POÉTICA DEL TEXTO NARRATIVO
(Primera de dos partes)
La primera parte de este ensayo explora la
poética de la estructura narrativa en relatos antiguotestamentarios y en
Marcos. Esta se puede analizar a nivel verbal (repetición de palabras o
frases), en términos de variaciones en técnica narrativa y a la luz del mundo
narrativo (interacción de personajes, desarrollo de la trama). La exploración
de la estructura narrativa no solo revela los artificios artísticos del texto,
sino que también ilumina su mundo y mensaje.
INTRODUCCIÓN
Dentro de los círculos hermenéuticos
contemporáneos1 es ya aceptado que un acercamiento interpretativo al texto
bíblico narrativo ha de explorar la poética de este género literario;2 en otras
palabras, si quiere entender dicho género, este acercamiento ha de explorar las
estrategias artísticas del mismo, pues, se afirma, una atención cuidadosa del
“cómo” (poética) guía al “qué” (mundo y mensaje) del texto.3
El propósito primario de este ensayo es,
pues, explorar la poética del texto narrativo. Se espera que tal exploración
contribuya corolariamente, no solo a iluminar implícitamente el mundo y mensaje
de ese texto,4 sino también a describir explícitamente la metodología general
del acercamiento poético.
Nuestro ensayo tendrá dos partes esenciales
y una conclusión general. La primera parte procura explorar la poética de la
estructura narrativa;5 la segunda, la del discurso narrativo,6
centrándose específicamente en dos áreas de dicho discurso: personificación
y punto de vista. En ambas partes, la exploración se basa esencialmente en
narrativas antiguotestamentarias y en el evangelio de Marcos.7 La
conclusión general resume la exploración y la metodología poética.
El ensayo posee otras limitaciones. La
exploración general es principalmente en micronarrativas selectas, las mismas
que, por lo tanto, tendrían poca relación unas con otras; es decir, la
exploración no se confina totalmente a un único libro, o a una narrativa
unificada en particular.8 Ya que el esfuerzo exploratorio está lejos de hacer
una lectura poética de cada micronarrativa, no aplica, ni estricta ni
consecuentemente, los principios hermenéuticos propuestos en nuestro artículo
anterior.9 Además, por el mismo hecho, la exploración de la retórica del texto
es parcial, ya que, entre otras cosas, no se explica cómo este persuadiría
pastoralmente al lector y a su contexto social.10 En fin, este ensayo es un
esfuerzo limitado y de ningún modo definitivo.11
POÉTICA DE LA ESTRUCTURA NARRATIVA
Ya que la narrativa es el género
predominante y posee cualidades artísticas excepcionales,12 valdría la pena comenzar la
exploración viendo la manera cómo los autores/narradores bíblicos habrían
estructurado algunas de sus micronarrativas.13 S. Bar-Efrat propone que aun siendo
esta tarea compleja, es posible realizarla sobre la base de cuatro diferentes
niveles relacionados íntimamente: (1) el verbal, (2) el de técnica narrativa,
(3) el del mundo narrativo, y (4) el de contenido.14 Nuestra exploración se
basará únicamente en los tres primeros niveles.15
Nivel verbal
Según Bar-Efrat, en este nivel una
micronarrativa habría sido estructurada sobre la base de palabras o frases
repetitivas clave.16 La narrativa de la creación (Gn. 1) sería un
buen ejemplo. La estructura que la divide en siete secciones definidas, opina
Bar-Efrat, es fácil de apreciar, pues
está claramente señalada por la frase
repetitiva: “y fue la tarde y la mañana el día …”. Además, se puede apreciar la
repetición de frases tales como: “Y dijo Dios: sea …”, “y vio Dios que era
bueno”, las cuales contribuyen también a hacer evidente la estructura. Pero
ella lo es no solo por las frases repetitivas antes mencionadas, sino también
por las variaciones secuenciales: “Y fue … un día”, “Y fue … el día segundo”,
“Y fue … el día tercero”, etc.17
Bar-Efrat, sin embargo, no señala
claramente cómo tales repeticiones estructuran y dividen la narrativa. Una
mejor alternativa es la que ofrece Sidney Greidanus. Él observa que Génesis 1
contiene las siguientes expresiones repetitivas: “Dios”, 32 veces; “dijo Dios”
(con sus correspondientes actos creativos), 8 veces; “y vio Dios que era
bueno”, 7 veces; y “fue la tarde … y la mañana”, 6 veces.18 La importancia de tales
repeticiones es que revelan, en primera instancia, la siguiente estructura
paralela artística:19
6 días
|
8 actos creativos
|
7 veces “era bueno”
|
|
A
|
Día:
|
Luz
|
“era buena”
|
B
|
Día:
|
Firmamento
|
|
C
|
Día:
|
Tierra
Vegetación
|
“era bueno”
“era bueno”
|
A’
|
Día:
|
sol, luna, estrellas
|
“era bueno”
|
B’
|
Día:
|
peces, pájaros
|
“era bueno”
|
C’
|
Día:
|
Animales
seres humanos
|
“era bueno”
“era bueno en gran manera”
|
Tanto las repeticiones como la estructura
paralela subrayan un tema teológico fundamental en torno al cual giraría la
narrativa en general: Dios no solo creó las cosas, sino que también “ordenó
soberanamente su creación de tal manera que resultase en un universo
[artísticamente] estructurado, y que esta fuera buena en gran manera”.20
Nivel de técnica narrativa
Un episodio, opina Bar-Efrat, habría sido
estructurado también sobre la base de variaciones en método narrativo. Uno de
esos métodos, continúa él, es insertar el diálogo de los personajes entre los
informes directos del propio narrador.21
Un ejemplo sería la narrativa con relación
a David y Aquis en Afec (1 S. 29:1–11). El episodio inicia (vss. 1–2)
informando de la concentración de todas las fuerzas filisteas en Afec, no lejos
del campamento israelita en Jezreel, y también informando que David y sus
hombres iban en la retaguardia con Aquis, mientras los príncipes de los
filisteos pasaban revista a sus compañías. Seguidamente, a partir del v. 23, se
registran dos diálogos: el primero, entre los príncipes de los filisteos y
Aquis (vss. 3–5), y el segundo, entre Aquis y David (vss. 6–10). Ambos diálogos
giran en torno a la persona de David: su lealtad (o posible deslealtad) a las
fuerzas filisteas, y su presencia (o conveniente marcha de) entre ellos.22 El
episodio concluye con un segundo informe del narrador, esta vez en torno al
regreso de David a tierra filistea, y a la partida de los filisteos a Jezreel
(v. 11).23 De modo que la estructura poética del episodio es evidente:
Inclusión
|
Informe del narrador
|
1 (vv. 1–2)
|
|
Díálogo
|
1 (vv. 3–5)
|
||
Díálogo
|
2 (vv. 6–10)
|
||
informe del narrador
|
2 (v. 11)
|
Un segundo ejemplo sería la narrativa
tocante al nacimiento de Samuel (1 S. 1:1–2:11).24 Este episodio se compone, según
Bar-Efrat, de tres escenas principales. La primera, y la más extensa, toma
lugar en la casa de Dios en Silo, y muestra a Ana antes del nacimiento de su
hijo (1:4–18); la segunda toma lugar en la casa de Elcana en Ramá, y muestra a
Ana después del nacimiento de su hijo (1:21–23a); y la tercera escena toma
lugar de nuevo en la casa de Dios en Silo, y esta vez muestra a Ana presentando
a su hijo en el santuario (1:24–2:10). Ahora bien, continúa Bar-Efrat, cada
escena es precedida y seguida a la vez de un corto resumen. El primero, por vía
de introducción, informa tocante a los personajes que han de participar, y de
su costumbre de subir a Silo, a la casa de Dios, “para adorar y ofrecer
sacrificios a Jehová de los ejércitos” cada año (1:1–3); el segundo informa del
retorno de Elcana y su familia a su casa en Ramá, y de la concepción y
alumbramiento de Ana (1:19–20). El tercero informa que Ana “crió a su hijo
hasta que lo destetó” (1:23b), y el cuarto resumen informa del retorno de Elcana
a su casa en Ramá, y del ministerio de Samuel en Silo (2:11). De modo que el
episodio ha sido estructurado de la siguiente manera:25
Resumen 1
|
(1:1–3)
|
Escena
|
(1:4–18)
|
Resumen 2
|
(1:19–20)
|
Escena
|
(1:21–23a)
|
Resumen 3
|
(1:23b)
|
Escena
|
(1:24–2:10)
|
Resumen 4
|
(2:11)
|
Nivel del mundo narrativo
Bar-Efrat es de la opinión que en este
nivel una narrativa habría sido estructurada según su contenido, tal como este
habría sido creado por medio del lenguaje y de las técnicas literarias. Dos de
los componentes principales de este contenido son los personajes y los eventos.26
Los personajes. Los personajes, como se
sabe, son el alma de una narrativa, pues cumplen una función crucial dentro de
la misma.27 Bar-Efrat arguye que una de esas funciones es el diálogo entre
ellos, sobre la base del cual una narrativa podría haberse estructurado.28 Un
ejemplo al respecto sería, de nuevo, la narrativa tocante al nacimiento de
Samuel (1 S. 1:1–2:11). En la primera escena (1:4–18) Elcana interactúa con
Ana, su esposa amada, consolándola tanto de la amargura que le había provocado
su esterilidad como de la humillación por parte de Penina, su rival.
Posteriormente, en la misma primera escena, Elí, el sacerdote, interactúa con Ana,
después que ella hubo hecho su petición u orado. En la segunda escena
(1:21–23a), Ana, después del nacimiento de su hijo, y tomando la iniciativa,
interactúa con Elcana, expresándole el deseo de quedarse en casa hasta el
destete del niño. Finalmente, en la tercera escena (1:24–2:10), ella, tomando
también aquí la iniciativa, y antes de su alabanza, interactúa con Elí, a quien
el niño es presentado.29 Esta interacción da el siguiente esquema:30
Es aceptado que Marcos 2:1–3:6 constituye
el primer ciclo de conflictos entre Jesús de Nazaret y las autoridades
religiosas.31 Es un ciclo conformado por cinco episodios en Capernaum de Galilea,32 los
cuales, como se verá, ponen de manifiesto no solo el conflicto existente entre
Jesús y las autoridades, sino también la identidad, autoridad, enseñanza y
misión de Jesús. Ahora bien, Rhoads y Michie sugieren que estos cinco episodios
habrían sido estructurados quiásmicamente:33
Ya que un quiasmo concéntrico, como el de
arriba, es un arreglo artístico (y sofisticado, común en el mundo antiguo)
sobre la base de repeticiones alrededor, en el presente caso, de un episodio
central (C),35 bueno sería verlas ahora.36 El episodio A se relaciona con el
A’ porque se repiten, además del tema dominante (sanidad del cuerpo), entre
otras cosas, los personajes.37 De igual modo, el episodio B se relaciona con el
B’ porque se repiten, además del tema (violación de principios),38 entre
otras cosas, los personajes.39 Como se podría ver, estos cuatro episodios (A, B,
B’ y A’) forman dos patrones concéntricos alrededor del C, episodio central
y en el cual subyace el énfasis del quiasmo.40 En este episodio Jesús, en
respuesta a la objeción de sus oponentes acerca del por qué sus discípulos no
ayunan41 como lo hacen los de Juan y de los fariseos (v. 18),42
enseña tocante al ayuno adecuado, viéndose a sí mismo metafóricamente como el
esposo de una boda, y a sus discípulos como los invitados a la misma (v. 19).43 Su
argumento es, en suma, que el tiempo presente, el de su ministerio terrenal,44 es,
como el de una boda, de gozo y celebración, no de duelo o tristeza, porque Dios
está en el proceso de hacer o traer algo nuevo por medio de él: el reino de
Dios.45 Habrá, no obstante, un tiempo cuando sus discípulos, los invitados
a la boda, podrán ayunar, o hacer duelo. Este día será cuando él, el
esposo, les sea “quitado” (v. 20).46
De modo que, por medio de un uso magistral
de imágenes,47 Jesús afirma su mesiazgo48 y anuncia tanto la presencia
del nuevo orden de cosas o el reino de Dios en su primera etapa como su muerte
redentora. En otras palabras, anuncia metafóricamente un elemento clave de toda
su enseñanza en Marcos: Dios está en el proceso de hacer algo nuevo a través de
él. Por eso no es de extrañar que afirme tener autoridad tanto para perdonar
pecados (A) y comer con pecadores notorios (B) como sobre el sábado (B’, A’).49
Tampoco es de extrañar que las autoridades religiosas, quienes por implicación
tienen autoridad solo para acusar, fallen en su intención de usar los antiguos
moldes o principios de la Ley y de la tradición para juzgar lo nuevo, el
reino de salvación integral, que Jesús representa y a la vez trae.50 De
modo que la poética ha contribuido a una mejor comprensión del mundo y mensaje
del texto. Pero lo anterior no es todo. Rhoads y Michie observan que la
poética también crea un efecto dramático sobre el lector, ya que el primer
conflicto [A] es seguido por un segundo [B], y luego un tercero [C] que
clarifica los anteriores. Con esta clarificación, el lector seguidamente vive otro
conflicto [B’] que le recuerda el segundo [B]; posteriormente vive el último
[A’] que le recuerda el primero [A]. Los personajes, acciones y diálogos en
cada episodio iluminan a la vez los otros por comparación y asociación. A la
par de este patrón circular, subyace una progresión lineal. Del primer al
quinto episodio, la frustración de Jesús habría crecido … La oposición también
habría crecido e intensificado gradualmente. La combinación de esta progresión
con la circular anterior aumentaría, a los ojos del lector, la tensión, y
formaría un clímax en el episodio final donde el patrón lineal llega a su
término con los fariseos procurando matar a Jesús, y el patrón circular retorna
a la amenaza de muerte implícita en el primer episodio [A].51
Los eventos. Como ya se dijo, Bar-Efrat
arguye que una narrativa podría haber sido estructurada también sobre la base
de los eventos.52
Ahora bien, los eventos son organizados en
secuencia temporal con el fin de producir un efecto sobre el lector, llevar a
un clímax y desenlace y formar así la trama del episodio.53 Toda trama posee una
estructura compuesta de tres momentos esenciales: (1) inicio, (2) clímax y (3)
desenlace.54 Bar-Efrat es de la opinión que una gran mayoría de las narrativas
bíblicas poseen esta estructura. Tal es el caso de, por ejemplo, la del
sacrificio de Isaac (Gn. 22) y la de Ester.55
Un ejemplo novotestamentario sería el
evangelio de Marcos.56 Kingsbury propone que la trama de esta
macronarrativa habría sido estructurada sobre la base de los conflictos que
Jesús enfrentaría con la muchedumbre, sus discípulos y, sobre todo, los líderes
religiosos.57 Un estudio cuidadoso de los mismos revelaría que los líderes
religiosos se veían como aquellos a quienes Dios había designado para ser los
regidores y pastores de su pueblo Israel. Así, conscientes de ser los
verdaderos agentes de Dios, habrían de considerar sus enseñanzas de la Ley y de
las tradiciones como autoritativas, normativas y, consiguientemente, dignas de
ser obedecidas.58 No es de extrañar, por lo tanto, como se insinuó en el ejemplo
anterior, que hayan visto en Jesús y en su proclama de la aurora del reino una
mortal amenaza tanto para su pretendido papel como para el bien espiritual del
pueblo.59
De esa cuenta, el conflicto era de esperarse.60
El conflicto se inicia propiamente y a la
vez se intensifica en la segunda parte de la narrativa (1:14–8:26).61 Allí,
tres factores en particular contribuyen a tal intensificación y a la creación
de suspenso: (1) el comentario que, al final del primer ciclo de
controversia estudiado arriba (2:1–3:6), el narrador hiciera: “Y salidos los
fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él [Jesús] para destruirle”
(3:6),62
(2) el curso total del conflicto que pareciera ir de una confrontación
indirecta63 a una directa al desafiarse cara a cara a Jesús que pruebe el
respaldo divino de su autoridad pedagógica y “praxiológica” por medio de “una
señal del cielo” (8:11–13), y (3) el cambio notable en los temas que provocan
el conflicto. En primera instancia, este conflicto gira en torno al tema de
blasfemia (2:7); seguidamente, en torno al tema de violación de la tradición de
los ancianos (2:15, 18–20); posteriormente, en torno al tema de violación de la
Ley Mosaica (2:23–28; 3:1–5); y, finalmente, en torno al tema de autoridad en
sí (3:22–30; 7:1–13; 8:11–13).64
Ya para el final de la segunda parte de la
narrativa―arguye Kingsbury―“Marcos no deja duda en el lector acerca de la
naturaleza [agudamente confrontacional y mortal] del conflicto entre Jesús y
las autoridades religiosas, y del curso que este tomara”.65 El lector percibe “que un
conflicto de esta intensidad inevitablemente terminará en muerte”.66
En la tercera y última parte de la
narrativa (8:27–16:8)67 el conflicto anterior a la pasión se lleva a cabo
principalmente en el templo (11:27–12:34).68 Kingsbury arguye que, si en la
parte anterior de la narrativa el conflicto fue intenso, “en el templo lo será
aún más”.69 En efecto, para subrayar tal intensificación, Marcos hace uso de
varios artificios:
Por un lado, el contexto en sí incrementa
la intensidad del conflicto, pues el templo es tanto el lugar de la presencia
de Dios como el centro del poder religioso. Por otro lado, la atmósfera dentro
de la cual se llevan a cabo las controversias de Jesús en el templo es, con
excepción de aquella cuando dialoga con el “escriba amistoso” [12:28–34], de
hostilidad absoluta: constantemente las autoridades intentan prender y destruir
a Jesús (11:18; 12:12; [cp. 3:6]). De nuevo, estas controversias son agudamente
confrontacional: en cada caso, Jesús es desafiado en asuntos que tienen que ver
específicamente con él [su identidad, autoridad y misión]. Los asuntos en
disputa son todos decisivos en su naturaleza, pues tienen que ver, directa o
indirectamente, con el tema de autoridad: la autoridad de acuerdo con la cual
Jesús limpia el templo (11:15–18, 28), desarrolla su ministerio (11:27–33) o …
interpreta la Ley Mosaica (12:13–17, 18–34). Ininterrumpidamente, durante un
solo día, todos los grupos que conforman el frente unido se acercan a Jesús
para ganarle el debate [11:27–33; 12:13–27] … Por fin, incapaces de vencerlo, y
ya sin osar preguntarle (12:34c), las autoridades recurren a una opción que
creen les queda: ausentarse del templo y ver la manera cómo arrestarlo y matarlo
(14:1–2).70
Para lograr tal propósito, las autoridades
religiosas habrían de acudir primeramente al engaño. Ellos aceptan la propuesta
que les hiciera Judas, uno de los doce, que él se los entregaría, y le ofrecen
dinero en recompensa (14:10–11). En efecto, usando la estrategia de engaño y
traición de Judas, las autoridades arrestan a Jesús (14:43–50). Por lo tanto,
el clímax de la trama está a las puertas.
Posteriormente, después del arresto, las
autoridades religiosas habrían de acudir también a otras estrategias. Por
envidia (15:10) acuden a la falsa acusación (14:55–61; 15:1–5), y, finalmente,
a la manipulación de la muchedumbre para que esta pidiera la liberación de
Barrabás y, consecuentemente, la sentencia de Jesús (15:6–15). Acusado de
blasfemia por revelar explícitamente su identidad (14:63–64), Jesús, totalmente
abandonado, es, entonces, sentenciado a muerte,71 con lo cual el clímax de la trama
viene a su cumplimiento.72 Finalmente, él es crucificado, muerto y resucitado
(15:21–16:8), actos por medio de los cuales el conflicto o, más
propiamente, la trama de la narrativa viene a su desenlace fundamental.73 La
estructura de la trama quedaría gráficamente así:74
Conclusión
La estructura de un micro o macronarrativa
puede explorarse en tres niveles: (1) en el nivel verbal, (2) en el nivel de
técnica narrativa o de narración, y (3) en el nivel del mundo narrativo. En el
nivel verbal, la estructura de un episodio está basada en palabras o frases
repetitivas claves. En el nivel de técnica de narración, en variaciones en
método de narración; y en el nivel del mundo narrativo, en la interacción de
los personajes y en los eventos que conforman la trama. Tal exploración permite
ver la poética o artificios artísticos del texto y, corolariamente, de una u otra
manera,75
comprender mejor el mundo y mensaje del mismo.
1 Cp.
Steven D. Mathewson, “Guidelines for Understanding and Proclaiming Old
Testament Narratives”, Bibliotheca Sacra
154/616 (1997), págs. 410–35; George Reyes, “Esbozo histórico de los
acercamientos literarios al texto bíblico”, Kairós 24 (enero–junio
1999), págs. 39–59.
2 El cual, según
algunos autores, es el predominante de la Biblia; cp. S. Bar-Efrat, Narrative
Art in the Bible (Sheffield, Inglaterra: The Almond Press, 1989), pág. 9. Leland Ryken, por
su parte, en su artículo “ ‘And It Came to Pass’: The Bible as God’s
Storybook”, Bibliotheca Sacra 147/586 (1990), pág. 132, opina que el
más grande patrón en la Biblia es el narrativo; de esa cuenta, afirma Ryken, la
Biblia en general es un libro narrativo.
Ahora bien,
aunque el término “género” es usado actualmente en distintas maneras, y su
concepto es complejo y debatido (ya que, entre otras razones, la frontera entre
un género y otro es frecuentemente fluida y, por lo tanto, difícil de
determinar), siguiendo, entre otros, a David E. Aune, The New Testament in Its
Literary Environment (Filadelfia: The Westminster Press, 1987), pág. 13, en
este ensayo se lo usa en su acepción tradicional y general para significar un
grupo de textos marcados por peculiares y repetidas características que hacen
de ellos un reconocible y coherente tipo de escritos. Para una discusión amplia
tocante al concepto de género, consúltese Armando Levoratti, “Los géneros
literarios”, Traducción de la Biblia 7/1 (1997), págs. 3–21;
Ernst R. Wendland, “Text Analysis and the Genre of Jonah (Part 1)”, Journal
of the Evangelical Theological Society 39/2 (1996), págs. 192–99; Tremper
Longman, Literary Approaches to Biblical Interpretation (Foundations of
Contemporary Interpretation 3; Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1987),
págs. 76–83; Grant R. Osborne, “Genre Criticism—Sensus Literalis”, en Hermeneutics,
Inerrancy, and the Bible, ed. Earl D. Radmacher y Robert D. Preus (Grand
Rapids: Zondervan Publishing House, 1984), págs. 165–90. Para una discusión tocante
a los diferentes géneros en la Biblia, consúltese Craig A. Blaising y Darrell
L. Bock, Progressive
Dispensationalism (Wheaton: A BridgePoint Book, 1993), págs. 85–96;
Sidney Greidanus, The Modern Preacher and The Ancient Text: Interpreting and
Preaching Biblical Literature (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1988), págs. 20–23.
3 Cp.
Grant R. Osborne, The Hermeneutical Spiral: A Comprehensive Introduction to
Biblical Interpretation (Downers Grove, Illinois: Inter-Varsity Press,
1991), pág. 15. Valdría la pena recalcar, de paso, que tal propuesta se
justifica, ya que los escritores bíblicos reportan los eventos no como historiadores
puros o modernos, sino como narradores. Esto significa, entre otras cosas, que
no habría que ver sus obras totalmente como reportes históricos documentados,
sino también como verdaderas obras de arte literario. De esa cuenta los
escritos “históricos” vendrían a ser narrativas literarias en virtud de su
forma y cualidades artísticas, aunque estas cualidades variarían de una
narrativa a otra. Es por eso que para referirnos a ellos hemos optado por el
término literario “narrativas”, sin que tal opción implique negación alguna de
su historicidad; y es por eso también que, si se los quiere interpretar
competentemente, es necesario ser sensible a su peculiar naturaleza; cp.
Osborne, “Genre Criticism”, pág. 24.
4 Esta iluminación,
sin embargo, será implícita y limitada en los casos cuando ella fuere posible,
ya que no es nuestra intención hacer una lectura poética de cada narrativa. A
pesar de ello, es en este esfuerzo de iluminación donde, de una u otra manera,
aunque no se lo hiciere didáctica o explícitamente, se podría apreciar cómo la
poética ayuda a la interpretación, y cómo a la vez ambas se relacionan
simbiótica y complementariamente, o, más exactamente, cómo hace que el
intérprete se mueva de la poética a la interpretación.
5 Es decir, esta parte
procurará explorar también limitadamente la manera artística cómo los
autores/narradores habrían organizado algunas de sus micro (perícopas o
unidades narrativas) o macronarrativas (composiciones completas tales como el
libro de Marcos). Es necesario recordar que tal organización literaria, aspecto
indispensable de toda micro o macronarrativa, tendría un fin tanto comunicativo
y efectista como instructivo; de allí que su exploración no debe ser nunca un
fin en sí mismo; cp. Meir Sternberg, The Poetics of Biblical
Narrative: Ideological Literature and Drama of Reading (Bloomington:
Indiana University Press, 1985), pág. 1; George W. Knight, “The Scriptures Were
Written for Our Instruction”, Journal of the Evangelical Theological Society
39/1 (1996), págs. 3–13.
6 En los círculos
literarios bíblicos contemporáneos es aceptado que toda micro o macronarrativa
se compone de dos elementos esenciales: contenido (“story”) y discurso. El
contenido es aquello que el autor/narrador desea comunicar; el discurso, en cambio,
es la retórica o, mejor, el modo artístico cómo él comunica ese contenido;
véase Robert W. Funk, The Poetics of Biblical Narrative (California:
Polebridge, 1988), págs. 2–3; Mark Allan Powell, What Is
Narrative Criticism? (Minneapolis: Fortress Press, 1990), pág. 23; Jeffrey
T. Reed, “Discourse Analysis as New Testament Hermeneutic: A Retrospective and
Prospective Appraisal”, Journal of the Evangelical Theological Society
39/2 (1996), págs. 223–25. Así resulta más claro que lo que esta segunda
parte procura explorar es la poética del segundo elemento de toda micro o
macronarrativa a fin de apreciar, claro está, cómo es que el autor/narrador
bíblico comunica lo que quiere comunicar. Ahora bien, aunque ambos elementos
pueden distinguirse, están íntimamente relacionados y son, por el mismo hecho,
inseparables; aquí, sin embargo, por propósitos explorativos y descriptivos, se
los ha separado intencionalmente, pese a que ambos habrán de tener, de una u
otra manera, un papel preponderante en la exploración.
7 La razón es
porque en los últimos años se ha venido poniendo, contra toda oposición como se
subrayará más adelante, la atención en las cualidades artísticas de este
evangelio, considerado, según el consenso general hasta la fecha, el más
antiguo de los sinópticos, y, hasta unos cuantos años atrás, el registro
histórico cronológico de la vida de Jesús de Nazaret. De esa cuenta, el deseo
es también contribuir a la exploración de tales cualidades, aunque sea en una
mínima escala. Para una perspectiva tocante a su trasfondo histórico y social,
véase Richard L. Rohrbaugh, “The Social Location of the Marcan Audience”, Biblical
Theology Bulletin 23/3 (1993), págs. 114–27; John
R. Donahue, “Windows and Mirrors: The Setting of Mark’s Gospel”, Catholic
Biblical Quarterly 57/1 (1995), págs. 1–26. Y para una perspectiva tocante a
su exacto género literario, véase Robert Guelich, “The Gospel Genre”, en The Gospel and the Gospels, ed. Peter
Stuhlmacher (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1991), págs.
173–208.
Allí, Guelich propone, en suma, que el género literario de este evangelio y sus
propósitos (teológicos y éticos) son únicos, y no puede, por lo tanto, ser
identificado totalmente con las biografías o tragedias grecorromanas del primer
siglo, aunque refleja ciertas similitudes con las mismas; cp. David
E. Aune, “Greco-Roman Biography”, en Greco-Roman Literature and the New
Testament, ed. David E. Aune (Atlanta: Scholar Press, 1988), págs. 107–26;
Richard G. Walsh, “Tragic Dimensions in Mark”, Biblical Theology Bulletin
19/3 (1989), págs. 94–99; Stephen H. Smith, “A Divine Tragedy: Some
Observations on the Dramatic Structure of Mark’s Gospel”, Novum
Testamentum 37/3 (1995), págs. 209–31.
8 Con excepción,
por supuesto, de la realizada en dos ocasiones en la macronarrativa marcana.
Pero la exploración se basará mayormente en perícopas selectas, aun cuando se
corra el riesgo de, por ejemplo, ser parcial en la selección de las mismas (una
de las críticas esgrimidas contra nuestro acercamiento por más de un autor), y
violar sus propios contextos literarios y co-textos intralingüísticos. Para una
exploración consecuente sobre un libro específico como el de Rut o Marcos,
véase respectivamente Adele Berlin, Poetics and Interpretation of Biblical
Narrative (Sheffield, Inglaterra: The Almond Press, 1983), págs. 83–110;
y David Rhoads y Donald Michie, Mark as Story (Filadelfia: Fortress
Press, 1982).
9 George Reyes, “La
historicidad del texto y el papel del texto en la interpretación poética”, Kairós 29
(julio–diciembre 2001), págs. 41–75. La exploración tampoco aplica otras
herramientas exegéticas que contribuirían a iluminar no solo el texto en sí,
sino también lo que estaría “detrás” y “frente” a este. Basada generalmente en
algunos principios de la narratología contemporánea, se confinará mayormente a
asuntos netamente literarios y, en alguna medida, cuando fuere posible,
teológicos del texto. De cualquier modo, un acercamiento al texto como literatura
y Escritura, lo que aspira ser el nuestro en todo el ensayo, no necesariamente
ignora algunas formas semíticas de composición, ni el horizonte histórico tanto
del texto como del lector, o los aportes de otras ciencias. Es más, tampoco
procuraría, si no fuere ese su propósito, quedarse en un mero esteticismo, o,
lo que sería peor, manipular irresponsablemente el texto imponiéndole
categorías literarias o ideológicas extrañas y anacrónicas. “En nuestro
continente que pasa por tiempos tan difíciles”, nos ha recordado M. Daniel
Carroll R., “hay que tener cuidado de no manipular la tradición bíblica, sea
por el lado conservador o radical, para apoyar una postura ideológica”; “Del
Éxodo a la liberación actual: Apuntes metodológicos sobre Croatto”, Kairós 2 (enero–junio
1988), pág. 30.
10 Cp. la n. 9
anterior. Con todo, para ver el por qué y cómo es que el texto (con su
“retórica primaria”, es decir, su estilística) persuade y transforma al
intérprete, véase Anthony C. Thiselton, New Horizons in Hermeneutics (Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1992), págs. 31–35; y para una reflexión
pastoral-contextual sobre la base de una lectura poética del texto, véase Mark
Daniel Carroll R., Contexts for Amos: Prophetic Poetics in Latin American
Perpective (Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1992), págs. 140–49,
278–89; “The Prophetic Text and The Literature of Dissent in Latin America:
Amos, García Márquez, and Cabrera Infante Dismantle Militarism”, Biblical
Interpretation 4/1 (1996), págs. 76–100; George Reyes, “Lectura poética y
teológica de Amós 9:11–15: Restauración total”, Kairós 18 (enero–junio
1996), págs. 67–69, especialmente; véase mi artículo próximo a publicarse en Revista
bíblica: “Poética, mensaje y contexto: Una lectura literaria de Santiago 5:1–11”.
11 Es, por lo tanto,
en suma, apenas una muestra adicional de la poética bíblica, pues, habría que
recordar, la exploración de esta se halla todavía en su fase experimental.
12 Véase las notas 2
y 3 anteriores.
13 Recuérdese, sin
embargo, que la exploración se basará también en la macronarrativa marcana en
general.
14 S.
Bar-Efrat, “Some Observations on the Analysis of Structure in Biblical
Narrative”, Vetus Testamentum 30/2 (1980),
págs. 155–57. En esta primera parte del capítulo, se seguirá esencialmente este
artículo de Bar-Efrat.
15 El lector podría
consultar ibid., págs. 168–70, si deseara ver el último.
16 Ibid., pág. 157. En
este mismo nivel, sin embargo, una narrativa podría haber sido estructurada
también sobre la base de su estilística; véase Bar-Efrat, Narrative Art, págs. 197–237.
17
Ibid., pág. 157.
18 Greidanus,
The Modern Preacher, pág. 64.
19 Ibid.; cp. Leland
Ryken, Words
of Delight: A Literary Introduction to the Bible (Grand Rapids:
Baker Book House, 1987), pág. 94; aquí Ryken opina que la característica más
sobresaliente de esta estructura es tanto su paralelismo como su progresión
hacia un clímax (la creación del hombre). Nótese también las correspondencias
entre A con A’ (ambos días, 1 y 4, tienen que ver con la creación de luz), B
con B’ (el día tiene que ver con el espacio, y el 4 con seres, como los
pájaros, que hacen uso del mismo), y C con C’ (el día tiene que ver con la
creación y equipación—poner vegetación—del escenario habitacional, y el 6 con
seres que hacen uso de tal escenario y equipación). Así, lo que se percibe,
aunque no perfectamente, es una estructura quiásmica, mucho más si se apreciara
su posible énfasis central situado en C y C’; véase más adelante un análisis
más claro y detallado de esta clase de estructura.
20 Greidanus,
The Modern Preacher, pág. 64. En esta misma página, Greidanus observa
que esta estructura explicaría también “la discrepancia frecuentemente señalada
entre la creación de la luz (día ) y la del sol, luna y estrellas (día ) … y
permitiría apreciar la polémica lanzada contra la adoración del sol y la luna
(dioses paganos), al colocar la creación de estos astros entre la de la
vegetación y la de los peces y pájaros”. Greidanus, sin embargo, no explica
clara y detalladamente cómo la estructura bajo estudio alude a tal
discrepancia, y cómo lanza tal polémica. Una explicación más satisfactoria al
respecto sería la de Gilberto Gorgulho en “La Historia Primitiva: Génesis
1–11”, RIBLA 23 (1996), págs. 35–36. Para una defensa breve y sólida de
la unidad e historicidad de esta narrativa, consúltese Miguel Gutiérrez, “En
busca de un título para Génesis 1–11”, Theologika 11/1 (1996),
págs. 87–101.
21 Bar-Efrat,
“Some Observations”, pág. 158. El resultado de esta técnica sería la formación de
una “inclusión” (inclusio), tal como se verá en el ejemplo
inmediato. Véase otras ilustraciones de la técnica bajo discusión en la misma
página del artículo de Bar-Efrat antes mencionado.
22 Los diálogos son
en última instancia reportes del mismo narrador/autor, pero en versión escénica
y usando discurso directo.
23 Estos dos
informes del narrador/autor no solo ilustrarían cómo él se sale del mundo
narrativo para expresar su punto de vista, sino que también manifiestan un
narrador omnipresente informando asuntos fuera de su alcance. Sin embargo, un
narrador/autor podría hacer tal cosa dependiendo también de tradiciones basadas
en testimonios de quienes presenciaron los eventos, y no porque sea
necesariamente omnipresente u omnisciente.
24 Esta narrativa es
denominada por algunos autores como narrativa de anunciación; cp. Pamela
La Brache, “Structure and Characterization in 1 Samuel 1–4”, Exegesis and
Exposition 5 (1992), pág. 5.
Bar-Efrat,
“Some Observations”, pág. 159. Esta narrativa también podría haber sido
estructurada sobre la base de los cambios geográficos que se pueden ver en cada
escena: la primera sucede en Silo, la segunda en Ramá, y la tercera de nuevo en
Silo (Silo-Ramá-Silo); así resulta la siguiente estructuración:
Resumen (1:1–3)
Silo (1:4–18)
Resumen (1:19–20)
Ramá (1:21–23a)
Resumen (1:23b)
Silo (1:24–2:10)
Resumen (2:11)
26 Ibid.; pág. 161. Si
se entiende correctamente a Bar-Efrat, el mundo de un episodio lo conforman
tanto el elemento conceptual (teología, por ejemplo) como los personajes y los
eventos.
27 Más adelante en
nuestro ensayo se discutirá más detalladamente este asunto.
28 Bar-Efrat,
“Some Observations”, pág. 161.
29 Pero obsérvese
que, en la mayor parte de esta escena, su interacción es con Yahvé, a quien
dirige un cántico de alabanza por reversarle su esterilidad. John
Martin, en “The Literary Quality of 1 and 2 Samuel”, Bibliotheca Sacra
141/562 (1984), págs. 135–36, es de la opinión y demuestra (en todo su
artículo) que este cántico es de importancia capital para la comprensión del
libro total.
30 Véase
Bar-Efrat, “Some Observations”, pág. 162. Según este mismo autor, la iniciativa de
Ana, en la segunda y tercera escena, es un reflejo del reverso de su situación;
para más detalles al respecto, consúltese su obra Narrative Art, pág. 101.
31 Este primer ciclo
es registrado por Marcos en la segunda parte de su obra (1:14–8:26), y al
inicio del ministerio público de Jesús en Galilea; cp. Jack Dean
Kingsbury, Conflict in Mark: Jesus, Authorities, Disciples (Minneapolis:
Fortress Press, 1989), págs. 63–75; contra Alvin Thompson, “Literary Patterns
and Theological Themes in the Gospel of Mark”, (tesis doctoral, Dallas
Theological Seminary, Dallas, 1992), págs. 78–92. Thompson opina que este ciclo
estaría registrado más bien en lo que él denomina erróneamente la primera parte
del evangelio: 1:14–3:12.
32 Cp. Mr. 2:1; sin
embargo, Capernaum pareciera ser el contexto espacial únicamente del primer
(2:1–12) y quinto (3:1–6) episodio. De cualquier modo, Marcos pareciera situar
tanto el segundo (2:13–17) como el tercero (2:18–22) y cuarto (2:23–28)
episodio, si no en la propia Capernaum, en sus alrededores. Lo importante,
después de todo, es que Galilea es el contexto espacial general; véase la
importancia de este contexto en esta narrativa en Kingsbury, Conflict in Mark, pág. 4.
33 Véase
su obra Mark as Story, pág. 52; cp. Agustine Stock, “Chiastic Awareness
and Education in Antiquity”, Biblical Theology Bulletin 14/1 (1984),
pag. 23; Thompson, “Literary Patterns”, págs. 82–92. M. Philip Scott, por su
parte, sostiene que el evangelio de Marcos posee, en su macro nivel, una
estructura quiásmica clave para su comprensión, en “Chiastic Structure: A Key
to the Interpretation of Mark’s Gospel”, Biblical Theology Bulletin 15/1 (1985),
págs. 17–26; contra Robert M. Fowler, Let the Reader
Understand: Reader Response Criticism and the Gospel of Mark (Minneapolis:
Fortress Press, 1991), págs. 151–54. Tengan o no razón estos autores, lo cierto
es que Marcos fue (y es) un narrador y teólogo de considerable habilidad
literaria artística, cuya poética habría sido familiar a su audiencia original;
cp. Mary Ann Beavis, “The Trial before the Sanhedrin (Mark 14:53–65): Reader
Response and Greco-roman Readers”, Catholic Biblical Quarterly 49/4
(1987), pág. 596; Smith, “A Divine Tragedy”, págs. 229–31.
34 Nótese, en la
primera (A) y última (A’) cola, la repetición del término “corazón” y, aunque
no señalado explícitamente, el verbo “entró” (2:1, 3:1), formándose así una
inclusión que demarca los límites de esta unidad narrativa, sin que tal cosa
implique fragmentación alguna del evangelio; cp. Fowler, Let the Reader Understand,
pág. 150. Véase otros propósitos de este y otros artificios estructurales en J.
Muilenburg, “Form Criticism and Beyond”, Journal of Biblical Literature
88 (1969), págs. 8–10.
35 En el cual, como
se verá luego, subyace el énfasis del quiasmo. Pero es claro que las
repeticiones no siempre podrían ser, como en nuestro ejemplo, de temas y
personajes; véase la n. 37 más adelante. Para un estudio detallado de quiasmo y
su uso en el mundo antiguo, consúltese John Breck, “Biblical Chiasmus:
Exploring Structure for Meaning”, Biblical Theology Bulletin 17/2 (1987),
págs. 70–74; Thompson, “Literary Patterns”, págs. 59–61.
36 Con la Biblia a
mano, a fin de apreciar no solo el cuidado que el autor/narrador habría tenido
de comunicar estéticamente su mensaje, sino también la relación de un episodio
con otro, y la de estos con el central. No habría que olvidar que la
comparación entre los episodios (o colas o cláusulas) semejantes contribuye a
enriquecer muchos aspectos de ellos, y, por lo tanto, a comprenderlos.
37 Estos son Jesús,
líderes religiosos (aunque en A son escribas—v. 6—y en A’ fariseos—v. 6), y una
persona sanada (aunque en A es un paralítico, y en A’ alguien con una mano
seca). Sin embargo, nótese otras repeticiones: en ambos episodios Jesús
responde a las acusaciones (no articuladas) con preguntas retóricas (2:9; 3:4),
y ambos ocurren en el interior (aunque en A de una casa, y en A’ de una
sinagoga); además, en ambos hay envueltas implicaciones legales serias, ambos
relatan milagros que implican restauración, y en ambos se interroga tocante a
la identidad y autoridad de Jesús. Nótese, finalmente, que A se relaciona con B
porque ambos tienen que ver con pecado; y A’ con B’ porque ambos tienen que ver
con el sábado.
38 Ambos episodios
tienen que ver realmente con violación de los principios de la tradición o Halaka rabínica; en B
se alude al de la pureza (no comer con publicanos y pecadores inmundos, sino en
un estado de pureza ritual), y en B’ al del sábado (no trabajar en ese día). De
esa cuenta, resulta claro que, en ambos episodios, Jesús no viola la ley, sino
la interpretación tradicional y opresora de la misma. El asunto en disputa en
B’ es si arrancar y refregar las espigas constituye en realidad una violación
de la ley que prohibía trabajar en sábado. Por su parte, Rhoads y Michie, en Mark as Story, pág. 52, opinan
que el tema dominante en ambos episodios es comida. De cualquier modo, una
violación de los principios de la tradición es evidente en los dos.
39 Estos son Jesús,
discípulos y líderes religiosos, sobre todo, fariseos. Otras repeticiones
importantes serían que en ambos episodios la oposición de los líderes es
explícita (cp. 2:16, 24), Jesús responde o justifica su desafío a la Halaka rabínica con un
proverbio y una declaración de su propósito y autoridad (cp. 2:17, 27–28;
nótese en el v. 27 el paralelismo antitético construido quiásmicamente: “El día
de reposo fue hecho por causa del hombre, y no el hombre por causa del día de
reposo”), y los discípulos juegan un papel relevante, aunque esto último
también sucede en C. De modo que se podría decir que los episodios A, A’, B y
B’ se reflejan y relacionan mutuamente. Es necesario reconocer, sin embargo,
que no siempre es posible encontrar en el texto antiguo y novotestamentario
quiasmos perfectos o de fácil estudio, como nos lo ha recordado John Emerton, “An
Examination of Some Attempts to Defend the Unity of the Flood Narrative in
Genesis”, Vetus Testamentum 38/1 (1988), págs. 20–21. Esto es
verdad sobre todo en relación con libros, como el de Marcos, que, según se
sostiene, habrían sido escritos no tanto para ser leídos, sino oídos; de ahí la
crítica severa (aunque no totalmente justificada) al estudio literario de
Marcos por parte de Ernest Best, en Mark: The Gospel as Story (Edimburgo: T
& T Clark, 1983), págs. 105–08, especialmente. De ahí también la necesidad
de estar consciente de los riesgos que entraña el estudio de quiasmo en el
texto bíblico; véase estos riesgos en M. J. Boda, “Chiasmus in Ubiquity:
Symmetrical Mirages in Nehemiah 9”, Journal for the Study of the Old
Testament 71 (1996), págs. 56–58. Véase también unas sugerencias para su exploración
en Craig H. Blomberg, “The Structure of 2 Corinthians 1–7”, Criswell
Theological Review 4 (1989), págs. 3–27, y la importancia de su exploración
en R. E. Man, “The Value of Chiasmus for New Testament Interpretation”, Bibliotheca
Sacra 141 (1984), págs. 146–57.
40 Y, por supuesto,
la enseñanza de Jesús; este énfasis, como luego se verá, ha de iluminar no solo
los cuatro episodios que lo rodean, sino también, por lo mismo, como ya se
dijo, la identidad, autoridad, enseñanza y misión de Jesús de Nazaret, algo que
también los lectores modernos debiéramos saber. Para un estudio más detallado
de este y los restantes episodios, consúltese Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 70–72;
James R. Edwards, “The Authority of Jesus in the Gospel of Mark”, Journal of
the Evangelical Theological Society 37/2 (1994), págs. 217–33.
41 Voluntariamente,
quizás. Habría que recordar que en los tiempos bíblicos era una obligación de
todos ayunar solamente en el día de expiación; cp. J. Jeremias, Teología
del Nuevo Testamento, vol. I (Salamanca: Sígueme, 1973), pág. 129, n. 33. De
cualquier modo, para los fariseos del primer siglo no ayunar constituía una
violación de la tradición, y una evidencia, por lo tanto, de una vida poco piadosa,
ya que el ayuno simbolizaba contrición, duelo o tristeza por el pecado; por eso
ayunaban frecuentemente; véase J. Behm, “Nêstis”, Theological Dictionary of
the New Testament, vol. I, ed. Gerhard Kittel y Gerhard
Friedrich (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1985), págs. 632–33.
42 Para una
discusión tocante a quiénes serían estos discípulos de los fariseos, consúltese
Guillermo Hendricksen, El Evangelio según San Marcos (Grand Rapids:
Subcomisión de Literatura Cristiana, 1987), pág. 110.
43 Cp.
Kingsbury, Conflict in Mark, pág. 71. Véase la metáfora de Jesús como el
esposo usada también en Jn. 3:29; 2 Co. 11:2.
44 Cuando él, el
esposo, está todavía presente anunciando la venida del reino y, por lo tanto,
salvando integralmente; cp. la n. 49 más adelante.
45 Sería absurdo,
entonces, que sus discípulos ayunasen mientras transcurre la fiesta de
liberación integral, o cuando la boda ha comenzado y él ha salido a invitar y
recibir, y los huéspedes (en el presente caso, por ejemplo, los discípulos,
enfermos, publicanos y pecadores notorios) se reclinan a la mesa del banquete
nupcial. De modo que la boda viene a ser claramente un símbolo del tiempo nuevo
de salvación inaugurado por Jesús de Nazaret; cp. Jeremias, Teología,
págs. 29–30.
46 Así, pues, Jesús
estaría no solo diciendo que es en tales circunstancias cuando el ayuno, como
un símbolo de duelo o tristeza, sería apropiado, sino también haciendo alusión
a su muerte inminente, ya sea, según los líderes religiosos, por blasfemia (A)
o por violar el sábado (B’, A’); cp. Kingsbury, Conflict in Mark, pág. 71.
47 Imágenes
entendidas únicamente por el lector, pero no por los personajes del mundo del
texto.
48 Mesiazgo que
habrá de mantenerse en secreto, ser mal comprendido por sus discípulos y
rechazado por el pueblo, pero reconocido por los demonios. De cualquier modo,
es evidente el propósito también teológico de Marcos: demostrar a su audiencia
o lectores contemporáneos y modernos quién es Jesús, y, como se subrayará
inmediatamente, cuál su autoridad. Razón tienen algunos autores al afirmar que
la característica esencial y distintiva de Jesús en Marcos es que él tiene
autoridad a la vez que demuestra paradójicamente una actitud de siervo; cp. Edwards,
“The Authority of Jesus”, págs. 217–33; Narry F. Santos, “The Paradox of
Authority and Servanthood in the Gospel of Mark”, Bibliotheca Sacra
154 (1997), págs. 452–60.
49 Así, entonces,
demuestra no solo que él es el Señor, quien verdaderamente ministra con la
autoridad que le viene de Dios, sino también que su mensaje es integral y su
“praxis” solidaria y liberadora. De esa cuenta, los líderes religiosos son
desafiados a aceptar ese señorío y el nuevo programa de Dios, y a ver que sus
rigurosas tradiciones están en contra de la voluntad divina, pues, entre otras
razones, impiden el cumplimiento del precepto del amor. No es de extrañar, por
lo tanto, que ellos se indignaran contra Jesús, como se verá más adelante. Note
el lector la personificación negativa resultante de los líderes religiosos y la
paradoja autoridad/siervo en relación a Jesús en todo el ciclo. Véase un
estudio de la paradoja como técnica retórica en todo el evangelio en Fowler, Let the Reader Understand, págs. 184–220.
50 Rhoads
y Michie, Mark as Story, pág. 53; cp. Robert A. Guelich, Mark
1:1–8:26 (Word Biblical Commentary 34A; Dallas: Word Books, 1989), págs. 110–15. Según
nuestra opinión, los principios del antiguo orden, abolidos por el poder del
reino, estarían simbolizados en las frases “vestido viejo” (2:21) y “odres
viejos” (2:22). Lo nuevo, el reino, lo estaría, en cambio, en las frases
“remiendo de paño nuevo” (2:21a) y “vino nuevo” (2:22a); cp. Jeremias, Teología,
130. Así, pues, es nuestra opinión que el mundo que el pasaje despliega es
tanto de conflicto y oposición como también de esperanza.
51
Rhoads y Michie, Mark as Story, pág. 53. Así, Marcos 3:6
vendría a ser no solo el momento culminante tanto del ciclo total como del
episodio en particular (3:1–6), sino también una pista que sugeriría al lector
que el conflicto ha de continuar (a lo largo de la narrativa en general), que
el mismo es para muerte y que en esta podría tener su desenlace. Más adelante
en nuestro ensayo se verá más detalladamente este asunto.
52 Es decir, sobre
la base de los acontecimientos (por ejemplo, el nacimiento o muerte de Jesús)
que acaecen en el mundo narrativo; para más detalles al respecto, consúltese
Frank J. Matera, “The Plot of Matthew’s Gospel”, Catholic Biblical Quarterly 49/2 (1987),
págs. 236–39.
53 Es de recordar
que es por medio de la trama que la narrativa total, tanto de Marcos como de
cualquier otra obra, es presentada como una obra literaria coherente, y su
mundo y mensaje es comunicado y hecho a la vez más evidente.
54 Esta estructura
clásica y simple crearía suspenso e interés en el lector de seguir paso a paso
la trama hasta su clímax (momento cumbre o culminante) y desenlace (solución),
ya que tendría como elemento esencial conflicto, causalidad y secuencia
temporal literaria, no cronológica. Para más detalles en relación a la trama
bíblica y sus componentes esenciales, véase, Matera, “The Plot”, págs. 233–40;
Bar-Efrat, Narrative Art, págs. 93–140.
55 Bar-Efrat,
“Some Observations”, pág. 165.
56 La estructura de
este evangelio es compleja y debatida, pese al intenso trabajo literario y
redaccional que se ha venido haciendo sobre el mismo. Según se mencionó (n.
33), se ha sugerido una estructura quiásmica del evangelio. Sin embargo,
opinamos que es posible también una causal y con secuencia temporal literaria,
aunque esta no sea perfecta (y no cuente con el consenso general; véase la
n.72), porque Marcos, al igual que los otros evangelios, pareciera reflejar
mayormente una trama episódica como opina Matera en “The Plot”, pág. 240.
Todavía así, el narrador usa cada episodio diestramente con el propósito de
interrelacionarlos y enriquecer la lectura del texto. Véase una propuesta
semejante a la nuestra en Smith, “A Divine Tragedy”; contra Joanna Dewey,
quien, en “Mark as Interwoven Tapestry: Forecasts and Echoes for a Listening
Audience”, Catholic
Biblical Quarterly 53/2 (1991), pág. 224, sostiene que “la metáfora de una
alfombra oriental con patrones entrelazados es el mejor modelo para comprender
la estructura” de este evangelio. Sin embargo, Dewey no expone con claridad
cuál sería esa estructura, y su propuesta tiende más bien a fragmentar la
narrativa.
57 Kingsbury,
Conflict in Mark, págs. 27–29; cp. Rhoads y Michie, Mark as Story,
79–100. Robert A. Guelich, en “Mark, Gospel of”, Dictionary of Jesús and The
Gospels, ed. Joel Green y Scot McKnight (Downers Grove, Illinois:
Inter-Varsity Press, 1992), págs. 515, agrega un conflicto también con el
demonio y las autoridades romanas. Por otro lado, aunque entre los líderes
había no solo fariseos, todos forman, en el mundo narrativo, un frente unido
contra Jesús de Nazaret. Por eso es legítimo referirnos a ellos como si fuesen
un solo personaje; cp. la página 65 de la obra de Kingsbury antes mencionada;
Elizabeth Struthers Malbon, “The Jewish Leaders in the Gospel of Mark: A
Literary Study of Marcan Characterization”, Journal of Biblical Literature 108/2 (1989),
págs. 259–81; contra Richard J. Dillon, quien, en “ ‘As
One Having Authority’ (Mark 1:22): The Controversial Distinction of Jesus’
Teaching”, Catholic Biblical Quarterly 57/1 (1995), págs. 102–12, sostiene
que tal opinión ignoraría la oposición distintiva importante de cada grupo.
58 Desde su
perspectiva, desobedecerlas equivalía, por lo tanto, a desobedecer y a la vez
oponerse al mismo Dios; Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 14–21, 63–88.
59 Ibid., pág. 14.
60 Así resulta que
el conflicto entre Jesús y los líderes religiosos viene a ser la estrategia
narrativa usada por Marcos para dar curso a su narración de la historia de
Jesús; cp. Guelich, “Mark, Gospel of”, pág. 515; Fowler, Let
the Reader Understand, págs. 137–39; Edwards, “The Authority”, págs.
217–33; Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 67, 75, 86–87.
61 Donde Marcos
revela al lector la identidad y autoridad de Jesús y le narra el ministerio
público de este en Galilea; cp. Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 27–29,
65–67. Aunque es un asunto debatido, y la función de 1:14–15 es compleja,
consideramos que la extensión de la primera parte (o prólogo) de esta narrativa
concluye no en 1:15, sino en el 1:13, pues ya en 1:14–15 se narra las acciones
del protagonista principal, Jesús de Nazaret. Nótese, además, la posible
“inclusión” entre 1:1 y 1:15 en los cuales se repite el término “evangelio”.
62 Nótese, una vez
más, cómo el narrador bíblico suele estar implícitamente en cada escena, presto
a narrar al lector no solo la acción, sino también las intenciones de los
personajes; cp. la n. 23, y véase otras características del narrador marcano en
Rhoads y Michie, Mark as Story, pág. 23.
63 Esta clase de
confrontación es notoria en el primer ciclo de conflicto estudiado anteriormente.
64 Así, opina
Kingsbury, el curso del conflicto va desde asuntos que implícitamente tienen
que ver con el tema de “autoridad” a otros que explícitamente tienen que ver
con el mismo. De esa cuenta, ese tema viene a ser el eje central alrededor del
cual gira el conflicto general; véase su obra Conflict in Mark, págs. 67, 75,
86–87. Como ya se dijo (n. 38), en realidad 2:23–28 vendría a ser también una
violación de la tradición o, más específicamente, de la interpretación
tradicional de la Ley.
65 Kingsbury,
Conflict in Mark, pág. 75.
Ibid. Es claro que la muerte a la cual
se refiere Kingsbury es la de Jesús de Nazaret. Así, resulta que esta muerte
viene a ser un corolario, pero a la vez un evento opcional (él opta libremente
por ella) y llevado a cabo por designio divino, como es evidente en el mundo
total del texto. Estos dos últimos aspectos son, por supuesto, ignorados por
los personajes. No obstante, la ironía es evidente: estos contribuyen a que se
lleve a cabo el designio divino.
Ahora bien, según
algunos autores, el género literario de los evangelios es único, aunque en
algún momento estos podrían reflejar más de alguna semejanza con las biografías
o tragedias grecorromanas del primer siglo; véase la n. 7. De esa cuenta, el
héroe marcano, Jesús de Nazaret, no triunfa en el clímax de la trama al modo
del héroe de estas biografías o tragedias antes mencionadas. Sin embargo, él
triunfa finalmente (16:1–8), como se verá más adelante, pues, contrariamente a
estos géneros, el héroe bíblico no está atado a un destino fatalista, sino
dependiente del plan de Dios; véase la bibliografía sugerida en la n. 7.
67 Donde Marcos
relata el arribo de Jesús a Jerusalén, y su posterior pasión, muerte y
resurrección. Por otro lado, como se habrá notado, aunque es difícil decidir
sobre la base de la crítica textual si la conclusión corta (16:1–8) es la
original, aquí, siguiendo el consenso general, sugerimos que sí lo es; contra
George E. Ladd, Crítica del Nuevo Testamento: Una Perspectiva Evangélica
(El Paso, Texas: Editorial Mundo Hispano, 1990), pág. 59. Los críticos
narrativos, por su parte, defienden esta conclusión porque, según ellos, es un
ejemplo clásico de “conflicto no resuelto en literatura”; cp. Norman
R. Petersen, “When Is the End Not the End?”, Interpretation 34 (1980),
págs. 151–66. Para una discusión amplia tocante a la conclusión de Marcos, véase
L. W. Hurtado, “The Gospel of Mark in Recent Study”, Themelíos 14/2 (1989),
págs. 47–52; Mark A. Powell, “Toward a Narrative-Critical
Understanding of Mark”, Interpretation 47/4 (1993), págs. 341–46.
68 Kingsbury,
Conflict in Mark, págs. 75–83.
69 Ibid., pág. 77; cp. la
n. 87 de esta misma obra de Kingsbury.
70 Ibid., págs. 76–77.
Así, pues, Marcos ha guiado al lector tanto al fin del conflicto frontal
(aunque este, de una u otra manera, continuará hasta el desenlace de la trama)
como al umbral del clímax y desenlace de su narrativa ya anticipados
precisamente en 14:1–2. Para un estudio detallado tocante al conflicto en el
templo, consúltese las págs. 77–83 de la obra de Kingsbury antes señalada.
71 El tema de
“autoridad” sigue evidente también en esta sentencia, pues al momento de
afirmar Jesús su identidad o mesiazgo (con lo cual el secreto mesiánico es
revelado por el mismo Jesús) las autoridades religiosas parecen ver en ello un
craso arrogamiento no solo de la autoridad, sino también de la majestad de
Dios; cp. Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 84–85. Pero al lector no le ha
quedado duda que Jesús es realmente lo que él ha dicho ser: el Cristo y el Hijo
Bendito de Dios.
72 Cp. Rhoads y
Michie, Mark
as Story, pág. 87; contra Kingsbury, quien, en Conflict in Mark, pág. 82, parece
sostener que el clímax viene en el momento del arresto. Thompson, en cambio, a
lo largo de “Literary Patterns”, pareciera sugerir que el clímax del mismo
estaría específicamente en la aparente confesión del centurión romano (15:39).
Sin negar necesariamente que la trama del evangelio tiene que ver con la
historia de salvación, opinamos que Thompson, al igual que otros autores, pasa
por alto que también la escena de la crucifixión (15:21–47) despliega, entre
otras técnicas retóricas, ironía y ambigüedad. Fowler, en Let the Reader Understand, págs. 155–63,
195–209, ha demostrado la existencia de tal retórica en dicha escena. De esa
cuenta, él concluye (págs. 206–07) que, aunque ciertos intérpretes han
considerado esa confesión como, si no el desenlace, el clímax de la narrativa
marcana (ya que un oponente a Jesús, aliado de Roma, confiesa la verdad del
evangelio que Marcos procura comunicar en toda su obra, cp. 1:11) y la
declaración del centurión es verdad, si nos atenemos al punto de vista del
narrador, “debemos admitir que la expresión del centurión no es clara. No se
sabe con certeza lo que él, a nivel de contenido, estaría diciendo. Además,
¿podría uno estar seguro que … él realmente cree lo que dice? ¿Se puede creer
que él está hablando sinceramente? Yo dudo de su sinceridad. Después de todo,
¿qué razón se tiene para confiar en él? Pues, por un lado, como he demostrado,
virtualmente cada comentario lanzado por cada personaje … es comentario
indirecto, ya sea irónico, metafórico, paradójico, ambiguo o una combinación de
ellos … A la luz de toda la burla contra Jesús en su crucifixión, ¿no sería más
consecuente pensar que 15:39 podría ser una burla cruel más? Ciertamente el
narrador no etiqueta como tal esa confesión, pero él usualmente no es explícito
en señalar el matiz irónico subyacente en las palabras de los personajes … La
insinceridad va implícita en afirmaciones que parecen confiables, como sucede
con los fariseos y herodianos, quienes procuran esconder su motivo ulterior en
Mr. 12:14 (“Maestro, sabemos que eres verdad …”)”. Por su parte,
Jack Dean Kingsbury, en “The Gospel in Four Editions”, Interpretation
33/4 (1979), págs. 363–75, es de la opinión que la “confesión cristiana” del
centurión es una técnica más, pero no la central o culminante, usada por el
narrador para subrayar en su narrativa “kerigmática” lo que a él le interesa:
la cruz. No se podría, entonces, afirmar tan fácilmente que la declaración del
centurión es el clímax de la narrativa; véase las págs. 208–09 de la obra de
Fowler arriba citada.
73 Kingsbury propone
que mientras este desenlace fundamental ocurre con la crucifixión, muerte y
resurrección de Jesús, el final no ocurrirá sino hasta su retorno como Señor y
Juez. Es en este tiempo, agrega Kingsbury, cuando las autoridades religiosas
(y, se podría agregar, otras personas antiguas y contemporáneas fuera del mundo
del texto) verán con sus propios ojos y creerán lo que en otrora habían
rehusado. La ironía, entonces, sería evidente y ella subrayaría a la vez un
mensaje fundamental: es inútil oponerse al plan salvífico de Dios; Kingsbury, Conflict in Mark, págs. 85–88;
cp. Rhoads y Michie, Mark as Story, págs. 88–89.
74 El modelo en sí
es una adaptación con ligeras modificaciones del propuesto, aunque no para la
misma trama, por Longman en su obra Literary Approaches, pág. 92.
75 Véase la n. 4
anterior; y recuérdese, además, que este ensayo no procura una lectura poética
de cada micro o macronarrativa. De cualquier modo, aunque en algunos casos con
mayor precisión y claridad que en otros, se habrá podido ver cómo la poética contribuye
a la comprensión del texto. Queda claro, entonces, que también la estructura
tiene un propósito.
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