EL ESCÁNDALO DEL PENSAMIENTO
EVANGÉLICO
Introducción
En nuestros
esfuerzos por alcanzar a nuestra sociedad para Cristo, tenemos que entender que
las personas suelen no ver el mundo correctamente debido a problemas en su
forma de pensar. Sus creencias o actitudes -o aun lo que piensan
acerca del pensar- crean piedras de tropiezo. Pero, antes de sentirnos
demasiado autosuficientes, tenemos que reconocer que nosotros mismos no somos
inmunes a esto; los cristianos tampoco piensan correctamente siempre.
Antes de poder
encarar a nuestra sociedad eficazmente en este nivel, tenemos que confrontarnos
a nosotros mismos. Nos preguntamos por qué, con tantas personas que profesan la
fe hoy, no logramos tener un mayor impacto en nuestra sociedad. Suele decirse
que no estamos haciendo lo suficiente. Otra razón es que no
estamos pensando lo suficiente.En la corriente de pensamiento
popular no exegético, se pueden señalar cuatro características:
Ø
populismo
Ø
activismo
Ø
biblicismo
Ø
intuicionismo
Populismo, es que los cristianos evangélicos consideran
que la fortaleza de la iglesia (en el nivel humano, por supuesto) reside en las
personas en sentadas en las bancas más que los que están en los púlpitos.
Activismo se
refiere a la falta de paciencia y el deseo de estar ocupado en la obra del
Señor.
El biblicismo se
refiere a la creencia de que la verdad se encuentra solo en la Biblia.
El intuicionismo
se refiere a la tendencia de seguir respuestas instintivas en vez de estudiar
los temas con rigurosidad.
¿Preste
atención? Esta no es ninguna cuestión menor. Decir que lo único que importa es
lo eterno, que no necesitamos perder demasiado tiempo en las cosas de este
mundo -que igualmente está destinado a consumirse- podría parecer un reflejo de
la enseñanza bíblica, pero no lo es. No estamos sugiriendo aquí que las cosas
de la tierra son en sí mismas más importantes que las cosas del cielo. Ni
estamos diciendo que todos tienen que ser eruditos. Lo que estamos diciendo es
que tenemos que pensar, que necesitamos aprender, que necesitamos entender el
mundo en el cual vivimos si queremos ser tomados en serio por el mundo en el
que habitamos. Algunos de nosotros deberíamos ser eruditos,
sin embargo, y eruditos que pueden lograr el respecto de sus pares tanto dentro
como fuera de la iglesia. Pero todos nosotros tenemos que aprender a pensar
correctamente en el nivel en que nos movamos.
Dos factores de
nuestro pasado que han tenido y aún tienen ramificaciones para la mente
evangélica fueron el pietismo y el populismo.
El pietismo
tiene sus raíces a fines del siglo XVII en Europa, como reacción al ritualismo
frío y formalista tan predominante en la iglesia. El cristianismo parecía más
un tema de especulación filosófica y de discusión que una religión viva.
Philipp Jakob Spener, un pastor alemán, buscó reformar las vidas de las
personas sentadas en las bancas de la iglesia. "Instituyó [asambleas
piadosas] para que se reúnan los miércoles y domingos para orar, para hablar
sobre el sermón de la semana anterior, y para aplicar pasajes de la Biblia y
escritos devocionales a las vidas individuales". En 1675, Spener
escribió Pia Desideria (Deseos Piadosos), donde bosquejó sus
ideas para la reforma. Estas incluían un renovado énfasis en la Biblia, el
reavivamiento del sacerdocio del creyente, el énfasis en la práctica cristiana,
y la predicación de sermones comprensibles.
El pietismo se
extendió en varias direcciones con el paso de los años. Los moravos, que
influyeron significativamente en John Wesley, "llevaron la inquietud
pietista por la espiritualidad personal casi literalmente a todo el
mundo". El pietismo fue influyente entre los menonitas, los hermanos y los
cristianos reformados holandeses. Sus ideas pueden verse en las enseñanzas de
Cotton Mather y William Law, y en la predicación del Gran Avivamiento
Estadounidense, a mediados del siglo XVIII.
El pietismo tuvo
como efecto el desplazamiento del lugar de la autoridad, de la tradición y el
liderazgo establecido de la iglesia al cristiano individual. No todos estaban a
favor de esto. Algunos líderes de la iglesia se opusieron al movimiento por
razones egoístas, pero otros estaban preocupados genuinamente por la
posibilidad de una "subjetividad y antiintelectualismo
incontrolados". El separatismo era otro problema. Si bien Spener nunca lo
pidió, algunas personas se separaron de las iglesias establecidas.
Del lado
positivo, uno encuentra en el pietismo un fuerte compromiso con la Biblia, el
rechazo de la fría ortodoxia y un énfasis en la experiencia personal auténtica.
El pietismo ha sido una fuente de renovación en iglesias frías, un aliento para
todos cristiano se involucren en el ministerio, y un impulso para que las
personas estén siembre relacionándose con Dios.
Del lado
negativo, sin embargo, el pietismo dio lugar al subjetivismo y al emocionalismo.
Brindó una excusa para el antiintelectualismo y para descuidar la erudición
cuidadosa. Las lecciones aprendidas por cristianos en siglos anteriores ya no
necesitaban ser consideradas, ya que la experiencia presente de uno con Dios
era lo más importante. Finalmente, inclinó a algunas personas a establecer
códigos de moralidad algo legalistas, al buscar evidencia de espiritualidad en
la vida de los demás.
Un resultado
sorprendente del pietismo -teniendo en cuenta su objetivo principal de llevar a
los cristianos más hacia la luz de la verdad- fue la forma en que los alejó de
la verdad.
Si bien el
pietismo tuvo (y tiene) sus aspectos positivos, con relación a la vida de la
mente ha tenido un efecto perjudicial. El énfasis en el individuo hace que el
resto del mundo sea menos importante, y no brinda ningún incentivo para estar
abierto a nada fuera de la propia espiritualidad del individuo.
El segundo
factor que sigue afectando la forma en que pensamos es la mentalidad populista
de muchas comunidades de fe a lo largo y ancho de Latinoamérica. El populismo es
una preocupación por "los intereses percibidos de la gente común, en
contraposición con los es una élite privilegiada". Si bien el
populismo no tomó forma de movimiento político hasta fines del siglo XIX,
caracterizó la mentalidad de mucchos.
El historiador
Richard Hofstadter señala: "en el sueño populista evangélico original, la
omnicompetencia del ser humano común era fundamental e indispensable". Las
diferencias de clase eran rechazadas; el igualitarismo era el nuevo orden de
las cosas. Hofstadter dice que los primitivos exponentes de la democracia
popular "quisieron. . . subordinar los liderazgos basados en la educación
y la propiedad. . . [la democracia popular] reforzó la creencia generalizada en
la superioridad de la sabiduría interior, intuitiva y popular por sobre el
conocimiento culto, excesivamente sofisticado y egocéntrico de los
intelectuales y los de buena posición". De hecho, se desarrolló un
verdadero prejuicio y desconfianza hacia la élite, hacia los llamados clérigos -que formaban parte de la estructura
hereditaria del liderazgo cristiano - y los académicos.
El
antiintelectualismo
Según esta forma
de pensar, "hay una persistente preferencia por la 'sabiduría' de la
intuición, que se considera natural o dado por Dios, por sobre la racionalidad,
que es cultivada y artificial".
Esta confianza
en la sabiduría intuitiva del individuo común, junto con una desconfianza de la
élite educada, produjo un antiintelectualismo característico.
"Antiintelectualismo", según el uso de Hofstadter, no significa
necesariamente "no inteligente". Él lo define como "un
resentimiento y desconfianza hacia la vida de la mente y quienes se considera
que la representan; y una actitud constante de minimizar el valor de esa
vida". La
inteligencia per se no es un problema. . . siempre y cuando se
le dé un uso práctico. Pero la contemplación de ideas que no tienen ningún uso
práctico inmediatamente discernible se considera una pérdida de tiempo.
Aun hoy, la
palabra "intelectual" suele tener connotaciones negativas.
"Intelectual" y "torre de marfil" son dos términos que
suelen escucharse juntos, ¡y no como descripciones elogiosas! Noll nota que el
espíritu activista, pragmático y utilitario "permite poco lugar para el
esfuerzo intelectual más amplio o más profundo, porque está dominado por las
urgencias del momento". Un problema con esta mentalidad es que exige la
destilación de ideas en información inmediatamente utilizable. Hablando
específicamente de los evangélicos, el erudito canadiense N. K. Clifford
plantea el problema contundentemente: "A la mente protestante evangélica
nunca le ha gustado la complejidad. Por cierto, sus cruzadas se han
caracterizados siempre por tender, tanto en la religión como en la política,
hacia la simplificación excesiva de los temas y la sustitución del análisis
crítico y la reflexión seria por la inspiración y el celo. Las limitaciones de
este tipo de esquema mental eran menos aparentes en la relativa simplicidad de
una sociedad rural de las fronteras". Nuestro mundo es mucho más
complejo hoy, y requiere un pensamiento más centrado, profundo y sostenido.
Hay quienes
podrían objetar que los evangélicos han producido algún pensamiento y escritura
serios en ciertas áreas de estudio, y eso es realmente cierto. La apologética
es un área donde ocurre esto. Pero, como dice Noll: "En nuestro pasado
hemos reaccionado mucho más ávidamente para defender la fe que para analizar
sus implicaciones en la vida intelectual". Una cosa es apuntalar nuestras
propias defensas (un proyecto valioso en sí mismo), pero otra muy distinta
tratar de entender el mundo por el mundo mismo -o aun por el hecho de ampliar
nuestra comprensión de Dios. Para aquellos que están afuera en el mercado y en
las universidades seculares, ¿hay creencias distintivamente cristianas
informando su trabajo? ¿O, están teniendo que dejarlas en casa para
hacer su vida más fácil en el trabajo (o simplemente para permanecer en sus
cargos)?
El
antitradicionalismo
En un artículo
sobre la era del Iluminismo, escribí lo siguiente:
Los filósofos
iluministas nos enseñaron a ver el mundo como una colección de hechos
científicos, a mirar hacia delante en vez de hacia atrás, a la sabiduría del
pasado, y a considerar al individuo como la autoridad final para lo verdadero.
El ideal es el individuo que analiza los datos crudos de la experiencia sin
ningún compromiso de valor previo, con el objetivo de descubrir algo nuevo.
Lamentablemente, se buscaba el conocimiento a costa de la sabiduría. El pasado
ahora tenía poca relevancia. ¿Qué podrían decirnos quienes vivieron en el
pasado que fuera relevante para nosotros hoy? Además, las personas del pasado
estaban dominadas por la iglesia. Ya no debíamos permitir que este tipo de
superstición gobierne nuestras vidas".
Ahora podríamos
ver los hechos por nuestra cuenta; no teníamos ninguna necesidad de que nadie
nos enseñe nada. El cambio estaba en el aire; lo que era nuevo era lo
importante, no lo que ocurrió en el pasado. Así se formó la característica
del antitradicionalismo.
Suponemos que,
dado que el mundo es tan diferente hoy, los que nos han precedido tienen poco
para decirnos, ya que no pudieron imaginarse un mundo como el nuestro. Nos
olvidamos de que la naturaleza humana no ha cambiado, y que la sabiduría no
está atada al tiempo o al progreso tecnológico. ¡Ni ha cambiado tampoco Dios a
lo largo del tiempo al compás de nuestro progreso! Podemos aprender de quienes
nos han precedido sobre lo que significa la Biblia, cómo es Dios, cómo podemos
vivir mejor nuestras vidas marcadas por la sabiduría, y más.
¿Qué importancia
tuvieron estas ideas y actitudes para la proclamación del evangelio?
Primero, con
relación a la evangelización, el avivamentismo del siglo XIX, XX y y principios
del XXI fija el tono del pensamiento evangélico popular. El avivamentismo fue
un movimiento del cristianismo que enfatizaba una aceptación incondicional del
mensaje del evangelio ahora. Se desarrolló en el siglo XVIII, y
llegó a su pleno desarrollo en el siglo XIX. El avivamentismo tuvo
un tono muy populista; el mensaje de salvación estaba dirigido al público más
amplio. La predicación se mantenía sencilla y "dirigida a una respuesta
emocional". La opción era sencilla: "Arrepiéntanse y crean en el
evangelio hoy. No esperen hasta mañana". No había necesidad de
dedicar demasiado pensamiento a la cuestión, ninguna necesidad de recurrir a
otros -ni a contemporáneos ni a quienes vivieron en el pasado- para lograr una
perspectiva y una comprensión de la fe. La salvación era individual, y el
llamado a la decisión, inmediato.
Al desplazarse
el avivamentismo hacia Centro y Sur América, "se volvió más primitivo, más
emocional, más dado a manifestaciones 'extáticas'". Los predicadores
a menudo adoptaban los prejuicios antiintelectuales del pueblo. Los misioneros
"habrían sido ineficaces en convertir a sus rebaños móviles si no hubieran
sido capaces de desarrollar un estilo de predicación vernáculo, y si no
hubieran compartido o simulado, en algún grado, las sensibilidades y prejuicios
de sus públicos: antiautoridad, antiaristocracia, antioriental y
antierudición".
Este prejuicio
contra la erudición comenzó a solidificarse entre muchos indiferentemente.
Hofstadter explica la comprensión característica de la relación entre la fe y
la erudición de esta forma: "Uno comienza con la proposición difícilmente
cuestionable de que la fe religiosa no se propaga principalmente por la lógica
o la erudición. Luego pasa de esto a la idea de que se propaga mejor. . . por personas
que han sido iletrados e ignorantes. Parece seguir a partir de esto que la
sabiduría y la verdad que posee este tipo de hombres es superior a la que
tienen las mentes educadas y cultas. De hecho, la erudición y la cultura
parecen ser obstáculos en la propagación de la fe".
El pietismo y el
populismo sirvieron para fomentar una mentalidad de subjetivismo, antitradicionalismo
y antiintelectualismo. A esto se agregó un marco de pensamiento tomado de la
ciencia y la filosofía que afectó significativamente la forma en que los
evangélicos pensaron acerca de su fe y el mundo.
Dentro de la
iglesia, había necesidad de encontrar una forma de impedir que la doctrina
cristiana se volviera un asunto puramente individualista luego de la separación
de la Iglesia Romana. Si había formas de demostrar que la doctrina era
objetivamente verdadera, los cristianos tendrían que darle su asentimiento. Con
respecto a la sociedad en general, ahora que la ciencia era la fuente del
conocimiento, los evangélicos sintieron la necesidad de mostrar que el
cristianismo podía hacerle frente a la verificación científica rigurosa, para
que la iglesia siguiera siendo una institución respetada. El tema era cómo
conocemos la verdad, y cómo esta comprensión debía ser aplicada a la
interpretación de la Biblia.
Si bien las
tendencias románticas se estaban volviendo más visibles en el protestantismo
durante este período, la orientación de los conservadores era principalmente en
la dirección de los hechos más que de los sentimientos. En el siglo XVIII un
nuevo marco de pensamiento comenzó a desarrollarse que pareció responder a
estas necesidades, y que ha influido fuertemente en el carácter del
cristianismo evangélico desde entonces. Este marco tuvo dos elementos
principales: la filosofía del sentido común escocés, y la ciencia baconiana.
La filosofía
del sentido común escocés
Si bien los
evangélicos rechazaron los aspectos escépticos del Iluminismo, aceptaron
con los brazos abiertos un tipo de pensamiento iluminista conocido como
Realismo del Sentido Común Escocés. Los filósofos del Sentido Común creían que
todos tienen facultades mentales que producen creencias en las que nos apoyamos
en la vida cotidiana, como la existencia del mundo exterior, la realidad de
nuestras mentes, la confiabilidad de nuestros sentidos, nuestras capacidades
para razonar, nuestros recuerdos, etc. Estas facultades permiten que todos
"comprendan las realidades básicas de la naturaleza y la
moralidad". Estas creencias no eran consideradas derivadas de la
cultura o atadas a la cultura; eran la experiencia compartida de toda la
humanidad, incluyendo los escritores de la Biblia.
La ciencia
baconiana
El otro
componente del marco de pensamiento fue el método científico de Francis Bacon.
Bacon abogaba por un riguroso empirismo, "un método inductivo para
descubrir la verdad, fundado en la observación empírica, el análisis de los
datos observados, la inferencia que resulta en una hipótesis, y la verificación
de la hipótesis mediante la observación y el experimento continuos".
La meta
era la "ciencia objetiva, desinteresada, desprejuiciada y
neutral". George Marsden dice que la filosofía del Sentido Común
Escocés brindó una base para la fe en este método científico. Con el fundamento
del sentido común podemos entender las leyes de la naturaleza mediante el
empleo del método baconiano de análisis de las evidencias y clasificación de
los hechos.
Los evangélicos
comenzaron a usar este método para interpretar la Biblia. La Biblia era vista
como una colección de hechos que podrían ser entendidos por cualquier persona
con una inteligencia razonable con solo saber lo que significaban las palabras.
En todas las denominaciones, nos dice Marsden, "prevalecía la fe en la
verdad inmutable vista claramente mediante el razonamiento científico inductivo
en la Biblia y la naturaleza por igual".
¿Qué importancia
tuvo todo esto para los evangélicos? En términos generales, los teólogos de
mediados del siglo XIX eran defensores del razonamiento científico y el
progreso científico", dice Marsden. "Tenían plena confianza en las
capacidades de método científico para descubrir la verdad exactamente y
objetivamente". Los cristianos conservadores tomaron los principios
científicos usados para estudiar la naturaleza y los aplicaron a la Biblia.
"Para los protestantes parecía evidente que el principio para conocer la
verdad en un área de la revelación de Dios debería corresponderse con los de
otra área". Esta amplia aceptación se encontró en todo el espectro de las
denominaciones, incluyendo los unitarios, los presbiterianos, los metodistas y
los bautistas, entre otros. Comprender la Biblia pasó a ser el estudio mediante
el sentido común de los hechos de las Escrituras. La pregunta importante era:
¿Qué significan las palabras? Una vez determinado esto, la Biblia podría ser
comprendida tan claramente como la naturaleza.
Sin embargo, acá
tenemos que detenernos y hacer una pregunta importante: ¿Cómo fue que
cristianos que tomaban en serio los efectos negativos del pecado en la mente,
que tendían a enfatizar las incapacidades humanas y la falta de confianza en la
razón humana, pudieran poner tanta confianza en una filosofía que dependía
tanto de la razón? La respuesta es que la sociedad estadounidense fuera de la
iglesia estaba repudiando la revelación, la tradición y la jerarquía social. El
sentido común baconiano ofrecía un medio de defender y promover valores
tradicionales sin apelar a dichas autoridades. El deseo de hacer que el
cristianismo pareciera creíble en este tipo de entorno hizo que fuera fácil
pasar por alto los efectos del pecado.
Los problemas
con el pensamiento del Sentido Común
Sin embargo,
había problemas con el pensamiento del Sentido Común. Primero, el Sentido Común
dependía de la creencia del aspecto común de nuestra humanidad que, por
supuesto, se extendía hacia los escritores bíblicos del pasado. Una vez
comprendido el sentido original del texto, la verdad quedaba establecida. Pero
esto creaba un dilema, porque esta comprensión de la verdad como algo que no
cambia chocaba con el nuevo espíritu de progreso y de cambio de mediados del
siglo XIX. ¿Acaso el progreso en el conocimiento no debería afectar también
nuestra interpretación de la Biblia?
Hoy se comprende
ampliamente que el método científico usado para estudiar tanto la naturaleza
como la Biblia no es neutral; su uso no lleva a todos a las mismas
conclusiones. ¿Por qué? Porque nosotros filtramos los datos a través de
creencias que ya tenemos. Con relación a la Biblia, tenemos que entender que no
es simplemente un libro de hechos. Es un cuerpo de literatura inspirada,
escrita en culturas muy distintas de las nuestras. ¿Qué querían que
entendiéramos los escritores? ¿Cómo deben ser interpretados correctamente cada
uno de los géneros de la Biblia? Como ya se sugirió, tenemos que considerar
también los preconceptos que traemos al texto, que influyen y son influidos por
nuestra lectura de él.
La adopción de
la filosofía del Sentido Común baconiano para la interpretación de la Biblia
comenzó a causar a los evangélicos problemas especiales, principalmente en el
área de la ciencia. La lectura "sencilla y literal" del texto de
Génesis 1 y 2 indicaba un universo creado en seis días de 24 horas. Era fácil
pensar, en un tiempo en que las creencias cristianas eran tan predominantes,
que una mirada franca a los datos científicos confirmaría este punto de vista.
Cuando los datos parecieron indicar otra cosa, sin embargo, los evangélicos se
encontraron con un problema. ¿Debían claudicar y decir que el Génesis era un
mito? ¿Debían aferrarse a su interpretación, independientemente de los
descubrimientos de los científicos? ¿Debían reconocer una interpretación
errónea del texto?
Anteriormente
hable del biblicismo, la idea de que solo podemos tener alguna
confianza en el conocimiento obtenido de la Biblia. Los evangélicos terminan
por aislarse de cualquier corrección que podría venir del denominado
"libro de la naturaleza". Se volvieron vulnerables al confiar en un
método que, aparentemente, les había fallado. Dice George Marsden:
"Los
apologistas cristianos . . . se estaban colocando en una posición altamente
vulnerable al respaldar el ideal baconiano de que las ciencias deberían ser
completamente neutrales y liberadas del análisis religioso como sus puntos de
partida . . . Casi sin advertencia previa, un muro del edificio de su
apologética fue quitado y, en una generación, el lugar de la autoridad bíblica
en la vida cristianan estaba completamente en ruinas".
Nosotros
sostenemos que la Biblia es verdadera en todo lo que afirma. Sin embargo,
tenemos que tener en mente que el principal propósito de la Biblia es hablar de
Dios, de sus caminos y su voluntad.
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