Las posesiones
materiales en la enseñanza de Jesús según los Evangelios Sinópticos.
Muchas de las
parábolas de Jesús emplean temas económicos para enseñar lecciones
espirituales. A la vez, las aplicaciones de esas lecciones espirituales abarcan
aspectos económicos. Otras enseñanzas de Jesús señalan que la liberación que él
ofrece abarca tanto lo material como lo espiritual, advierten de la avaricia y
llaman a la generosidad, especialmente a favor de los pobres en la comunidad de
discípulos. Repetidas veces el uso que las personas hacen de sus bienes
manifiesta su condición espiritual.
LAS PARÁBOLAS DE
JESÚS
Introducción
La
interpretación de las parábolas ha sido objeto de mucho estudio a lo largo de
la historia de la iglesia, y el vigésimo primer siglo no ha sido la excepción.
He trabajado este tema en varios artículos, y no lo repetiré aquí. De todos
modos, poco aquí depende de mi tesis particular de que las lecciones centrales
de cada parábola corresponden a la presentación de sus personajes centrales. Los
dos peligros mayores en un estudio de la contribución de las parábolas al tema
de la riqueza y la pobreza son: 1) el de transformar la parábola en un discurso
explícito sobre una teoría económica cuando eso nunca fue su intención, y 2) el
de pasar por alto una enseñanza directa sobre asuntos económicos simplemente
porque el relato tiene un segundo nivel espiritual. También debemos estar
alerta a la posibilidad que los detalles de la parábola nos proporcionen
información sobre los arreglos económicos normales en la Palestina del primer
siglo. Al mismo tiempo, casi cada parábola en algún punto relevante rompe los
límites del realismo; esto es normalmente la clave para entender su segundo
nivel alegórico o simbólico.
Los dos deudores
(Lucas 7:41–43)
Esta breve
parábola está incrustada en el relato de una cena en el hogar de Simón el
fariseo, relativamente a inicios del ministerio de Jesús. Para disgusto de
Simón, una mujer de mala fama unge a Jesús con una cantidad extravagante de
perfume (Lc. 7:36–40, 44–50). Dos dimensiones de este pasaje demuestran que
Jesús no objeta el uso de la riqueza personal para varios tipos de
celebraciones. Primero, repetidas veces él acepta invitaciones, incluso de los
fariseos, a reunirse con otros para comer (ver esp. Mr. 2:15–17 y paralelos;
Lc. 11:37; 14:1–24; 19:5–9; y cp. la generalización expresada en Mt. 11:19 y
paralelos). Cuando el anfitrión era un líder acomodado, las normas culturales
exigían que ofreciera un banquete suntuoso. Segundo, el hecho que Jesús no
reprendió a la mujer por su “derroche” del frasco de perfume costoso indica que
él aprueba, de vez en cuando por lo menos, los gastos descomunales que
demuestran un amor desbordante a su persona.
El enfoque
principal de este pasaje, y de la parábola que encierra, sin embargo, está en
la identificación sorprendente de quién ama más a Dios. La calificación en el
v. 37 de la mujer como “pecadora” bien puede ser un eufemismo para
“prostituta”. Si era prostituta, ganaba lo suficiente a través de su
“profesión” para vivir un poco mejor que el campesino promedio, como se puede
notar por su posesión del perfume costoso. Simón, en cambio, sería un miembro
honrado de la comunidad; entre la gente común los fariseos eran los más
respetados y populares de las sectas judías. La parábola emplea una situación
económica típica para enseñar una lección acerca del perdón divino. Muchos
campesinos judíos acumulaban deudas que los obligaban a endeudarse todavía más
para tratar de pagar a los prestamistas. El elemento irreal de la parábola,
diseñado para enseñar acerca del perdón abundante de Dios, es que el
prestamista decide cancelar ambas deudas cuando los deudores no le pueden pagar
(7:42). De modo que Jesús usa estas deudas materiales para enseñar una lección
sobre las deudas espirituales. En ambos niveles claramente aquel a quien más se
le perdonó tenía más razón por que estar agradecido (7:43). Ya que en cierto
sentido la mujer representaba a los marginados de su sociedad (y aun cuando
tenía más ingresos que muchos, seguramente no se libraba de la vergüenza e
ignominia ligadas a su estilo de vida), Jesús aquí, temprano en su ministerio,
muestra su interés y compasión por los proscritos de su mundo.
El tesoro
escondido y la perla de gran precio (Mateo 13:44–46)
A mediados de su
ministerio público, la enseñanza de Jesús se vuelve cada vez más radical y
exigente, y las multitudes empiezan a abandonarlo. Mateo 13 ofrece una serie de
parábolas en la cual Jesús comenta este cambio y continúa desafiando a los que
quisieran seguirlo con el costo del discipulado. Especialmente significativas
en este sentido son las parábolas del tesoro escondido y la perla de gran
precio. Estas dos parábolas breves señalan que vale la pena sacrificar todo lo
necesario para obtener el reino de Dios, aun si fuera todo lo que uno tiene. El
hallazgo de un tesoro en un campo es un tema de antiguas tradiciones populares,
y en la época de Jesús había comerciantes que buscaban perlas. Sin embargo, que
alguien descubriera algo de tanto valor como para sacrificarlo todo, es
sumamente raro. La enseñanza, entonces, impresiona. Si bien no todos
necesariamente venden sus bienes para llegar a ser un discípulo, todos deben
estar preparados para hacerlo si las circunstancias así lo exigen. Aquellos que
desean seguir a Cristo deben estar dispuestos a arriesgar todo lo que tienen si
las prioridades del reino ponen en peligro la seguridad de su existencia terrenal.
El siervo
rencoroso (Mateo 18:23–35)
Un poco después,
mientras Jesús enseñaba a sus discípulos en privado sobre la humildad y el
perdón, les contó otra parábola acerca de dos deudores contrastantes para
subrayar un concepto acerca de las deudas espirituales y el perdón. Un rey
perdona a un siervo una deuda enorme, pero éste luego niega perdonar a un
siervo compañero una deuda relativamente pequeña. ¡Como consecuencia el primer
siervo es entregado a los carceleros para ser torturado! En este pasaje las
deudas son equivalentes aproximadamente a sueldos de 200,000 años y de tres
meses, respectivamente. Un tema teológico debatido aquí es la cuestión de la
pérdida de salvación. Una lectura sencilla del pasaje sugiere a primera vista
que el rey en efecto retracta el perdón ya dado. Pero a la luz de las
enseñanzas anteriores en el ministerio de Jesús según Mateo (particularmente
6:12, 14–15, donde el discípulo verdadero por definición perdona a otros, y
7:23, donde Jesús dice a aquellos cuyas obras no dan buen fruto: “Nunca os
conocí”) probablemente este siervo representa a los que jamás fueron discípulos
genuinos.
De nuevo, Jesús
no limita su aplicación de perdón a las deudas materiales, pero su relato
tampoco nos prohíbe aplicar los principios a situaciones económicas. En Lucas
6:35, texto que los discípulos de Jesús ya habrían escuchado, Jesús habla de
prestar sin esperar nada a cambio (véase abajo). A todas luces el primer siervo
de la parábola demostró una conducta diametralmente opuesta.
Dos parábolas
donde se pide ayuda material (Lucas 11:5–8; 18:1–8)
Las
expectaciones en cuanto a la hospitalidad entre los aldeanos de Galilea en los
días de Jesús nos aseguran que la respuesta a la pregunta retórica de Jesús,
que incluye la parábola del amigo que llega a medianoche, es que nadie se
negaría a levantarse y proporcionar pan para el hombre que lo pedía, a pesar de
la inconveniente hora (ver esp. M. Peah 8:7). A la luz de los siguientes
versículos (Lc. 11:9–13, “Pedid, y se os dará…”) y la buena gana de Dios de dar
el Espíritu Santo a quienes se lo pidan (11:13), es claro de nuevo que la
aplicación primaria de la parábola no es material, sino espiritual. Pero el
versículo paralelo a este en Mateo habla sencillamente de “buenas dádivas” (Mt.
7:11), y por lo menos algunas de ellas seguramente son materiales.
El elemento de
la justicia social es más prominente en la parábola similar del juez injusto
(Lc. 18:1–8). Las aplicaciones primarias de este relato incluyen la promesa
divina de vindicar a su pueblo y un llamado a perseverar en la fe (18:7–8).
Pero conforme leamos más de las enseñanzas de Jesús, no cabrá duda alguna que
la justicia que Dios quiere efectuar a favor de sus escogidos incluye la
provisión de sus necesidades materiales básicas.8 La versión lucana del Padre
Nuestro está en 11:1–4, dentro del contexto inmediato de la parábola del amigo
que llega a medianoche que acabamos de comentar. Lochman cita una oración
proveniente de América Latina que capta algo del énfasis de Jesús en ambos
textos: “O Dios, a los que tienen hambre dales pan; y a los que tienen pan,
hambre de justicia”.
El rico
insensato (Lucas 12:16–21)
Este pasaje está
introducido por una disputa entre dos hermanos sobre una herencia, en la cual
Jesús no acepta tomar partido (Lc. 12:13–14). Sabe que el que pide su
intervención no busca justicia, sino que quiere salirse con la suya. ¡A Jesús
no le interesaba promover el traslado de propiedad de un codicioso a otro! El
v. 15 deja claro que Jesús cuenta la parábola para advertir a la gente de la
“avaricia”, porque la vida de una persona no consiste en la abundancia de sus
posesiones. Esta observación refuta el argumento que establece que el personaje
de la parábola es condenado simplemente por ser rico. Las últimas palabras del
relato además nos recuerdan que el protagonista hacía para sí tesoro pero no
era “rico para con Dios” (12:21). Para los que desligan la parábola (12:16–20)
de su marco interpretativo (12:13–15, 21), queda todavía la repetición seis
veces del pronombre de primera persona singular “yo”. El rico manifiesta un
tenaz enfoque egocéntrico y una acumulación no mitigada de bienes, sin pensar
en nadie más. Así que, es claro que no es condenado sólo por ser rico. No
obstante, es importante que los cristianos de hoy se pregunten a sí mismos
cuántos bienes, propiedades o inversiones acumulan sin pensar en los
necesitados de nuestro mundo. Si los paralelos con el varón de la parábola
resultan demasiado estrechos, se supone que Jesús diría que las declaraciones
de fe de tales cristianos son vacías.
Invitación a los
marginados (Lucas 14:12–24)
Antes de contar
la parábola de la gran cena (Lucas 14:16–24), Jesús presenta dos metáforas
breves que articulan el tema de la inversión de los papeles del poderoso y del
impotente (14:7–14). La parábola luego recoge la imagen retórica de los
marginados (14:21) para explicar por qué el ministerio de Jesús se centra en
convidarlos a entrar en el reino. Stein resume las lecciones centrales:
El punto es que
el reino de Dios ha llegado y que aquellos que supuestamente lo iban a recibir
(la élite religiosa) no lo hicieron, mientras los candidatos menos probables
(los publicanos, los pobres, las rameras, etc.) sí lo recibieron.
La cena, como
frecuentemente en la literatura judía simbólica, representa el banquete
mesiánico escatológico. Las excusas presentadas para no aceptar la invitación
(14:18–20) resultan notablemente débiles en la cultura de la época. Nadie
compraba sembrados o bueyes sin examinarlos, así como nadie hoy compraría un carro
usado sin probarlo antes. Además, las bodas se planificaban con mucha
anticipación. ¿Con qué frecuencia se convierte nuestro materialismo en una de
tantas excusas igualmente débiles para evitar el llamado del evangelio a seguir
a Jesús de todo corazón?
La necesidad de
calcular el costo (Lucas 14:28–33)
De nuevo,
encontramos un par de parábolas breves y estrechamente paralelas, aunque su
mensaje no es idéntico. Más bien, el pasaje parece avanzar hacia un clímax. El
hombre que descubre demasiado tarde que no tiene el dinero suficiente para
completar la construcción de una torre corre el riesgo de perder su inversión y
hacer el ridículo ante su comunidad (14:28–30). El rey que no calcula si puede
hacer frente a un ejército dos veces el tamaño del suyo se arriesga una derrota
absoluta y a la pérdida de muchas vidas (14:31–32). El v. 33, entonces,
concluye con una declaración aún más absoluta: “Así, pues, cualquiera de
vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo”. En
concordancia con el patrón que hemos visto en las parábolas ya comentadas, el
punto principal aquí es espiritual: hay que cuidarse de cualquier obstáculo que
impida la obediencia total a Cristo. Pero también, como hemos visto
repetidamente, el ejemplo sobresaliente que Jesús da de la lección espiritual
tiene que ver con las finanzas. El v. 33 ha de entenderse como un llamado a los
que quieren ser discípulos, no necesariamente para que abandonen sus posesiones
por completo, sino a renunciar su derecho de aferrarse a ellas.12 Pero como el
clímax del pasaje, el v. 33 no se debe diluir demasiado.
Por supuesto no
todos son llamados en la misma manera a la misma forma de discipulado. Pero es
igualmente cierto que no hay tal cosa como un discipulado totalmente de clase
media, donde hay solamente preservación de la herencia cultural y la renuncia
radical no puede florecer jamás.
El mayordomo
injusto (Lucas 16:1–13)
Esta es
probablemente la más difícil de todas las parábolas de Jesús y encierra problemas
exegéticos espinosos.[1]
Quizás la duda central a resolver es por qué se le alaba al mayordomo. Sin
embargo, el v. 8 declara que el amo lo alabó “por haber hecho sagazmente”. No
es necesario tomar en cuenta ningún otro punto de comparación con la conducta
del mayordomo. Mateo 10:16 entonces proporciona un comentario apto y sucinto:
“He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes
como serpientes, y sencillos como palomas”. Por cierto hay ironía en el v. 8b,
donde Jesús observa que los hijos de este siglo son a menudo más astutos que el
pueblo de Dios en su trato con sus semejantes. Pero el v. 9a se debe tomar más
literalmente. La frase “riquezas injustas”, tal como se nota en su uso
intertestamentario, no tiene que referirse a ganancias ilícitas, sino simplemente
al dinero en general.[2]
De suerte que Jesús manda a sus seguidores que empleen las posesiones de esta
vida para los propósitos del reino—que ganen amigos para sí mismos, haciendo y
nutriendo discípulos y poniendo en práctica los principios del reino de Dios de
manera que en verdad se haga su voluntad, como en el cielo, así también en la
tierra. Entonces aquellos que como consecuencia han llegado a ser seguidores de
Jesús y nos preceden en el reino eterno nos darán la bienvenida cuando
lleguemos (14:9b). Stegemann concisamente capta la aplicación contemporánea del
v. 9:
Nosotros los
cristianos ricos, también, podemos ganar amigos por medio del dinero injusto.
Podemos hacernos más pobres de manera útil, regalando parte de nuestra riqueza
para beneficiar a los más pobres del mundo.[3]
Pero debemos
hacerlo en el nombre de Jesús, proclamando un evangelio integral que abarca lo
espiritual y lo físico.
El rico y Lázaro
(Lucas 16:19–31)
A primera vista
parece que este relato, así como el del rico insensato, condena a todos los
ricos. Pero de nuevo hay pistas, incluso dentro de la narrativa, que este no es
el caso. Abraham mismo había sido rico pero no paró en el Hades. Habiendo
muerto y hallándose en tormentos, el rico ruega a Abraham que alguien vaya y
advierta a sus hermanos vivos, a fin de que puedan evitar ese lugar de
sufrimiento (16:27–28). Al repetir su petición, el rico dice: “Si alguno fuere
a ellos de entre los muertos, se arrepentirán” (16:30). Todo esto sugiere
fuertemente que el rico se daba cuenta que su problema fue que él nunca se
arrepintió de verdad para ponerse a cuentas con Dios. Conocía la enseñanza del
Antiguo Testamento sobre el cuidado de los necesitados, pero nunca movió un
dedo para ayudar al pobre Lázaro en su puerta. No podía alegar ignorancia de la
Ley ni de su responsabilidad o capacidad de ayudar.[4]
Sin embargo, el
texto no da información alguna acerca de la condición espiritual de Lázaro.
¿Hemos de suponer entonces que Dios salva a todos los pobres? No, porque Lázaro
es el único personaje en todas las parábolas de Jesús cuyo nombre es citado, y
probablemente eso sea significativo. Su nombre es el equivalente griego de
Eliezer, que en hebreo significa “Dios ayuda”. El Eliezer más famoso en las
Escrituras hebreas fue el siervo fiel de Abraham (Gn. 15:2). Dado el papel
central de Abraham en este pasaje, es probable que ninguno de estos datos sea
una coincidencia.[5]
Lázaro es presentado como el prototipo del piadoso pobre en Israel. Sin
embargo, este punto no pasa de ser implícito y no constituye un enfoque dominante
del pasaje.[6]
Definitivamente no nos permite limitar la aplicación de la parábola al socorro
únicamente de pobres y menesterosos que sean cristianos.
Las minas y los
talentos (Lucas 19:11–27; Mateo 25:14–30)
Aunque
comúnmente tratados como paralelos, estos dos pasajes, conocidos como las
parábolas de las minas y de los talentos, se presentan en contextos
completamente diferentes en los dos Evangelios donde aparecen y probablemente
reflejan el uso que Jesús hace de temas parecidos en distintas ocasiones. De
los dos, el que habla más específicamente de asuntos económicos es la parábola
lucana de las minas (una mina era aproximadamente equivalente al sueldo de tres
meses), con sus detalles adicionales sobre la oposición contra el “pretendiente
al trono”. De nuevo la mayordomía del dinero aparece como metáfora para el
discipulado en general, sin excluir el uso literal de las finanzas personales
como una manifestación primaria de ese discipulado. En ambos pasajes las
inversiones hechas por los siervos aumentan su haber, pero todos los ingresos
se devuelven al amo. Hay por lo menos una aprobación tácita de la forma
rudimentaria del capitalismo que los bancos y prestamistas del antiguo mundo
grecorromano practicaban. Pero hay que recordar que no existía todavía un
capitalismo de tipo moderno ni las condiciones deshumanizantes que acompañaron
la revolución industrial. Más importante aún, la lección principal es
espiritual: se debe imitar la conducta de los buenos siervos en todos los
aspectos del discipulado. Claramente, debemos usar todo nuestro tiempo,
talentos y tesoros en pro de los propósitos del reino.
Las ovejas y las
cabras (Mateo 25:31–46)
Este pasaje no
es, estrictamente, una parábola, pero debido a sus imágenes retóricas se trata
muchas veces como tal. A lo largo de la historia de la iglesia ha habido dos
interpretaciones dominantes. La perspectiva mayoritaria ha interpretado a los
“hermanos” de Jesús en el v. 40 como una referencia a la familia espiritual, de
acuerdo con el uso del término en todos los demás pasajes de Mateo donde no se
emplee de hermanos biológicos (ver 5:22–24, 47; 7:3–5; 12:48–50; 18:15 dos
veces, 21, 35; 23:8; 28:10). El vocablo “pequeños”, cuya forma superlativa
aparece en 25:40 y 45, también sin excepción se refiere en Mateo a los
discípulos (10:42, 18:6, 10, 14; cp. también 5:19 y 11:11). Así que el mensaje
de la enseñanza de Jesús aquí resulta estrechamente paralelo a Mateo 10:42:
aquellos que son ministrados por los seguidores ambulantes de Jesús (hoy los
podríamos llamar misioneros cristianos) deben cuidar de ellos. Suplir ayuda
material a los que predican en el nombre de Jesús demuestra que uno ha acogido
su mensaje a nivel espiritual.22 Esta interpretación seguramente es acertada.
Hoy, sin
embargo, el punto de vista prevalente es que Jesús enseña acerca de la
necesidad de ayudar a los desposeídos, sean cristianos o no. Este obviamente es
un tema bíblico relevante, pero es menos probable que sea el enfoque de este
pasaje particular, dado el sentido invariable de los términos y el hecho que el
contexto más amplio consiste en parábolas acerca de los discípulos
(24:43–25:46). Ninguna de estas perspectivas, sin embargo, es base para
interpretar el texto como si enseñara una justicia basada en las obras; las
personas aquí viven su fe para demostrar que ya tienen una relación correcta
con Dios. Tampoco enseña este pasaje la teoría del “cristiano anónimo” de Karl
Rahner y muchos católicos después del Segundo Concilio Vaticano.24 Los justos
no se sorprenden de que Jesús les conceda la vida eterna, como sería el caso de
quienes nunca profesaron seguirlo; se quedan perplejos simplemente acerca de
cómo ministraron directamente a él cuando ya no estaba en la tierra físicamente
(25:37–39). Por lo tanto, el slogan basado en este pasaje, hecho famoso
particularmente por la Madre Teresa, de “ver a Jesús en la cara del pobre”
independiente de su compromiso religioso, en el mejor de los casos expresa
solamente una verdad parcial y puede resultar muy engañoso.
OTRAS ENSEÑANZAS
DE JESÚS
Regresamos al
inicio del ministerio de Jesús y de nuevo procederemos en orden aproximadamente
cronológico.
El Sermón del
Monte/Llano (Mateo 5–7; Lucas 6:20–49)
La primera
ocasión importante en la cual Jesús enseña en detalle sobre las actitudes que
sus seguidores deben adoptar hacia la riqueza mundana es el sermón que ambos
Mateo y Lucas ubican, en formas diferentes, temprano en el ministerio de Jesús.
En todo el sermón se debe tener presente los contextos de Mateo 5:1–2 y Lucas
6:17; Jesús habla primordialmente a quienes ya son discípulos, y se dirige a
ellos en comunidad. Los principios del Sermón del Monte/Llano no pretenden ser
una constitución para gobiernos, ni meramente unas pautas para individuos, sino
un manifiesto para aquellos que ya están dispuestos a seguir a Jesús en el
contexto de “iglesia”.25
Las dos
versiones del sermón empiezan con las bienaventuranzas, y éstas principian con
la declaración de Jesús que el “pobre” es bienaventurado. La palabra πτωχοί no
se usaba de los pobres que apenas lo eran, sino de los que estaban
absolutamente destituidos.[7]
En la Septuaginta muchas veces traduce el hebreo ‘anawîm, y su uso aquí evoca
Isaías 61:1, donde el vocablo traducido “abatidos” en la Versión Reina-Valera
es ‘anawîm.[8] En
la literatura judía de la época, así como en Isaías y algunos de los Salmos, se
hacía cierta equivalencia entre los pobres y los piadosos. Eso sin duda explica
la diferencia entre “vosotros los pobres” (Lc. 6:20) y “los pobres en espíritu”
(Mt. 5:3). No es que Mateo contradiga a Lucas; cada uno resalta un aspecto
diferente de un término que tenía una dimensión tanto material como espiritual.
Lucas 6:22–23 claramente muestra que Lucas vio el componente no solamente
material sino también espiritual en aquellos a quienes Jesús llama bienaventurados:
“Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten
de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo
del Hombre”.
Así, también,
Mateo 5:3 no se puede entender adecuadamente si se quita todos los elementos de
una destitución física. El resto del sermón aclarará las obligaciones
económicas de aquellos que poseen bienes materiales de sobra (esp. Mt.
6:19–34). Como Carson comenta, ambos autores tienen en mente “aquellos que
debido a la privación económica sostenida y el rechazo social tienen confianza
sólo en Dios”.[9]
La segunda mitad
de Mateo 5 presenta varias antítesis, mediante las cuales Jesús hace contraste
entre sus perspectivas y las de la Tora sobre cuestiones éticas clave
(5:21–48). Así, en Mateo 5:42 leemos: “Al que te pida, dale; y al que quiera
tomar de ti prestado, no se lo rehúses”. En el contexto anterior Jesús prohíbe
pagar insulto por insulto, como el bofetón de un hombre diestro en la mejilla
derecha de otro (5:39), y veda represalias contra los que demandaban legalmente
a sus condiscípulos (5:40). En el v. 41 exhorta a ir una milla adicional con el
soldado romano que reclutaba al judío para llevar sus efectos. Probablemente el
v. 42 tiene un trasfondo histórico igualmente específico, de modo que la
exhortación no se debe entender en términos absolutos. En la medida que el año
sabático, si no el Jubileo, era observado por lo menos de vez en cuando, cuanto
más se acercaba el año sabático, más renuente se pondría uno de conceder préstamos.
Jesús, entonces, estaría enseñando que lo que uno diera a los necesitados no
debería basarse en cuánto ellos pueden pagar (cp. el paralelo en Lc. 6:30: “A
cualquiera que te pida, dale; y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo
devuelva”). Y aun si generalizamos más allá de esta situación específica, como
Augustín señaló siglos atrás, Jesús no dice qué se debe dar al que pide (De
Sermone Domine en Monte 67; cp. también Lc. 12:13–15). La antítesis final (Mt.
5:43–48) llama a amar el enemigo en vez de actuar motivado por intereses
egoístas, y esto también influye en nuestra interpretación del v. 42. El
paralelo parcial en Lucas 6:34–35 probablemente exhorta a prestar sin cobrar
interés.32 Todo esto sugiere que Jesús no manda, ni en sus días ni en los
nuestros, que sus seguidores necesariamente den a todo mendigo todo lo que
pida. Lo que más le beneficiará no es siempre lo que pide. Pero en la medida
que podemos discernir las genuinas necesidades físicas o materiales de las
personas, debemos preocuparnos de encaminarlas hacia la clase de ayuda que
tiene una posibilidad razonable de remediar su situación. Por lo menos, en
contraste con el principio dominante de la reciprocidad en la antigüedad, Jesús
prohíbe a sus seguidores tener la mentalidad de ayudar sólo a aquellos que
pueden corresponderles.
Mateo 6:1–4
procede al tema de las limosnas. Aquí Jesús específicamente trata los errores
de aquellos que dan en público, echando sus monedas ruidosamente dentro de los
receptáculos, con el propósito de recibir alabanzas de sus semejantes (6:1–2).
Jesús prohíbe que sus discípulos hagan exhibición pública de su piedad. Mateo
6:3 (“no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”) no ordena una mayordomía
irresponsable, que niegue llevar un récord de las ofrendas, o resista la
transparencia en asuntos financieros. El procedimiento cuidadoso de Pablo más
tarde en el manejo de una colecta para los necesitados de Judea (ver esp. 2 Co.
8–9) demostrará la necesidad de una transparencia escrupulosa. Más bien, el
punto que Jesús hace es que se debe dar tan “secretamente” que uno jamás será
tentado a ofrendar motivado por el agradecimiento o los favores humanos.
Hay principios
similares en relación con la oración (Mt. 6:6–15). Ya aludimos al Padre Nuestro
en el contexto de la parábola del amigo a medianoche (Lc. 11:5–8). Ambos, Lucas
11:3 y Mateo 6:11, claramente incluyen como una petición legítima para los
discípulos de Jesús el pan diario. Vale notar también, sin embargo, que en
ambos contextos el enfoque en Dios y su voluntad precede las peticiones por las
necesidades humanas, y que Mateo 6:11–12, así como Lucas 11:3–4, guarda un
equilibrio entre las necesidades materiales (pan diario) y espirituales (perdón
de los pecados). En una edad de planificación anual y para períodos aún más
largos, vale recordar que Jesús nos instruye a orar por el pan “de cada día”.
Debemos pedir que Dios supla nuestras necesidades, no nuestras avaricias. Esto
nos ayuda, entre otras cosas, a guardarnos de tomar por sentado la provisión
divina.
Mateo 6:19–34
(cp. Lc. 12:33–34; 11:34–36; 16:13; 12:22–32) aborda con mayor amplitud el tema
de los tesoros en la tierra en contraste con los tesoros en cielo. Así como en
la parábola del rico insensato, la imagen es de una acumulación ociosa—tesoros
guardados “donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y
hurtan” (Mt. 6:19). Jesús no enseña que nunca debemos guardar o salvaguardar
nuestras posesiones, pero debemos determinar cuáles son realmente necesarias.
Los vv. 22–23 prosiguen a destacar cómo el manejo de las finanzas afecta todas
las áreas de la vida. De nuevo, los motivos personales resultan controlando
todo. Por eso el v. 24 puede concluir que en última instancia no se puede
servir ambos a Dios y a mamón (“posesiones materiales”). El materialismo bien
puede ser el contrincante mayor para el cristianismo auténtico en la
competencia por los corazones y almas de millones en nuestro mundo de hoy,
incluso de muchos en la iglesia visible.
En un contraste
marcado, los vv. 25–34 nos ordenan a no afanarnos por nuestras necesidades
materiales. Debemos confiar en el cuidado soberano de Dios, porque los seres
humanos valen más para Él que todo el resto de la creación, y conoce todas
nuestras necesidades. El mandamiento crucial en esta sección llega en el v. 33:
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”. O bien hay que espiritualizar esta promesa por completo o
relegar su cumplimiento al futuro escatológico, opciones que no encajan en el
contexto inmediato de afán por las necesidades materiales en el presente; o
debemos entender que los plurales del v. 33 son dirigidos a la comunidad de los
seguidores de Jesús (como de hecho el sermón entero lo es—ver los comentarios
supra). Cuando la comunidad de los redimidos busca primero la justicia de Dios,
por definición ayudarán a los necesitados entre ellos. La yuxtaposición
extraordinaria del paralelo lucano (12:31) con Lucas 12:33 apoya esta
conclusión: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se
envejezcan…”.[10]
Finalmente,
Jesús anima a sus seguidores a pedir, buscar y llamar a la puerta porque
recibirán, hallarán y se les abrirá (Mt. 7:7–8). El “evangelio de la
prosperidad” a veces aplica estos versículos en maneras que sugieren que la persona
que tenga suficiente fe puede recibir mediante la oración cualquier cosa que
quiera, particularmente si es de carácter material. Sin embargo, como ya hemos
notado, el paralelo lucano aclara que a nivel espiritual la buena dádiva que
Dios promete dar a quienes se la piden es el Espíritu Santo (Lc. 11:13). Y
mientras vivimos en la época del “ya” y el “todavía no”, a veces Dios en verdad
concederá las peticiones por bienes materiales, la progresión lógica en Mateo
7:9–11 es de lo inferior a lo superior. De lo exclusivamente material (7:9–10)
Jesús avanza a lo que es principalmente espiritual (7:11). También vale la pena
mencionar que el verbo griego traducido “se… dará” en 7:7 está en la voz
pasiva, sin sujeto explícito. Bien podría ser un “pasivo divino”, equivalente a
“pedid y Dios os dará”.34 ¡Pero eso deja a la voluntad soberana de Dios la
elección de qué cosa dar! El cuerpo del sermón de Jesús concluye con la famosa
“Regla de Oro” en 7:12. Su aplicación en la esfera económica incluiría, sin
duda, ser tan generosos para ayudar a otros como quisiéramos que ellos lo
fueran cuando nosotros tengamos necesidad.
El manifiesto de
Nazaret (Lucas 4:16–21)
Captando la
atención de los que asistían a la sinagoga de Nazaret, Jesús esboza el mismo
acercamiento doble a las bendiciones de Dios que descubrimos en las
bienaventuranzas. Cita Isaías 61:1–2a y 58:6 y luego anuncia que se cumplen en
ese mismo día.
Declara:
El Espíritu del
Señor está sobre mí,
por cuanto me ha
ungido
para dar buenas
nuevas a los pobres.
Me ha enviado a
sanar a los quebrantados de corazón;
a pregonar
libertad a los cautivos,
y vista a los
ciegos;
a poner en
libertad a los oprimidos;
a predicar el
año agradable del Señor (Lc. 4:18–19).
Como en Isaías,
Jesús entiende que los “pobres” aquí son los ‘anawîm, los que son
económicamente pobres y espiritualmente piadosos. A la luz de los muchos ciegos
que Jesús sana durante su ministerio, hay sin duda un elemento literal en la
promesa de recuperación de vista para aquellos que no pueden ver. Pero ya que
se refiere frecuentemente a sus discípulos y a sí mismo como luces del mundo
(Mt. 5:14, 16; Jn. 8:12; 9:5), no podemos excluir una dimensión espiritual
también. Los “cautivos” y los “oprimidos” deben ser interpretados de manera
similar.35 El “año agradable del Señor” parece ser una referencia a la llegada
del Jubileo, aunque no es necesario aducir que Jesús, hablando en 26 ó 27 d.C.,
pronunció esta frase en un año de Jubileo literal.36 Más bien, como Jesús
entiende que el día de reposo y las otras fiestas del judaísmo se cumplen en su
ministerio en forma general, así, también la liberación prometida en el Jubileo
puede ser alcanzada en última instancia sólo por aquellos que se unen a él.
Limosnas y
diezmos (Lucas 11:41–42; Mateo 23:23)
Conforme
progresa el ministerio de Jesús, los conflictos con el liderazgo de Israel se
intensifican. En un contexto de reprensiones dirigidas a muchos de los líderes
judíos por su hipocresía, Jesús declara: “Pero dad limosna de lo que tenéis, y
entonces todo os será limpio” (Lc. 11:41). En el griego la primera parte de
este versículo reza más literalmente: “pero dad limosnas a causa de lo que está
adentro”. El contexto hace contraste entre la limpieza ritual y la externa de
los vasos y platos, tan valorada en la agenda de los fariseos, y su avaricia y
maldad internas (Lc. 11:39). Este contraste entre lo externo y lo interno
sugiere que “dar lo que está adentro del plato” es principalmente una metáfora
para referirse a la espiritualidad, con referencia a la bondad que emana del
corazón. Pero, como vimos tantas veces en las parábolas, una de las principales
maneras de demostrar una preocupación espiritual es por medio de la ayuda
material: en este contexto, la limosna. La caridad a favor del pobre viene
siendo “una expresión de lo que está adentro”, así como “la limosna, si bien se
debe interpretar literalmente, resulta siendo al mismo tiempo un símbolo de la
devoción a Dios y no a la seguridad lograda en este mundo por medios humanos”.[11]
Al proseguir a
pronunciar un ay sobre los fariseos porque diezman aun de sus hierbas y
especias más diminutas pero abandonan la justicia y el amor de Dios, Jesús
agrega: “Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello” (Lc. 11:42; cp. Mt.
23:23). Durante los tiempos intertestamentarios cada vez más se requería el
diezmo de todo producto agrícola. Más tarde el tratado de la Mishná titulado
Masa‘oth menciona hasta las hierbas más insignificantes.[12]
Este es el único pasaje en todo el Nuevo Testamento que se podría tomar como
una exhortación a diezmar. Pero es crucial notar que en este contexto Jesús
habla de “lo más importante de la ley” (Mt. 23:23), la cual estaba todavía
vigente hasta el establecimiento del nuevo pacto de Dios en Pentecostés, sobre
todo para los líderes judíos que la estudiaban tan cuidadosamente. Mientras la
era del Antiguo Testamento seguía en vigencia, el diezmo era obligatorio para
el pueblo de Dios. Si se requiere todavía en la era del pacto nuevo, se debe
establecer en base a otros pasajes. Parece significativo que ningún otro texto
del Nuevo Testamento lo ordena, mientras los principios de generosidad y
sacrificio que comentaremos más adelante sugieren que el porcentaje que los
individuos deben dar variará según sus circunstancias particulares. Aquéllos
que están por lo menos relativamente acomodados deben dar bastante más que la
décima parte de sus ingresos brutos a la obra de Dios. “Debemos ir incluso un
paso más allá: la exigencia de que el cristiano diezme puede hasta llegar a ser
peligrosa, porque da cabida a la conclusión falsa que el problema de mamón ha
sido confrontado y conquistado”.
El joven rico y
Zaqueo (Marcos 10:17–31 y paralelos; Lucas 19:1–10)
Innumerables generaciones
de lectores han quedado perplejos ante el mandato de Jesús al joven rico:
“Anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el
cielo” (Marcos 10:21b). ¿Fue quizás un mandato singular para un solo individuo?
¿Deben hacer lo mismo todos los cristianos? ¿O sería más adecuada alguna
aplicación intermedia? Como en tantos otros casos, Jesús tiene un
discernimiento especial de la situación de un individuo particular. Sabe que la
riqueza de este hombre obstaculiza el discipulado. A la sección del Decálogo
citada en el v. 19 hay un agregado: el “no defraudes”. Quizás sea un indicio
que el hombre había pecado con su dinero.[13]
Por eso, al
llegar al v. 21b, debemos tener cuidado de leerlo todo. El mandato de vender
todo y darlo a los pobres no se puede separar de la orden culminante que le
acompaña: “Ven, sígueme”. La única caridad que cuenta es la que da como parte
del costo del discipulado (cp. también 1 Co. 13:3).42 La aflicción del hombre
(10:22) sugiere que aquí por lo menos se presupone el esquema pactal que
concebía las riquezas como recompensa por la obediencia. Si este dirigente de
la sinagoga era una persona respetable en su comunidad, se puede entender por
qué él (y otros) pensarían que su riqueza era un premio por la obediencia y no
algo de que se debe despojar. La reacción asustada de los discípulos frente a
la respuesta de Jesús sobre lo difícil que es para los ricos entrar en el reino
sigue lógicamente (10:23–24a). ¿Si las personas ricas y piadosas no se pueden
salvar, ¿quién podrá ser salvo? Jesús sólo reitera su declaración (10:24b) y
luego agrega: “Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que
entrar un rico en el reino de Dios” (10:25). Las interpretaciones que aluden a
una supuesta puerta en el muro de Jerusalén conocida como “el Ojo de la Aguja”,
o a una variante textual que sustituye “camello” por “cuerda”, tropiezan en el
diálogo subsecuente. Mientras el asombro de los discípulos crece (10:26), Jesús
contesta: “Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las
cosas son posibles para Dios” (10:27). Jesús realmente ha descrito una
imposibilidad literal al referirse al animal más grande generalmente conocido y
a la apertura más pequeña de su mundo cotidiano. Pero con Dios, las
imposibilidades humanas se vuelven posibles.
Sea por una
curiosidad auténtica o por un velado egoísmo, Pedro trae a colación el radical
ministerio itinerante de los discípulos (10:28). ¿Qué recompensa pueden esperar
por su sacrificio? La respuesta de Jesús proporciona tanto una seguridad como
un desafío. Cualquiera que ha abandonado familia o propiedad por causa del
evangelio (10:29) seguramente recibirá “cien veces más ahora en este tiempo;
casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras…” (10:29–30a). Dado que
Jesús indica que estas posesiones están disponibles “en este tiempo” en
contraste con la vida eterna “en el siglo venidero” (10:30b), el texto se debe
entender como una enseñanza que los discípulos de Jesús pueden esperar
recompensa material por su sacrificio en esta vida. No obstante, ¿en qué
consiste esta recompensa, y cómo la reciben? Los hermanos, hermanas, madres e
hijos sin número que ganan son, sin duda, la parentela espiritual que adquieren
cuando se unen a la gran familia del pueblo de Dios. No hay razón alguna por
qué tomar las “casas” y “tierras” de manera diferente. Como en el Sermón del
Monte, la familia nueva significa una comunidad nueva de personas que comparten
el uno con el otro. Las casas y tierras nuevas son aquellas que el pueblo de
Dios comparte con quienes están en necesidad.[14]
La historia de
la conversión de Zaqueo (Lc. 19:1–10) viene poco después del relato del joven
rico, y marcadamente se contrasta con él. Zaqueo era un cobrador de impuestos
de alto rango, quizás uno de los publicanos romanos que trabajaba directamente
para el gobierno imperial, a diferencia de los intermediarios, como Leví/Mateo.
Por consiguiente, era bastante probable que él era inmensamente rico, pero en
parte a costas del pueblo judío común y, sin duda, mediante la extorsión. No es
de sorprender, entonces, que la multitud murmurara cuando Jesús fue huésped de
un hombre “pecador” (19:7). Llama la atención que Cristo no manda a Zaqueo que
deje todo y lo siga. De hecho, no le manda hacer cosa alguna. Zaqueo, sin
embargo, se pone en pie y ofrece dar la mitad de sus posesiones a los pobres y
restituir cuadruplicado a todos los que él ha defraudado (19:8). De manera que
la restitución resulta siendo la señal de un arrepentimiento verdadero, así
como en el pensamiento rabínico, aun cuando la cantidad halla paralelo sólo en
la pena por el robo de ganado (Ex. 22:1). Además, los rabinos normalmente
prohibían obsequiar más del 20% del haber personal, no sea que uno se
empobreciera y llegara a ser una carga para otros (b. Ketub. 50a).
Sin embargo, así
como no debemos usar el 100% exigido del joven rico para crear un legalismo
nuevo, tampoco lo debemos hacer con el 50% dado por Zaqueo. Pero el hecho de
que éste dio más de lo que cualquier combinación de diezmos e impuestos judíos
requería muestra que su ofrenda no fue meramente simbólica.44 Zaqueo no llega a
ser salvo por su mayordomía, sino por su encuentro personal con el Hijo del
Hombre. Notemos que es Jesús quien toma la iniciativa en el v. 5, aunque Zaqueo
había estado ansioso de verlo en el v. 4. No obstante, una vez más lo que
Zaqueo hace con su dinero ofrece un ejemplo de primera de las buenas obras que
fluyen del arrepentimiento genuino.
El ungimiento de
Jesús por María de Betania (Marcos 14:3–9 y paralelos)
Hemos llegado a
las vísperas del “Domingo de Ramos”. La historia del ungimiento de Jesús por
María de Betania ha proporcionado a muchos el texto clásico para justificar el
gasto pródigo en el nombre de Cristo. Esta interpretación parece recibir aun
más apoyo por el uso que Jesús hace de Deuteronomio 15:11, cuando declara:
“Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer
bien; pero a mí no siempre me tendréis” (Mr. 14:7). Sin embargo, la oración “y
cuando queráis les podréis hacer bien” seguramente significa que los discípulos
deben tener un ministerio constante a los pobres. La segunda parte de
Deuteronomio 15:11 resulta ser aun más explícito: “Por eso yo te mando,
diciendo: Abrirás tu mano a tu hermano, al pobre y al menesteroso en tu
tierra”. Indudablemente hoy también habrá oportunidades únicas, no frecuentes,
para hacer un gasto extraordinario en el servicio de Cristo—quizás la
construcción de unos pocos edificios que particularmente glorifican a Dios por
medio de la adoración que fomentan. Pero, como en el caso de Jesús, tales
gastos deben ser las excepciones, no la norma.
La generosidad a
los pobres es el mandato común en el Nuevo Testamento, así como lo fue en el
Antiguo. Escobar tiene razón, por consiguiente, al insistir en una hermenéutica
de sospecha cuando la exégesis de los occidentales ricos frecuentemente conduce
a la implicación: ¡“A los ricos siempre los tendréis con vosotros”![15]
Purificación del
templo (Marcos 11:15–17 y paralelos; cp. Juan 2:13–17)
Menos de una
semana antes de su muerte, Jesús hace estragos entre los vendedores y cambistas
en el templo de Jerusalén. Casi todos los estudiosos concuerdan que el punto
principal, particularmente en los relatos sinópticos, no tiene que ver con una
“purificación”, sino con una profecía de la destrucción inminente del templo y
una mirada a la edad nueva que Jesús espera después. No cabe duda que le
molesta la corrupción de los cambistas. Es bastante posible que Caifás y los
saduceos recientemente han trasladado este negocio del Barranco de Cedrón al
templo y que han aumentado enormemente sus riquezas mediante tasas de cambio
vergonzosas.46 El relato de Juan, que puede o no describir un episodio
distinto, más claramente señala el problema del comercio que ha desplazado el
culto en el templo (Jn. 2:16).
El hecho que
esto ocurrió en el Patio de los Gentiles especialmente ilumina la reacción
escandalizada de Jesús; al fin y al cabo, el profeta Isaías había subrayado que
el templo debería ser una “casa de oración para todas las naciones” (Mr. 11:17a;
Isa. 56:7). Puede haber insinuaciones más amplias, sin embargo, en Marcos
11:17b, donde Jesús cita la frase “cueva de ladrones” de Jeremías 7:11 para
describir una fortaleza nacionalista.[16]
El etnocentrismo del judaísmo del primer siglo
ha convertido el templo en un santuario para el mismo espíritu exclusivista y
nacionalista que este patio debería atenuar. En una época de tribalismo
desenfrenado alrededor del mundo, además de la confusión manifiesta entre
actividades espirituales y económicas, la indignación justa de Jesús puede
tener numerosas aplicaciones contemporáneas. De hecho, la búsqueda de la
seguridad económica muchas veces se encubre con el lenguaje del patriotismo o
“interés nacional”.
Dad a César…
(Marcos 12:13–17 y paralelos)
Un día después del
“torbellino en el templo”, los herodianos y los fariseos unieron fuerzas para
tenderle trampa a Jesús, aunque normalmente los dos grupos no cooperaban el uno
con el otro. La pregunta que le plantean va al corazón de la tensión entre
Israel y Roma. Pagar el tributo era la señal máxima de lealtad al gobierno
imperial que les dominaba con su presencia militar. Si Jesús negaba la validez
del impuesto romano, los herodianos sin duda le delatarían a las autoridades;
si lo apoyaba, los fariseos se escandalizarían por su deslealtad a Dios. De
cualquier modo, parece que no le queda a Jesús ninguna salida. Sin embargo, Él
se libra de la trampa al proferir las palabras famosas: “Dad a César lo que es
de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mr. 12:17). Históricamente, el dicho de
Jesús jugó un papel destacado en los debates de la Reforma sobre la separación
de los reinos de la iglesia y el estado, e influyó aún más en la historia más
reciente del establecimiento de la Constitución de los Estados Unidos de Norte
América y la Declaración de Derechos plasmada en sus primeras diez enmiendas,
documentos que levantaron un alto “muro de separación” entre el gobierno y la
religión. Es casi imposible que Jesús específicamente tuviera en mente estos
movimientos posteriores en una edad de totalitarismo y regímenes imperiales,
los cuales muchas veces reclamaban para sí mismos autoridad divina, y dada la
habilidad del pueblo de Dios de acatar estos mandatos bajo las monarquías de
siglos subsiguientes. Eso no significa, sin embargo, que no se puede ver los
movimientos históricos posteriores como congruentes con el espíritu de la
enseñanza inicial de Jesús. De todos modos, en su contexto original el dicho de
Jesús niega el derecho de los gobernantes de recibir adoración,[17]
y así deja abierta la puerta para los debates acerca de la desobediencia civil,
incluso la resistencia a pagar impuestos, si se puede demostrar que tal pago
obligaría al individuo a violar las normas morales o teológicas de Dios.
La ofrenda de la
viuda (Marcos 12:41–44 y paralelos)
Justo antes de
salir del templo por última vez, Jesús ve a la muchedumbre echando sus ofrendas
en el arca. Así se despliega la historia famosa de la viuda y sus “blancas”
(VRV; Versión Popular: “dos moneditas de cobre”, Mr. 12:42). El tesoro del
templo constaba de los diezmos y ofrendas, pero la mayor parte provenía de los
ricos (cp. 12:41). Sería muy raro encontrar a una mujer pobre dando lo último
de sus escasas posesiones. Si esta mujer pudiera tener acceso a otros recursos,
no lo sabemos; pero queda como un modelo que demuestra que es el porcentaje o
cantidad de sacrificio, no la ofrenda neta, lo que cuenta ante los ojos de
Dios.
CONCLUSIONES
Las buenas
nuevas del evangelio son un mensaje uniformemente integral, según la enseñanza
de Jesús. El sustento material sin la salvación espiritual es vano, pero la
liberación que Dios en Cristo concede normalmente incluye una dimensión física
o material también. La única manera en que el pueblo de Dios puede obedecer
continuamente todos sus mandamientos es si toda la comunidad cristiana mundial,
y cada expresión local de ella, más y más capta la visión de compartir sus
recursos con sus hermanos necesitados. Cuando los creyentes se dan cuenta que
otros se cuidarán de ellos si inesperadamente se hallan empobrecidos, entonces
pueden ser librados a dar más generosamente en tiempos de abundancia. Toda una
gama de condiciones socioeconómicas surge entre Jesús y sus discípulos y la
gente con quien se relacionan. Sin embargo, hay un énfasis claro en el ministerio
y enseñanza de Jesús que insta a suplir las necesidades de los marginados y
menesterosos. Los enemigos de Jesús no son los ricos en sí, sino representantes
importantes del liderazgo judío, de los cuales muchos resultan siendo un poco
más acomodados que las masas. Jesús no es crucificado por su enseñanza acerca
de las posesiones materiales, pero las controversias con los líderes judíos que
se vuelven cada vez más agudas incluyen elementos de la mayordomía como una
esfera principal en la cual no agradan a Dios.
Como Proverbios
30:8–9, Jesús se preocupa por moderar los extremos. Pero el enfoque principal
de su ministerio, el camino a la cruz y su llamado a que sus discípulos lo
imiten sacrificándose abnegadamente en vez de viviendo con comodidad y gloria,
sugiere que el paradigma abarcador para aquel que quisiera seguir a Cristo
fielmente no es un “materialismo piadoso”, sino el desprendimiento generoso.
[1] Para una excelente guía a la historia de la
interpretación de la parábola y una sana exégesis de cada parte ver Dennis J.
Ireland, Stewardship and the Kingdom of God (Leiden: Brill, 1992).
[2] Craig L. Blomberg, Neither
Poverty nor Riches: A Biblical Theology of Material Possessions (New
Studies in Biblical Theology; Grand Rapids: Eerdmans Publishing Company, 1999),
pág. 99; J.-P. Molina, “Luc 16:1–13: L’injuste Mamon”, Etudes
thèologiques et religieuses 53 (1978), págs. 371–75.
[3] Wolfgang Stegemann,
The Gospel and the Poor (Philadelphia: Fortress Press, 1984), pág. 63.
[4] Ver esp. David
Seccombe, Possessions and the Poor in Luke–Acts (Linz: SNTU, 1983),
págs: 176–77.
[5] Joachim Jeremias, The
Parables of Jesus, ed. rev., (Londres: SCM, 1972), pág. 185; C. H. Cave,
“Lazarus and the Lucan Deuteronomy”, New Testament Studies 15 (1968–69),
págs. 323–25.
[6] Hans Kvalbein,
“Jesus and the Poor: Two Texts and a Tentative Conclusion”, Themelios 12
(1987), págs. 80–87.
[7] Cp. Stegemann, The Gospel and the Poor (1984),
pág. 14: “Son los desesperadamente pobres, seres miserables que luchan para
sobrevivir”.
[8] Sobre Isaías 61:1, ver Craig Blomberg, “El Antiguo
Testamento y las posesiones materiales”, Kairós 23 (julio-diciembre,
1998), pág. 70.
[9] D. A. Carson, “Matthew”,
en Frank E. Gaebelein, ed., Expositor’s Bible Commentary 8 (Grand
Rapids, Zondervan Publishing Company, 1984), pág. 131.
[10] Sobre todo este pasaje, cp. Craig L. Blomberg, “On Wealth
and Worry: Matt. 6:19–34—Meaning and Significance”, Criswell Theological
Review 6 (1992), págs. 73–89; Odar Wischmeyer, “Matthäus 6, 25–34 par—Die
Spruchreihe vom Sorgen”, Zeitschrift für die neutestamentliche Wissenschaft
85 (1994), págs. 1–22.
[11] John Nolland, Luke
(Dallas: Word, 1993), vol. 2, págs. 664, 670.
[12] L. Vischer, Tithing
in the Early Church (Philadelphia: Fortress Press, 1966), pág. 7.
[13] Ched Myers, Binding
the Strong Man: A Political Reading of Mark’s Story of Jesus (Maryknoll:
Orbis Books, 1988), pág. 272.
[14] Ver esp. David M.
May, “Leaving and Receiving: A Social-Scientific Exegesis of Mark 10:29–31”, Perspectives
in Religious Studies 17 (1990), págs. 141–51, 154.
[15] Walter E. Pilgrim, Good
News to the Poor (Minneapolis: Augsburg, 1981), pág. 133.
[16] C. K. Barrett, “The
House of Prayer and the Den of Thieves”, en E. E. Ellis y Erich Grässer, eds., Jesus
und Paulus (Göttingen: Vandenhoek, 1978), pág. 17.
[17] Ver esp. Klaus
Haacker, “Kaisertribut und Gottesdienst (Eine Auslegung von Markus 12, 13–17)”,
Theologische Beiträge 17 (1986), págs. 285–92.
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