este término es poco común, y en ninguna otra parte se halla
una distinción entre él y εὐαγγέλιον. Es bien
claro que el uso que hace el NT de εὐαγγέλιον no se
deriva de la LXX, puesto que el NT no tiene nunca el plural ni el sentido de
recompensa.
b. Filón no usa
el sustantivo, pero Josefo tiene ἡ εὐαγγελία, τό εὐαγγέλιον y τά εὐαγγέλια para «buenas noticias», especialmente en relación con el culto al
emperador.
4. El judaísmo
rabínico. Esta fase no nos ayuda mucho en lo que al sustantivo respecta. Los
rabinos usan el término hebreo para buenas noticias (o a veces noticias
tristes), y puede tener sentido religioso, pero no lo emplean para la buena
nueva escatológica. La razón parece ser que, si bien esperan el acto
escatológico, y al mensajero que lo anuncia, el mensaje en cuanto tal no es
nuevo y por lo tanto no es tan importante. El acento que se pone en el acto,
sin embargo, sí es significativo, ya que influye sobre el entendimiento
neotestamentario de εὐαγγέλιον como algo
que denota acción así como contenido, lo cual sería sumamente insólito en
griego. El hecho que εὐαγγέλιον parezca ser
un préstamo para describir el evangelio del NT, y como tal propenso a
maliciosos juegos de palabras, no demuestra lo contrario, por cuanto el
judaísmo palestinense era en gran medida bilingüe.
B. εὐαγγέλιον en el NT. Marcos usa
el sustantivo ocho veces, Mateo cuatro, y Lucas (que prefiere el verbo)
ninguna. Hay dos casos en los Hechos, sesenta en las obras paulinas, y sendos
casos en 1 Pedro y el Apocalipsis.
1. Los autores
de los Sinópticos. Con la excepción del título (1:1) y el resumen general en 1:14, Marcos
usa εὐαγγέλιον sólo en
dichos de Jesús. Se han expresado dudas en cuanto al uso real de la palabra por
el propio Jesús, con la posible excepción de Marcos 14:9. Sin embargo, la
verdadera pregunta es si esto es congruente con el asunto mismo. La
proclamación de Jesús es indudablemente una buena noticia, y él mismo es su
proclamador, de modo que tenemos una transición evidente desde el verbo hacia
el sustantivo. Más aún, con su conciencia mesiánica, Jesús se da cuenta de que
él no está simplemente trayendo una nueva enseñanza, sino que se está
presentando a sí mismo como contenido de su mensaje, de modo que para los
discípulos εὐαγγέλιον implica una
revelación del secreto mesiánico. De manera que, si bien el verbo podría ser el
mejor término para el propio Jesús, el sustantivo es apto para la continuación
directa de su proclamación por la comunidad. La cuestión de si la palabra es
original en la propia enseñanza de Jesús es, por consiguiente, de importancia
secundaria, como lo es también la cuestión de si «evangelio del reino» o
«evangelio de Jesús» es más auténtico, o de si el genitivo en 1:1 es objetivo o
subjetivo. Jesús proclama el evangelio, y a la vez lo es y lo hace presente. Su
contenido es el cumplimiento del tiempo y la cercanía del reino. Al ser
contrario a las apariencias, exige arrepentimiento y fe. Durante su ministerio
Jesús lo restringe a Israel, pero todas las naciones habrán de entrar con la
era mesiánica (Mt. 8:11), de modo que, cuando Jesús es exaltado como Señor en
la resurrección, la proclamación se extiende a los gentiles y es, en sí misma,
un acontecimiento escatológico (Mr. 13:10).
2. Pablo.
a. La mayoría
de las referencias del NT a εὐαγγέλιον se hallan
en Pablo. Su uso de τό εὐαγγέλιον muestra que
el concepto es ahora un concepto fijo, tanto para él mismo como para sus
lectores. Como se puede ver por 2 Corintios 8:18; Filipenses 4:3, 15, se
refiere al acto de proclamación, pero 1 Corintios 9:14 muestra que también
puede referirse al contenido. Este sentido doble es especialmente evidente en
Romanos 1:1: «apartado para el evangelio de Dios», porque, si bien Pablo está
apartado para predicar el evangelio, la cláusula que sigue (vv. 2–3) describe
su contenido.
b. Los verbos
de hablar y oír indican que se ha de declarar un mensaje específico (cf. 1 Co.
15:1; 9:14; Gá. 2:2; 1 Ts. 2:2; 2 Ti. 1:11; Col. 1:5, 23; Gá. 1:12). Dos
pasajes resumen el contenido (Ro. 1:1ss y 1 Co. 15:1ss), y cf. Romanos 2:16;
16:25; 2 Timoteo 3:8. Por Romanos 1:1ss nos enteramos de que el Hijo
preexistente se ha hecho hombre, y en cuanto tal es el Mesías davídico
esperado, y ha sido exaltado como κύριος con su
resurrección. La resurrección presupone la muerte y la pasión. Como mensaje de
Jesús, el evangelio trae la paz (Ef. 6:15), pero el juicio también forma parte
de su contenido (Ro. 2:16). El evangelio también fortalece (Ro. 16:25) por ser
la revelación del plan salvífico de Dios concurrente con la predicación de
Jesús. No se insinúa ruptura alguna con respecto al AT, ya que el evangelio es
el cumplimiento de la promesa (Ro. 1:1ss) tanto en su predicación como en su
mensaje. Al dar testimonio de Cristo, el AT forma parte del evangelio y sirve
para darlo a conocer a las naciones (Ro. 16:26). Lo nuevo es lo que el mensaje
realiza. Si el contenido ha de resumirse en una sola palabra, esa palabra es
Cristo (cf. Ro. 15:19; 1 Co. 9:12; 2 Co. 2:12; Gá. 1:7; Filipenses 1:27, etc.;
tb. 2 Ts. 1:8 y Ro. 1:9). Importa poco si el genitivo en la frase «evangelio de
Cristo» es objetivo o subjetivo, puesto que Cristo es tanto autor como
contenido al ser simultáneamente el Señor Exaltado y Encarnado.
c. El evangelio
consigna un acontecimiento histórico, pero este acontecimiento trasciende la
historia ordinaria. Asimismo, consta de relatos y enseñanzas, pero también se
relaciona con la realidad humana y demuestra ser un poder viviente. El «por
nuestros pecados» de 1 Corintios 15:3 hace de él un mensaje de juicio y de
gozo. La «resurrección de entre los muertos» de Romanos 1:4 muestra que es el
inicio de la resurrección general. Si el evangelio es testimonio de la historia
de salvación, es él mismo historia de salvación porque llega a las vidas
humanas, las reconfigura y constituye las comunidades. No puede ser captado de
manera ordinaria (2 Co. 4:3); en él tiene lugar una revelación divina. Mediante
el evangelio Dios nos llama a la salvación por medio del predicador (2 Ts.
2:14), nos interpela a que tomemos una decisión, y reclama nuestra obediencia
(Ro. 10:16; 2 Co. 9:13). Vamos a ser juzgados según nuestra actitud ante él (2
Ts. 1:8). El evangelio no es palabra vacía; realiza lo que dice, porque Dios es
su autor (Ro. 1:1, etc.). En todas partes está en acción (Col. 1:5), y hace que
los gentiles entren en posesión de la promesa (Ef. 3:6). No hay que poner
obstáculo alguno ni a su proclamación ni a su operación (cf. 1 Co. 9:12). Queda
cumplido cuando tiene efecto (Ro. 15:18ss). Trae la salvación (Ef. 1:13; Ro.
1:16). Revela la rectitud justificante de Dios, combinando el juicio y la
gracia (Ro. 1:16–17). La fe brota gracias a él y se dirige a él (Fil. 1:27). Da
nueva vida (1 Co. 4:15); la vida lograda por medio de la muerte y resurrección
de Cristo llega a hacerse real por medio de él (cf. 2 Ti. 1:10). Media la
presencia de algo futuro (Col. 1:5) y es por lo tanto un acontecimiento
escatológico, que da cumplimiento a la esperanza (cf. Col. 1:23). Al realizar
lo que proclama, puede ser un término para designar la salvación misma (1 Ts.
2:8). El ser partícipes en él no es simplemente cooperar en la evangelización,
sino ser partícipes de la salvación que él trae. En él brilla la gloria divina
de Cristo (2 Co. 4:4). El propio Cristo está presente en él (cf. 1 Ts. 2:12;
Col. 1:10; Fil. 1:27). Pablo está en la cárcel tanto por causa de Cristo como
por causa del evangelio (Flm. 9, 13). Mensaje y contenido son uno solo (2 Co.
10:14). Nos obliga a servir (Col. 1:23) como partícipes en él (1 Co. 9:23). En
Romanos 15:16 se trata de un cimiento cultual donde Pablo ofrece un servicio
sacerdotal, pero, al ser distinto de la elección, es un orden de salvación en
Romanos 11:28 y un misterio declarado en Efesios 6:19.
d. Pablo puede
hablar de «nuestro» evangelio (2 Co. 4:3) o de «mi» evangelio (Ro. 2:16).
También se puede referir al evangelio que «él» predicó (1 Co. 15:1; Gá. 1:11;
cf. 2:2). No quiere decir con eso que tenga un evangelio especial. Solamente
comparte con otros el único evangelio de Cristo (Gá. 1:16). Es suyo porque le
ha sido confiada su proclamación (1 Ts. 2:4; 1 Ti. 1:11). Él es su heraldo,
apóstol y maestro (2 Ti. 1:10). Está llamado a predicarlo (Ro. 1:1) a los
gentiles (Gá. 1:16). Sirve a Cristo como evangelista (Ro. 1:9). Es copartícipe
del evangelio (1 Co. 9:23), y en cuanto tal es un sacerdote (Ro. 15:16) y un
siervo (Ef. 3:7). Sufrir con él es sufrir con el evangelio (2 Ti. 1:8). Pero si
él está en cadenas, el evangelio no lo está (2 Ti. 2:8ss). Su prisión es para
defender y confirmar el evangelio (Fil. 1:7). Lo que le sucede a él promueve el
evangelio. Los que le sirven a él, sirven al evangelio (Fil. 2:22). Él es padre
de Timoteo por medio del evangelio (1 Co. 4:15).
e. El evangelio
enseña el uso correcto de la ley, al revelar la gloria de Dios (1 Ti. 1:11).
Ley y evangelio no se hallan en antítesis directa. Los judaizantes también
consideran que su propia enseñanza es evangelio. Sin embargo, para ellos el
evangelio se convierte en proclamación de la ley. Lo que Pablo contrapone a la
ley es la promesa, no el evangelio. La promesa data de antes de la ley, e inclusive
en el AT constituye el verdadero fundamento de aceptación. Llega a su
cumplimiento en Cristo y manifiesta el verdadero propósito de la ley. El
evangelio de Pablo es el mismo que el de los otros (Gá. 1:11; 1 Co. 15:1ss). Su
autor es el Señor resucitado (Lc. 24:19ss). Pero como apóstol a los gentiles,
Pablo es el que confronta la cuestión de ley y evangelio. Los cristianos judíos
observan la ley aunque son libres con respecto a ella. Pablo mismo hace eso (1
Co. 9:20). Pero la salvación se halla sólo en Cristo, tanto para circuncisos
como para incircuncisos (cf. Gá. 2). Cristo no nos permite ser ni legalistas ni
libertinos. El evangelio exige obediencia. Es un criterio de conducta (Fil.
1:27). Somos obedientes a él cuando somos activos en el ministerio del amor (2
Co. 9:13ss).
3. El
Apocalipsis. En Apocalipsis 14:6–7 un ángel proclama el evangelio, el evangelio es
eterno, y no se usa artículo. Puesto que el contenido parece ser el juicio,
algunos piensan que aquí no se trata del evangelio de Cristo. Sin embargo, el
que lo proclama es un ángel porque el tiempo es breve. Esta predicación es una
señal del fin. El verdadero contenido no es el juicio sino el temor al Señor
(Mr. 1:14–15) y la adoración al Creador (Hch. 14:15).
C. Transición
del término εὐαγγέλιον hacia la designación de un libro. En el NT el εὐαγγέλιον es la predicación oral. Los
escritos de los apóstoles no son εὐαγγέλιον; lo
declaran (cf. 1 Co. 15:1). Pronto, sin embargo, las obras que contienen las
palabras y acciones de Jesús llegan a ser llamadas ellas mismas evangelio. Es
así como los misioneros adquieren una misión tanto verbal como escrita. El
evangelio se predica pero también se lee. Ignacio todavía usa «evangelio» en el
sentido dinámico de Cristo como centro y meta de la historia de la salvación.
En la Didajé abarca la tradición completa. Ireneo puede hablar de los Profetas
y los Evangelios, e. d. el AT y el NT. Pero también se refiere a los cuatro
Evangelios, todos los cuales, por supuesto, proclaman el mismo evangelio.
Eusebio usa «Evangelio» para la colección completa así como para cada libro
individual, y Clemente de Alejandría dice «en los evangelios» cuando cita una
afirmación que en realidad se halla sólo en un Evangelio.
εὐαγγελιστής. Excepto en escritos
eclesiásticos, esta palabra es poco común. En el NT aparece tres veces: para
Felipe en Hechos 4:11, para Timoteo en 2 Timoteo 4:5, y para los evangelistas
como grupo en Efesios 4:11. El evangelista no proclama oráculos, como entre los
griegos, sino la buena noticia (Ro. 10:15). El término denota una función que
los apóstoles también ejercían, si bien no todos los evangelistas eran
apóstoles, y la función es de menor rango que la de los apóstoles en esas tres
referencias. Se denota la proclamación congregacional así como misionera (cf. 2
Ti. 4:5). En la iglesia antigua los evangelistas continúan la obra de los
apóstoles. La palabra llega a usarse también para designar al autor de un
Evangelio.
προευαγγελίζομαι. Esta palabra, que no se
encuentra en el griego clásico, se usa en Gálatas 3:8 para mostrar que la
promesa hecha a Abraham es una predicación anticipada del evangelio. El προ-ευαγγέλιον se convierte en εὐαγγέλιον cuando la promesa se cumple
en Cristo (3:16) y queda asegurada para los gentiles la justificación por la
fe.