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jueves, 22 de noviembre de 2012

LA MUERTE Y EL PODER DEL IMPERIO—1 TESALONICENSES 4:13–18


LA MUERTE Y EL PODER DEL IMPERIO—1 TESALONICENSES 4:13–18

 

Ante la tristeza de los creyentes tesalonicenses por el martirio de algunos de su iglesia, los apóstoles les escriben consolación, asegurándoles que en la parusía del Señor Jesús los muertos en Cristo resucitarán y ocuparán un lugar privilegiado en la procesión que saldrá a recibir al Rey en las nubes y luego acompañarle en su llegada a la tierra en triunfo sobre todo poder. Los creyentes deberían usar esta enseñanza para ministrar unos a otros.

Palabras clave: 1 Tesalonicenses, consolación, esperanza, muerte, parusía, arrebatamiento

LOS TESALONICENSES ANTE LA MUERTE Y EL PODER DEL IMPERIO

1 Tesalonicenses 4:13–18 responde a una inquietud profunda: ¿Qué pasará con los muertos en Cristo? Aparentemente entre la fundación de la congregación y la misión de Timoteo a Tesalónica (3:1–6) algunos hermanos habían fallecido, lo cual era causa de mucho luto (4:13) y motivó a los apóstoles1 a animarlos a que se consolaran unos a otros con la enseñanza sobre la venida del Señor y la resurrección (v. 18).

Es posible que la causa de las muertes fuera la persecución. Una y otra vez en la carta Pablo trata el tema del sufrimiento, ya que la persecución que se levantó durante su estadía en Tesalónica (Hch. 17:1–10) no terminó después de su salida. Cuando estaba con la iglesia les enseñaba repetidas veces acerca del sufrimiento que iban a enfrentar y ahora les recuerda lo que les había dicho: “Cuando estábamos con ustedes les advertimos que íbamos a padecer sufrimientos. Y así sucedió” (3:4).2 Desde el inicio de su encuentro con el evangelio conocían la persecución, y, como ahora señalan los apóstoles, “se hicieron imitadores nuestros y del Señor cuando, a pesar de mucho sufrimiento, recibieron el mensaje con la alegría que infunde el Espíritu Santo” (1:6), y “siguieron el ejemplo de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea, ya que sufrieron a manos de sus compatriotas lo mismo que sufrieron aquellas iglesias a manos de los judíos (2:14)”. Luego agregan que el Señor sufrió hasta la muerte: “Éstos mataron al Señor Jesús y a los profetas” (2:15). De modo que, el martirio del Señor y de varios miembros de las iglesias de Judea (cp. Hch. 22:4; 26:10) bien podría haber sido el destino también de algunos en Tesalónica (cp. también Ro. 8:35–36). Aunque no lo podemos probar a ciencia cierta, probablemente “durmieron” como Esteban “durmió”, por el martirio (1 Ts. 4:13 VRV; Hch. 7:60 VRV).

Los tesalonicenses habían abrazado el evangelio anti-imperial y estaban sufriendo por su lealtad a “otro rey” llamado “Jesús”.3 En su correspondencia con ellos Pablo llama el mensaje que les había predicado εὐαγγέλιον, palabra que comúnmente traducimos como “buenas nuevas” o “evangelio” (1 Ts. 1:5; 2:4, 8, 9; 3:2; 2 Ts. 1:8; 2:14). En aquel entonces este sustantivo y el verbo afín εὐαγγελίζομαι se usaban de las noticias de victoria en guerra, lo dicho por un oráculo o aun las buenas nuevas de una boda.4 En la Septuaginta el participio se usa del anunciador de la salvación y el reino de Yahvé que resultan en el retorno del exilio (Is. 40:9; 52:7), y de estos temas se hace eco en Salmos de Salomón 11 y en Qumrán (11QMelquisedec 2.15–25).

En Tesalónica, ciudad que celebraba el poder imperial por su templo dedicado a Julio César y el “hijo del dios” Augusto, εὐαγγέλιον sonaba en los oídos de los habitantes como las “buenas nuevas” del culto imperial que exaltaba al emperador como el soberano, pero también como dios y salvador. Hace casi un siglo Adolf Deissman argumentaba que este término, tan común en el Nuevo Testamento, se empleaba en el culto imperial. Deissman cita una inscripción dedicada a Augusto: “Pero a causa de él, el cumpleaños del dios era el inicio de las buenas nuevas (εὐαγγέλιον) que tenían a él por autor”.5 La proclamación del imperio de Augusto también era εὐαγγέλιον.6 No era mero anuncio, sino que tenía eficacia para realizar lo proclamado. Es decir, venía con poder (cp. 1 Ts. 1:5).7 Las buenas nuevas celebraban la virtud y la beneficencia del salvador “que puso fin a la guerra y estableció todas las cosas”, como reza otra inscripción dedicada a Augusto.8 Lo que se esperaba de los que oyeran las buenas nuevas era fides (en latín) o πίστις (en griego), lealtad al poder imperial. Con esta lealtad uno podía cobijarse bajo el fides/πίστις o protección del emperador, el benefactor supremo.9

La conversión de los tesalonicenses significaba un cambio de lealtad de su parte: respondieron en πίστις “fe” al evangelio de Jesucristo (1 Ts. 1:5–6; 2:9–10; 3:2; 2 Ts. 2:13–14; cp. 2 Ts. 1:8). Este cambio les trajo persecución de parte de sus compatriotas (1 Te. 2:14), incluyendo el martirio de algunos miembros de la iglesia. ¿Qué podía Pablo escribir ante el luto en la iglesia de Tesalónica? ¿Qué mensaje de consolación sería adecuado en una situación tan desesperanzadora? ¿Y qué les pasaría a los muertos, siendo que no estarían presentes en la tierra para participar en la gloriosa victoria del Señor Jesús en su parusía (1 Ts. 1:10; 2:19; 3:13)? 1 Tesalonicenses 4:13–18 responde resaltando la soberanía del Señor Jesús no solamente sobre la muerte sino también sobre cualquier autoridad. No pretende satisfacer una curiosidad especulativa en cuanto a los acontecimientos de los últimos tiempos, sino animar a aquellos que enfrentan el dolor más profundo que el ser humano puede experimentar y dar respuesta al problema del conflicto entre la proclamación del evangelio y la muerte de los cristianos.

LAS CARTAS DE CONSOLACIÓN

La carta de consolación era un género literario bien conocido en la antigüedad. En su discusión de los varios tipos de cartas Demetrio explicaba:

La carta de consolación es el tipo que se escribe a aquellos que están afligidos (ἐπὶ λύπης) porque algo angustioso les ha sucedido. Es como lo siguiente: “Cuando oí de las cosas terribles que experimentaste a causa del destino ingrato, sentía yo el más profundo dolor, considerando que lo acontecido no te sucedió a ti más que a mí. Cuando vi todas las cosas que asaltan la vida, todo aquel día lloraba sobre ellas. Pero me di cuenta que tales cosas son la suerte común de todos nosotros, y que la naturaleza no establece ni un tiempo particular ni una edad en que uno tiene que sufrir determinado problema, sino que frecuentemente nos confronta secreta, desgarbada e inmerecidamente. Puesto que no estoy presente para animarte (παρακαλεῖν), decidí hacerlo por carta. Llévate lo sucedido tan ligeramente como te sea posible, y exhórtate a ti mismo como exhortarías a otro. Porque sabes que con el tiempo la razón te hará más fácil encontrar el alivio para tu pena”.

Stowers identifica seis temas característicos de estas cartas de consolación: 1) la muerte es inevitable; 2) la muerte es el destino de todos, sean reyes o mendigos, ricos o pobres; 3) el honor y la memoria de la persona sobreviven su muerte; 4) la muerte libera al difunto de los males de la vida; 5) el funeral y la tumba son un gran honor para los difuntos; y 6) la muerte no tiene tanta importancia porque la persona deja de existir o pasa a un estado de existencia más feliz.11

La consolación que los apóstoles escriben a los tesalonicenses incluye varios elementos tradicionales, como el llamado a minimizar el luto (v. 13), la necesidad de consolación mutua (v. 18) y la explicación de un destino feliz para los difuntos (vv. 14–17).12 Pero a diferencia de las cartas de la época ya mencionadas, Pablo y su equipo basan su consolación en la resurrección de Jesús y su poderosa parusía, y así presentan un contrapunto al poder y el evangelio imperiales. Su resurrección es el triunfo sobre el poder opresor del Imperio romano y, además, es el paradigma para el creyente que ha fallecido (v. 14). Al momento de la venida de Cristo los muertos resucitarán y, en compañía con los vivos, serán arrebatados para estar siempre con el Señor en su triunfo (vv. 15–17).

LA CONSOLACIÓN APOSTÓLICA

1 Tesalonicenses 4:13

La primera oración de la consolación—“no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto”—indica que el destino de los difuntos cristianos era uno de los vacíos clave en la fe de los tesalonicenses (cp. 3:10). La preposición περί “acerca de” (VRV) sugiere que los apóstoles aquí responden a una inquietud que los tesalonicenses les han comunicado (véase el uso de περί en 4:9; 5:1; 1 Co. 7:1).

Al hablar de “los que ya han muerto” usan la expresión eufemística κοιμωμένων “los que duermen” (VRV), como también en 4:14–15, aunque no tienen reserva en denominarlos simplemente como “los muertos” también (4:16). Este eufemismo se encuentra en textos judíos, griegos y cristianos y no implica nada sobre el estado intermedio (Gn. 47:30; Dt. 31:16; 1 R. 2:10; 11:43; Is. 14:8; 43:17; Jer. 51:39; 2 Mac. 12:45; Testamento de José 20:4; 1 Enoc 100:5; Asunción de Moisés 1:15; 10:14; Jn. 11:11–14; Hch. 7:60; 13:36; 1 Co. 7:39; 11:30; 15:6, 18, 51; 2 P. 3:4),13 aunque a veces los muertos de describen de esta manera en anticipación de la resurrección (Dn. 12:2; 4 Esdras 7:32; Mt. 27:52; Mr. 5:39–42; 1 Co. 15:20). Sin embargo, a los muertos se les llama “los que duermen” en la literatura e inscripciones griegas también.14 Por lo tanto, en nuestro texto la expresión se debe entender simplemente como un sinónimo de “los muertos”, sin leer en ella un significado teológico más profundo.

La razón por la cual los apóstoles no quieren que los tesalonicenses ignoren lo que va a pasar con los cristianos que han muerto es “para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza” (v. 13). Como ya se vio, el deseo de minimizar el luto frente a la muerte era un lugar común en las cartas de consolación, y también lo era en los epigramas. Una inscripción fúnebre decía: “Madre mía, deja el lamento, no sigue de luto y no te cortes. El Hades dará vuelta a la lástima”,15 y otra exhortaba: “No estén de luto por los muertos”.16 La idea no era que la muerte fuera bienvenida, sino que la reacción humana no puede cambiar lo dictado por el destino. Plutarco reconoce en su carta de consolación a Apolonio que “de las muchas emociones que tocan el alma, la pena (λύπη), por su naturaleza, es la más cruel de todas”. Pero luego agrega que aunque la pena es una reacción natural a la muerte y no se puede ser indiferente ante ella, uno no debe dejarse agobiar por ella porque esto es contrario a la naturaleza y causa daño, es malo e indebido para un hombre diligente (Consolación a Apolonio 102.C-D). Los apóstoles, por su parte, no prohíben a los cristianos el luto ante la muerte (cp. Jn. 16:6, 20; Hch. 8:2; Fil. 2:27; cp. 1 P. 1:6; Ro. 12:15), pero quieren que su luto no sea desesperado como el de “esos otros que no tienen esperanza”. Sin embargo, la consolación para los cristianos se halla en la esperanza de la resurrección.

“Esos otros” (οἱ λοιποί) eran los no cristianos (cp. el uso de la misma expresión griega en 5:6; Ef. 2:3), denominados en el versículo anterior “los de afuera”. Aquí los gentiles inconversos son calificados como quienes “no tienen esperanza” (cp. Ef. 2:12). No es del todo cierto que el mundo gentil no supiera nada de la esperanza. Según la mitología griega antigua Pandora abrió su vasija y salieron todos los males, pero se quedaba la Esperanza (Hesíodo, Opera et dies 90–105). Varios filósofos podían hablar de la inmortalidad del alma, y ciertas religiones afirmaban una existencia después de la muerte. Las tumbas de los difuntos, tanto los enterrados como los reducidos a cenizas por cremación, tenían aperturas para que los vivos pudieran pasarles alimentos.17

Sin embargo, a nivel popular la desesperación frente a la muerte era bastante evidente. Como Hoffmann comenta:

En el ámbito cultural griego se desconoce una esperanza viva como actitud religiosa fundamental … Se estaba desesperado frente a los poderes del mal, culpa y muerte. En Sófocles el coro lanza esta queja: “Lo mejor es no haber nacido”. Séneca afirma que la esperanza designa “un bien inseguro”. Más lo que las religiones mistéricas prometían (divinización, inmortalidad) eran sueños humanos.18

Según Teócrito, “las esperanzas son para los vivos; los muertos no tienen esperanza” (Idilio IV 42). Hay inscripciones tanto en griego como en latín con la fórmula: “Yo no era, era, no soy, no me preocupa”.19 En una carta de consolación de Irene a Taonofris y Filón leemos: “Me entristecí (ἐλυπήθην) y lloré sobre el difunto como lloré por Dídimo … Sin embargo, frente a estas cosas uno no puede hacer nada. Por eso, anímense unos a otros”.20 En los epigramas de Felipe y Antípater de Tesalónica observamos un cuadro semejante. Un epigrama de Antípater dice: “Los expertos de la artrología hablan de una muerte temprana para mí, pero no me importa”, y en una inscripción que cuenta la muerte de una persona en el mar Felipe inscribe: “Dichosos son aquellos que nunca vieron la luz del sol después de los dolores de parto”.21

En parte, la falta de esperanza se debía a la creencia de que las estrellas fijaban el destino de las personas22 y los dioses eran capaces de hacerle a uno bien o mal. Comentando sobre la muerte de una mujer que acaba de dar a luz trillizos, Antípater opina: “Uno y el mismo dios tomó la vida de ella y les dio la vida a ellos”.23 La muerte está llena de tragedia e ironía y provoca gran luto.24

En contraste, aunque los cristianos en Tesalónica sentían la pena de la muerte, su luto debía estar informado por su esperanza basada en la resurrección de Cristo y la promesa de su venida, una característica fundamental de su fe (1:3; Ef. 4:4). Los apóstoles predicaban esperanza en un mundo que carecía de ella.

1 Tesalonicenses 4:14

La razón por la cual los cristianos no deben desesperarse frente a la muerte como “esos otros que no tienen esperanza” (v. 13) se encuentra en la confesión de fe fundamental de la Iglesia: “¿Acaso no creemos que Jesús murió y resucitó?” (v. 14). En el texto griego esta cláusula no es una pregunta, sino la prótasis de una oración condicional que da por sentado la realidad de lo dicho: “Porque si [en el sentido de “ya que”] creemos que Jesús murió y resucitó …” (VRV).25 La cláusula es una repetición del credo que los apóstoles habían enseñado a la iglesia al tiempo de su fundación (cp. Hch. 17:3). La centralidad de la muerte y la resurrección de Jesús en la predicación apostólica es patente (1 Co. 15:1–11), siendo esta realidad histórica el fundamento de la fe cristiana.

Sobre este cimiento se basa la esperanza de la Iglesia en la resurrección de los muertos. Una y otra vez en la teología apostólica la resurrección de Jesús se presenta como la garantía de la resurrección de los creyentes, y tan íntimamente se relacionan estos eventos en la historia de la salvación que Pablo se atrevía a decir a los corintios que rechazar la resurrección de los creyentes era una negación de la resurrección de Cristo (1 Co. 15:12–28; cp. Hch. 26:23; Ro. 8:11; 1 Co. 6:14; 2 Co. 4:14; Col. 1:18).

Aquí Pablo y sus coautores introducen la inferencia de la muerte y la resurrección de Cristo de la siguiente manera: “Así también Dios resucitará con Jesús a los que han muerto en unión con él” (4:14b). El verbo principal ἄξει puede significar “llevar” o “traer”,26 y solamente el contexto puede determinar cuál es la opción indicada. Así, es posible que la oración quiera decir que al tiempo de la venida del Señor Dios traerá del cielo con Jesús las almas de los que han muerto en unión con él (así VRV, RVA, LBLA, Ediciones Paulinas, Pablo Besson), o que Dios se llevará con Jesús a los muertos (así BJ, NBE, NC, DHH 1990). La segunda interpretación entiende el verbo como una referencia a la resurrección (cp. NVI y DHH 1990) o a la ascensión (cp. v. 17), la cual presupone la resurrección.27

Esta segunda interpretación es de preferir porque el tema de los vv. 14–16 es cómo la muerte y la resurrección de Cristo son el paradigma y fundamento para el destino del creyente. Como él “murió y resucitó” (v. 14a), “así también Dios resucitará … a los que han muerto” (v. 14b). Empero, la resurrección del creyente no se separa de su ascensión (vv. 16–17), de modo que sería mejor adoptar la traducción literal “llevar”, que puede abarcar ambos eventos.

El v. 14 concluye señalando que la resurrección y ascensión de los creyentes, además de basarse en la resurrección de Jesús, también se realizará “con Jesús”, “en unión con él”.

 

1 Tesalonicenses 4:15

Habiendo argumentado sobre la base de la muerte y la resurrección de Cristo que los muertos en Cristo serán levantados, los apóstoles ahora elaboran esta doctrina con referencia a la enseñanza del Señor mismo. Su preocupación no es simplemente reafirmar la realidad de la resurrección de los muertos, sino explicar la relación entre este evento y el destino de los cristianos que quedan vivos al momento de la parusía de Jesús. Introducen su explicación con una afirmación solemne: “Conforme a lo dicho por el Señor” (lit., “Porque esto se lo decimos por la palabra del Señor”, cp. VRV, LBLA). Así aclaran que lo que viene a continuación es inspirado por el Señor Jesús y, por lo tanto, autoritativo para la Iglesia. Probablemente tienen en mente una enseñanza dada por Jesús mismo y transmitida en la tradición cristiana (cp. 1 Co. 7:10, 25; 9:14; 11:23–25). Los vv. 15–17 corresponden en muchos detalles a Mateo 24:29–31, 40–41, lo cual hace probable que el discurso escatológico de Jesús era la base de la instrucción siguiente. La enseñanza no se presenta en su forma original, sino que se resume y se aclara a la luz de la situación que los apóstoles enfrentan.

Al presentar la enseñanza dejada por el Señor los apóstoles comienzan con: “Nosotros, los que estemos vivos y hayamos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan muerto”. Parece que a este punto en su ministerio Pablo creía que iba a quedarse vivo “hasta la venida del Señor” (cp. 1 Co. 15:51–52), aunque admitía que no sabía exactamente cuándo sería (1 Ts. 5:1–2). Más tarde suponía que moriría antes de ese gran evento (2 Co. 4:14; 5:1), aunque creía hasta el final de su vida en su cercanía (Fil. 4:5). Esta expectativa vívida resuena a lo largo del Nuevo Testamento (Ap. 22:20), a la vez que se mantenía un agnosticismo respecto al tiempo de la venida (Hch. 1:6–7) y un antagonismo contra aquellos que trataban de fijar el momento (2 Ts. 2:1–2; 2 Ti. 2:16–18).

La expresión οἱ περιλειπόμενοι “los que … hayamos quedado” aparece una y otra vez en la literatura de la época con referencia a aquellos que han sobrevivido una tragedia que llevó a otros a la muerte, aunque la palabra no siempre tiene esta connotación. Su uso aquí implica que varios cristianos en Tesalónica habían muerto trágicamente en la persecución levantada por sus compatriotas (cp. 2:14).

Los apóstoles enfáticamente aseguran que los sobrevivientes hasta la venida del Señor (cp. 2:19; 3:13; 5:23; 2 Ts. 2:1, 8) “de ninguna manera nos adelantaremos a los que hayan muerto (lit., “los que hayan dormido”, como en 4:13–14; cp. VRV)”. El verbo φθάσωμεν aparece en otros textos (Mt. 12:28; Lc. 11:20; Ro. 9:31; 2 Co. 10:14; Fil. 3:16; 1 Ts. 2:16) con el sentido de “llegar” o “venir”, pero solamente aquí en el Nuevo Testamento significa “adelantarse, preceder, llegar primero”. No obstante, este significado es bastante común en la literatura de la época.

El punto es simplemente que los muertos en Cristo resucitarán primero (v. 16b) y luego los vivos y los muertos serán arrebatados juntos para encontrarse con el Señor (v. 17). Los tesalonicenses solo entendían que los vivos tendrían el honor de salir a encontrar al Señor en su parusía real y triunfal (cp. v. 17), y los apóstoles responden diciendo que más bien los muertos serán resucitados primero y tendrán el lugar de honor en esa procesión. Estos de ninguna manera serán excluidos de la gran celebración que rodeará la parusía del Señor, y saber eso daría a los de luto gran consuelo (vv. 13, 18).

1 Tesalonicenses 4:16

En el v. 15 los apóstoles se refieren a la “venida” de Jesús como su παρουσία, un término que se usaba comúnmente de la aparición gloriosa de una deidad o de la vista oficial del emperador a una ciudad que lo honraba como una deidad. Una visita imperial era un evento de gran pompa y celebrada con suntuosos banquetes, discursos que loaban al visitante real, una visita al templo local, donativos grandes al emperador, juegos, sacrificios y la dedicación de estatuas y construcciones. Monedas se acuñaban para conmemorar el evento y a veces una nueva época se inauguraba. Los gobernantes y muchos habitantes de la ciudad salían para recibir a aquel que venía, todos vestidos con ropa especial.32

Ahora en 4:16–17 los apóstoles describen la gloria y la pompa que acompañarán la παρουσία—no del emperador sino del Señor Jesús—y aseguran que todos los cristianos, incluso “los muertos en Cristo”, participarán en el evento. Comienzan con el acercamiento del Señor: “El Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Es “el Señor mismo” quien “descenderá del cielo” (cp. 1 Ts. 1:10; 2 Ts. 1:7; véase también Mi. 1:3) y no simplemente uno de sus representantes, como los ángeles (los cuales, por lo menos, lo acompañan; véase 3:13).

Lejos de ser un evento secreto, la venida del Señor para resucitar a los muertos se acompañará de gran bulla.33 Primeramente, habrá una “voz de mando” (κελεύσματι), término que denota un grito o mandato que debe ser obedecido.34 Filón usaba la palabra al decir que por su “mandato” Dios podía “reunir de los extremos de la tierra a cualquier lugar que él quisiera a todos los exiliados que habitan los confines de la tierra” (De praemiis et poenis 117; cp. Mt. 24:31). Aunque nuestro texto no indica quién emite esta “voz de mando”, ha de ser Dios, cuando manda que los muertos en Cristo se levanten.

Además, retumbará “voz de arcángel”. Judas 9 nombra a uno de los arcángeles, Miguel, pero en la literatura judía del período otros nombres se mencionan al lado de este.35 Los arcángeles son los gobernantes de los ángeles o los mensajeros principales de entre ellos.36 En el discurso escatológico de Jesús los ángeles juegan un papel relevante al momento de la parusía y la reunión de todos los escogidos (Mt. 24:31), pero aquí solamente el ángel principal se menciona, el cual agrega su voz a la “voz de mando”.



Tercero, sonará la “trompeta de Dios”. La trompeta no era principalmente un instrumento musical durante esa época, sino que se usaba en contextos militares (cp. 1 Co. 14:8) y de culto. En el ejército romano nada se hacía sin que se sonara la trompeta. También se oía en las procesiones fúnebres; cuando murió el emperador Claudio las trompetas generaron tanto ruido que se pensaba que el difunto lo oiría. Pero la idea aquí no es simplemente que los muertos escucharán el sonido sino que responderán al mandato de levantarse. En el Antiguo Testamento la trompeta de Dios anuncia la venida del día del Señor (Jl. 2:1; Sof. 1:15–16) y el tiempo cuando él reunirá a los dispersos de su pueblo y les traerá salvación (Is. 27:13; Zac. 9:14–16), y la literatura judía también asocia estos sucesos con la trompeta que Dios hace sonar.38 No solo en nuestro texto sino también en 1 Corintios 15:52 la trompeta de Dios anuncia o manda la resurrección de los muertos, y en Mateo 24:31 se oye cuando son reunidos.

Por medio de estos agentes Dios da su orden y “los muertos en Cristo resucitarán”. No se trata de todos los muertos que se resucitarán, sino solo de aquellos que han entrado en una relación con Cristo antes de su muerte (cp. el concepto de morir en Cristo en 1 Co. 15:18; Ap. 14:13). Pero lo que los apóstoles quieren enfatizar no es solamente que los muertos en Cristo resucitarán, sino que lo harán “primero”. No se quedarán en sus tumbas perdiendo la oportunidad de salir a recibir al Soberano, sino que antes de dicha salida ellos se levantarán y tendrán tener un lugar de privilegio si no de preeminencia en esa gran procesión.

1 Tesalonicenses 4:17

Después de la resurrección los vivos se unirán con los resucitados y todos juntos serán trasladados en procesión para encontrar a su Rey al momento de su parusía. Este gran evento, llamado el “rapto” en la iglesia moderna (del latín, rapere) se describe en el v. 17: “Luego los que estemos vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados junto con ellos en las nubes para encontrarnos con el Señor en el aire”.

De nuevo, los apóstoles enfatizan el orden de los eventos: “Los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego los que estemos vivos…”. Como en el v. 15, los que no han muerto se describen como “los que estemos vivos, los que hayamos quedado”. Estos serán “arrebatados junto con ellos”. Es decir, se unirán con los muertos resucitados y todos juntos serán arrebatados.

El verbo ἁρπάζω “arrebatar” denota tomar algo o alguien por fuerza o violencia (cp. Mt. 11:12; 12:29; 13:19; Jn. 6:15; 10:12, 28–29; Hch. 23:10; Jud. 23) y en algunos textos neotestamentarios se usa de arrebatamientos a los lugares celestiales (2 Co. 12:2, 4; Ap. 12:5; cp. Hch. 8:39). En algunas de las descripciones del rapto de Enoc aparece el mismo verbo (Sabiduría. 4:10–11; 2 Enoc 3:1), como también en la mitología clásica (que los tesalonicenses conocían) cuando narra cómo ciertos personajes fueron arrebatados por los dioses. En todos estos relatos solamente algunos son los arrebatados, y, por lo tanto, lo extraordinario desde el punto de vista de los tesalonicenses era la promesa del arrebatamiento general de tanto los muertos resucitados como los cristianos vivos. Nunca se había contemplado en toda la historia un evento tan glorioso.

El medio del traslado para encontrarse con el Señor serán “las nubes”, las cuales son un elemento común en las teofanías (Mt. 17:5; Mr. 9:7; Lc. 9:34–35; 1 Co. 10:1–2) y también figuran en la ascensión de Cristo y de los dos testigos en Apocalipsis (Hch. 1:9; Ap. 11:12). Asimismo acompañarán al Señor en su regreso (Mt. 24:30; 26:64; Mr. 13:26; 14:62; Lc. 21:27; Ap. 1:7; 14:14–16), una realidad que tiene sus raíces teológicas en la visión de la venida del Hijo del Hombre en Daniel 7:13–14 (cp. VRV). Las nubes son el lugar del encuentro de los seres humanos con el Divino.

El propósito del arrebatamiento se plantea en la siguiente cláusula, “para encontrarnos con el Señor en el aire”. La expresión traducida “para encontrarnos”, εἰς ἀπάντησιν, es casi una frase técnica que denota la costumbre de enviar una delegación afuera de la ciudad para recibir al dignatario que venía a visitar. En Hechos 28:15 Lucas la utiliza en su relato de la llegada de Pablo y sus compañeros a Roma: “Los hermanos de Roma … salieron hasta el Foro de Apio y Tres Tabernas a recibirnos (εἰς ἀπάντησιν ἡμῖν)”. Según la costumbre en estas recepciones formales, los visitantes más la delegación luego volvieron a la ciudad (28:16; cp. Mt. 25:6, 10).

Los ejemplos de este uso de la expresión en los LXX son numerosos (Jud. 4:22; 1 S. 9:14; 13:10; 25:20, 32, 34; 2 S. 19:15, 16, 20, 24–25; 2 R. 4:26; 5:21; 8:8–9; 2 Cr. 15:2; 19:2; 28:9), y en el mundo grecorromano la costumbre es bastante atestiguada, especialmente con referencia a la llegada de personajes de alto rango político. Polibio habla de la gran pompa de estas ocasiones (5.26.8) y autor tras autor refería cómo no solamente determinados funcionarios sino también toda la población salían a recibir al emperador en su παρουσία a una ciudad. Josefo, por ejemplo, relata la salida de los ciudadanos de Roma para dar la bienvenida a Vespaciano como su nuevo emperador (quien poco antes había dirigido a las tropas romanas para aplastar la rebelión en Judea).41 Llama la atención que los del rango más alto se esforzaban para ser los primeros en recibirlo, un concepto que guarda cierta relación con los vv. 16b–17a. En estas recepciones salían los líderes de la ciudad y toda la población, incluyendo los soldados, el gimnasiarca y sus estudiantes y los sacerdotes con los objetos cultuales, todos vestir vestidos de ropa especial y guirnaldas. Cuando el dignatario entraba en la ciudad, la población le daba un gran recibimiento con canciones, gritos y sacrificios.

Cosby correctamente observa que las características de estas recepciones no corresponden una por una con la recepción del Señor por los arrebatados. Sin embargo, como el contexto aquí es la παρουσία imperial del Señor (v. 15), no se puede dudar que la costumbre de la época formaba el trasfondo de la enseñanza, si bien con ciertas modificaciones (p. ej., no se sabía el tiempo de la venida, cp. 5:1–11). Los muertos por el poder del Imperio romano serían los primeros en salir a recibir al verdadero Señor.

El lugar de la recepción será εἰς ἀέρα “en el aire”. A veces esta expresión significa simplemente “arriba” (Aquiles Tacio 7.15.3; Josefo, Antiquitates 7.327 [7.13.3]), y bien puede ser que los apóstoles no quieren decir más que esto. Sin embargo, el aire era la esfera donde habitaban los seres sobrenaturales malignos (cp. Ef. 2:2) y, según los conceptos comunes de la época, estaba “lleno de dioses y espíritus” (Plutarco, Moralia 274.B). También se creía que estaba lleno de “almas” (Diógenes Laercio 8.31–32); por contraste, lo extraordinario de la afirmación de los apóstoles es que los resucitados y los vivos, y no solo sus almas, encontrarán al Señor “en el aire”. No discurren aquí sobre cómo esto será posible, pero sabemos de sus otros escritos que Pablo esperaba una transformación de los cuerpos mortales en inmortales (Fil. 3:20–21; 1 Co. 15:35–57).

El resultado de todo este proceso de resurrección, arrebatamiento y reunión será que “así estaremos con el Señor para siempre”. Aunque el alma del creyente está “con el Señor” desde el momento de la muerte (Fil. 1:23; 2 Co. 5:6–9), la seguridad que los tesalonicenses necesitaban era que los muertos de su comunidad no estarían separados de él en su venida gloriosa y posteriormente. Lo que los apóstoles no explican aquí es dónde los arrebatados estarán “con el Señor para siempre”. Esta falta de explicación, juntamente con el trasfondo sociopolítico de la expresión εἰς ἀπάντησιν, implica que los autores dan por sentado que los tesalonicenses entenderán que Jesús continuará su παρουσία a la tierra y que los arrebatados volverán a la tierra con él. Lo acompañarán en su venida victoriosa sobre todo poder existente.

1 Tesalonicenses 4:18

El párrafo de consolación concluye como comenzó en el v. 13, con una nota pastoral: “Por lo tanto, anímense unos a otros con estas palabras”. Los creyentes tesalonicenses se habían entristecido de gran manera a causa de la muerte de algunos miembros de la congregación, pero la esperanza de que los muertos no serán excluidos de la gran reunión con el Señor les sería motivo de bastante ánimo. La verdad enseñada por Jesús (v. 15) abre la puerta al consuelo y les asegura de su triunfo final sobre todos los potestades que se oponían a ellos. El último poder del Imperio es la muerte, pero el poder del reino de Dios es mayor aún. Los apóstoles no solo consuelan a la congregación con esta enseñanza inspirada, sino que les exhortan a utilizar “estas palabras” en su ministerio “unos a otros” (cp. 3:12; 4:9; 5:11, 15). El desarrollo de la pastoral entre los miembros de la congregación era una de las preocupaciones fundamentales de Pablo, dada la situación tan difícil en la cual se encontraban. Ellos eran ministros del mensaje del reino divino venidero.

Las posesiones materiales en la enseñanza de Jesús según los Evangelios Sinópticos


Las posesiones materiales en la enseñanza de Jesús según los Evangelios Sinópticos

Muchas de las parábolas de Jesús emplean temas económicos para enseñar lecciones espirituales. A la vez, las aplicaciones de esas lecciones espirituales abarcan aspectos económicos. Otras enseñanzas de Jesús señalan que la liberación que él ofrece abarca tanto lo material como lo espiritual, advierten de la avaricia y llaman a la generosidad, especialmente a favor de los pobres en la comunidad de discípulos. Repetidas veces el uso que las personas hacen de sus bienes manifiesta su condición espiritual.

LAS PARÁBOLAS DE JESÚS

Introducción

La interpretación de las parábolas ha sido objeto de mucho estudio a lo largo de la historia de la iglesia, y el vigésimo primer siglo no ha sido la excepción. He trabajado este tema en varios artículos, y no lo repetiré aquí. De todos modos, poco aquí depende de mi tesis particular de que las lecciones centrales de cada parábola corresponden a la presentación de sus personajes centrales. Los dos peligros mayores en un estudio de la contribución de las parábolas al tema de la riqueza y la pobreza son: 1) el de transformar la parábola en un discurso explícito sobre una teoría económica cuando eso nunca fue su intención, y 2) el de pasar por alto una enseñanza directa sobre asuntos económicos simplemente porque el relato tiene un segundo nivel espiritual. También debemos estar alerta a la posibilidad que los detalles de la parábola nos proporcionen información sobre los arreglos económicos normales en la Palestina del primer siglo. Al mismo tiempo, casi cada parábola en algún punto relevante rompe los límites del realismo; esto es normalmente la clave para entender su segundo nivel alegórico o simbólico.

Los dos deudores (Lucas 7:41–43)

Esta breve parábola está incrustada en el relato de una cena en el hogar de Simón el fariseo, relativamente a inicios del ministerio de Jesús. Para disgusto de Simón, una mujer de mala fama unge a Jesús con una cantidad extravagante de perfume (Lc. 7:36–40, 44–50). Dos dimensiones de este pasaje demuestran que Jesús no objeta el uso de la riqueza personal para varios tipos de celebraciones. Primero, repetidas veces él acepta invitaciones, incluso de los fariseos, a reunirse con otros para comer (ver esp. Mr. 2:15–17 y paralelos; Lc. 11:37; 14:1–24; 19:5–9; y cp. la generalización expresada en Mt. 11:19 y paralelos). Cuando el anfitrión era un líder acomodado, las normas culturales exigían que ofreciera un banquete suntuoso. Segundo, el hecho que Jesús no reprendió a la mujer por su “derroche” del frasco de perfume costoso indica que él aprueba, de vez en cuando por lo menos, los gastos descomunales que demuestran un amor desbordante a su persona.

El enfoque principal de este pasaje, y de la parábola que encierra, sin embargo, está en la identificación sorprendente de quién ama más a Dios. La calificación en el v. 37 de la mujer como “pecadora” bien puede ser un eufemismo para “prostituta”. Si era prostituta, ganaba lo suficiente a través de su “profesión” para vivir un poco mejor que el campesino promedio, como se puede notar por su posesión del perfume costoso. Simón, en cambio, sería un miembro honrado de la comunidad; entre la gente común los fariseos eran los más respetados y populares de las sectas judías. La parábola emplea una situación económica típica para enseñar una lección acerca del perdón divino. Muchos campesinos judíos acumulaban deudas que los obligaban a endeudarse todavía más para tratar de pagar a los prestamistas. El elemento irreal de la parábola, diseñado para enseñar acerca del perdón abundante de Dios, es que el prestamista decide cancelar ambas deudas cuando los deudores no le pueden pagar (7:42). De modo que Jesús usa estas deudas materiales para enseñar una lección sobre las deudas espirituales. En ambos niveles claramente aquel a quien más se le perdonó tenía más razón por que estar agradecido (7:43). Ya que en cierto sentido la mujer representaba a los marginados de su sociedad (y aun cuando tenía más ingresos que muchos, seguramente no se libraba de la vergüenza e ignominia ligadas a su estilo de vida), Jesús aquí, temprano en su ministerio, muestra su interés y compasión por los proscritos de su mundo.

El tesoro escondido y la perla de gran precio (Mateo 13:44–46)

A mediados de su ministerio público, la enseñanza de Jesús se vuelve cada vez más radical y exigente, y las multitudes empiezan a abandonarlo. Mateo 13 ofrece una serie de parábolas en la cual Jesús comenta este cambio y continúa desafiando a los que quisieran seguirlo con el costo del discipulado. Especialmente significativas en este sentido son las parábolas del tesoro escondido y la perla de gran precio. Estas dos parábolas breves señalan que vale la pena sacrificar todo lo necesario para obtener el reino de Dios, aun si fuera todo lo que uno tiene. El hallazgo de un tesoro en un campo es un tema de antiguas tradiciones populares, y en la época de Jesús había comerciantes que buscaban perlas. Sin embargo, que alguien descubriera algo de tanto valor como para sacrificarlo todo, es sumamente raro. La enseñanza, entonces, impresiona. Si bien no todos necesariamente venden sus bienes para llegar a ser un discípulo, todos deben estar preparados para hacerlo si las circunstancias así lo exigen. Aquellos que desean seguir a Cristo deben estar dispuestos a arriesgar todo lo que tienen si las prioridades del reino ponen en peligro la seguridad de su existencia terrenal.

El siervo rencoroso (Mateo 18:23–35)

Un poco después, mientras Jesús enseñaba a sus discípulos en privado sobre la humildad y el perdón, les contó otra parábola acerca de dos deudores contrastantes para subrayar un concepto acerca de las deudas espirituales y el perdón. Un rey perdona a un siervo una deuda enorme, pero éste luego niega perdonar a un siervo compañero una deuda relativamente pequeña. ¡Como consecuencia el primer siervo es entregado a los carceleros para ser torturado! En este pasaje las deudas son equivalentes aproximadamente a sueldos de 200,000 años y de tres meses, respectivamente. Un tema teológico debatido aquí es la cuestión de la pérdida de salvación. Una lectura sencilla del pasaje sugiere a primera vista que el rey en efecto retracta el perdón ya dado. Pero a la luz de las enseñanzas anteriores en el ministerio de Jesús según Mateo (particularmente 6:12, 14–15, donde el discípulo verdadero por definición perdona a otros, y 7:23, donde Jesús dice a aquellos cuyas obras no dan buen fruto: “Nunca os conocí”) probablemente este siervo representa a los que jamás fueron discípulos genuinos.

De nuevo, Jesús no limita su aplicación de perdón a las deudas materiales, pero su relato tampoco nos prohíbe aplicar los principios a situaciones económicas. En Lucas 6:35, texto que los discípulos de Jesús ya habrían escuchado, Jesús habla de prestar sin esperar nada a cambio (véase abajo). A todas luces el primer siervo de la parábola demostró una conducta diametralmente opuesta.

Dos parábolas donde se pide ayuda material (Lucas 11:5–8; 18:1–8)

Las expectaciones en cuanto a la hospitalidad entre los aldeanos de Galilea en los días de Jesús nos aseguran que la respuesta a la pregunta retórica de Jesús, que incluye la parábola del amigo que llega a medianoche, es que nadie se negaría a levantarse y proporcionar pan para el hombre que lo pedía, a pesar de la inconveniente hora (ver esp. M. Peah 8:7). A la luz de los siguientes versículos (Lc. 11:9–13, “Pedid, y se os dará…”) y la buena gana de Dios de dar el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (11:13), es claro de nuevo que la aplicación primaria de la parábola no es material, sino espiritual. Pero el versículo paralelo a este en Mateo habla sencillamente de “buenas dádivas” (Mt. 7:11), y por lo menos algunas de ellas seguramente son materiales.

El elemento de la justicia social es más prominente en la parábola similar del juez injusto (Lc. 18:1–8). Las aplicaciones primarias de este relato incluyen la promesa divina de vindicar a su pueblo y un llamado a perseverar en la fe (18:7–8). Pero conforme leamos más de las enseñanzas de Jesús, no cabrá duda alguna que la justicia que Dios quiere efectuar a favor de sus escogidos incluye la provisión de sus necesidades materiales básicas.8 La versión lucana del Padre Nuestro está en 11:1–4, dentro del contexto inmediato de la parábola del amigo que llega a medianoche que acabamos de comentar. Lochman cita una oración proveniente de América Latina que capta algo del énfasis de Jesús en ambos textos: “O Dios, a los que tienen hambre dales pan; y a los que tienen pan, hambre de justicia”.

El rico insensato (Lucas 12:16–21)

Este pasaje está introducido por una disputa entre dos hermanos sobre una herencia, en la cual Jesús no acepta tomar partido (Lc. 12:13–14). Sabe que el que pide su intervención no busca justicia, sino que quiere salirse con la suya. ¡A Jesús no le interesaba promover el traslado de propiedad de un codicioso a otro! El v. 15 deja claro que Jesús cuenta la parábola para advertir a la gente de la “avaricia”, porque la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus posesiones. Esta observación refuta el argumento que establece que el personaje de la parábola es condenado simplemente por ser rico. Las últimas palabras del relato además nos recuerdan que el protagonista hacía para sí tesoro pero no era “rico para con Dios” (12:21). Para los que desligan la parábola (12:16–20) de su marco interpretativo (12:13–15, 21), queda todavía la repetición seis veces del pronombre de primera persona singular “yo”. El rico manifiesta un tenaz enfoque egocéntrico y una acumulación no mitigada de bienes, sin pensar en nadie más. Así que, es claro que no es condenado sólo por ser rico. No obstante, es importante que los cristianos de hoy se pregunten a sí mismos cuántos bienes, propiedades o inversiones acumulan sin pensar en los necesitados de nuestro mundo. Si los paralelos con el varón de la parábola resultan demasiado estrechos, se supone que Jesús diría que las declaraciones de fe de tales cristianos son vacías.

Invitación a los marginados (Lucas 14:12–24)

Antes de contar la parábola de la gran cena (Lucas 14:16–24), Jesús presenta dos metáforas breves que articulan el tema de la inversión de los papeles del poderoso y del impotente (14:7–14). La parábola luego recoge la imagen retórica de los marginados (14:21) para explicar por qué el ministerio de Jesús se centra en convidarlos a entrar en el reino. Stein resume las lecciones centrales:

El punto es que el reino de Dios ha llegado y que aquellos que supuestamente lo iban a recibir (la élite religiosa) no lo hicieron, mientras los candidatos menos probables (los publicanos, los pobres, las rameras, etc.) sí lo recibieron.

La cena, como frecuentemente en la literatura judía simbólica, representa el banquete mesiánico escatológico. Las excusas presentadas para no aceptar la invitación (14:18–20) resultan notablemente débiles en la cultura de la época. Nadie compraba sembrados o bueyes sin examinarlos, así como nadie hoy compraría un carro usado sin probarlo antes. Además, las bodas se planificaban con mucha anticipación. ¿Con qué frecuencia se convierte nuestro materialismo en una de tantas excusas igualmente débiles para evitar el llamado del evangelio a seguir a Jesús de todo corazón?

La necesidad de calcular el costo (Lucas 14:28–33)

De nuevo, encontramos un par de parábolas breves y estrechamente paralelas, aunque su mensaje no es idéntico. Más bien, el pasaje parece avanzar hacia un clímax. El hombre que descubre demasiado tarde que no tiene el dinero suficiente para completar la construcción de una torre corre el riesgo de perder su inversión y hacer el ridículo ante su comunidad (14:28–30). El rey que no calcula si puede hacer frente a un ejército dos veces el tamaño del suyo se arriesga una derrota absoluta y a la pérdida de muchas vidas (14:31–32). El v. 33, entonces, concluye con una declaración aún más absoluta: “Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. En concordancia con el patrón que hemos visto en las parábolas ya comentadas, el punto principal aquí es espiritual: hay que cuidarse de cualquier obstáculo que impida la obediencia total a Cristo. Pero también, como hemos visto repetidamente, el ejemplo sobresaliente que Jesús da de la lección espiritual tiene que ver con las finanzas. El v. 33 ha de entenderse como un llamado a los que quieren ser discípulos, no necesariamente para que abandonen sus posesiones por completo, sino a renunciar su derecho de aferrarse a ellas.12 Pero como el clímax del pasaje, el v. 33 no se debe diluir demasiado.

Por supuesto no todos son llamados en la misma manera a la misma forma de discipulado. Pero es igualmente cierto que no hay tal cosa como un discipulado totalmente de clase media, donde hay solamente preservación de la herencia cultural y la renuncia radical no puede florecer jamás.

El mayordomo injusto (Lucas 16:1–13)

Esta es probablemente la más difícil de todas las parábolas de Jesús y encierra problemas exegéticos espinosos.[1] Quizás la duda central a resolver es por qué se le alaba al mayordomo. Sin embargo, el v. 8 declara que el amo lo alabó “por haber hecho sagazmente”. No es necesario tomar en cuenta ningún otro punto de comparación con la conducta del mayordomo. Mateo 10:16 entonces proporciona un comentario apto y sucinto: “He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. Por cierto hay ironía en el v. 8b, donde Jesús observa que los hijos de este siglo son a menudo más astutos que el pueblo de Dios en su trato con sus semejantes. Pero el v. 9a se debe tomar más literalmente. La frase “riquezas injustas”, tal como se nota en su uso intertestamentario, no tiene que referirse a ganancias ilícitas, sino simplemente al dinero en general.[2] De suerte que Jesús manda a sus seguidores que empleen las posesiones de esta vida para los propósitos del reino—que ganen amigos para sí mismos, haciendo y nutriendo discípulos y poniendo en práctica los principios del reino de Dios de manera que en verdad se haga su voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Entonces aquellos que como consecuencia han llegado a ser seguidores de Jesús y nos preceden en el reino eterno nos darán la bienvenida cuando lleguemos (14:9b). Stegemann concisamente capta la aplicación contemporánea del v. 9:

Nosotros los cristianos ricos, también, podemos ganar amigos por medio del dinero injusto. Podemos hacernos más pobres de manera útil, regalando parte de nuestra riqueza para beneficiar a los más pobres del mundo.[3]

Pero debemos hacerlo en el nombre de Jesús, proclamando un evangelio integral que abarca lo espiritual y lo físico.

El rico y Lázaro (Lucas 16:19–31)

A primera vista parece que este relato, así como el del rico insensato, condena a todos los ricos. Pero de nuevo hay pistas, incluso dentro de la narrativa, que este no es el caso. Abraham mismo había sido rico pero no paró en el Hades. Habiendo muerto y hallándose en tormentos, el rico ruega a Abraham que alguien vaya y advierta a sus hermanos vivos, a fin de que puedan evitar ese lugar de sufrimiento (16:27–28). Al repetir su petición, el rico dice: “Si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (16:30). Todo esto sugiere fuertemente que el rico se daba cuenta que su problema fue que él nunca se arrepintió de verdad para ponerse a cuentas con Dios. Conocía la enseñanza del Antiguo Testamento sobre el cuidado de los necesitados, pero nunca movió un dedo para ayudar al pobre Lázaro en su puerta. No podía alegar ignorancia de la Ley ni de su responsabilidad o capacidad de ayudar.[4]

Sin embargo, el texto no da información alguna acerca de la condición espiritual de Lázaro. ¿Hemos de suponer entonces que Dios salva a todos los pobres? No, porque Lázaro es el único personaje en todas las parábolas de Jesús cuyo nombre es citado, y probablemente eso sea significativo. Su nombre es el equivalente griego de Eliezer, que en hebreo significa “Dios ayuda”. El Eliezer más famoso en las Escrituras hebreas fue el siervo fiel de Abraham (Gn. 15:2). Dado el papel central de Abraham en este pasaje, es probable que ninguno de estos datos sea una coincidencia.[5] Lázaro es presentado como el prototipo del piadoso pobre en Israel. Sin embargo, este punto no pasa de ser implícito y no constituye un enfoque dominante del pasaje.[6] Definitivamente no nos permite limitar la aplicación de la parábola al socorro únicamente de pobres y menesterosos que sean cristianos.

Las minas y los talentos (Lucas 19:11–27; Mateo 25:14–30)

Aunque comúnmente tratados como paralelos, estos dos pasajes, conocidos como las parábolas de las minas y de los talentos, se presentan en contextos completamente diferentes en los dos Evangelios donde aparecen y probablemente reflejan el uso que Jesús hace de temas parecidos en distintas ocasiones. De los dos, el que habla más específicamente de asuntos económicos es la parábola lucana de las minas (una mina era aproximadamente equivalente al sueldo de tres meses), con sus detalles adicionales sobre la oposición contra el “pretendiente al trono”. De nuevo la mayordomía del dinero aparece como metáfora para el discipulado en general, sin excluir el uso literal de las finanzas personales como una manifestación primaria de ese discipulado. En ambos pasajes las inversiones hechas por los siervos aumentan su haber, pero todos los ingresos se devuelven al amo. Hay por lo menos una aprobación tácita de la forma rudimentaria del capitalismo que los bancos y prestamistas del antiguo mundo grecorromano practicaban. Pero hay que recordar que no existía todavía un capitalismo de tipo moderno ni las condiciones deshumanizantes que acompañaron la revolución industrial. Más importante aún, la lección principal es espiritual: se debe imitar la conducta de los buenos siervos en todos los aspectos del discipulado. Claramente, debemos usar todo nuestro tiempo, talentos y tesoros en pro de los propósitos del reino.

Las ovejas y las cabras (Mateo 25:31–46)

Este pasaje no es, estrictamente, una parábola, pero debido a sus imágenes retóricas se trata muchas veces como tal. A lo largo de la historia de la iglesia ha habido dos interpretaciones dominantes. La perspectiva mayoritaria ha interpretado a los “hermanos” de Jesús en el v. 40 como una referencia a la familia espiritual, de acuerdo con el uso del término en todos los demás pasajes de Mateo donde no se emplee de hermanos biológicos (ver 5:22–24, 47; 7:3–5; 12:48–50; 18:15 dos veces, 21, 35; 23:8; 28:10). El vocablo “pequeños”, cuya forma superlativa aparece en 25:40 y 45, también sin excepción se refiere en Mateo a los discípulos (10:42, 18:6, 10, 14; cp. también 5:19 y 11:11). Así que el mensaje de la enseñanza de Jesús aquí resulta estrechamente paralelo a Mateo 10:42: aquellos que son ministrados por los seguidores ambulantes de Jesús (hoy los podríamos llamar misioneros cristianos) deben cuidar de ellos. Suplir ayuda material a los que predican en el nombre de Jesús demuestra que uno ha acogido su mensaje a nivel espiritual.22 Esta interpretación seguramente es acertada.

Hoy, sin embargo, el punto de vista prevalente es que Jesús enseña acerca de la necesidad de ayudar a los desposeídos, sean cristianos o no. Este obviamente es un tema bíblico relevante, pero es menos probable que sea el enfoque de este pasaje particular, dado el sentido invariable de los términos y el hecho que el contexto más amplio consiste en parábolas acerca de los discípulos (24:43–25:46). Ninguna de estas perspectivas, sin embargo, es base para interpretar el texto como si enseñara una justicia basada en las obras; las personas aquí viven su fe para demostrar que ya tienen una relación correcta con Dios. Tampoco enseña este pasaje la teoría del “cristiano anónimo” de Karl Rahner y muchos católicos después del Segundo Concilio Vaticano.24 Los justos no se sorprenden de que Jesús les conceda la vida eterna, como sería el caso de quienes nunca profesaron seguirlo; se quedan perplejos simplemente acerca de cómo ministraron directamente a él cuando ya no estaba en la tierra físicamente (25:37–39). Por lo tanto, el slogan basado en este pasaje, hecho famoso particularmente por la Madre Teresa, de “ver a Jesús en la cara del pobre” independiente de su compromiso religioso, en el mejor de los casos expresa solamente una verdad parcial y puede resultar muy engañoso.

OTRAS ENSEÑANZAS DE JESÚS

Regresamos al inicio del ministerio de Jesús y de nuevo procederemos en orden aproximadamente cronológico.

El Sermón del Monte/Llano (Mateo 5–7; Lucas 6:20–49)

La primera ocasión importante en la cual Jesús enseña en detalle sobre las actitudes que sus seguidores deben adoptar hacia la riqueza mundana es el sermón que ambos Mateo y Lucas ubican, en formas diferentes, temprano en el ministerio de Jesús. En todo el sermón se debe tener presente los contextos de Mateo 5:1–2 y Lucas 6:17; Jesús habla primordialmente a quienes ya son discípulos, y se dirige a ellos en comunidad. Los principios del Sermón del Monte/Llano no pretenden ser una constitución para gobiernos, ni meramente unas pautas para individuos, sino un manifiesto para aquellos que ya están dispuestos a seguir a Jesús en el contexto de “iglesia”.25

Las dos versiones del sermón empiezan con las bienaventuranzas, y éstas principian con la declaración de Jesús que el “pobre” es bienaventurado. La palabra πτωχοί no se usaba de los pobres que apenas lo eran, sino de los que estaban absolutamente destituidos.[7] En la Septuaginta muchas veces traduce el hebreo ‘anawîm, y su uso aquí evoca Isaías 61:1, donde el vocablo traducido “abatidos” en la Versión Reina-Valera es ‘anawîm.[8] En la literatura judía de la época, así como en Isaías y algunos de los Salmos, se hacía cierta equivalencia entre los pobres y los piadosos. Eso sin duda explica la diferencia entre “vosotros los pobres” (Lc. 6:20) y “los pobres en espíritu” (Mt. 5:3). No es que Mateo contradiga a Lucas; cada uno resalta un aspecto diferente de un término que tenía una dimensión tanto material como espiritual. Lucas 6:22–23 claramente muestra que Lucas vio el componente no solamente material sino también espiritual en aquellos a quienes Jesús llama bienaventurados: “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre”.

Así, también, Mateo 5:3 no se puede entender adecuadamente si se quita todos los elementos de una destitución física. El resto del sermón aclarará las obligaciones económicas de aquellos que poseen bienes materiales de sobra (esp. Mt. 6:19–34). Como Carson comenta, ambos autores tienen en mente “aquellos que debido a la privación económica sostenida y el rechazo social tienen confianza sólo en Dios”.[9]

La segunda mitad de Mateo 5 presenta varias antítesis, mediante las cuales Jesús hace contraste entre sus perspectivas y las de la Tora sobre cuestiones éticas clave (5:21–48). Así, en Mateo 5:42 leemos: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses”. En el contexto anterior Jesús prohíbe pagar insulto por insulto, como el bofetón de un hombre diestro en la mejilla derecha de otro (5:39), y veda represalias contra los que demandaban legalmente a sus condiscípulos (5:40). En el v. 41 exhorta a ir una milla adicional con el soldado romano que reclutaba al judío para llevar sus efectos. Probablemente el v. 42 tiene un trasfondo histórico igualmente específico, de modo que la exhortación no se debe entender en términos absolutos. En la medida que el año sabático, si no el Jubileo, era observado por lo menos de vez en cuando, cuanto más se acercaba el año sabático, más renuente se pondría uno de conceder préstamos. Jesús, entonces, estaría enseñando que lo que uno diera a los necesitados no debería basarse en cuánto ellos pueden pagar (cp. el paralelo en Lc. 6:30: “A cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva”). Y aun si generalizamos más allá de esta situación específica, como Augustín señaló siglos atrás, Jesús no dice qué se debe dar al que pide (De Sermone Domine en Monte 67; cp. también Lc. 12:13–15). La antítesis final (Mt. 5:43–48) llama a amar el enemigo en vez de actuar motivado por intereses egoístas, y esto también influye en nuestra interpretación del v. 42. El paralelo parcial en Lucas 6:34–35 probablemente exhorta a prestar sin cobrar interés.32 Todo esto sugiere que Jesús no manda, ni en sus días ni en los nuestros, que sus seguidores necesariamente den a todo mendigo todo lo que pida. Lo que más le beneficiará no es siempre lo que pide. Pero en la medida que podemos discernir las genuinas necesidades físicas o materiales de las personas, debemos preocuparnos de encaminarlas hacia la clase de ayuda que tiene una posibilidad razonable de remediar su situación. Por lo menos, en contraste con el principio dominante de la reciprocidad en la antigüedad, Jesús prohíbe a sus seguidores tener la mentalidad de ayudar sólo a aquellos que pueden corresponderles.

Mateo 6:1–4 procede al tema de las limosnas. Aquí Jesús específicamente trata los errores de aquellos que dan en público, echando sus monedas ruidosamente dentro de los receptáculos, con el propósito de recibir alabanzas de sus semejantes (6:1–2). Jesús prohíbe que sus discípulos hagan exhibición pública de su piedad. Mateo 6:3 (“no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”) no ordena una mayordomía irresponsable, que niegue llevar un récord de las ofrendas, o resista la transparencia en asuntos financieros. El procedimiento cuidadoso de Pablo más tarde en el manejo de una colecta para los necesitados de Judea (ver esp. 2 Co. 8–9) demostrará la necesidad de una transparencia escrupulosa. Más bien, el punto que Jesús hace es que se debe dar tan “secretamente” que uno jamás será tentado a ofrendar motivado por el agradecimiento o los favores humanos.

Hay principios similares en relación con la oración (Mt. 6:6–15). Ya aludimos al Padre Nuestro en el contexto de la parábola del amigo a medianoche (Lc. 11:5–8). Ambos, Lucas 11:3 y Mateo 6:11, claramente incluyen como una petición legítima para los discípulos de Jesús el pan diario. Vale notar también, sin embargo, que en ambos contextos el enfoque en Dios y su voluntad precede las peticiones por las necesidades humanas, y que Mateo 6:11–12, así como Lucas 11:3–4, guarda un equilibrio entre las necesidades materiales (pan diario) y espirituales (perdón de los pecados). En una edad de planificación anual y para períodos aún más largos, vale recordar que Jesús nos instruye a orar por el pan “de cada día”. Debemos pedir que Dios supla nuestras necesidades, no nuestras avaricias. Esto nos ayuda, entre otras cosas, a guardarnos de tomar por sentado la provisión divina.

Mateo 6:19–34 (cp. Lc. 12:33–34; 11:34–36; 16:13; 12:22–32) aborda con mayor amplitud el tema de los tesoros en la tierra en contraste con los tesoros en cielo. Así como en la parábola del rico insensato, la imagen es de una acumulación ociosa—tesoros guardados “donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan” (Mt. 6:19). Jesús no enseña que nunca debemos guardar o salvaguardar nuestras posesiones, pero debemos determinar cuáles son realmente necesarias. Los vv. 22–23 prosiguen a destacar cómo el manejo de las finanzas afecta todas las áreas de la vida. De nuevo, los motivos personales resultan controlando todo. Por eso el v. 24 puede concluir que en última instancia no se puede servir ambos a Dios y a mamón (“posesiones materiales”). El materialismo bien puede ser el contrincante mayor para el cristianismo auténtico en la competencia por los corazones y almas de millones en nuestro mundo de hoy, incluso de muchos en la iglesia visible.

En un contraste marcado, los vv. 25–34 nos ordenan a no afanarnos por nuestras necesidades materiales. Debemos confiar en el cuidado soberano de Dios, porque los seres humanos valen más para Él que todo el resto de la creación, y conoce todas nuestras necesidades. El mandamiento crucial en esta sección llega en el v. 33: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas”. O bien hay que espiritualizar esta promesa por completo o relegar su cumplimiento al futuro escatológico, opciones que no encajan en el contexto inmediato de afán por las necesidades materiales en el presente; o debemos entender que los plurales del v. 33 son dirigidos a la comunidad de los seguidores de Jesús (como de hecho el sermón entero lo es—ver los comentarios supra). Cuando la comunidad de los redimidos busca primero la justicia de Dios, por definición ayudarán a los necesitados entre ellos. La yuxtaposición extraordinaria del paralelo lucano (12:31) con Lucas 12:33 apoya esta conclusión: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan…”.[10]

Finalmente, Jesús anima a sus seguidores a pedir, buscar y llamar a la puerta porque recibirán, hallarán y se les abrirá (Mt. 7:7–8). El “evangelio de la prosperidad” a veces aplica estos versículos en maneras que sugieren que la persona que tenga suficiente fe puede recibir mediante la oración cualquier cosa que quiera, particularmente si es de carácter material. Sin embargo, como ya hemos notado, el paralelo lucano aclara que a nivel espiritual la buena dádiva que Dios promete dar a quienes se la piden es el Espíritu Santo (Lc. 11:13). Y mientras vivimos en la época del “ya” y el “todavía no”, a veces Dios en verdad concederá las peticiones por bienes materiales, la progresión lógica en Mateo 7:9–11 es de lo inferior a lo superior. De lo exclusivamente material (7:9–10) Jesús avanza a lo que es principalmente espiritual (7:11). También vale la pena mencionar que el verbo griego traducido “se… dará” en 7:7 está en la voz pasiva, sin sujeto explícito. Bien podría ser un “pasivo divino”, equivalente a “pedid y Dios os dará”.34 ¡Pero eso deja a la voluntad soberana de Dios la elección de qué cosa dar! El cuerpo del sermón de Jesús concluye con la famosa “Regla de Oro” en 7:12. Su aplicación en la esfera económica incluiría, sin duda, ser tan generosos para ayudar a otros como quisiéramos que ellos lo fueran cuando nosotros tengamos necesidad.

El manifiesto de Nazaret (Lucas 4:16–21)

Captando la atención de los que asistían a la sinagoga de Nazaret, Jesús esboza el mismo acercamiento doble a las bendiciones de Dios que descubrimos en las bienaventuranzas. Cita Isaías 61:1–2a y 58:6 y luego anuncia que se cumplen en ese mismo día.

Declara:

El Espíritu del Señor está sobre mí,

por cuanto me ha ungido

para dar buenas nuevas a los pobres.

Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;

a pregonar libertad a los cautivos,

y vista a los ciegos;

a poner en libertad a los oprimidos;

a predicar el año agradable del Señor (Lc. 4:18–19).

Como en Isaías, Jesús entiende que los “pobres” aquí son los ‘anawîm, los que son económicamente pobres y espiritualmente piadosos. A la luz de los muchos ciegos que Jesús sana durante su ministerio, hay sin duda un elemento literal en la promesa de recuperación de vista para aquellos que no pueden ver. Pero ya que se refiere frecuentemente a sus discípulos y a sí mismo como luces del mundo (Mt. 5:14, 16; Jn. 8:12; 9:5), no podemos excluir una dimensión espiritual también. Los “cautivos” y los “oprimidos” deben ser interpretados de manera similar.35 El “año agradable del Señor” parece ser una referencia a la llegada del Jubileo, aunque no es necesario aducir que Jesús, hablando en 26 ó 27 d.C., pronunció esta frase en un año de Jubileo literal.36 Más bien, como Jesús entiende que el día de reposo y las otras fiestas del judaísmo se cumplen en su ministerio en forma general, así, también la liberación prometida en el Jubileo puede ser alcanzada en última instancia sólo por aquellos que se unen a él.

Limosnas y diezmos (Lucas 11:41–42; Mateo 23:23)

Conforme progresa el ministerio de Jesús, los conflictos con el liderazgo de Israel se intensifican. En un contexto de reprensiones dirigidas a muchos de los líderes judíos por su hipocresía, Jesús declara: “Pero dad limosna de lo que tenéis, y entonces todo os será limpio” (Lc. 11:41). En el griego la primera parte de este versículo reza más literalmente: “pero dad limosnas a causa de lo que está adentro”. El contexto hace contraste entre la limpieza ritual y la externa de los vasos y platos, tan valorada en la agenda de los fariseos, y su avaricia y maldad internas (Lc. 11:39). Este contraste entre lo externo y lo interno sugiere que “dar lo que está adentro del plato” es principalmente una metáfora para referirse a la espiritualidad, con referencia a la bondad que emana del corazón. Pero, como vimos tantas veces en las parábolas, una de las principales maneras de demostrar una preocupación espiritual es por medio de la ayuda material: en este contexto, la limosna. La caridad a favor del pobre viene siendo “una expresión de lo que está adentro”, así como “la limosna, si bien se debe interpretar literalmente, resulta siendo al mismo tiempo un símbolo de la devoción a Dios y no a la seguridad lograda en este mundo por medios humanos”.[11]

Al proseguir a pronunciar un ay sobre los fariseos porque diezman aun de sus hierbas y especias más diminutas pero abandonan la justicia y el amor de Dios, Jesús agrega: “Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello” (Lc. 11:42; cp. Mt. 23:23). Durante los tiempos intertestamentarios cada vez más se requería el diezmo de todo producto agrícola. Más tarde el tratado de la Mishná titulado Masa‘oth menciona hasta las hierbas más insignificantes.[12] Este es el único pasaje en todo el Nuevo Testamento que se podría tomar como una exhortación a diezmar. Pero es crucial notar que en este contexto Jesús habla de “lo más importante de la ley” (Mt. 23:23), la cual estaba todavía vigente hasta el establecimiento del nuevo pacto de Dios en Pentecostés, sobre todo para los líderes judíos que la estudiaban tan cuidadosamente. Mientras la era del Antiguo Testamento seguía en vigencia, el diezmo era obligatorio para el pueblo de Dios. Si se requiere todavía en la era del pacto nuevo, se debe establecer en base a otros pasajes. Parece significativo que ningún otro texto del Nuevo Testamento lo ordena, mientras los principios de generosidad y sacrificio que comentaremos más adelante sugieren que el porcentaje que los individuos deben dar variará según sus circunstancias particulares. Aquéllos que están por lo menos relativamente acomodados deben dar bastante más que la décima parte de sus ingresos brutos a la obra de Dios. “Debemos ir incluso un paso más allá: la exigencia de que el cristiano diezme puede hasta llegar a ser peligrosa, porque da cabida a la conclusión falsa que el problema de mamón ha sido confrontado y conquistado”.

El joven rico y Zaqueo (Marcos 10:17–31 y paralelos; Lucas 19:1–10)

Innumerables generaciones de lectores han quedado perplejos ante el mandato de Jesús al joven rico: “Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo” (Marcos 10:21b). ¿Fue quizás un mandato singular para un solo individuo? ¿Deben hacer lo mismo todos los cristianos? ¿O sería más adecuada alguna aplicación intermedia? Como en tantos otros casos, Jesús tiene un discernimiento especial de la situación de un individuo particular. Sabe que la riqueza de este hombre obstaculiza el discipulado. A la sección del Decálogo citada en el v. 19 hay un agregado: el “no defraudes”. Quizás sea un indicio que el hombre había pecado con su dinero.[13]

Por eso, al llegar al v. 21b, debemos tener cuidado de leerlo todo. El mandato de vender todo y darlo a los pobres no se puede separar de la orden culminante que le acompaña: “Ven, sígueme”. La única caridad que cuenta es la que da como parte del costo del discipulado (cp. también 1 Co. 13:3).42 La aflicción del hombre (10:22) sugiere que aquí por lo menos se presupone el esquema pactal que concebía las riquezas como recompensa por la obediencia. Si este dirigente de la sinagoga era una persona respetable en su comunidad, se puede entender por qué él (y otros) pensarían que su riqueza era un premio por la obediencia y no algo de que se debe despojar. La reacción asustada de los discípulos frente a la respuesta de Jesús sobre lo difícil que es para los ricos entrar en el reino sigue lógicamente (10:23–24a). ¿Si las personas ricas y piadosas no se pueden salvar, ¿quién podrá ser salvo? Jesús sólo reitera su declaración (10:24b) y luego agrega: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (10:25). Las interpretaciones que aluden a una supuesta puerta en el muro de Jerusalén conocida como “el Ojo de la Aguja”, o a una variante textual que sustituye “camello” por “cuerda”, tropiezan en el diálogo subsecuente. Mientras el asombro de los discípulos crece (10:26), Jesús contesta: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios” (10:27). Jesús realmente ha descrito una imposibilidad literal al referirse al animal más grande generalmente conocido y a la apertura más pequeña de su mundo cotidiano. Pero con Dios, las imposibilidades humanas se vuelven posibles.

Sea por una curiosidad auténtica o por un velado egoísmo, Pedro trae a colación el radical ministerio itinerante de los discípulos (10:28). ¿Qué recompensa pueden esperar por su sacrificio? La respuesta de Jesús proporciona tanto una seguridad como un desafío. Cualquiera que ha abandonado familia o propiedad por causa del evangelio (10:29) seguramente recibirá “cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras…” (10:29–30a). Dado que Jesús indica que estas posesiones están disponibles “en este tiempo” en contraste con la vida eterna “en el siglo venidero” (10:30b), el texto se debe entender como una enseñanza que los discípulos de Jesús pueden esperar recompensa material por su sacrificio en esta vida. No obstante, ¿en qué consiste esta recompensa, y cómo la reciben? Los hermanos, hermanas, madres e hijos sin número que ganan son, sin duda, la parentela espiritual que adquieren cuando se unen a la gran familia del pueblo de Dios. No hay razón alguna por qué tomar las “casas” y “tierras” de manera diferente. Como en el Sermón del Monte, la familia nueva significa una comunidad nueva de personas que comparten el uno con el otro. Las casas y tierras nuevas son aquellas que el pueblo de Dios comparte con quienes están en necesidad.[14]

La historia de la conversión de Zaqueo (Lc. 19:1–10) viene poco después del relato del joven rico, y marcadamente se contrasta con él. Zaqueo era un cobrador de impuestos de alto rango, quizás uno de los publicanos romanos que trabajaba directamente para el gobierno imperial, a diferencia de los intermediarios, como Leví/Mateo. Por consiguiente, era bastante probable que él era inmensamente rico, pero en parte a costas del pueblo judío común y, sin duda, mediante la extorsión. No es de sorprender, entonces, que la multitud murmurara cuando Jesús fue huésped de un hombre “pecador” (19:7). Llama la atención que Cristo no manda a Zaqueo que deje todo y lo siga. De hecho, no le manda hacer cosa alguna. Zaqueo, sin embargo, se pone en pie y ofrece dar la mitad de sus posesiones a los pobres y restituir cuadruplicado a todos los que él ha defraudado (19:8). De manera que la restitución resulta siendo la señal de un arrepentimiento verdadero, así como en el pensamiento rabínico, aun cuando la cantidad halla paralelo sólo en la pena por el robo de ganado (Ex. 22:1). Además, los rabinos normalmente prohibían obsequiar más del 20% del haber personal, no sea que uno se empobreciera y llegara a ser una carga para otros (b. Ketub. 50a).

Sin embargo, así como no debemos usar el 100% exigido del joven rico para crear un legalismo nuevo, tampoco lo debemos hacer con el 50% dado por Zaqueo. Pero el hecho de que éste dio más de lo que cualquier combinación de diezmos e impuestos judíos requería muestra que su ofrenda no fue meramente simbólica.44 Zaqueo no llega a ser salvo por su mayordomía, sino por su encuentro personal con el Hijo del Hombre. Notemos que es Jesús quien toma la iniciativa en el v. 5, aunque Zaqueo había estado ansioso de verlo en el v. 4. No obstante, una vez más lo que Zaqueo hace con su dinero ofrece un ejemplo de primera de las buenas obras que fluyen del arrepentimiento genuino.

El ungimiento de Jesús por María de Betania (Marcos 14:3–9 y paralelos)

Hemos llegado a las vísperas del “Domingo de Ramos”. La historia del ungimiento de Jesús por María de Betania ha proporcionado a muchos el texto clásico para justificar el gasto pródigo en el nombre de Cristo. Esta interpretación parece recibir aun más apoyo por el uso que Jesús hace de Deuteronomio 15:11, cuando declara: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis” (Mr. 14:7). Sin embargo, la oración “y cuando queráis les podréis hacer bien” seguramente significa que los discípulos deben tener un ministerio constante a los pobres. La segunda parte de Deuteronomio 15:11 resulta ser aun más explícito: “Por eso yo te mando, diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu tierra”. Indudablemente hoy también habrá oportunidades únicas, no frecuentes, para hacer un gasto extraordinario en el servicio de Cristo—quizás la construcción de unos pocos edificios que particularmente glorifican a Dios por medio de la adoración que fomentan. Pero, como en el caso de Jesús, tales gastos deben ser las excepciones, no la norma.

La generosidad a los pobres es el mandato común en el Nuevo Testamento, así como lo fue en el Antiguo. Escobar tiene razón, por consiguiente, al insistir en una hermenéutica de sospecha cuando la exégesis de los occidentales ricos frecuentemente conduce a la implicación: ¡“A los ricos siempre los tendréis con vosotros”![15]

Purificación del templo (Marcos 11:15–17 y paralelos; cp. Juan 2:13–17)

Menos de una semana antes de su muerte, Jesús hace estragos entre los vendedores y cambistas en el templo de Jerusalén. Casi todos los estudiosos concuerdan que el punto principal, particularmente en los relatos sinópticos, no tiene que ver con una “purificación”, sino con una profecía de la destrucción inminente del templo y una mirada a la edad nueva que Jesús espera después. No cabe duda que le molesta la corrupción de los cambistas. Es bastante posible que Caifás y los saduceos recientemente han trasladado este negocio del Barranco de Cedrón al templo y que han aumentado enormemente sus riquezas mediante tasas de cambio vergonzosas.46 El relato de Juan, que puede o no describir un episodio distinto, más claramente señala el problema del comercio que ha desplazado el culto en el templo (Jn. 2:16).

El hecho que esto ocurrió en el Patio de los Gentiles especialmente ilumina la reacción escandalizada de Jesús; al fin y al cabo, el profeta Isaías había subrayado que el templo debería ser una “casa de oración para todas las naciones” (Mr. 11:17a; Isa. 56:7). Puede haber insinuaciones más amplias, sin embargo, en Marcos 11:17b, donde Jesús cita la frase “cueva de ladrones” de Jeremías 7:11 para describir una fortaleza nacionalista.[16]

 El etnocentrismo del judaísmo del primer siglo ha convertido el templo en un santuario para el mismo espíritu exclusivista y nacionalista que este patio debería atenuar. En una época de tribalismo desenfrenado alrededor del mundo, además de la confusión manifiesta entre actividades espirituales y económicas, la indignación justa de Jesús puede tener numerosas aplicaciones contemporáneas. De hecho, la búsqueda de la seguridad económica muchas veces se encubre con el lenguaje del patriotismo o “interés nacional”.

Dad a César… (Marcos 12:13–17 y paralelos)

Un día después del “torbellino en el templo”, los herodianos y los fariseos unieron fuerzas para tenderle trampa a Jesús, aunque normalmente los dos grupos no cooperaban el uno con el otro. La pregunta que le plantean va al corazón de la tensión entre Israel y Roma. Pagar el tributo era la señal máxima de lealtad al gobierno imperial que les dominaba con su presencia militar. Si Jesús negaba la validez del impuesto romano, los herodianos sin duda le delatarían a las autoridades; si lo apoyaba, los fariseos se escandalizarían por su deslealtad a Dios. De cualquier modo, parece que no le queda a Jesús ninguna salida. Sin embargo, Él se libra de la trampa al proferir las palabras famosas: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mr. 12:17). Históricamente, el dicho de Jesús jugó un papel destacado en los debates de la Reforma sobre la separación de los reinos de la iglesia y el estado, e influyó aún más en la historia más reciente del establecimiento de la Constitución de los Estados Unidos de Norte América y la Declaración de Derechos plasmada en sus primeras diez enmiendas, documentos que levantaron un alto “muro de separación” entre el gobierno y la religión. Es casi imposible que Jesús específicamente tuviera en mente estos movimientos posteriores en una edad de totalitarismo y regímenes imperiales, los cuales muchas veces reclamaban para sí mismos autoridad divina, y dada la habilidad del pueblo de Dios de acatar estos mandatos bajo las monarquías de siglos subsiguientes. Eso no significa, sin embargo, que no se puede ver los movimientos históricos posteriores como congruentes con el espíritu de la enseñanza inicial de Jesús. De todos modos, en su contexto original el dicho de Jesús niega el derecho de los gobernantes de recibir adoración,[17] y así deja abierta la puerta para los debates acerca de la desobediencia civil, incluso la resistencia a pagar impuestos, si se puede demostrar que tal pago obligaría al individuo a violar las normas morales o teológicas de Dios.

La ofrenda de la viuda (Marcos 12:41–44 y paralelos)

Justo antes de salir del templo por última vez, Jesús ve a la muchedumbre echando sus ofrendas en el arca. Así se despliega la historia famosa de la viuda y sus “blancas” (VRV; Versión Popular: “dos moneditas de cobre”, Mr. 12:42). El tesoro del templo constaba de los diezmos y ofrendas, pero la mayor parte provenía de los ricos (cp. 12:41). Sería muy raro encontrar a una mujer pobre dando lo último de sus escasas posesiones. Si esta mujer pudiera tener acceso a otros recursos, no lo sabemos; pero queda como un modelo que demuestra que es el porcentaje o cantidad de sacrificio, no la ofrenda neta, lo que cuenta ante los ojos de Dios.

CONCLUSIONES

Las buenas nuevas del evangelio son un mensaje uniformemente integral, según la enseñanza de Jesús. El sustento material sin la salvación espiritual es vano, pero la liberación que Dios en Cristo concede normalmente incluye una dimensión física o material también. La única manera en que el pueblo de Dios puede obedecer continuamente todos sus mandamientos es si toda la comunidad cristiana mundial, y cada expresión local de ella, más y más capta la visión de compartir sus recursos con sus hermanos necesitados. Cuando los creyentes se dan cuenta que otros se cuidarán de ellos si inesperadamente se hallan empobrecidos, entonces pueden ser librados a dar más generosamente en tiempos de abundancia. Toda una gama de condiciones socioeconómicas surge entre Jesús y sus discípulos y la gente con quien se relacionan. Sin embargo, hay un énfasis claro en el ministerio y enseñanza de Jesús que insta a suplir las necesidades de los marginados y menesterosos. Los enemigos de Jesús no son los ricos en sí, sino representantes importantes del liderazgo judío, de los cuales muchos resultan siendo un poco más acomodados que las masas. Jesús no es crucificado por su enseñanza acerca de las posesiones materiales, pero las controversias con los líderes judíos que se vuelven cada vez más agudas incluyen elementos de la mayordomía como una esfera principal en la cual no agradan a Dios.

Como Proverbios 30:8–9, Jesús se preocupa por moderar los extremos. Pero el enfoque principal de su ministerio, el camino a la cruz y su llamado a que sus discípulos lo imiten sacrificándose abnegadamente en vez de viviendo con comodidad y gloria, sugiere que el paradigma abarcador para aquel que quisiera seguir a Cristo fielmente no es un “materialismo piadoso”, sino el desprendimiento generoso.



[1] Para una excelente guía a la historia de la interpretación de la parábola y una sana exégesis de cada parte ver Dennis J. Ireland, Stewardship and the Kingdom of God (Leiden: Brill, 1992).
[2] Craig L. Blomberg, Neither Poverty nor Riches: A Biblical Theology of Material Possessions (New Studies in Biblical Theology; Grand Rapids: Eerdmans Publishing Company, 1999), pág. 99; J.-P. Molina, “Luc 16:1–13: L’injuste Mamon”, Etudes thèologiques et religieuses 53 (1978), págs. 371–75.
[3] Wolfgang Stegemann, The Gospel and the Poor (Philadelphia: Fortress Press, 1984), pág. 63.
[4] Ver esp. David Seccombe, Possessions and the Poor in Luke–Acts (Linz: SNTU, 1983), págs: 176–77.
[5] Joachim Jeremias, The Parables of Jesus, ed. rev., (Londres: SCM, 1972), pág. 185; C. H. Cave, “Lazarus and the Lucan Deuteronomy”, New Testament Studies 15 (1968–69), págs. 323–25.
[6] Hans Kvalbein, “Jesus and the Poor: Two Texts and a Tentative Conclusion”, Themelios 12 (1987), págs. 80–87.
[7] Cp. Stegemann, The Gospel and the Poor (1984), pág. 14: “Son los desesperadamente pobres, seres miserables que luchan para sobrevivir”.
[8] Sobre Isaías 61:1, ver Craig Blomberg, “El Antiguo Testamento y las posesiones materiales”, Kairós 23 (julio-diciembre, 1998), pág. 70.
[9] D. A. Carson, “Matthew”, en Frank E. Gaebelein, ed., Expositor’s Bible Commentary 8 (Grand Rapids, Zondervan Publishing Company, 1984), pág. 131.
[10] Sobre todo este pasaje, cp. Craig L. Blomberg, “On Wealth and Worry: Matt. 6:19–34—Meaning and Significance”, Criswell Theological Review 6 (1992), págs. 73–89; Odar Wischmeyer, “Matthäus 6, 25–34 par—Die Spruchreihe vom Sorgen”, Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft 85 (1994), págs. 1–22.
[11] John Nolland, Luke (Dallas: Word, 1993), vol. 2, págs. 664, 670.
[12] L. Vischer, Tithing in the Early Church (Philadelphia: Fortress Press, 1966), pág. 7.
[13] Ched Myers, Binding the Strong Man: A Political Reading of Mark’s Story of Jesus (Maryknoll: Orbis Books, 1988), pág. 272.
[14] Ver esp. David M. May, “Leaving and Receiving: A Social-Scientific Exegesis of Mark 10:29–31”, Perspectives in Religious Studies 17 (1990), págs. 141–51, 154.
[15] Walter E. Pilgrim, Good News to the Poor (Minneapolis: Augsburg, 1981), pág. 133.
[16] C. K. Barrett, “The House of Prayer and the Den of Thieves”, en E. E. Ellis y Erich Grässer, eds., Jesus und Paulus (Göttingen: Vandenhoek, 1978), pág. 17.
[17] Ver esp. Klaus Haacker, “Kaisertribut und Gottesdienst (Eine Auslegung von Markus 12, 13–17)”, Theologische Beiträge 17 (1986), págs. 285–92.