Una revisión panorámica de las enseñanzas y las prácticas
contrariadas por los autores del Nuevo Testamento revela que las doctrinas
centrales por las que contienden fuertemente son relativamente pocas, y que tan
crucial como la teología correcta es el comportamiento correcto. Los cristianos
demasiadas veces pelean sobre temas moralmente neutrales o de relativamente
poca importancia doctrinal en vez de guardar su lenguaje agresivo para los
asuntos realmente serios. Casi siempre el lenguaje neotestamentario más duro se
usa no de los inconversos de afuera, sino de los religiosos de adentro que
traspasan límites clave. Se puede caer en la herejía por una mentalidad
demasiado amplia, pero también por una demasiado estrecha.
INTRODUCCIÓN
A pesar de nuestra explosión informativa contemporánea, la
compartimentalización de la erudición moderna ha dejado algunos vacíos notables
en la literatura secundaria. Numerosos historiadores y teólogos han escrito
sobre los debates entre la “ortodoxia” y la “herejía” en relación con casi toda
doctrina y período mayor en la historia de la iglesia.1 Innumerables estudios
neotestamentarios han analizado lo que podemos inferir de los textos
apostólicos acerca de la naturaleza de los falsos maestros y la enseñanza falsa
combatida en el primer siglo.2 Sin embargo, no he logrado hallar ningún
estudio, familiarizado con la erudición bíblica actual y las discusiones
contemporáneas sobre los parámetros de la fe evangélica, que presente un
panorama de los datos neotestamentarios principales y los coteja con las
discusiones evangélicas ya mencionadas. El presente ensayo breve representa
apenas un inicio en tal tarea integral, pero aun los esfuerzos preliminares
parecerían ser importantes.
LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS
Este estudio presupondrá la confiabilidad histórica de los
Evangelios y Hechos3 y hablará así tanto de eventos en la vida de Jesús y sus
contemporáneos como de los énfasis teológicos de los cuatro evangelistas. Así,
en secuencia cronológica, empezamos con Juan el Bautista.
Juan el Bautista
Desde la perspectiva de Juan, ciertos líderes judíos
representaban el ejemplo mayor de maestros falsos que él encontraba. En Mateo
3:7 Juan se dirigió a “muchos fariseos y saduceos” como una “camada de víboras”
que estaban en peligro de juicio inminente (vv. 9–10) si no empezaran a
producir “frutos que demuestren arrepentimiento” (v. 8).4 Sin embargo, parece
que la advertencia de Juan no surtió efecto, pues en Lucas 7:30 leemos: “Pero
los fariseos y los expertos en la ley no se hicieron bautizar por Juan,
rechazando así el propósito de Dios respecto a ellos”.
En una generación apropiadamente sensible al antisemitismo
horroroso que caracterizó varias épocas de la historia de la Iglesia, hacemos
bien en acordarnos que los Evangelios en ningún lugar condenan a todos los
judíos, ni a todos los líderes judíos, ni siquiera a todos los miembros de una
de las sectas del liderazgo.5 De hecho, presentan modelos positivos en cada una
de estas categorías—más notablemente Nicodemo, José de Arimatea y los fariseos
que advierten a Jesús acerca del complot de Herodes contra él (Lc. 13:31). No
obstante, sí percibimos una tendencia general entre los fariseos, los saduceos
y los escribas de los dos grupos a rechazar a Juan y a Jesús.
La ráfaga de investigación producida en la última generación
sobre el judaísmo palestino del primer siglo continúa en vigoroso debate sobre
las teologías precisas de este movimiento, pero las siguientes generalizaciones
parecen ser seguras. Primero, una gran parte de la creencia judía se puede
describir como lo que E. P. Sanders denominó “nomismo pactual”—es decir, la
obediencia a la Ley se veía como el medio por el cual los judíos étnicos
mantenían el favor con Dios y su participación en el pacto en el cual creían haber
entrado por nacimiento.6 Segundo, una minoría importante dentro del pensamiento
judío aplicaba esta misma lógica a los gentiles que deseaban convertirse al
judaísmo, de modo que lo que los protestantes clásicamente han llamado
“legalismo”—el hacer buenas obras para “ser salvo” en primer lugar—de ningún
modo estaba ausente del pensamiento judío del primer siglo, aun si no era tan
dominante como la literatura rabínico del período después de 70 d.C. podría
sugerir.7 Tercero, una manifestación importante, aunque no la única, tanto del
nomismo pactual como del legalismo involucraba un énfasis en asuntos que se han
llamado los “emblemas de la justicia nacional”—la circuncisión, la observancia
de los días de reposo, las leyes dietéticas, el culto del templo, etc.—,
actividades religiosas externas que claramente distinguían a los judíos de sus
vecinos gentiles.8 Por tanto, al buscar analogías modernas a estos falsos
maestros, tenemos que fijarnos no solo en legalistas clásicos—sino también en
nomistas—los que definen la vida cristiana principalmente en términos de la
observancia de una lista larga de normas acerca de lo que se debe hacer y no
hacer en vez de como una relación vibrante y viviente con Jesús, en la cual los
absolutos morales de Dios se interiorizan. Además, debemos cuidarnos de los
etnocentristas—quienes de alguna manera privilegian su propia identidad étnica
o nacional en su entendimiento de los planes de Dios para este mundo.9
Jesús
La vasta mayoría de los encuentros de Jesús con personas a
cuyas enseñanzas o prácticas él se opuso involucraba esta misma combinación de
líderes judíos. Si empezamos con Marcos, probablemente el más antiguo de los
Evangelios, nos encontramos con oposición significativa primero en los cinco
relatos de conflicto o controversia de 2:1–3:6 (cp. también los pasajes
paralelos).10 Claramente lo cristológico es una consideración central. Los
fariseos y los escribas no aceptan las apelaciones implícitas de Jesús a la
autoridad divina al perdonar pecados, comer con los pecadores notorios de la
sociedad y asumir el papel del “Señor del sábado” (2:27–28). La observación
adicional de Mateo de que Jesús citó dos veces en estos contextos a Oseas 6:6
(“Lo que pido de ustedes es amor y no sacrificios”—cp. Mt. 9:13, 12:7) muestra
una prioridad de lo que la iglesia más tarde llamaría la “ley moral” por encima
de las “leyes ceremoniales”.11
Narrando lo que es posiblemente el intercambio más chocante
entre Jesús y los líderes judíos en todos los Sinópticos, Marcos 3:22–30 y los
paralelos hablan de ciertos escribas que acusaban a Jesús de exorcizar demonios
por el poder del diablo. Después de señalar cuan contraproducente eso sería,
Jesús insinuó que sus acusadores rayaban peligrosamente en un pecado
imperdonable—la blasfemia contra el Espíritu Santo. El contexto nos permite
definir este pecado con cierto grado de precisión como el estar tan fuera de
contacto con el verdadero Dios del universo como para atribuir manifestaciones
patentemente suyas al poder de su archienemigo.12 Este intercambio debe
hacernos extraordinariamente cautelosos al hablar de influencia diabólica en
otro cristiano, pues hacerlo equivocadamente nos pone en una posición idéntica
a la de aquellos a quienes Jesús advirtió acerca de la blasfemia imperdonable.
Marcos 7:1–23 y los paralelos nos introducen al siguiente
conflicto mayor entre Jesús y ciertas autoridades judías. Esta vez la
controversia tiene que ver con asuntos de pureza ritual y las leyes dietéticas.
Aun si Marcos 7:19b (“Con esto Jesús declaraba limpios todos los alimentos”)
refleja un paréntesis marcano que expresa un concepto que no se entendió hasta
después del episodio de Pedro y Cornelio en Hechos 10, claramente se le
representa a Jesús aquí, por lo menos en retrospección, como uno que abrogó no
solamente varias leyes orales de los fariseos sino hasta una categoría grande
de la Ley mosaica.13 No sorprende que se le haya criticado tanto—o Jesús
hablaba como solo Dios puede hablar al revocar lo que la Escritura anterior
parecía pronunciar como irrevocable, o blasfemó y transgredió los parámetros
fundamentales del judaísmo.
No nos debe extrañar, entonces, cuando al llegar a la última
semana de la vida de Cristo, encontramos que la polémica está en un nivel de
gran intensidad. Al vaciar el templo, Jesús lo califica como una “cueva de
ladrones” (Mr. 11:17 y paralelos), posiblemente, como dice C. K. Barrett, con
la implicación de una “fortaleza nacionalista”.14 Las advertencias breves de
Jesús en contra de la hipocresía de muchos escribas en Marcos 12:38–40 se
amplían con más detalles en Mateo 23. Allí se expresan como una serie de
invectivas apasionadas en contra de los fariseos y los escribas, quienes no
pueden discernir “los asuntos más importantes de la ley” (v. 23) y cargan a
otros con responsabilidades que ellos mismos no están dispuestos a llevar (v.
4). Ejemplifican las tentaciones del liderazgo religioso en todo tiempo y
lugar, pues prefieren una religiosidad externa y la adulación de otros en vez
de la verdadera piedad y elaboran justificaciones sofisticadas por sus
actitudes y conductas egoístas.15
Una clase de oponentes muy diferente emerge en el discurso
de Jesús en el monte de los Olivos (Marcos 13). Los versículos 5–6 y 21–23
predicen que muchos surgirán como Mesías falsos, incluyendo a algunos que
profesarán ser Cristo vuelto a la tierra.16 Pero a menos que tal persona acabe
de descender del cielo en un evento mundial y públicamente visible, juntando a
sus elegidos de todas partes del cosmos, su pretensión debe ser rechazada (vv.
24–27).
Contribuciones distintivas de Mateo
Frecuentemente se asume que la fuerte polémica entre Jesús y
los líderes judíos en Mateo refleja las condiciones de su iglesia,
supuestamente a fines del primer siglo cuando el cristianismo y el judaísmo
rabínico se separaban, cada uno compitiendo por ser reconocido como el legado
legítimo del judaísmo del período anterior a la destrucción del templo en 70
d.C. Entonces, también se supone que Mateo combatía a antinomianos “cristianos”
como falsos maestros dentro de su comunidad.17 Sea como fuere, entre los
pasajes que se hallan solamente en Mateo hay algunos que advierten de falsos
maestros bastante diferentes de los que se mencionan en Marcos. En el Sermón
del Monte, Jesús previene de aquellos que le dicen, “Señor, Señor”, pero no
hacen la voluntad de su Padre celestial (Mt. 7:21). Algunos de ellos aun habrán
profetizado en su nombre y obrados exorcismos y otros milagros (v. 22). Pero en
el Día del Juicio Jesús les dirá, “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores
de maldad!” (v. 23). Ni una posición de liderazgo en la iglesia ni poderes
milagrosos garantizan que alguien sea un verdadero seguidor de Jesús.
Aparentemente el mismo tipo de maestro falso motivó la parábola de las diez
doncellas (25:1–13; nótese especialmente el lenguaje del v. 12, “no las
conozco”, dirigido a los que habían llamado a Jesús κύριος “Señor”, v. 11).
Amenazas antinomianas aparentemente explican también las advertencias fuertes
de Jesús a quienes causaran que un compañero cristiano pecara (18:6–9) y la
parábola de las ovejas y los carneros (25:31–46), sea la que fuere la
interpretación que se adopte de ese texto notoriamente controvertido.18
En gran parte la dinámica entre Jesús y varios líderes
judíos sigue igual cuando pasamos de Marcos y Mateo a los textos que se hallan
únicamente en Lucas. Algunos ejemplos clásicos son el relato acerca de Jesús en
la casa de Simón el fariseo (Lc. 7:36–50) y la parábola del fariseo y el
cobrador de impuestos (18:9–14). Un paralelo cercano a la advertencia de Mateo
contra los antinomianos aparece en Lucas 13:24–30. El mayor énfasis nuevo en
Lucas son las advertencias de Jesús en contra de ciertos líderes judíos que
también eran ricos. El material distintivamente lucano en el Sermón en el Llano
incluye ayes en contra de los ricos (6:24) que persiguen a los justos (v. 26).
También aparece solo en Lucas la tríada de parábolas sobre el uso correcto de
las riquezas—el rico necio (12:13–21), el mayordomo infiel (16:1–9) y el rico y
Lázaro (16:19–31). Estas últimas dos enmarcan un comentario explícitamente
lucana de que ciertos fariseos “a quienes les encantaba el dinero” oían a Jesús
y se burlaban de él (v. 14). Si bien la Biblia nunca condena las riquezas en
sí, he demostrado en otro lugar que tampoco reconoce jamás como miembro del
pueblo de Dios a ningún rico que no sea a la vez generoso y compasivo en su uso
de sus bienes.19
EL EVANGELIO DE JUAN
Al separar a Juan de los Sinópticos, no quiero sugerir que
sea menos histórico.20 En un estudio que esencialmente esboza una teología
neotestamentaria de los maestros falsos, es razonable tratar a Juan por
separado debido a sus numerosos distintivos teológicos.
Así como con Mateo, muchos especialistas asumen que la
polémica fuerte en el cuarto Evangelio entre Jesús y varios líderes judíos
refleja tensiones a finales del primer siglo entre la comunidad de Juan
(probablemente en Asia Menor) y las sinagogas judías locales que, entre otras
cosas, habían empezado a expulsar a judíos cristianos (de ahí, por ejemplo, Jn.
9:22 y 16:2).21 Aquí tal teoría encaja mejor con la evidencia externa que
tenemos en cuanto a la composición de Juan que en el caso de Mateo.22 Sin
seguir a muchos que rechazan una base histórica en la vida de Cristo para las
disputas que Juan narra, muy probablemente debemos hacer un poco de “lectura en
espejo” (mirror reading) y detectar circunstancias en su iglesia que dieron el
ímpetu para estos énfasis en su Evangelio.
Así que, aunque todavía especulativo, no es improbable
sugerir que Juan incluyó el dialogo de Jesús con Nicodemo (3:1–15) porque había
un grupo de creyentes “secretos” en las sinagogas de Éfeso y sus alrededores a
quienes él quería animar a confesar a Cristo abiertamente. La existencia de un
grupo igualmente conservador de judíos cristianos que ya no seguían en la
sinagoga puede explicar por qué Juan se esfuerza por destacar la presencia de
quienes aparentemente son creyentes en las multitudes judías y aun dentro del
liderazgo judío en Jerusalén durante todo el tiempo de la enseñanza pública de
Jesús allí (cp., por ejemplo, 7:31, 46).23 Es verdaderamente desconcertante
leer en 8:30 de judíos que “creyeron en” Cristo, aparentemente de manera
genuina, y luego, antes que acabe el capítulo, que ¡algunos del mismo grupo
intentaron apedrearlo (v. 59)! La monografía reciente de Stephen Motyer logra
de manera sobresaliente mostrar cómo la segunda mitad de Juan 8 puede ser
históricamente plausible y teológicamente inteligible; al llegar al v. 45, por
lo menos, el auditorio se ha reducido sustancialmente y se ha cambiado
parcialmente.24 Pero reconocer la preocupación de Juan de que los verdaderos
creyentes muestren su fe por su perseverancia durante los tiempos cada vez más
adversos que su iglesia vivía en los años 90 d.C., también ayuda a explicar por
qué él incluyó este material. Lo mismo se puede aplicar al énfasis distintivo
de Juan (aunque no hallado únicamente en su Evangelio) en las multitudes que se
apartan (véase todo el capítulo 6) y en la traición de Judas (cp. especialmente
6:70; 13:10–11, 18–30).
EL LIBRO DE HECHOS
El mismo Sanedrín que condenó a Jesús a la muerte en las
narraciones de la pasión en los Evangelios lógicamente vuelve a surgir como el
primer oponente mayor de la iglesia naciente en Jerusalén (Hechos 4–5). No
fueron solamente las afirmaciones personales de Jesús—tanto teológicas como
éticas—lo que el liderazgo judío consideraba peligroso. Ahora sus discípulos
estaban imitando su ministerio con el mismo poder sobrenatural y amenazante.25
La lapidación de Esteban y la persecución en general de los cristianos judíos
helenistas (mientras a los apóstoles, representantes del cristianismo judío
hebreo, se les permitía, según Hechos 6:1–8:3, permanecer en Jerusalén) sí
sugiere que había alguna desigualdad en el conocimiento y la práctica de las
implicaciones más radicales del mensaje de Jesús.26
Mientras el libro de Hechos a lo largo de su narración habla
de oposición judía al Evangelio, también surgen problemas internos en la joven
comunidad cristiana. El castigo severo de Ananías y Safira (5:1–11) resulta
particularmente desconcertante para el lector moderno, así como las palabras
duras de Pedro a Simón el mago después de su aparente conversión, vertidas más
literalmente en la paráfrasis de J. B. Phillips que en la mayoría de las
traducciones como “¡Al diablo contigo y tu dinero!” (8:20). Las dos narrativas
revelan que no se trataba solamente del mal uso del dinero, pero es interesante
notar, en conformidad con los énfasis redaccionales de Lucas, que el deseo
codicioso del dinero resultó ser una parte clave del engaño en cada caso.27
En Hechos 12 encontramos el primer caso registrado en el
Nuevo Testamento del juicio de Dios sobre alguien que no pretendía ser seguidor
de Cristo. Herodes Agripa aceptó ser aclamado como un dios, y un ángel lo hirió
de modo que murió comido de gusanos (vv. 22–23). El último milagro de juicio en
Hechos también cae sobre un incrédulo, “un hechicero, un falso profeta judío
llamado Barjesús” (13:6). Apenas quedó cegado, no muerto, y eso solo “por algún
tiempo” (v. 11). Sin embargo, las dos historias claramente muestran lo serio
que es jugar con las creencias y prácticas más blasfemas de la religión pagana.
Significativamente, los dos hombres afirmaban ser judíos. Tenían la ventaja de
conocer lo que los teólogos hoy llaman “revelación especial”, lo cual, a su
vez, hizo que su comportamiento fuera tanto más inexcusable.28
Hechos 15, como es bien conocido, informa sobre un evento
decisivo en la primera generación del cristianismo: el Concilio Apostólico en
Jerusalén. La controversia doctrinal más seria que amenazaba con “hacer volar”
la iglesia primitiva era si los gentiles convertidos a Cristo tenían que guardar
la Ley judía, con la circuncisión como su rito de iniciación, para ser salvos
(v. 1). Aquí aparece la primera referencia explícita a lo que Pablo en sus
epístolas llamará “judaizar” (véase Gá. 2:14)—la enseñanza por cristianos
judíos del legalismo clásico, probablemente seguido del nomismo pactual. Como
lo ha sugerido J. Louis Martyn, a la luz del deterioro en las relaciones entre
Israel y Roma y el surgimiento creciente de una facción “proto-zelote”, es
probable que estos cristianos judíos representaban una ala del judaísmo aun más
“fanática” que la religión en general y la oposición que Cristo había
encontrado durante la mayor parte de su vida.29 Afortunadamente, por lo menos
el liderazgo de la iglesia falló claramente en contra de los judaizantes y a favor
de la sola gratia (véase en especial Hch. 15:10).30
Los problemas de comunicaciones en el imperio del primer
siglo crearon algunos otros sistemas de creencia inadecuados que se mencionan
en Hechos, los cuales los cristianos de la época tuvieron que corregir, aunque
lo hicieron sin el espíritu bélico manifestado en algunas de los relatos
anteriormente comentados. Priscila y Aquila hablan en privado con un predicador
poderoso, Apolo, y le explican “con mayor precisión el camino de Dios” (18:26).
En Éfeso Pablo se encuentra con personas que aparentemente son creyentes pero
conocen solamente el bautismo de Juan y nunca han oído del Espíritu Santo
(19:1–7); aquí resulta apropiada una presentación más completa del Evangelio
desde el principio.31 Finalmente, en su discurso de despedida a los ancianos de
Éfeso en Mileto, Pablo predice lo que, como las epístolas demostrarán,
frecuentemente ocurrió: el surgimiento de maestros falsos, tanto desde afuera
como desde adentro, que enseñarían “falsedades para arrastrar a los discípulos
que los sigan” (20:30). No se nos dice el contenido de esta enseñanza falsa,
pero es suficientemente serio para que Pablo denomine a sus proponentes “lobos
feroces” (v. 29).
LAS EPÍSTOLAS DE PABLO
Procederemos con las cartas de Pablo en su orden cronológico
probable, adoptando la fecha temprana para Gálatas.
Gálatas
Esta carta ardiente parece proveer el trasfondo inmediato
para el Concilio Apostólico en Hechos 15. Si Mateo 23 contiene la acusación
extendida más fuerte de Jesús contra su oposición más seria, Gálatas presenta
lo que son posiblemente los momentos más bruscos de Pablo. Pasando por alto la
acción de gracias acostumbrada al inicio de las cartas, él se lanza
inmediatamente al problema de los cristianos que se pasaban a “un evangelio
diferente—que en realidad no es un evangelio” (1:6–7).32 Esta enseñanza
“tergiversa” el “evangelio de Cristo” (v. 7) y cualquiera que la promociona
debe ser anatema (vv. 8–9).33 Tristemente, este tipo de lenguaje ha sido
utilizado frecuentemente por cristianos profesantes para atacar a todos
aquellos con quienes ellos estén en desacuerdo, cualquiera que sea el tema.
Siempre debemos mantener cierto equilibrio entre Gálatas 1 y 1 Corintios 9,
donde Pablo cuenta que él se esfuerza para hacerse “todo para todos, a fin de
salvar a algunos” (vv. 19–23).34 Cuatro observaciones ayudan a explicar la
rudeza de sus palabras aquí: (1) Este lenguaje no es más fuerte, e incluso es
más apacible, que mucho discurso judío y grecorromano que promovía verdades
religiosas; no le habría parecido tan chocante a una audiencia antigua como a
una moderna.35 (2) Pablo no necesariamente se dirige a los maestros falsos con
este lenguaje fuerte, sino que advierte a sus propios convertidos acerca de la
influencia insidiosa de aquellos. (3) Quienes promueven la herejía son
supuestos cristianos y líderes cristianos que no tienen excusa por haber caído
en el error. (4) Lo más importante de todo es que se trata de un tema en que la
misma salvación de la gente está en juego. Pablo nunca difama a sus oponentes
con lenguaje tan áspero a menos que esté en peligro el destino eterno de la
gente.
Estas mismas observaciones explican la confrontación
igualmente directa que Pablo le hace a Pedro en 2:11–14, cuando éste
temporalmente se alinea con los judaizantes. El conjunto del legalismo, nomismo
y etnocentrismo que despertó la enemistad de líderes clave entre los fariseos
se ha intensificado y provoca las advertencias más severas de Pablo.
Sin embargo, Gálatas también rechaza el antinomianismo (caps.
5–6), sea porque había una facción en el polo opuesto en la iglesia gálata o
simplemente porque Pablo reconocía que el péndulo fácilmente podía pasar de un
extremo al otro.36
Además, la reprensión fuerte de Pablo para con Pedro se
tiene que equilibrar con su consejo para corregir la aparente adiafora—“ustedes
que son espirituales deben restaurarlo con una actitud humilde”.37
Desafortunadamente, los cristianos demasiadas veces se han difamado unos a
otros sobre temas moralmente neutrales o de relativamente poca importancia
doctrinal en vez de guardar su lenguaje agresivo para los asuntos realmente
serios.
1 y 2 Tesalonicenses
Se menciona poca enseñanza falsa explícita en 1
Tesalonicenses. El mayor asunto doctrinal sobre el cual estos cristianos
necesitaban más instrucción era la escatología, pero la corrección de Pablo se
dio bañada en un espíritu de alentamiento y edificación (5:11). 2
Tesalonicenses revela un problema más serio—algunos pensaban que el Día del
Señor ya había llegado (2:2). Este error pudo haber resultado de la enseñanza
de falsos maestros, pero es igualmente o más probable que algunos
tesalonicenses sencillamente entendieron mal algunas partes de la primera
epístola de Pablo.38 Un problema ético también se había desarrollado, que hoy
cada vez más se explica en términos sociológicos, en vez de teológicos: algunos
no trabajaban, probablemente procurando perpetuar las relaciones parasitarias
entre patrón y cliente que existían antes de su conversión.39 Una falta,
entonces, de suficiente peso para motivar una expulsión de la iglesia, si no se
corregía, aparece en el 3:10: “El que no quiera trabajar, que tampoco coma”.
Esto, como explica Robert Jewett, probablemente se refiere a la participación
en la fiesta de amor fraternal y la cena del Señor.40
1 Corintios
Esta carta presenta un verdadero popurrí de problemas en la
congregación inmadura. Se habían dividido en facciones, poniendo la mira en
líderes humanos (caps. 1–4); habían hecho caso omiso de pecado sexual serio en
el campamento (5:1–13; 6:12–20); algunos demandaban a otros (6:1–11); había un
grupo que promovía el celibato como norma para todos los creyentes (cap. 7);
los “débiles” y los “fuertes” contendían entre sí sobre la carne sacrificada a
los ídolos, el papel de las mujeres, la cena del Señor y los dones espirituales
(caps. 8–14); y algunos no creían en la resurrección corporal de Cristo (cap.
15). Cuando se pregunta qué factores comunes unen estos problemas diversos, un
consenso considerable entre los especialistas de hoy responde: (1) alineaciones
con líderes rivales que dirigían los grupos en las casas y que probablemente
habían sido patrones ricos que aún insistían en mantener las costumbres
grecorromanas de la reciprocidad; (2) divisiones entre los ricos y los pobres
en general; (3) el dualismo filosófico helenista, promovido reciente y
localmente por los sofistas; y (4) un espíritu triunfalista que sobreestimaba
demasiado el grado de madurez espiritual alcanzado por los corintios (véase
especialmente 4:8).41 Todos estos asuntos eran de suficiente seriedad como para
requerir una confrontación bastante directa y franca.
2 Corintios
Los capítulos 1–7 de la segunda carta de Pablo a Corinto
sugieren que se habían logrado reformas significativas en todos estos frentes.
Sin embargo, los últimos cuatro capítulos de la epístola señalan una amenaza
nueva y externa—la llegada de judaizantes. No sorprende que el lenguaje de
Pablo en 2 Corintios 10–13 rivalice el de Gálatas en severidad. De la respuesta
de Pablo podemos inferir que cristianos judíos que se llamaban a sí mismos
apóstoles, pero que casi seguramente se deben distinguir de los Doce,
criticaban severamente a Pablo (10:1–11); se deleitaban en compararse
favorablemente con otros maestros religiosos en su mundo (10:12–18); predicaban
un evangelio distorsionado que Pablo atribuye a un “espíritu diferente”
(11:1–6); demandaban dinero por su ministerio, aparentemente con la lógica de
“para conseguir calidad, tienes que pagar”, de una manera rechazada por Pablo
(11:7–12), podían ser calificados como siervos de Satanás que se disfrazaban
como ángeles de luz (11:13–15); y se jactaban de sus credenciales, incluyendo
los étnicos, que Pablo podía igualar pero que él prefería contrarrestar
recitando su inigualable catálogo de sufrimientos (11:16–12:10). Aunque
bastante diferentes y aún más peligrosos que las filosofías grecorromanas que
eran nativas de Corinto, por profesar ser cristianos, estos judaizantes también
seducían a la congregación corintia a adoptar un espíritu triunfalista
injustificado.42
Romanos
No se nota ninguna falsa enseñanza explícita detrás del
texto de Romanos. El material más pertinente para el presente ensayo es la
reflexión expandida de Pablo acerca de los fuertes y los débiles en el contexto
del debate sobre la dieta—esta vez posiblemente en relación con las leyes
judías (Rom. 14:1–15:13) en vez de la comida sacrificada a los ídolos
(1Corintios 8–10).43 El ruego apacible de Pablo a los dos partidos en el debate
a que se acepten los unos a los otros, así como en 1 Corintios 8–10, proporciona
un contrapeso importante a su rechazo más brusco de doctrinas o prácticas que
afectan la salvación. En general uno siente que hay solo unas pocas cuestiones
muy centrales para Pablo que no son adiafora como el asunto de lo que se
come.44
Las Epístolas de la Prisión
A pesar de la multiplicidad de propuestas llamativas para
explicar la enseñanza falsa en Colosas, ha surgido un consenso significativo de
que fue una combinación singular, acuñada en o cerca de Colosas, de doctrinas
judaizantes y proto-gnósticas, y que posiblemente incorporaba elementos de
religiones de misterio locales y prácticas mágicas.45 Efesios provee aún menos
evidencia acerca de enseñanzas falsas específicas, aunque Clinton Arnold ha
demostrado la presencia del tema unificador de la guerra espiritual en todo el
libro, especialmente a la luz del uso de papiros mágicos en Éfeso reflejado en
Hechos 19:17–20.46
De Filipenses se puede inferir cuatro posibles oponentes al
Evangelio. Los dos más claros incluyen a los maestros rivales de 1:15–18, que
predicaban con motivos malos pero contenido bueno, y por eso Pablo, quizá para
sorpresa nuestra, todavía podía regocijarse. En contraste, los judaizantes que
vuelven a aparecer aquí son blanco otra vez de una reprimenda fuerte (3:2–4:1).
Bien puede ser que fueran sinceros, pero cuando el mensaje se desvía tanto de
la verdad, no se puede tolerar. Posiblemente Filipenses 3:18–19 se refiera a la
insistencia de estos judaizantes en las leyes dietéticas, pero estos versículos
también se pueden tomar más naturalmente como una referencia a la práctica
hedonista de glotonería. Por último, el encarcelamiento de Pablo, probablemente
en Roma, unido con su advertencia en contra de oponentes anónimos en 1:27–30,
podría sugerir las etapas iniciales de la persecución imperial, o por lo menos
una hostilidad de parte de romanos no-cristianos en Filipos que apoyaban el
creciente culto imperial.47
Las Epístolas Pastorales
Fortaleciendo el apoyo para la paternidad paulina de las
Epístolas Pastorales y una fecha de composición en la década de los 60 a más
tardar, Luke Johnson ha demostrado en detalle los paralelos notables entre 1
Timoteo y 1 Corintios en sus contenidos y la oposición contemplada, y también
entre 2 Timoteo y Filipos.48 Tito parece contender con una versión
distintivamente cretense de la enseñanza falsa que afligía a Éfeso según 1
Timoteo, y da indicios de que la congregación en la isla era mucho más nueva y
primitiva.49 Otra vez, probablemente para sorpresa nuestra, provocar divisiones
aparece como una ofensa digna de expulsión (Tit. 3:10), pues quien practica tal
cosa se condena a sí mismo (v. 11).50
EL RESTO DEL NUEVO TESTAMENTO
Otra vez procederemos según una secuencia cronológica
probable.
Hebreos y las Epístolas Generales
La carta de Santiago no responde ni a falsos maestros ni a
persecución externa, pero sí se opone a una ortodoxia aparentemente sin vida
entre algunas de las iglesias a las cuales se dirige.51 ¿Cuántas veces las
riñas puramente doctrinales han conducido a la misma condición estéril en
nuestro propio medio?52 Hebreos probablemente refleja una tentación creciente
entre los judíos cristianos en Roma a principios de los años 60, cerca del
principio de la persecución de Nerón, a apostatar, recayendo otra vez en el
judaísmo no-cristiano para evadir el hostigamiento y, eventualmente, hasta el
martirio.53
1 Pedro probablemente se escribió desde Roma a cristianos
mayormente gentiles en lo que hoy llamaríamos Turquía oriental y central, más o
menos en las mismas fechas, aunque la hostilidad más grande a que ellos se
enfrentaban parece provenir de los habitantes locales, incluyendo a familiares
y amigos anteriores que ahora no pueden comprender su repudio a las prácticas
paganas (1 P. 4:3–4).54
Judas y 2 Pedro han desafiado a los mejores intentos de la
erudición de identificar las enseñanzas a que se oponen. Judas claramente
enfatiza que “la tolerancia tiene sus límites”,55 una advertencia saludable en
una época de pluralismo desenfrenado, pero pocas pistas adicionales aparecen
acerca de la enseñanza falsa. Las dos cartas aportan más información sobre la
inmoralidad de los falsos maestros que sobre su ideología. Los dos análisis
detallados más recientes de la oposición detrás de 2 Pedro, por Jerome Neyrey y
Daryl Charles, presentan argumentos plausibles de que se trata de los epicúreos
(Neyrey) o los estoicos (Charles).56 ¡El hecho de que estas filosofías se
oponen la una a la otra en muchos aspectos simplemente resalta cuán poco
realmente podemos concluir sobre este tema!
Las epístolas de Juan se pueden asignar con mayor precisión,
probablemente a la década de los 90. Se dirigen a varias iglesias en casas
dentro y alrededor de Éfeso. El comentario reciente de Colin Kruse sugiere
plausiblemente que la enseñanza falsa que se combate en estas cartas consistía
en una combinación de elementos, incluyendo el gnosticismo incipiente, el
docetismo y el cerentianismo, ellos mismos coincidiendo en muchos de sus
conceptos.57 Las doctrinas clave contrariadas, entonces, incluirían el
perfeccionismo, el antinomianismo y una cristología inadecuada.
El libro de Apocalipsis
Al llegar al final del Nuevo Testamento, canónicamente y
cronológicamente, nos encontramos con la persecución romana más seria hasta
entonces—la insistencia de poca duración pero intensa de Domiciano en el culto
al emperador a mediados de los años 90.58 El género apocalíptico de todo el
libro de Apocalipsis refleja su mensaje de aliento a los cristianos
perseguidos, que reafirma que Dios sigue siendo soberano y que finalmente
vengará las injusticias de esta vida. Si Romanos 13 enseña que los gobiernos
han sido establecidos por Dios, Apocalipsis 13 retrata algunos de ellos como
inspirados por demonios. Los dos modelos han vuelto a surgir a lo largo de la
historia humana. La profecía impresionante de la caída del gran imperio malvado
“de los últimos días” en Apocalipsis 17–18 lo presenta como un reflejo de una
unión blasfema de la religión y la política, combinada con la riqueza más
grande, ganada a expensas de gente subyugada, en el mundo conocido en los días
de Juan.59 Así el imperio puede compararse tanto con la Babilonia del Antiguo
Testamento como con la Roma de los tiempos neotestamentarios, aun cuando no
corresponde literalmente a ninguna de las dos. En los inicios del siglo XXI, no
necesitamos buscar más allá de las expresiones cada vez más impías del
capitalismo de Occidente para encontrar paralelos espantosos.60
CONCLUSIONES
Las enseñanzas falsas y conductas inmorales a los que los
autores del Nuevo Testamento más fuertemente se oponen conforman una colección
interesante. Naturalmente aparece una insistencia fuerte en la plena deidad y
humanidad de Cristo. La doctrina de la salvación por gracia mediante la
fe—contrarrestando todas las formas del legalismo, nomismo y
etnocentrismo—resulta central, pero se tiene que someter al Jesús resucitado
como Señor de todo (Rom. 10:9–10) y exhibir fruto digno de arrepentimiento. La
única doctrina escatológica que es absolutamente crucial es la realidad de la
venida todavía futura y visible de Cristo. Con respeto a lo que las teologías
sistemáticas usualmente incluyen bajo el rubro de la “santificación”, aparece
una insistencia en mantener un equilibrio entre la seguridad y la perseverancia
y en evitar los errores gemelos del derrotismo y el triunfalismo, incluyendo,
en sus formas extremas, el perfeccionismo. Más allá de eso, es difícil
encontrar otras creencias teológicas absolutamente centrales por las cuales los
escritores del Nuevo Testamento fuertemente contiendan.
Tan crucial como la teología correcta, si no más crucial, es
el comportamiento correcto. El Nuevo Testamento se opone fuertemente al
antinomianismo, la inmoralidad en general (especialmente en sus manifestaciones
gemelas y opuestas del ascetismo y hedonismo) y un espíritu divisivo. Insiste
en que la administración de las posesiones materiales propias es la
manifestación primaria de las buenas obras que necesariamente deben fluir de la
vida de aquel que verdaderamente es redimido. Regularmente da prioridad a la
moralidad por encima de lo ritual, una observación que nos debe llamar la
atención en medio de las “guerras litúrgicas” en la iglesia evangélica
contemporánea.
Nuestros autores inspirados claramente se oponen a las
religiones no-cristianas y sus practicantes, pero su estrategia dominante es llamarlos
al arrepentimiento haciendo el evangelio lo más atractivo posible. El lenguaje
más duro casi siempre se reserva para el religioso ultraconservador de adentro
que traspasa límites clave, especialmente los líderes que deberían saber evitar
tales errores. En contraste, la iglesia evangélica norteamericana del siglo
pasado ha puesto énfasis en la creación de declaraciones doctrinales extensas
para separarse de los de afuera, usualmente añadiendo numerosos adiafora a las
cuestiones más centrales. La Evangelical Theological Society es una excepción.
Y cuando declaraciones evangélicas sobre el “estilo de vida”
han tratado asuntos éticos, las listas frecuentemente han resultado bastante
diferentes de las listas de vicios y virtudes en el Nuevo Testamento.
En fin, hemos tenido la tendencia de pelear nuestras
batallas más feroces en la periferia teológica del evangelicalismo, donde
creemos que algunos han cruzado los límites de la tolerancia. Raras veces nos
preguntamos quiénes entre nosotros pueden estar igualmente equivocados (y
posiblemente ser aun más peligrosos) por haber trazado límites demasiado
estrechos en vez de demasiado amplios. Como nos recuerda el estudio de Arland
Hultgren sobre los primeros períodos de la historia de la iglesia, se puede
caer en la herejía por una mentalidad demasiado amplia, o por una demasiado
estrecha.61 Sería un ejercicio saludable revisar la historia de la Evangelical
Theological Society para ver si alguna vez hemos tomado en cuenta esta segunda
categoría, obviamente habiéndolo hecho con la primera numerosas veces. Sería
aún más saludable mientras actualmente trabajamos en definiciones de la
ortodoxia en general esforzarnos para lidiar con los dos extremos.
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