POÉTICA DEL TEXTO NARRATIVO (SEGUNDA DE DOS
PARTES)
Esta segunda parte del ensayo explora la
poética del discurso narrativo en relatos antiguotestamentarios, centrándose en
la personificación y el punto de vista. La personificación puede ser directa, mediante
una evaluación explícita, o indirecta, mediante el relato de las palabras,
actitudes y acciones del personaje. Para comunicar un punto de vista, sea
propio o adoptado, el narrador emplea una variedad de técnicas literarias.
POÉTICA DEL DISCURSO NARRATIVO
¿Cómo un narrador cuenta un episodio al
lector? ¿Y cómo también lo guía a entender y a la vez adoptar la ideología de
ese episodio?2 El propósito primario de esta segunda parte del artículo es explorar
la manera artística cómo un narrador bíblico habría realizado semejante
tarea. Para ello se han seleccionado dos áreas de concentración en el estudio
de una narrativa: personificación y punto de vista.3
Personificación del narrador
Si la personificación es el medio por el
cual el narrador despierta interés y proyecta un perfil realista de sus
personajes,4 ¿cómo lo hace, o qué técnicas usa para ese fin? En otras palabras,
¿cómo lleva a cabo una personificación? Antes de responder a estas
interrogantes, es necesario mencionar las principales categorías de
personajes que subyacen en la narrativa bíblica.
De acuerdo con las cualidades que
despliegan, Adele Berlin5 distingue tres categorías de personajes en la
narrativa bíblica: polifacéticos, llanos y agentes. Los primeros son aquellos
que despliegan una gran variedad de cualidades, las mismas que, dentro del
mundo narrativo, varían de un momento a otro, y suelen ser contrastantes e
imprevisibles en la mayoría de las veces; son estos personajes de quienes más
se sabe, los más realistamente proyectados y, consecuentemente, los más
difíciles de perfilar. Los llanos, por el contrario, son aquellos que
despliegan pocas o, en algunas ocasiones, una estereotipada cualidad.
Finalmente, los agentes son aquellos que no despliegan cualidad alguna, excepto
la que es necesaria para el desarrollo de la trama, ya que cumplen solamente un
papel de “relleno” en la misma. Con el propósito de ilustrar esas tres
categorías de personajes, Berlin explora la narrativa de David y sus mujeres, y
concluye:
Cuatro mujeres—Mical, Betsabé, Abisag y
Abigail—aquí se han estudiado, y se ha visto cuán diferentemente son
personificadas. Mical y Betsabé en 1 R. 1–2 son personajes polifacéticos en el
sentido moderno. Ellas son personificadas realistamente; no se les esconden sus
emociones e impulsos o, en su defecto, se deja que el lector los discierna
según las pistas dadas en el texto. Tenemos la impresión de conocerlas y de
entenderlas ampliamente, y sentimos que, en gran medida, podemos identificarnos
con ellas. Abigail, en cambio, es más un personaje llano … ella representa [el
estereotipo de] la esposa perfecta … Ejemplo de personajes agentes serían
Betsabé en 2 Sam. 11–12, y Abisag [en 1 R. 1–2]. Ambas mujeres aparecen en esas
narrativas como sirviendo únicamente a la trama, o como parte del contexto. No
parecen ser importantes, y nada de ellas, como sus sentimientos, entre otras
cosas, se revela al lector. De modo que él no puede verlas como personajes
reales. Ellas están allí solo para el impacto de la trama o de otros
personajes. En otras palabras, ellas están allí porque son necesarias para la
trama y para servir de contraste con otros personajes, o para provocar
reacciones de éstos.6
Ahora bien, propone Berlin, el perfil de
cada una de esas tres categorías de personajes se lleva a cabo en la narrativa
bíblica por medio de una variedad de técnicas complejas de personificación.
Estas, sin embargo, añade ella, podrían agruparse en dos categorías esenciales:
técnica directa y técnica indirecta.7
La técnica directa de personificación se da
cuando, desde su perspectiva, el narrador hace una evaluación de un personaje.8 Un
ejemplo9 sería el caso de Nabal en 1 S. 25:2–3. Este texto permite ver
no solo el modo directo en que el narrador personifica a Nabal, sino también el
perfil realista que le atribuye. Como el lector podrá ver, Nabal, según el
narrador, es un individuo prominente de los alrededores de Hebrón,10 pero a
la vez áspero y preocupado más por sus posesiones que por las personas.11 De
modo que Nabal indiscutiblemente vendría a ser un personaje “llano”.12
Según Berlin, el narrador bíblico
personifica directamente también por medio de una información de la vida
interna de los personajes.13 Así, por ejemplo, continúa Berlin,
claramente se nos informa del amor y odio
de Amón [2 S. 13], de los celos de los hermanos de José [Gn. 37], de la ira de
Moisés (Ex. 32:19), del temor de Adonías (1 R. 1:50). También se nos informa de
lo que los personajes pensaban: “y Elí pensó que estaba ebria” (1 S. 1:13); lo
que vieron: “Miró entonces [Moisés] a uno y otro lado y al no ver a nadie …”
(Ex. 2:12); lo que entendieron: “… Entonces Elí se dio cuenta de que el Señor
estaba llamando al muchacho” (1 S. 3:8b); y lo que no sabían: “… Jacob no sabía
que Raquel se robado los ídolos de Labán” (Gn. 31:32).14
En otras ocasiones, el narrador informa
simultáneamente dos aspectos de la vida interna de los personajes. Un ejemplo
al respecto sería Gn. 37:4: “Viendo sus hermanos que su padre amaba más a José
que a ellos, comenzaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban”. Como se podría
ver, el narrador informa no solo de los sentimientos de los hermanos (odiaban a
José), sino también de la percepción que estos tenían de los de su padre (amaba
más a José que al resto de sus hijos).15
Finalmente, para hacer de los pensamientos
de los personajes algo más real, en otras ocasiones el narrador los comunica en
forma de un monólogo interno o mental: “… Esaú guardó un profundo rencor contra
su hermano [Jacob] … y pensaba: ‘Ya falta poco para que hagamos duelo por mi
padre; después de eso, mataré a mi hermano Jacob’ ” (Gn. 27:41).16
La técnica indirecta de personificación17 se
da cuando el narrador no cuenta, sino que simplemente muestra al lector cómo es
un personaje por medio de, entre otras cosas, las palabras, actitudes y acciones
que le atribuye.18 En la narrativa bíblica, opina Alter, el diálogo es uno de los
medios más eficaces que el narrador usa tanto para dar curso a la trama como
para personificar indirectamente.19 Por ejemplo, añade Berlin,
Cuando Adán responde a la interrogante de
Dios del modo siguiente: “La mujer que me diste por compañera me dio de ese
fruto, y yo lo comí” (Gn. 3:12), no es necesario que el narrador describa cómo
es Adán. Sus palabras apropiadamente lo personifican como una persona a la
defensiva e inculpadora. De igual modo, la respuesta que Moisés da a Dios
cuando le fue ordenado ir al Faraón y liberar al pueblo: “¿Y quién soy yo para
presentarme ante el Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?” (Ex. 3:11) dice
mucho de su personalidad, por ejemplo, tímida o acomplejada. Pero no es solo el
sentido de las palabras, sino también la manera cómo se las dice que puede
personificar a alguien. “¡Padre mío, te ruego que también a mí me bendigas!”
(Gn. 27:34) son las palabras de un Esaú desconcertado e infantil.20
Como ya se dijo, Berlin es de la opinión
que la personificación indirecta suele ser realizada también por medio de las
acciones que se le atribuyen a los personajes. Pero, añade ella, en algunas
ocasiones sin que ellos pronuncien palabra alguna.21 El episodio del
sacrificio de Isaac (Gn. 22) ilustraría magistralmente esta técnica. Según el
narrador, con el propósito de probar a Abraham (v. 1a), Dios le ordena que
ofrezca en holocausto a Isaac, su único hijo (v. 2; cp. vss. 12, 16). Abraham,
sin expresar dolor alguno o racionalizar semejante orden,22 “se levantó de madrugada …
cortó leña para el holocausto y, junto con … su hijo Isaac, se encaminó hacia
el lugar que Dios le había indicado” (v. 3). “Este conjunto de cláusulas con
sintaxis similares, y donde predominan los verbos, sugiere que Abraham
lleva a cabo la orden de Dios amplia y obedientemente”.23 De modo que el narrador
personifica polifacéticamente a Abraham como un siervo no solo obediente (cp.
v. 18, nótese allí mismo la promesa patriarcal, ¿validada?), sino también
íntegro, leal, de fe y temeroso de Dios (cp. v. 12).24
En la personificación indirecta, sugiere
Berlin, el diálogo y las acciones frecuentemente se combinan, y el resultado de
ello es un vívido perfil de los personajes.25 La escena de Jacob y Esaú (Gn.
25:29–34) sería un ejemplo oportuno. Si se observa cuidadosamente el texto, el
perfil de ambos personajes resultaría vívido, realista y a la vez llano.26 Así,
tanto el lenguaje como las acciones de Esaú lo personifican como un ser poco
inteligente, de valores invertidos, rudimentario, vulgar y simplista, ya que,
según se puede ver, su mayor preocupación es vivir para el presente y, por el
mismo hecho, satisfacer cuanto antes sus necesidades físicas.27 Por
eso no puede cerciorarse de qué es aquello que desea comer,28 ni
mucho menos valorar su primogenitura.29 Los verbos (“comer”, “y beber”, “se
levantó”, “y se fue”, “menospreció”, v. 34b) suceden en tal secuencia que
subrayan la rapidez con la cual “menospreció” su primogenitura, y su carácter
ingenuo.30 Todo ello desagrada al lector y le hace a la vez compadecerse de
este hombre.31
En cambio, el lenguaje y las acciones de
Jacob lo personifican, en suma, como un ser astuto y oportunista.32
Procurando condescender con su hermano, lo manipula fácilmente a su
conveniencia. Es probable, como opina Berlin, que él habría no solo cocido su
guiso justo a la hora en que Esaú regresaría a casa, sino también palpado la
desventaja de este (que tenía hambre) y que debía, por lo tanto, actuar
rápidamente, a fin de aprovecharla y así apoderarse de la primogenitura.33
Aunque a grandes rasgos, esta sección ha
procurado explorar algunas técnicas de personificación usadas por el narrador.
La siguiente explorará un elemento fundamental del discurso narrativo ya
aludido en más de una ocasión en la anterior: el punto de vista del narrador.34
Punto de vista del narrador
En la actualidad se han explorado
diferentes niveles de punto de vista que pueden verse y a la vez diferenciarse
en el discurso bíblico narrativo. Siguiendo a Boris Uspensky, Berlin, por
ejemplo, distingue cuatro niveles: (1) el ideológico, (2) el espacial y
temporal, (3) el psicológico, y (4) el fraseológico.35 Aunque el énfasis estará
sobre el último nivel, el fraseológico,36 una breve descripción de todos
sería beneficiosa.
El nivel ideológico se refiere a la
perspectiva desde la cual el narrador, siguiendo los parámetros éticos divinos,
evalúa los eventos de un episodio, aprobando o desaprobándolos.37 El
espacial y el temporal se refieren a la habilidad del narrador de situarse,
cual ser omnipresente, en el espacio y tiempo de un episodio; por eso, él
podría narrarlo moviéndose de un lugar o escena a otra, junto a los personajes38 y,
por el mismo hecho, tal como este episodio o escena se estaría llevando a
cabo en ese momento.39 En cambio, el nivel psicológico se refiere a la
perspectiva ya sea objetiva (o externa) o subjetiva (o interna) desde la cual
el narrador informa de un personaje; esta es objetiva cuando él informa de
aquellas cosas que estarían al alcance de un observador; por el contrario,
es subjetiva cuando él, penetrando omniscientemente en la mente de un
personaje, informa de aquellas cosas (pensamientos, emociones, perspectivas,
por ejemplo) normalmente fuera del alcance de un observador.40
Finalmente, el nivel fraseológico se refiere a los aspectos lingüísticos en el
discurso que expresan punto de vista. He aquí unos ejemplos.
El punto de vista del narrador podría
detectarse en el discurso narrativo de muchas maneras. Una de ellas es por
medio de sus comentarios explicativos o bien evaluativos. Los más obvios, según
Berlin, “son las etiologías, notas geográficas [explicativas] (‘En aquel lugar
había una ciudad que se llamaba Luz, pero Jacob le cambió el nombre y le puso
Betel’ [Gn. 28:19]), y similares informaciones como: ‘La medida de dos litros,
a la que llamaban gómer, era la décima parte de la medida a la que llamaban
efa’ (Ex. 16:36)”.41
Todos esos comentarios, agrega Berlin,
serían externos al episodio, pues el narrador se sale del mismo para explicar
algo a sus lectores. Esta técnica, opina ella, es conocida como “ruptura de
enmarco”.42 Una de las maneras más comunes de hacer tal ruptura es cuando el
narrador deja el enmarco temporal del episodio ya sea al dar información de
algo que ocurriera tiempo atrás—como cuando, en Ex. 16:35, informa:
“Comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a los
límites de la tierra de Canaán …”—o al conectar un episodio a algún evento
previo—como cuando, en Gn. 26:1, dice: “En ese tiempo hubo mucha hambre en
aquella región, además de la que hubo en tiempos de Abraham”.43
Aún cuando el narrador permaneciere dentro
del enmarco del episodio, sugiere Berlin, él podría narrarlo desde un punto de
vista objetivo (o externo) o desde uno subjetivo (o interno). Mientras que en
el primer caso él lo narraría simplemente como un observador quien sólo mira
desde fuera todo, en el segundo lo haría como estando entre los mismos
personajes, o desde la perspectiva de uno de ellos.44 Ahora bien, si el punto
de vista último fuere el caso, este sería subjetivo (o interno) sólo en
relación con las acciones del episodio, ya que para que lo sea en relación con
los personajes el narrador ha de penetrar, como ya se ha dicho,
omniscientemente en la mente de ellos a fin de reportar, entre otras cosas, lo
que sienten, ven y piensan.45
Pero eso no es todo. Berlin sugiere que el
punto de vista del narrador podría ser subjetivo (o interno) también con
relación a las acciones (del episodio) y a la vez objetivo (o externo) con
relación a un personaje.46 ¿Por qué? ¿Cómo? Berlin explica que
tal cosa es posible porque lo “interno” [o
subjetivo] y lo “externo” [u objetivo] podrían darse no solo en el nivel
psicológico, sino también en todos los otros niveles. Lo que he denominado
(siguiendo a Uspensky, 130–34) “con relación a la acción” es el nivel espacial,
y “con relación a un personaje” es psicológico. En su mayor parte Gn 22 es
narrado desde la perspectiva de Abraham—es decir, desde un punto de vista
interno [o subjetivo] con relación a la acción, o desde uno espacial—pero
también es narrado desde una perspectiva externa [u objetiva, y la que, según
nuestra opinión, sería del narrador] como cuando la cámara [el narrador]
permite ver tanto a Abraham como a Isaac caminando juntos en la distancia
[mostrándole así al lector una toma de una escena, o una vista panorámica].
Ahora se debe modificar este análisis notando que aún cuando la perspectiva es
interna [o subjetiva] con relación a la acción, es externa [u objetiva] con
relación a Abraham, el personaje … No sabemos lo que él estaría pensando; solo
podemos ver sus acciones y oír sus palabras pronunciadas en voz alta.47
Como ya se ha observado, el narrador
bíblico puede expresar también su punto de vista ideológico. Una manera sutil
de hacerlo es como ya se vio en la anterior sección: evaluando y, por el mismo
hecho, personificando a alguien como, por ejemplo, sabio, débil y, en el caso
de una mujer, bella. Otra manera de hacerlo es saliéndose del enmarco narrativo
tal como lo hiciera en 1 Reyes 12. Cuando Roboán, hijo y a la vez sucesor de
Salomón, desecha el consejo de los ancianos (vss. 6–8) y sigue el de los
jóvenes (vss. 9–11; cp. vss. 13–14) e incrementa, por lo tanto, los impuestos
al trono, el narrador comenta: “De modo que el rey no le hizo caso al pueblo
[las tribus del norte]. Las cosas tomaron este rumbo por la voluntad del Señor,
para que se cumpliera lo que ya él le había dicho a Jeroboán hijo de Nabat por
medio de Ahías el silonita” (v. 15). Como se podría ver, el narrador salta del
mundo narrativo no solo espacial y temporalmente al mencionar un episodio
sucedido en otro tiempo y lugar, sino también, algo más importante
ideológicamente, al ofrecer su propia razón histórico-teológica de por qué
Roboán actuó neciamente.48
Aunque la mayoría de los personajes
bíblicos poseen sus propios nombres (Rebeca, José, por ejemplo), en algunas
ocasiones, arguye Berlin, en el mundo del episodio se refiere a ellos por medio
de también otros apelativos (“hermano”, “nuera” entre otros).49 El
uso de los mismos, continúa Berlin, es fundamental por el papel que juegan
tanto en la personificación como en la comunicación del punto de vista
ideológico aún del narrador.50 Un ejemplo magistral al respecto sería Génesis 38,
la narrativa de Judá y Tamar.51
Mientras en unas ocasiones el narrador se
refiere a Tamar por su propio nombre (vss. 6, 11, 13), en otra lo hace
llamándola, al igual que Judá (v. 8), simplemente “mujer de su hermano” (v. 9,
RV60).52
Ya que Tamar es “nuera” de Judá, el narrador también se refiere a ella por
medio de, además de su nombre, ese apelativo, como cuando reporta tanto de la
sugerencia que Judá mismo hiciera a Tamar de quedarse viuda en casa de su padre
(v. 11)53
como del aviso dado a Judá del embarazo de ella (v. 24). En la narración de
la escena del contacto sexual entre Judá y Tamar (vss. 15–18),54
tampoco el narrador la menciona por su nombre, aunque, como ya se dijo, sí lo
hace en otras ocasiones y el lector sabe con certeza quién es ella (porque el
narrador mismo pareciera recordárselo, ver v. 16). Berlin es de la opinión
que esta adopción por parte del narrador del punto de vista de los personajes
se puede ver cuando él, evitando llamar a Tamar por su nombre al igual que Judá
e Hira en la escena siguiente (vss. 19–23), informa que Judá al verla “con el
rostro cubierto, la tomó por una prostituta [זוֹנָה]” (v. 15), no sabiendo
que era su “nuera” (v. 16).55
Después de la búsqueda infructuosa de
Tamar, “la mujer” (v. 20),56 Hira, el adulamita a quien Judá había encomendado
entregarle “el cabrito” y a la vez recibir de ella “la prenda” (la cual vendría
a ser una pieza importante de identificación al final del episodio, v. 20; cp.
vss. 17, 25–26), pregunta a los habitantes de aquel lugar (Timnat) por el
paradero no de una prostituta cualquiera,57 sino de una קְדֵשָׁה “sagrada” (v. 21; cp. v. 22). Como nota
Berlin, el propósito por el cual Hira habría usado un término diferente,
comparado con el usado por Judá (v. 15a), para referirse a Tamar, es debatido
en los círculos de erudición.58 Speiser, entre otros, es de la opinión que su
propósito sería colocar la conducta de Judá dentro de un marco social de
distinción, o de aceptabilidad.59 Él, sin embargo, además de no
explicar el porqué de ese propósito, pasa por alto la poética del episodio.
De modo que, según nuestro criterio, la mejor propuesta es la que, siguiendo a
Moshe Weinfeld, Berlin ofrece. De acuerdo con ella,
El narrador bíblico habla de una זונה [ramera], pero cuando hace hablar a los
cananitas se refiere a ella en el lenguaje de estos: קדשה. Así, pues, no es un asunto de eufemismo, o un
intento de colocarlo dentro de un marco social de distinción religioso. Lo que
Judá, el narrador (y supuestamente, el lector) llaman זונה, fue en el lenguaje local [o de esa región]
una קדשה [prostituta sagrada]. Ampliando la explicación
de Weinfeld, el reporte que el narrador hace de la conversación entre Hira y
los hombres de ese lugar, y de la de Hira con Judá, hace de la búsqueda [de la
supuesta prostituta sagrada] algo dramático al narrarla desde el punto de vista
de Hira, tal como él la habría experimentado. Es como si Hira estuviera
diciéndole a Judá (y al lector): “Yo no la pude encontrar; además, hasta donde
los habitantes de ese lugar se interesaron en el asunto (i.e., desde su punto
de vista), no había allí prostituta sagrada alguna”. El narrador, entonces, ha
adoptado el punto de vista de Hira, y a la vez este el de los habitantes de ese
lugar.60
Conclusión
La personificación y el punto de vista del
narrador son dos aspectos de la poética del discurso narrativo. En la primera
sección se vio que el autor/narrador personifica haciendo un uso de básicamente
dos técnicas: una directa y otra indirecta. Personifica directamente cuando,
desde su perspectiva, hace una evaluación directa de un personaje; y
personifica indirectamente cuando sólo muestra al lector cómo es un personaje
mediante las palabras, actitudes y acciones que le atribuye. En esta última
técnica, es el lector quien debe delinear el perfil del personaje. De cualquier
modo, la personificación es hecha con realismo; de ahí que el lector tenga la
oportunidad de no solo comprender tanto el papel jugado por cada personaje como
el episodio, sino también de identificarse o disentir con los personajes.
En la segunda sección se procuró explorar
algunas técnicas por medio de las cuales el autor/narrador elabora y a la vez
comunica su punto de vista propio o adoptado. Y se vio que lo hace, en suma,
con técnicas que van desde una salida del enmarco narrativo hasta un uso de
términos específicos.
CONCLUSIÓN GENERAL
El propósito de este ensayo fue explorar la
poética del texto, y describir corolaria y explícitamente la metodología
general del acercamiento poético. La primera parte exploró la poética de la
estructura; la segunda, la del discurso. Sobre la base de una exploración a un
nivel verbal, de técnica de narración y de mundo narrativo, se pudo ver que,
con fines comunicativos, el autor/narrador bíblico organiza sus narrativas según
patrones de estructura caracterizados por simetría y progresión magistral.
También se pudo ver cómo él personifica y elabora y a la vez comunica su punto
de vista propio o adoptado.
Ya que las estrategias artísticas del texto
tienen, según se ha venido recalcando, un propósito no solo retórico (producir
efecto sobre el lector), sino también, aunque no siempre fácil de discernir,
comunicativo (contar el contenido o el “qué” de ese texto), la metodología
general del acercamiento poético es pragmática. Es decir, aunque podría tener
un propósito puramente estético, tiene uno esencial: iluminar el mundo y
mensaje original del texto, y apreciar el efecto del mismo sobre el lector. Con
ese propósito explora, entre otras cosas,61 estructura (quiasmos, tramas, por ejemplo),
vocabulario, clases de personajes, personificación y punto de vista.62 En
suma, con el propósito anterior en mente, esta metodología explora
inductivamente la naturaleza literaria o artística del texto.63 De
esa cuenta, vendría a confirmarse como una metodología hermenéutica
literaria interpretativa, formalista, sincrónica, inductiva, y centrada en el
texto, al cual, por el mismo hecho, procura interpretarlo como una entidad
religiosa, sagrada y literaria.64 Por eso también, en este mismo intento de
interpretación, ve al texto como un vehículo tanto de comunicación y efecto
entre el autor/narrador y el lector como de persuasión y transformación no solo
para este último, sino también para su contexto actual posmoderno.65 Es
así como la interpretación poética viene a ser inclusive una metodología
contextual, según la que hemos descrito y explorado hasta aquí.66
Consecuentemente, la metodología poética
estudia el texto bíblico de acuerdo con un principio hermenéutico y literario
por excelencia: el mundo y mensaje (contenido) del texto narrativo es
comunicado a través de su forma (poética). No es de extrañar, por lo tanto, que
finalmente subrayase que en la medida en que el intérprete entiende cómo el
artista (el autor/narrador) bíblico cuenta los episodios, estaría en mayor
capacidad de entender lo que este artista quiere representar y a la vez
comunicar.67
2 El concepto de “ideología” ha cobrado auge en el
contexto de los estudios bíblicos en las últimas décadas con el despertar de
los acercamientos sociológicos al texto bíblico. Aquí lo usamos sobre la base
de su contenido y función. En este sentido, por ideología nos referimos a los
presupuestos, la teología, la ética y la fe, entre otras cosas que conforman la
ideología sobre todo religiosa del texto o del narrador que intenta influir en
la ética de los lectores. Véase una discusión del uso del término y su impacto
en los estudios bíblicos en Jonathan E. Dyck, “A Map of Ideology for Biblical
Critics”, en Rethinking Contexts, Rereading Texts: Contributions from the
Social Sciences to Biblical Interpretation, ed. por M. Daniel Carroll R.
(Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 2000), págs. 108–28. Ahora
bien, es claro que la ideología del texto, cualquiera que esta sea, es la del
propio narrador (o autor real o, si se desea, “implícito”—perfil de autor que
se proyecta en el curso de la lectura), ya que es él quien controla la
narración de un episodio; de modo que es su ideología la que siempre
prevalecerá, y a la que debe escucharse, pues ella, tal como se manifiesta en
el texto, es en última instancia la de Dios. El problema, sin embargo, para
nosotros viene cuando estamos frente a una ideología que aparentemente no parece
concordar con el carácter, por ejemplo, justo de Dios. Pero esto es ya otro
asunto que escapa a nuestros propósitos.
3 Esta opción se debe a que, según nuestra opinión, la personificación y
punto de vista del narrador son dos áreas de importancia capital para la
comprensión de un episodio. El análisis, por ejemplo, del punto de vista
ideológico del narrador guía al lector a percibir y adoptar con mayor claridad
la tendencia (Tendenz) teológica y el mundo conceptual del narrador,
aun cuando nuestro propósito no es tanto realizar una crítica ideológica en sí
del texto o del narrador. Un buen ejemplo de esto último es el de Jonathan E.
Dyck, “Ezra 2 in Ideological Critical Perspective”, en Rethinking Contexts,
págs. 129–45.
4 Es decir, un perfil que tipifica, en suma, la
realidad humana universal, con el cual el lector pueda identificarse o disentir
y, si fuere necesario, corregirse. Cabría recordar lo que se ha venido
subrayando a lo largo de este ensayo: siendo la narrativa bíblica un material
puramente descriptivo y no prescriptivo directo, ella puede interpelar,
persuadir y corregir solo indirectamente.
5 Adele Berlin, Poetics and Interpretation of
Biblical Narrative (Sheffield, Inglaterra: The Almond Press, 1983), págs.
31–32; cp. Mark Allan Powell, What Is Narrative Criticism? (Minneapolis:
Fortress Press, 1990), pág. 55.
6 Berlin, Poetics, págs. 31–32. Los personajes bíblicos no parecen
ser estáticos, ya que en un episodio pueden ser “polifacéticos”, y en otro
“llanos” o “agentes”; este es el caso, según Berlin, de Betsabé.
7 Ibid., págs. 33–42; cp. Robert Alter, The Art of
Biblical Narrative (Nueva York: Basic Books, 1981), págs. 116–17. Con el propósito también de personificar,
es claro que el narrador podría hacer una combinación compleja de las técnicas
antes mencionadas. Para ver tal combinación, consúltese Berlin, Poetics, págs. 41–42.
Para lo que sigue del presente ensayo, esta obra de Berlin será la fuente
esencial.
8 El narrador hace tal cosa para que el lector se
forme una idea de cómo es ese personaje tanto en lo físico como en lo
psicológico. Sin embargo, como lo señala Berlin, esa descripción no siempre es
precisa y detallada; por lo tanto, la imagen que el lector tendría de un
personaje no sería tan visual o concreta. De cualquier modo, arguye Berlin, la
Biblia describe física y sicológicamente a sus personajes a fin de contarle al
lector qué clase de personas son; véase Poetics, págs. 34–42, 135–39; cp. Tremper Longman, Literary Approaches to Biblical
Interpretation (Foundations of Contemporary Interpretation 3; Grand Rapids:
Zondervan Publishing House, 1987), pág. 89; Erich Auerbach, Mimesis: The
Representation of Reality in Western Literature (Princeton: Princeton
University Press, 1974), pág. 12.
9 Véase otros en Berlin, Poetics, págs. 36–37.
10 Maón, aldea de Judea, al sur de Hebrón, al parecer
era un centro político relevante en aquel entonces. De ahí que Nabal habría
sido un personaje prominente no sólo por su riqueza, sino también por su
estatus político; así LaMoine F. DeVries, “Maon”, The
Anchor Bible Dictionary, vol. 4,
ed. David Noel Freedman
(Nueva York: Doubleday, 1992), págs. 512–13.
11
Cp. John D.
Levenson, “I Samuel 25 as Literature and as History”, Catholic Biblical
Quarterly 40/1 (1987), págs. 11–28; Berlin, Poetics, pág. 36; S.
Bar-Efrat, Narrative Art in the Bible (Sheffield, Inglaterra: The Almond
Press, 1989), pág. 53. El contraste
que el narrador presenta entre Nabal y Abigail hace, a nuestro parecer, más
vívido el perfil de ambos. Según Berlin el contraste es otra técnica usada por
el narrador bíblico para personificar directa o indirectamente; véase algunos
ejemplos en las págs. 40–41 de su obra citada arriba. Un estudio detallado de
esta técnica es el de Alter en The Art, págs. 72–74.
12 Tómese en cuenta para ello que otros personajes
del mismo episodio (vss. 17, 25) presentan un perfil negativo de Nabal parecido
al del narrador.
13 Con el propósito, por supuesto, de reducir la
opacidad de ellos, y ofrecerle así al lector un perfil más acabado y realista
de los mismos; Berlin, Poetics, pág. 38; cp. Bar-Efrat, Narrative Art, págs.
53–64.
14 Berlin, Poetics, pág. 38. Así, entonces, el lector también podría
conocer el papel que los personajes juegan en el mundo del episodio, algo
esencial para la comprensión del mismo. En el presente artículo las citas
bíblicas en castellano se toman, de la Nueva Versión Internacional, salvo
cuando se indique de otra manera.
15 Ibid. Con este reporte el narrador estaría personificando a los hermanos de
José como, según nuestra opinión, aborrecedores e intolerantes, y a Jacob como
discriminador, aunque el énfasis en este versículo recae en los hermanos con
cuya percepción él pareciera concordar.
16 Ibid., cp. las págs. 64–72 de esta misma obra de Berlin; contra M. Niehoff,
quien, en “Do Biblical Characters Talk to Themselves? Narrative Modes of
Representing Inner Speech in Early Biblical Fiction”, Journal of Biblical
Literature 11/4 (1992), pág. 580, niega, contra toda evidencia, que los
personajes bíblicos hablen consigo mismos.
17 Por cierto, la más comúnmente usada en la narrativa bíblica, y compleja, ya
que exige del lector un trabajo más arduo de reconstrucción del perfil que el
narrador quiere comunicar de un personaje; cp. Bar-Efrat, Narrative Art, pág. 64;
Powell, What Is Narrative Criticism?, pág. 52. Sin embargo, esta técnica permite que el lector
acreciente su interacción con el texto, algo clave tanto para la mejor
comprensión del mismo como también para evitar la eiségesis. Véase estas ventajas en el estudio
sensible a la personificación indirecta del texto de Bruce Waltke, “Was Cain’s
Offering Rejected by God Because It Was Not a Blood Sacrifice?”, Westminster
Theological Journal 48 (1986), págs. 363–72.
18
Berlin, Poetics,
pág. 38; Powell, What Is Narrative Criticism?, pág. 52; Alter, The
Art, págs. 116–17.
19 Alter, The Art, págs. 182–83; Berlin, Poetics, pág. 38. “Las
cualidades de aquellos que interactúan se revelan en el diálogo, o, para ser
más preciso, todo diálogo revela la personalidad …”, argumenta, por su parte,
Bar-Efrat en Narrative Art, pág. 64. Como se verá, este principio literario
es ampliamente aplicable al discurso bíblico narrativo.
20 Berlin,
Poetics, pág. 38.
21
Ibid., pág. 39.
22 Sin embargo, él pudo haberlo hecho, pero el
narrador no lo cuenta, ya que él es la cámara que selecciona lo que debe
informarse. Cualquiera sea el caso, un episodio como este estimula la
imaginación, el interés o la curiosidad no solo por ser reticente, sino también
por poseer una estructura dramática; cp. Auerbach, Mimesis, págs. 8–12,
23; para un estudio de su trama, véase George W. Coats, “Abraham’s Sacrifice of
Faith”, Interpretation 27/4 (1973), págs. 389–400; y para un estudio
denso tocante al carácter reticente del texto bíblico narrativo en general,
véase Meir Sternberg, The Poetics of Biblical Narrative: Ideological
Literature and Drama of Reading (Bloomington: Indiana University Press,
1985), págs. 186–228.
23 Berlin, Poetics, pág. 39. Este conjunto de cláusulas también
fuerza al lector a participar en la agonía de Abraham.
24
Cp. Coats,
“Abraham’s Sacrifice”, pág. 392; contra David M. Gunn y Danna Nolan Fewell, Narrative in the Hebrew Bible (Oxford: Oxford University Press, 1993), págs.
98–100, quienes, por ver una
incongruencia entre el perfil anterior y el presentado en los capítulos
12:10–20 y 16, sostienen que Abraham no puede ser presentado como un modelo de
obediencia y fe para las generaciones posteriores devotas de Yahvé. Sin negar
tal incongruencia y el peligro latente en pensar que lo que dice un solo
episodio es el perfil esencial de un personaje, es necesario recordar que los
personajes bíblicos suelen ser variables o complejos y que es una técnica
poética presentarlos, de un episodio a otro, de una manera diferente a la
esperada por el lector; cp. Berlin, Poetics, págs. 23–41; Coats, “Abraham’s Sacrifice”, págs.
396, 400. Por otro lado, es también necesario recordar que esta incongruencia
sería un ejemplo más del modo realista cómo los autores/narradores bíblicos
suelen presentar a los personajes y eventos. De esa cuenta, no habría por qué
negar o asombrarse de la variabilidad humana de los personajes bíblicos.
25 Berlin, Poetics, pág. 39.
26 Si nos limitamos a este episodio, el perfil llano
de Esaú y Jacob, como luego se verá, resulta obvio: el primero bruto, y el
segundo astuto. Pero las narrativas de Génesis en general presentan un perfil
polifacético de ambos personajes.
27 Berlin, Poetics, pág. 39.
28 Ibid. Tanta es su precisión que, según el texto
hebreo, al potaje de lentejas lo llama “este rojo, rojo” (הָאָדֹם הָאָדֹם הַזֶּה, v. 30); de ahí que el
narrador, saliéndose del enmarco narrativo, aclara que fue por eso que Esaú fue
llamado “Edom” (אֱדוֹם,
“[hombre] rojo”, v. 30b); cp. Luis Alonso Schökel, “אָדֹם”, Diccionario bíblico hebreo-español (Valladolid:
Editorial Trotta, 1994), pág. 33. La vulgaridad de Esaú también es evidente en
este mismo versículo cuando literalmente dice a Jacob: “Déjame tragar de este
rojo, rojo”; cp. E. A.
Speiser, Genesis (Anchor Bible 1; Garden City, Nueva York: Doubleday, 1964),
pág. 195.
29 Con todas las bendiciones que la acompañaban (cp.,
por ejemplo, Dt. 21:17).
30
Cp. Berlin, Poetics,
pág. 39; Leland Ryken, Words of Delight: A Literary
Introduction to the Bible (Grand Rapids: Baker Book House, 1987), pág. 78; Bar-Efrat, Narrative Art, págs. 79, 217; y véase un
estudio filológico de este episodio en Alter, The
Art, págs. 44–46. Nótese también
el carácter infantil de Esaú y, quizás, su tedio por la vida reflejados en la
oración: “Me estoy muriendo de hambre …, así que ¿de qué me sirven los derechos
de primogénito?” (v.
32; cp. v. 22b); cp. J. P. Fokkelman, Narrative Art
in Genesis
(Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic Press, 1991), pág. 95. Y véase el punto de vista evaluativo del narrador
tocante a la actitud de Esaú con respecto a su primogenitura; sin embargo,
¿concordaría tal punto de vista con el de Esaú? Para una breve respuesta
negativa a esta interrogante, consúltese Berlin, Poetics, pág. 30.
31 Berlin, Poetics, pág. 39. Ryken, por su parte, en Words of Delight, pág.
77, opina que “el narrador personifica [indirectamente] a Esaú de tal manera
que lo hace el personaje más antipático del episodio”.
32 Berlin, Poetics, pág. 39. Cp. la personificación que el propio
Esaú hace de Jacob en Gn. 27:36, y la lectura que Ryken, en Words of Delight, pág.
75, hace de esta personificación.
33 Berlin, Poetics, pág. 39. La astucia y oportunismo de Jacob se
reflejaría también cuando acorrala a su hermano haciéndolo jurar en ese día (v.
33; cp. v. 31). Así, pues, Jacob gana la contienda ya iniciada en la escena
anterior (25:19–28); cp. Fokkelman, Narrative Art, págs. 96–97; Gunn y Fewell, Narrative, pág. 63.
34 Elemento clave para la comprensión del texto, pues
este punto de vista es la cámara no solo guiadora que determina lo que ha de
ser narrado, sino también, por lo tanto, mediadora entre el punto de vista de
los personajes y los eventos de un episodio, y la que influye en el lector.
35
Berlin, Poetics,
págs. 55–57; cp. Grant R. Osborne, The Hermeneutical
Spiral: A Comprehensive Introduction to Biblical Interpretation (Downers Grove, Illinois:
InterVarsity Press, 1991), págs. 156–57; Longman, Literary
Approaches, págs.
87–88; un estudio detallado es el de R. Alan Culpepper, Anatomy of the Fourth Gospel: A Study in Literary Design (Filadelfia: Fortress Press, 1983),
págs. 21–34.
36 Siguiendo, en lo esencial, a Berlin por su gran
sensibilidad y aporte sustancial en relación con este nivel. Atendiéndonos a la
descripción del mismo (véase más delante en este capítulo), lo que se procurará
es explorar cómo la estructura lingüística del texto indica el punto de vista
del narrador.
37 Esto es así ya que, según nuestra opinión, su
perspectiva, tal como se manifiesta en el texto, es la de Dios o Jesús (en los
evangelios), pues él es su vocero. La perspectiva de Dios o Jesús, por lo
tanto, es la que viene a encarnarse en la del narrador. De nuevo, el problema
para nosotros viene cuando esa perspectiva no parece concordar con el carácter,
por ejemplo, justo de Dios.
38 Narrando así las cosas tal como los personajes las verían, y desde
diferentes ángulos. De esta manera, el lector es guiado al fondo mismo del
mundo del episodio y a participar de éste. Véase un ejemplo en Berlin, Poetics, págs. 43–55.
39 Pero él narraría esa misma escena también desde un
tiempo posterior a los eventos. Véase un estudio extenso en relación con este
nivel en Bar-Efrat, Narrative Art, págs. 17–23.
40 En tales casos, opina Osborne, el lector obtiene
una invalorable información que a la vez le comunica lecciones teológicas (y,
se podría agregar, éticas) importantes del texto; véase The Hermeneutical Spiral, pág. 157.
41
Berlin, Poetics,
pág. 57.
42
Ibid.
43
Ibid.
44 Ibid., pág. 58. De modo que, en el primer caso, el narrador describiría lo que
cualquier otra persona vería y, en el segundo, aquello a lo cual sólo él tiene
acceso como un observador privilegiado y a la vez omnisciente; cp. 1 R. 22:2,
10–12, 31–34.
45 En este caso, el punto de vista expresado sería el
de los personajes, y la narración omnisciente vendría a ser subjetiva. Pero no
debe olvidarse que es el punto de vista del narrador el que siempre media en
todo, aunque en algunas ocasiones es difícil determinar tal cosa, y, en otros,
él difiere con el punto de vista de sus personajes.
46
Berlin, Poetics,
pág. 58.
47 Ibid.
48
Ibid., pág. 59. Otro ejemplo similar sería 1 R. 22:37–38. Note el
lector la presencia, en ambos episodios, de los tres impulsos que permean la
historiografía bíblica: el histórico, teológico y literario; para más detalles
al respecto, véase mi artículo “La historicidad del texto y el papel del texto
en la interpretación poética”, Kairós 29
(julio–diciembre 2001), págs. 41–75.
49 Berlin, Poetics, pág. 58; cp. págs. 17–18 y 27.
50 Ibid., págs. 60–61; cp. págs. 87–91. En más de una ocasión el narrador se
refiere a un personaje con un determinado apelativo también para subrayar,
sobre todo, su culpabilidad. 1 Reyes 22, por ejemplo, se refiere frecuentemente
a Acab como “rey de Israel” posiblemente con ese propósito, ya que este rey,
según el mundo del texto, ha pervertido la relación pactal; véase Longman, Literary Approaches,
pág. 107.
51 Donde el narrador expresa su punto de vista, pero,
como se verá, este es uno adoptado. “Si se sabe la manera cómo diferentes
personajes habitualmente se refieren a otro en particular …, será posible ver
cómo el autor [o narrador] también adopta el punto de vista ideológico de ellos
en algún momento del episodio”, observa Berlin en Poetics, pág. 60, citando a Boris Uspensky, A Poetics of Composition (Berkeley: University of California, 1973), págs. 25–26. Este es el caso
en Gn. 38; véanse otras cualidades artísticas (como la trama) de este episodio
en Steven D. Mathewson, “An Exegetical Study of Genesis 38”, Bibliotheca Sacra 146/584 (1989), págs. 375–81, especialmente.
Véase una defensa, a la luz de la poética bíblica, de la unidad de este
capítulo con el anterior 37 y posterior 39 en mi artículo “La interpretación
poética y los acercamientos históricos críticos”, Kairós 25 (julio–diciembre 1999), págs. 71–75.
52 En esta y en otras circunstancias (como cuando se
la llama “nuera”) ciertamente es difícil ver qué exactamente comunican estos y
otros apelativos en relación con el punto de vista de Judá y del narrador, y
por qué este último, al llamar a Tamar como lo hacen los personajes, adopta sus
puntos de vista. Con todo, a la luz del mundo total del episodio, bien puede
ser que el uso de estos apelativos comunique un punto de vista de menosprecio
hacia Tamar; véase las notas 53 y 56 siguientes.
53 Según el narrador (v. 11b), Judá sugiere tal cosa
a Tamar porque (sin evaluar bien la conducta de sus hijos) la cree culpable de
la muerte de sus dos hijos mayores, Er y Onán (pero véase el v. 26, donde él
parece arrepentirse). Sin embargo, el narrador aquí no adopta este punto de
vista, ya que el suyo es diferente: tal muerte fue causada por Dios (cp. vss. 7
y 10). De modo que en este episodio se puede ver tanto el punto de vista
ideológico del narrador (el cual guía al lector a justificar tal acción divina)
como también dos dispares.
54 Esta escena es narrada desde la perspectiva total
de Judá.
55 Berlin, Poetics, pág. 60; contra Gary R. Williams, quien, en una
entrevista personal, Guatemala, 22 de mayo de 1997, fue de la opinión que, en
estos versículos, el narrador no parece adoptar totalmente el punto de vista de
Judá, ya que más bien él distingue el suyo.
56 En este informe se puede ver que el narrador, al
igual que Judá e Hira, no se refiere a Tamar por su nombre, como si no lo
tuviese. Y ello sería una evidencia, más clara y exacta que las anteriores, que
el narrador estaría adoptando el punto de vista de los personajes; cp. Berlin, Poetics, pág. 60.
Ciertamente Judá e Hira no mencionan a Tamar por su nombre porque, según lo
sugiere el mundo del episodio, no lo saben ni saben quién es ella, y tampoco
les interesa saber su nombre y de quién se trata, pues para ellos ella es sólo
la prostituta; véase la n. 52 anterior.
57 Una זוֹנָה como
Judá creyó que Tamar era. El verbo זָנָה es usado regularmente en el AT para referirse a la actividad de
una prostituta que realiza actividades sexuales fuera del matrimonio; cp. Francis Brown y otros, The New Brown, Driver, and Briggs Hebrew and English Lexicon of the
Old Testament
(Lafayette, Indiana: Associated Publishers and Authors, 1981), pág. 275. También la Reina Valera del 60 así parece
creerlo, ya que traduce erróneamente קְדֵשָׁה. por “ramera”. “Prostituta sagrada” es el sentido del término
en el artículo de Thomas McComiskey, “קָדַשׁ”, Theological Wordbook of the Old
Testament, vol. 2, ed. R. Laird Harris y otros (Chicago:
Moody Press, 1980), pág. 788.
58
Berlin, Poetics,
pág. 60.
59
Speiser, Genesis,
pág. 300; cp. Gunn y Fewell, Narrative, pág. 41; Alter, The Art,
pág. 9. La opinión de estos autores
obedecería al hecho de que en las religiones paganas del Antiguo Cercano
Oriente una prostituta sagrada laboraba, contrariamente a una común y
corriente, en templos especiales con propósitos cúlticos, no comerciales; véase
M. García Cordero, Biblia y legado del Cercano Oriente: El entorno cultural
de la historia de la salvación (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos,
1977), págs. 433–69.
60 Berlin, Poetics, pág. 60. Véanse otros ejemplos en las págs.
64–65, 72–73 de esta misma obra de Berlin, donde se puede ver que, en algunos
casos, el narrador adopta un punto de vista con cierta ironía, algo que parece
también estar implicado en el ejemplo estudiado arriba. Esto sería así, pues al
tener relación sexual con Judá, Tamar se había convertido realmente en una hnwz
(véase el v. 24); pero aún así los habitantes tenían razón al decir que allí no
había hXdq alguna. Para otros aspectos tocante al papel del narrador en este
episodio, consúltese Ellen Van Wolde, “Texts in Dialogue with Texts:
Intertextuality in the Ruth and Tamar Narratives”, Biblical
Interpretation 5/1 (1997), págs. 12–15.
61 Pues, además de no señalarse intencionalmente
otros aspectos de nuestra exploración, se ha de recordar que una metodología
poética exhaustiva explora muchos otros artificios del texto que aquí casi se
han pasado por alto. Entre ellos estarían los estilísticos y retóricos como,
por ejemplo, ironía, paralelismo, paronomasia y repetición de ideas y sonidos.
Pero el lector no debiera confundir por ello la interpretación poética con un
acercamiento simplemente estilístico o retórico del texto; ella, como se habrá
podido apreciar, va más allá de estos; contra Wilhelm Wuellner, “Where Is
Rhetorical Criticism Taking Us?”, Catholic Biblical
Quarterly 49/3 (1987), pág. 452.
62 Por consiguiente, bien se podría argumentar que la
metodología poética explora también tanto el genio artístico como, en alguna
medida, la naturaleza literaria de los autores/narradores. Sin embargo, como ya
se ha dicho, nuestra particular metodología no opera sobre la base de
sofisticadas e innecesarias categorías como las de autor “real” o “implícito”,
ni hace una distinción categórica entre autor “real” o “histórico” y narrador
(figura literaria del mundo del texto usada por el autor para contar su
narrativa).
63 O, en su defecto, la manera en que esta opera
internamente, según el genio narrativo de sus autores/narradores.
64 Pues, como se pudo haber apreciado, su
preocupación no está en los orígenes de ese texto, por considerar que el mismo,
aunque habría tenido su propio proceso histórico de composición, siempre
estuvo, y ahora lo está, en forma de una comunicación literaria, ya sea oral o,
como en la actualidad, escrita. Se sigue, entonces, una vez más, que la
metodología poética centra su atención en la forma final y unidad del texto
narrativo. Pero no por eso, como hemos recalcado, deja de ser una metodología
histórica y teológicamente informada, y que haga uso también de los aportes de
otras ciencias, como las ciencias sociales, que contribuyan a iluminar el mundo
y mensaje del texto, interesada como está ella en ese mundo y mensaje. Tampoco
deja de reconocer la historia de la composición del texto ni su contexto
ideológico dentro del cual pudo haber sido producido y leído, como lo hacen
otros narratologistas interesados únicamente en la estética del texto; véase la
crítica que Mark G. Brett lanza a Robert Alter y Meir Stenberg, y cómo él
defiende una poética narrativa metodológicamente pluralista que respeta el
texto, en “Reading the Bible in the Context of Methodological Pluralism”, en Rethinking Contexts, Rereading Texts: Contributions from the Social
Sciences to Biblical Interpretation, ed. por M. Daniel Carroll R. (Sheffield, Inglaterra: Sheffield Academic
Press, 2000), págs. 48–74.
65 Cuya ideología está lanzando desafíos inclusive a
la hermenéutica, como lo propongo en el ensayo “El desafío hermenéutico
posmoderno” que espero publicar.
66 Y la que hemos descrito y explorado hasta aquí es
aún limitada. Por eso, me gustaría mencionar de paso cuatro áreas que considero
requerirán sobre todo una mayor exploración en un futuro próximo. La primera de
ella es el concepto de historiografía como arte representacional con sus
implicaciones para la exégesis; es decir, la historiografía como arte de forma
semejante a una escultura o, mejor, pintura que demanda una aguda percepción
para poder captar lo que esta desea representar realistamente. V. Philips Long,
en The Art of Biblical History (Foundations of Contemporary
Interpretation 5; Grand Rapids: Zondervan Publishing House, 1994) y Berlin han
explorado esta área, pero no han dialogado suficientemente con la naturaleza
histórica del texto. La segunda sería ver cómo la narratología contemporánea
podría dialogar más armoniosamente con la poética del texto para de algún modo
impedir que se siga incurriendo en esquemas rígidos, simplistas y quizás
inapropiados cuando, por ejemplo, se procura explorar y clasificar los
diferentes tipos de personajes del mundo del texto. La tercera sería estudiar
comparativamente la poética de las obras literarias propias del Medio Oriente
con la del texto sagrado. Finalmente, la cuarta área tiene que ver con la
interpretación en sí y su diálogo con la poética del texto: ¿dónde, pues,
empieza y termina la primera?
67 Nuestro ensayo se inició con este mismo postulado;
la “inclusión” enfática resultante es intencional.
[1]Williams, G. (2002). Kairós 31: Julio-Diciembre 2002 (7).
Guatemala: Revista del Seminario Teológico Centroamericano.
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