Los textos y manuscritos del Antiguo Testamento
Los antiguos manuscritos del Antiguo Testamento son el material básico de trabajo
que se usa para buscar, con tanta exactitud como sea posible, el texto original
de la Biblia. A este proceso se le llama crítica textual, algunas veces
designada como «alta crítica» para distinguirlo de la «baja crítica», que es el
análisis de la fecha, la unidad y la paternidad literaria de los escritos
bíblicos.
La tarea de la crítica textual puede dividirse en varias etapas generales:
(1) la recolección y compilación de manuscritos existentes, traducciones y
citas; (2) el desarrollo de la teoría y la metodología que permitirán que el
crítico use la información que se ha obtenido para reconstruir el texto más
exacto de los materiales bíblicos; (3) la reconstrucción de la historia de la
transmisión del texto para identificar las diversas influencias que afectan a
dicho texto; (4) la evaluación de variados materiales de lectura específicos a
la luz de la evidencia textual, la teología y la historia.
Los críticos textuales del Antiguo y del Nuevo Testamento emprenden una
tarea similar y enfrentan obstáculos similares. Ambos buscan descubrir un texto
«original» hipotético con recursos limitados que están en diversas etapas de
deterioro. Pero el crítico textual del Antiguo Testamento enfrenta una historia
textual más compleja que su homólogo del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento
se escribió principalmente en el siglo I a.C., y existen manuscritos completos
del Nuevo Testamento que fueron escritos sólo unos pocos siglos más tarde. En
cambio, el Antiguo Testamento está formado por literatura escrita en un período
de más de mil años, y sus partes más antiguas datan del siglo XII a.C. y
posiblemente aún antes. Para dificultar más las cosas, hasta hace poco los
primeros manuscritos hebreos conocidos del Antiguo Testamento eran de la época
medieval. Esto dejó a los eruditos con muy poco testimonio del desarrollo
textual del Antiguo Testamento desde la antigüedad hasta la Edad Media, un
período de más de dos mil años.
Hasta el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en las décadas de 1940
y 1950, las traducciones secundarias del arameo, griego y latín sirvieron como
los testimonios más antiguos e importantes a las Escrituras hebreas. Puesto que
esas son traducciones, y están sujetas a alteraciones sectarias y de contexto,
su valor para el crítico textual, aunque significante, es limitado. Sin
embargo, los descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto y de otros
manuscritos antiguos han proporcionado testimonios clave al Antiguo Testamento
hebreo de los tiempos tempranos. La evaluación erudita de esos descubrimientos
está lejos de estar completa en la actualidad y la ciencia de la crítica
textual del Antiguo Testamento espera con ansiedad una evaluación más completa
de su significado. Sin embargo, en un sentido general, los Rollos del Mar
Muerto han afirmado la exactitud del Texto Masorético que usamos actualmente.
MANUSCRITOS
IMPORTANTES DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La mayor parte
de los manuscritos medievales del Antiguo Testamento tienen una forma bastante
estandarizada del texto hebreo. Esta estandarización refleja la obra de los
escribas medievales conocidos como masoretas (500–900 d.C.), y el texto que
resultó de su trabajo se conoce con el nombre de Texto Masorético. La mayoría
de los manuscritos importantes data del siglo XI d.C. o más tarde, y todos
reflejan esta misma tradición textual básica. Pero puesto que el Texto
Masorético no se estabilizó bien hasta bastante después de 500 d.C., no se
pueden contestar muchas preguntas en cuanto a su desarrollo en los siglos
precedentes. Así que la tarea principal para los críticos textuales del Antiguo
Testamento ha sido la de comparar los testimonios anteriores para descubrir
cómo surgió el Texto Masorético y cómo se relaciona este texto con los
testimonios anteriores de la Biblia hebrea. Esto nos lleva a la tarea inicial
de la crítica textual: la recolección de todos los registros posibles de los
escritos bíblicos.
Todas las fuentes principales de Escritura hebrea son manuscritos que, como
lo dice su nombre, están escritos a mano. Por lo general se escribían en pieles
de animales, papiros o algunas veces en metal. El hecho de que son escritos a
mano es la fuente de muchas dificultades para los críticos textuales. A menudo
se puede echar la culpa al error humano y a las adulteraciones editoriales de
las muchas variantes que hay entre los manuscritos del Antiguo y el Nuevo
Testamento. Otra fuente de dificultad es el hecho de que los manuscritos
antiguos han sido escritos sobre pieles o papiros. Debido al deterioro natural,
la mayoría de los manuscritos antiguos que sobreviven consta de fragmentos y es
difícil de leer.
Hay muchos testimonios secundarios del texto del Antiguo Testamento,
incluyendo las traducciones a otras lenguas, citas que usaron ambos, los amigos
y enemigos de la religión bíblica, y la evidencia de los textos antiguos
impresos. La mayoría de los testimonios secundarios ha sufrido de manera
similar a los primeros. Ellos también contenían numerosas variaciones, debidas
tanto a los errores intencionales como a los accidentales de los escribas, y
sólo existen fragmentos debido a su deterioro natural. Puesto que existen
variantes de los textos en los manuscritos antiguos que han sobrevivido, estos
deben ser recolectados y comparados. La tarea de comparar y catalogar los
diferentes textos se conoce con el nombre de colación.
El Texto
Masorético
La historia
textual del Texto Masorético es una historia importante por derecho propio.
Este texto de la Biblia hebrea es el más completo que existe. Forma las bases
para nuestras Biblias hebreas modernas y es el prototipo contra el cual se
hacen todas las comparaciones de los estudios de textos del Antiguo Testamento.
Se llama masorético porque su forma actual está basada en la Mesorá, la
tradición textual de los eruditos judíos que se conocían como los masoretas de
Tiberíades. (Tiberíades era donde estaba localizada su comunidad en la costa
del Mar de Galilea.) Los masoretas, cuya escuela erudita floreció entre los
años 500 y 1000 d.C., estandarizaron el texto tradicional, formado sólo de
consonantes, al agregarle puntos para las vocales y notas al margen. (El
alfabeto hebreo antiguo no tenía vocales.)
El Texto Masorético, como existe actualmente, le debe mucho a la familia
Ben Asher. Por cinco o seis generaciones, desde la segunda mitad del siglo VIII
hasta la mitad del siglo X, esta familia jugó un papel de liderazgo en el
trabajo masorético en Tiberíades. Un registro fiel de su trabajo se puede
encontrar en los manuscritos masoréticos más antiguos que existen, a los cuales
se les puede seguir la pista hasta los dos últimos miembros de dicha familia.
El manuscrito masorético más antiguo es el Códice Cairensis (895 d.C.),
que se le atribuye a Moisés ben Asher. Este manuscrito contenía tanto los
Primeros Profetas (Josué, Jueces, Samuel y Reyes), como los Últimos Profetas
(Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce Profetas Menores). El resto del Antiguo
Testamento no se encuentra en este manuscrito.
El otro manuscrito importante que se le atribuye a la familia Ben Asher es
el Códice de Alepo. De acuerdo a la nota que concluye este manuscrito,
Aaron ben Moses ben Asher fue el responsable de escribir las notas masoréticas
y ponerles los puntos a los signos que representan las vocales. El manuscrito
contenía el Antiguo Testamento completo y data de la primera mitad del siglo X
d.C. Se informó que fue destruido en las revueltas contra los judíos en 1947,
pero esto probó ser sólo parcialmente verdad. La mayor parte del manuscrito no
se perdió y va a ser usado como la base de una nueva edición crítica de la
Biblia hebrea que será publicada por la Universidad Hebrea en Jerusalén.
El manuscrito que se conoce con el nombre de Códice Leningradensis,
que actualmente se encuentra guardado en la biblioteca pública de Leningrado,
es muy importante como testimonio del texto Ben Asher. De acuerdo a una nota en
dicho manuscrito, fue copiado en 1008 d.C. de textos que había escrito Aaron
ben Moses ben Asher. Puesto que el texto hebreo completo del Antiguo Testamento
(el Códice de Alepo) no estuvo a disposición de los eruditos en los
comienzos del siglo pasado, el Códice Leningradensis se usó como la base
textual para los textos populares hebreos de hoy: la Biblia Hebraica,
editada por R. Kittel, y su revisión, la Biblia Hebraica Stuttgartensia,
editada por K. Elliger y W. Rudolf.
Hay varios códices de manuscritos menos importantes que reflejan la
tradición masorética: el Códice de Petersburgo de los profetas y los Códices
Erfurt. Había también una cantidad de manuscritos que ahora no existen,
pero que los eruditos usaron en el período masorético. Uno de los más
importantes es el Códice Hillel, que tradicionalmente se le atribuye al
rabino Hillel ben Moisés ben Hillel alrededor de 600 d.C. Se decía que este
códice era muy exacto y fue usado para la revisión de otros manuscritos. Los
primeros masoréticos medievales citaron repetidamente lecturas de este códice.
Los masoretas también citaron el Códice Muga, el Códice Jericó y
el Códice Jerushalmi, que actualmente no existen. Es muy probable que
estos manuscritos fueran ejemplos importantes de textos no puntados, es decir
que no tenían los signos que indican las vocales, y que habían llegado a formar
parte del consenso estandarizado en los primeros siglos d.C. Estos fueron los
que proveyeron las herramientas para el trabajo de los masoretas de Tiberíades.
A pesar de la integridad de los manuscritos masoréticos de la Biblia
hebrea, todavía queda un problema mayor para los críticos textuales del Antiguo
Testamento. Los manuscritos masoréticos, a pesar de su antigüedad, fueron
escritos entre mil y dos mil años después de los autógrafos originales. Todavía
se necesita descubrir testimonios más antiguos del texto hebreo antiguo que
testifiquen la exactitud del Texto Masorético.
Los Rollos del
Mar Muerto
Los testimonios
antiguos más importantes de la Biblia hebrea son los textos que se descubrieron
en Wadi Qumrán en las décadas de 1940 y 1950. (La palabra wadi es una palabra
árabe que se usa para indicar el lecho de un río que está seco excepto en la
estación de las lluvias.) Antes de los descubrimientos de Qumrán, los
manuscritos hebreos más antiguos del Antiguo Testamento databan de alrededor de
900 d.C. Por lo tanto, la importancia mayor de los Rollos del Mar Muerto es el
descubrimiento de manuscritos bíblicos que datan de unos trescientos años
después de que se cerrara el canon del Antiguo Testamento. Esto los hace mil
años más antiguos que los manuscritos más antiguos que hasta entonces conocían
los eruditos bíblicos. Los textos que se encontraron en Wadi Qumrán fueron
completados todos antes de que los romanos conquistaran Palestina en 70 d.C., y
muchos fueron escritos bastante tiempo antes de ese evento. De entre los Rollos
del Mar Muerto, el rollo de Isaías es el que ha recibido más publicidad, aunque
la colección contiene fragmentos de todos los libros de la Biblia hebrea con la
excepción del libro de Ester.
Debido a que el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto es muy
importante para la crítica textual del Antiguo Testamento, es apropiado hacer
una breve historia y descripción de esos descubrimientos. Los manuscritos que
ahora conocemos con el nombre de Rollos del Mar Muerto son una colección de
manuscritos bíblicos y no bíblicos de Qumrán, una comunidad religiosa antigua
cerca del Mar Muerto.
Antes de ese hallazgo en Qumrán, se habían encontrado muy pocos manuscritos
en la Tierra Santa. Orígenes (siglo III d.C.), que fue uno de los padres de la
iglesia primitiva, mencionó haber usado manuscritos griegos y hebreos que
habían sido guardados en vasijas en unas cuevas cerca de Jericó. En el siglo IX
d.C., Timoteo I, que fue uno de los patriarcas de la iglesia oriental, le
escribió una carta a Sergio, arzobispo metropolitano de Elam, en la que también
él se refiere a una gran cantidad de manuscritos que se encontraron en una
cueva cerca de Jericó. Sin embargo, por más de mil años desde entonces, no se
hizo ningún descubrimiento importante de manuscritos en ninguna cueva en esa
región cercana al Mar Muerto.
Los rollos
descubiertos en Wadi Qumrán La historia de los Rollos del Mar Muerto, tanto la
historia de cuando los ocultaron como la de cuando los descubrieron, suena como
una aventura de misterio. Comenzó con una llamada telefónica la tarde del
miércoles 18 de febrero de 1948, en la ciudad de Jerusalén, aquejada por
disturbios. Butrus Sowmy, monje y bibliotecario del monasterio de San Marcos en
la parte armenia de la Ciudad Antigua de Jerusalén, estaba llamando a John C.
Trever, director interino de la organización American Schools of Oriental
Research [Escuelas Americanas de Investigación Oriental] (ASOR). Sowmy había
estado preparando un catálogo de una colección de libros raros del monasterio.
Entre ellos encontró algunos rollos escritos en hebreo antiguo, los cuales dijo
que habían estado en el monasterio desde hacía unos cuarenta años. ¿Podría ASOR
proveerle alguna información para el catálogo?
Al día siguiente, Sowmy y su hermano llevaron una maleta que contenía cinco
rollos o partes de rollos envueltos en un periódico árabe. Al desenrollar uno
de los rollos, Trever descubrió que estaba escrito en escritura hebrea cuadrada
y clara. Copió varias líneas de ese rollo, examinando cuidadosamente otros tres
rollos, pero le fue imposible desenrollar el quinto porque era muy frágil.
Después de que se fueran los sirios, Trever le relató la historia a William H.
Brownlee, un colega de ASOR. Trever además notó de las líneas que había copiado
del primer rollo que habían usado un doble negativo, que es una construcción
gramatical inusual en hebreo. Además, la caligrafía hebrea de los rollos era
más arcaica que nada que hubiera visto antes.
Luego Trever visitó el monasterio de San Marcos. Allí le presentaron al
arzobispo sirio Atanasio José Samuel, quien lo autorizó para fotografiar los
rollos. Trever y Brownlee compararon el estilo de escritura de los rollos con
una fotografía del Papiro Nash, un rollo inscrito con los Diez Mandamientos y
Deuteronomio 6:4, que los eruditos fechan en el siglo I ó II a.C. Los dos
eruditos de ASOR concluyeron que la escritura del recientemente encontrado
manuscrito pertenecía al mismo período. Cuando Millar Burrows, director de
ASOR, regresó a Jerusalén desde Bagdad unos días después, le mostraron los
rollos y los tres hombres continuaron la investigación. Sólo entonces fue que
los sirios revelaron que los manuscritos habían sido comprados el año anterior,
1947, y que no habían estado en el monasterio cuarenta años como se había
informado antes.
¿Cómo habían llegado los sirios a poseer los rollos? Antes de poder
contestar esa pregunta, tuvieron que analizar mucha información fragmentaria.
Durante el invierno de 1946–47, tres beduinos estaban cuidando su rebaño de
ovejas y cabras cerca de un arroyo en la vecindad de Wadi Qumrán. Uno de los
pastores tiró una piedra a través de una pequeña abertura en el acantilado, y
oyó el ruido que hace una vasija de arcilla cuando se rompe. Más tarde, otro de
los beduinos bajó a la cueva y encontró diez vasijas altas contra las paredes.
Tres manuscritos (uno de ellos en cuatro pedazos) guardados en dos vasijas le
fueron ofrecidos a un comerciante de antigüedades en la ciudad de Belén.
Varios meses después, los beduinos sacaron otros cuatro rollos de la cueva
(uno de ellos en dos pedazos) y se los vendieron a otro comerciante de Belén.
Durante la semana santa de 1947, el monasterio ortodoxo sirio de San Marcos de
Jerusalén recibió la noticia de los cuatro rollos, y el arzobispo Atanasio José
Samuel ofreció comprarlos. La venta no fue completada hasta julio de 1947,
cuando el monasterio adquirió los cuatro rollos. Estos contenían un rollo
completo de Isaías, un comentario sobre Habacuc, un rollo que contenía un
manual de disciplina de la comunidad religiosa de Qumrán, y el Génesis
Apocryphon (que originalmente se pensó que era el libro apócrifo de Lamec, pero
que era una paráfrasis aramea del Génesis).
En noviembre y diciembre de 1947, un comerciante armenio en antigüedades en
Jerusalén le informó al ahora fallecido E. L. Sukenik, profesor de arqueología
de la Universidad Hebrea en Jerusalén, acerca de los primeros tres rollos que
los beduinos habían encontrado en la cueva. Sukenik adquirió entonces los tres
rollos y las dos vasijas del comerciante de antigüedades de Belén. Incluían un
rollo incompleto de Isaías, los Himnos de agradecimiento (que contenían doce
columnas de salmos originales), y el Rollo de la guerra. (Ese rollo, conocido
también como la «Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las
tinieblas», describe una guerra, real o espiritual, de las tribus de Leví, Judá
y Benjamín contra los moabitas y los edomitas.)
El 1 de abril de 1948 apareció el primer comunicado de prensa en los
periódicos alrededor del mundo, seguido por otro comunicado de prensa el 26 de
abril, hecho por Sukenik, acerca de los manuscritos que ya había adquirido para
la Universidad Hebrea. En 1949, Atanasio José Samuel llevó los cuatro rollos
del monasterio de San Marcos a los Estados Unidos. Se exhibieron en diferentes
lugares, y el 1 de julio de 1954, en la ciudad de Nueva York, el hijo de
Sukenik los compró para la nación de Israel por un cuarto de millón de dólares,
y los envió a la Universidad Hebrea de Jerusalén. En la actualidad se exhiben
en el Museo del «Santuario del libro» en la parte oeste de Jerusalén.
Debido a la importancia del descubrimiento inicial de los Rollos del Mar
Muerto, tanto los arqueólogos como los beduinos continuaron buscando más
manuscritos. En los primeros meses de 1949, G. Lankester Harding, director de
antigüedades del Reino de Jordania, y Roland G. de Vaux, de la Dominic Ecole
Biblique en Jerusalén, hicieron excavaciones en la cueva (designada cueva uno o
1Q) donde se realizó el descubrimiento inicial. Varios cientos de cuevas fueron
exploradas ese mismo año. Hasta ahora se han encontrado tesoros en once cuevas
de la región de Wadi Qumrán. Se han descubierto casi 600 manuscritos, de los
cuales unos 200 contienen material bíblico. Los fragmentos encontrados son
entre 50.000 y 60.000. Alrededor de 85 por ciento de los fragmentos son de
cuero, y el resto son papiros. El hecho de que la mayoría de los manuscritos es
de cuero ha contribuido al problema de su preservación.
La cueva que probablemente le sigue en importancia a la cueva uno es la
cueva número cuatro (4Q), en la cual se han encontrado alrededor de 40.000
fragmentos de 400 manuscritos diferentes, 100 de los cuales son bíblicos. Todos
los libros del Antiguo Testamento excepto el libro de Ester están
representados.
Además de los manuscritos bíblicos, los descubrimientos han incluido obras
apócrifas tales como fragmentos hebreos y arameos de Tobías, Eclesiástico y la
Carta de Jeremías. También se encontraron fragmentos de libros pseudoepígrafos
tales como 1 Enoc, el Libro de los Jubileos y el Testamento de Leví.
También se encontraron muchos rollos sectarios propios a la comunidad
religiosa que vivía en Qumrán. Estos rollos proveen el trasfondo histórico
sobre la naturaleza del judaísmo antes de Cristo, y ayudan a llenar los
espacios en blanco que hay en la historia entre el Antiguo Testamento y el
Nuevo Testamento. Uno de los rollos, el Documento de Damasco, había aparecido
originalmente en El Cairo, pero ahora se han encontrado manuscritos de dicho
documento en Qumrán. El Manual de Disciplina fue uno de los siete rollos de la
cueva número uno. En otras cuevas se encontraron manuscritos fragmentarios de
ese manual. Este documento describe los requisitos para entrar al grupo, además
de los reglamentos que gobernaban la vida en la comunidad de Qumrán. Los Himnos
de Agradecimiento incluyen unos treinta himnos, probablemente compuestos por
una sola persona.
También había muchos comentarios sobre diferentes libros del Antiguo
Testamento. El Comentario de Habacuc era una copia en hebreo de los dos
primeros capítulos de Habacuc, acompañada por un comentario versículo por
versículo. Este comentario provee muchos detalles acerca de una figura
apocalíptica llamada el «Maestro de Justicia», quien es perseguido por un
sacerdote malvado.
Un hallazgo muy singular fue descubierto en la cueva número tres (3Q) en
1952. Fue un rollo de cobre, que medía unos 2,4 m de largo y 30,5 cm de ancho.
Debido a que era muy quebradizo, no fue abierto hasta 1966, y entonces sólo se
pudo abrir cortándolo en tiras. Contenía un inventario de unas sesenta
localidades donde se habían escondido tesoros de oro, plata e incienso. Los
arqueólogos todavía no han podido encontrar nada de dicho tesoro. Esa lista
podría haber sido de los tesoros del templo de Jerusalén, y es posible que los
zelotes (un partido político revolucionario judío) la hayan ocultado en esa
cueva durante la lucha contra los romanos en los años 66–70 d.C.
Durante la guerra de los seis días en junio de 1967, el hijo de Sukenik,
Yigael Yadin de la Universidad Hebrea, adquirió un documento de Qumrán llamado
el Rollo del Templo. Ese documento, que fue enrollado muy apretadamente, mide
unos 8,5 m y es el rollo más largo que se haya encontrado hasta ahora en la
zona de Qumrán. Gran parte de él está dedicado a los estatutos de los reyes y a
asuntos de defensa. También describe fiestas de sacrificios y reglas de
limpieza. Casi la mitad del rollo provee instrucciones detalladas sobre la
construcción del futuro templo, que supuestamente Dios le había revelado al
autor del rollo.
Los rollos
descubiertos en Wadi Murabba’at En 1951, los beduinos descubrieron más manuscritos en
cuevas de Wadi Murabba’at, zona que se extiende desde la parte sudeste de Belén
hacia el Mar Muerto, cerca de unos diecisiete kilómetros al sur de Qumrán. Bajo
la dirección de Harding y de Vaux, se excavaron cuatro cuevas allí en 1952.
Además de encontrar documentos bíblicos, se encontraron otros materiales
importantes tales como cartas y monedas del tiempo de la segunda revuelta judía
bajo Bar Kochba en los años 132–135 d.C. Entre los manuscritos bíblicos había
un texto hebreo de los profetas menores que databa del siglo II d.C. Este
manuscrito corresponde casi a la perfección con el Texto Masorético, dando a
entender que para el siglo II, un texto estándar de consonantes ya estaba siendo
formado. También en la localidad de Wadi Murabba’at se encontraron fragmentos
del Pentateuco (los cinco libros de Moisés) e Isaías.
El valor de los
Rollos del Mar Muerto Aparte de los Rollos del Mar Muerto, casi no existen
testimonios del Antiguo Testamento hebreo que hayan sido escritos, en realidad,
en lengua hebrea. Debido a esto, tal vez los Rollos del Mar Muerto sean uno de
los descubrimientos arqueológicos más importantes que jamás se hayan hecho. Nos
llevan mil años atrás a la historia del Antiguo Testamento hebreo, dándonos la
habilidad para evaluar otros testimonios antiguos con mayor entendimiento.
Los libros del Antiguo Testamento que están más representados entre los
Rollos del Mar Muerto son Génesis, Éxodo, Deuteronomio, Salmos e Isaías. El
texto más antiguo es un fragmento del Éxodo que data de alrededor de 250 a.C.
El rollo de Isaías data de alrededor de 100 a.C. Estos testimonios antiguos
sólo confirman la exactitud del Texto Masorético y el cuidado con el que los
escribas judíos trataban las Escrituras. Excepto por unas pocas veces en las
cuales la ortografía y la gramática difieren entre los Rollos del Mar Muerto y
el Texto Masorético, los dos son sorprendentemente similares. Las diferencias
no ameritan ningún cambio importante en el contenido del Antiguo Testamento.
Estos descubrimientos están ayudando a los eruditos bíblicos a obtener una comprensión
más clara del texto en un tiempo más antiguo de su historia y desarrollo.
El Papiro Nash
Antes del
descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, el testimonio hebreo más antiguo
al Antiguo Testamento era el Papiro Nash. En 1902, W. L. Nash adquirió este
manuscrito en Egipto y lo donó a la biblioteca de la Universidad de Cambridge.
Este documento contiene una copia dañada de los Diez Mandamientos (Éxodo
20:2–17), parte de Deuteronomio 5:6–21, y también la Shema (Deuteronomio
6:4 y siguientes). Esta es, claramente, una colección de pasajes devocionales y
litúrgicos que ha sido fechada en el mismo período que los Rollos del Mar
Muerto, entre los años 150 a.C. y 68 d.C.
Los fragmentos
de la genizá de El Cairo
Casi a fines
del siglo XIX se encontraron muchos fragmentos de los siglos VI a VIII en una
vieja sinagoga de El Cairo, Egipto, que había sido la Iglesia de San Marcos
hasta 882 d.C. Fueron encontrados en una genizá, un cuarto tipo depósito donde
se guardaban los manuscritos que estaban muy gastados, o que contenían errores,
hasta que pudieran deshacerse de ellos de forma apropiada. Aparentemente, esta
genizá había sido encerrada entre paredes y fue olvidada hasta su reciente
descubrimiento. En ese pequeño cuarto se habían preservado unos 200.000 fragmentos,
incluyendo textos bíblicos en hebreo y en arameo. El hecho de que los
fragmentos bíblicos datan del siglo V d.C. los hace invalorables por haber
arrojado luz al desarrollo del trabajo de los masoréticos antes de la
estandarización instituida por los grandes masoretas de Tiberíades.
El Pentateuco
Samaritano
No hay acuerdo
sobre la fecha exacta en que la comunidad samaritana se separó de la mayoría de
la comunidad judía. Pero en algún momento durante el período del post-exilio
(alrededor de 540–100 a.C.), se marcó una clara división entre los samaritanos
y los judíos. En ese momento, los samaritanos, que sólo aceptaban el Pentateuco
como canónico, aparentemente canonizaron su propia versión de la Escrituras.
Una copia del Pentateuco Samaritano cautivó la atención de los eruditos en
1616. Al principio causó mucho interés, pero muchos de las evaluaciones de su
valor para la crítica textual fueron negativos. Se diferenció del Texto
Masorético en unos seis mil lugares, y muchos dijeron que este era el resultado
de las diferencias sectarias entre los samaritanos y los judíos. Algunos lo
vieron simplemente como una revisión sectaria del Texto Masorético.
Sin embargo, después de estudios más profundos, quedó claro que el
Pentateuco Samaritano representaba un texto de origen mucho más antiguo que el
Texto Masorético. Y aunque unas cuantas de las diferencias del Pentateuco
Samaritano eran claramente el resultado de asuntos sectarios, la mayoría de las
diferencias era neutral en ese aspecto. Muchas de ellas tenían más que ver con
escribir el texto en un idioma más popular que con alterar su significado. El
hecho de que el Pentateuco Samaritano tenía mucho en común con la Septuaginta,
algunos de los Rollos del Mar Muerto y el Nuevo Testamento reveló que la mayor
parte de las diferencias con el Texto Masorético no se debía a diferencias
sectarias. Lo más probable es que hayan sido por usar una base textual
diferente, la cual es posible que fuera ampliamente usada en el antiguo Cercano
Oriente hasta mucho después del tiempo de Cristo. Esta conclusión, aunque no
resolvió ningún problema, hizo mucho para ilustrar la complejidad de la
tradición textual del Antiguo Testamento que existía antes de que el estándar
masorético fuera completado.
La Septuaginta
(LXX)
La Septuaginta
es la traducción griega más antigua del Antiguo Testamento, cuyo testimonio es
mucho más antiguo que el del Texto Masorético. De acuerdo a la tradición, el
Pentateuco de la Septuaginta fue traducido por un equipo de setenta eruditos en
Alejandría, Egipto. (De ahí su designación común LXX, el número romano para
70.) La comunidad judía en Egipto hablaba griego y no hebreo, así que esa
comunidad de judíos necesitaba una traducción griega del Antiguo Testamento. No
se sabe la fecha exacta de la traducción, pero la evidencia indica que el
Pentateuco de la Septuaginta estaba completo en el siglo III a.C. El resto del
Antiguo Testamento probablemente fue traducido en un período largo, que
obviamente representa el trabajo de muchos eruditos diferentes.
El valor de la Septuaginta a la crítica textual varía ampliamente de libro
a libro. Se puede decir que la Septuaginta no es una sola versión, sino una
colección de versiones hecha por varios autores, quienes diferían grandemente
en sus métodos y en su conocimiento del hebreo. Las traducciones de los libros
individuales no son uniformes. Muchos libros son traducidos casi literalmente,
mientras que otros, como Job y Daniel, son bastante dinámicos. Así que el valor
de cada libro para la crítica textual debe ser considerado sobre la base de un
libro por vez. Los libros que fueron traducidos literalmente son mucho más
fáciles de comparar con el Texto Masorético que los libros más dinámicos.
El contenido de algunos libros es significativamente diferente cuando se
compara la Septuaginta con el Texto Masorético. Por ejemplo, al libro de
Jeremías de la Septuaginta le faltan porciones importantes que se encuentran en
el Texto Masorético, y también el orden del texto es significativamente
diferente. Es difícil saber con certeza lo que en realidad significan esas
diferencias. Se han hecho conjeturas de que la Septuaginta es simplemente una
traducción no muy buena, y que por lo tanto le faltan porciones del hebreo
original. Pero esas mismas diferencias podrían también indicar que los cambios
editoriales y agregados fueron siendo incorporados al Texto Masorético durante
la larga historia de su desarrollo. Es también posible que hubiera una cantidad
de tradiciones textuales válidas en ese tiempo, y la Septuaginta siguió una de
ellas, y el Texto Masorético siguió otra. Esto ilustra algunas de las
dificultades que se presentan cuando se hace la crítica textual del Antiguo
Testamento.
La Septuaginta era el texto estándar del Antiguo Testamento que se usaba en
la iglesia primitiva. La iglesia gentil en crecimiento necesitaba una
traducción al lenguaje común de aquel tiempo, que era el griego. Para el tiempo
de Cristo, aun entre los judíos, la mayoría de las personas no hablaba hebreo,
sino que hablaba arameo y griego. Los escritores del Nuevo Testamento
evidencian su inclinación por la Septuaginta porque la usan cuando hacen citas
del Antiguo Testamento.
Otras versiones
griegas
Debido al uso y
a la amplia aceptación que los cristianos hacían de la Septuaginta, los judíos
la rechazaron a favor de varias otras versiones griegas. Aquila, un prosélito y
discípulo del rabino Akiva, produjo una nueva traducción alrededor de 130 d.C. Siguiendo
la manera de pensar de su maestro, Aquila escribió una traducción
extremadamente literal, a tal punto que a veces no se comunicaba bien en
griego. Sin embargo, este enfoque literal logró que esa versión tuviera amplia
aceptación entre los judíos. Sólo fragmentos de ella han sobrevivido, pero su
naturaleza literal revela mucho acerca de su base textual hebrea.
Símaco produjo una nueva versión alrededor de 170 d.C., diseñada no sólo
para ser exacta, sino también para comunicarse correctamente en griego. Su
versión sólo ha sobrevivido en forma de unos pocos fragmentos de la Hexapla. Teodoción, un
judío prosélito de fines del siglo II d.C., produjo una tercera versión. Su
versión, aparentemente, fue una revisión de una versión anterior, tal vez la
Septuaginta. De ella sólo quedan unos pocos fragmentos en citas hechas por los
cristianos de la iglesia primitiva, aunque en su época fue muy usada.
Orígenes, el teólogo cristiano, arregló el Antiguo Testamento con seis
versiones paralelas para comparación en su Hexapla. En ella incluyó el
texto hebreo, la transliteración del hebreo al griego, la versión de Aquila, la
de Símaco, la Septuaginta y la de Teodoción. Desafortunadamente, esta
maravillosa compilación sólo ha sobrevivido en la forma de unos pocos fragmentos.
Otras traducciones griegas que menciona Orígenes, y que de otra forma no
conoceríamos, son la Quinta, la Sexta y la Septima.
Los tárgumes
arameos
Los tárgumes
arameos eran traducciones arameas del Antiguo Testamento hebreo. Puesto que el
idioma que hablaban los judíos después del exilio fue el arameo y no el hebreo,
se presentó la necesidad de traducciones arameas de la Biblia hebrea. El hebreo
continuó siendo la lengua de los círculos eruditos religiosos, y a menudo los
líderes religiosos menospreciaban las traducciones hechas para la gente común.
Pero con el tiempo, la lectura de las Escrituras y de comentarios en arameo
llegó a ser una práctica aceptada en las sinagogas.
El propósito de estas traducciones era que el mensaje le llegara a la gente
y la edificara. Por eso es que las traducciones eran extremadamente
interpretativas. Los traductores parafraseaban, agregaban glosas explicativas y
a menudo reinterpretaban el texto con osadía de acuerdo a las tendencias
teológicas de su tiempo. Buscaban relacionar el texto de la Biblia con la vida
contemporánea y las circunstancias políticas. Debido al enfoque dinámico
evidente en estas traducciones, su uso en la crítica textual es limitado, pero
se agregan a la mezcla confusa de evidencia que debe ser recolectada y
comparada para reconstruir el texto del Antiguo Testamento.
La versión
siríaca
Otra versión
digna de mencionar es la versión siríaca. Esta versión se usaba comúnmente en
la iglesia de Siria (arameo oriental), quienes la llamaban la Peshitta, que quiere
decir «la simple o sencilla». Es difícil discernir lo que quisieron decir con
este nombre. Puede indicar que tuvo la intención de ser para que la leyera el
pueblo, o que evitó agregar glosas de explicación u otros agregados, o tal vez
que no era un texto con anotaciones, como lo era la Syro-Hexapla anotada que se
usaba en la misma comunidad.
No se conoce la historia literaria de la versión siríaca, aunque queda
claro que es compleja. Algunos la han identificado como la reconstrucción del
tárgum arameo escrito en siríaco, mientras que otros afirman que tiene un
origen más independiente. Algunos la relacionan a la conversión de los líderes
de Adiabene (al este del río Tigris) a la fe judía durante el siglo I d.C. La
necesidad que tenían de un Antiguo Testamento pudo haber llevado al desarrollo
de una versión en su idioma corriente—el siríaco. Todavía otros dicen que esta
versión tiene orígenes cristianos. Y algunas versiones posteriores a la
Peshitta complican el asunto aún más. Se necesitan más estudios para determinar
la naturaleza de esta versión antes de que pueda proporcionar más luz en cuanto
a la historia del texto hebreo.
Las versiones
latinas
El latín era un
idioma muy común en las regiones occidentales del Imperio Romano mucho antes
del tiempo de Cristo. Fue en las regiones del sur de Gaul (del latín Gallia) y
del norte del África que aparecieron las primeras traducciones de la Biblia en
latín. Alrededor de 160 d.C., Tertuliano aparentemente usó una versión latina
de las Escrituras. No mucho tiempo después de eso, el texto latino antiguo
parece haber estado en circulación, evidenciado por el uso que hizo de él
Cipriano antes de su muerte en 258 d.C. Esta versión Latina Antigua fue
traducida de la Septuaginta. Debido a que fue una versión temprana, es muy
valiosa como testimonio del texto de la Septuaginta, antes de que editores
posteriores oscurecieran el texto de la versión original. En forma indirecta
también provee claves en cuanto a la naturaleza del texto hebreo en el tiempo
de la traducción de la Septuaginta. No han sobrevivido manuscritos completos de
la versión Latina Antigua. Después de que Jerónimo completara la versión latina
llamada la Vulgata, el otro texto cayó en desuso. Sin embargo, existen
suficientes fragmentos de manuscritos de esta versión para proporcionar
información significativa al texto primitivo del Antiguo Testamento.
Alrededor del siglo III d.C., el latín comenzó a reemplazar al griego como
la lengua de erudición en el gran mundo romano. Se necesitaba con urgencia un
texto uniforme y confiable para el uso teológico y litúrgico. Para llenar esta
necesidad, el papa Dámaso I (366–384 d.C.) comisionó a Jerónimo, un brillante
erudito en latín, griego y hebreo, a que llevara a cabo esta traducción.
Jerónimo comenzó su trabajo como una traducción de la Septuaginta griega, que
muchos autores, incluyendo Agustín, consideraban inspirada. Pero más tarde,
arriesgando mucha crítica, se volvió para su traducción al texto hebreo que
estaba siendo usado en Palestina en aquel tiempo. Durante los años entre 390 y
405 d.C., Jerónimo escribió su traducción latina del Antiguo Testamento hebreo.
Sin embargo, a pesar de que Jerónimo volvió al hebreo original, dependió
grandemente de varias versiones griegas como ayuda en su traducción. Como
resultado, la Vulgata refleja las otras traducciones griegas y latinas tanto
como el texto hebreo fundamental. El valor de la Vulgata para la crítica
textual es su testimonio pre-masorético a la Biblia hebrea, aunque este estaba
comprometido grandemente por la influencia de las traducciones griegas que ya
existían entonces.
Varias otras
versiones
Hay otras
varias versiones antiguas. La mayoría de ellas dependía principalmente de la
Septuaginta, incluyendo las versiones cópticas de Egipto y las versiones
etiópicas relacionadas de Etiopía. Estas son valiosas como testimonios
tempranos de la Septuaginta. La versión armenia usó la Peshitta siríaca como su
texto base y podría prestar información significativa con respecto a su
desarrollo. Después del surgimiento del islam y la propagación del idioma árabe
a través de mucho del Cercano Oriente, se hicieron traducciones en árabe para
una población arábica en crecimiento. La traducción al árabe también tomó como
base a la Septuaginta, pero la tardanza con la que se hicieron estas
traducciones (alrededor de 900 d.C.) las hace de poco valor para la crítica
textual del Antiguo Testamento.
Citas
patrísticas
Se puede
obtener evidencia textual adicional de las citas de los escritores tempranos
conocidos como los padres de la iglesia. El alcance de esas citas, que abarca
la mayor parte del Nuevo Testamento, así como algunas partes del Antiguo
Testamento, provee evidencia en cuanto a la historia de la transmisión de
variadas lecturas y tipos de texto.
LA TRANSMISIÓN
DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La
reconstrucción de la historia de la transmisión del texto es un elemento
importante al evaluar las variantes en las lecturas. Se debe combinar el
material de una gran variedad de fuentes aun para llegar a una reconstrucción
tentativa del texto. A continuación se presenta un breve bosquejo de opiniones
eruditas.
La historia antigua del texto del Antiguo Testamento—como se refleja en los
Rollos del Mar Muerto, en el Pentateuco Samaritano, la Septuaginta y el texto
hebreo antiguo—muestra una fluidez y una diversidad notables. Es evidente que
el proceso de estandarización no comenzó en las primeras etapas. Por ejemplo,
los materiales de la comunidad de Qumrán, donde se encontraron los Rollos del
Mar Muerto, no reflejan ninguna frustración con los diferentes textos dentro de
dicha comunicad.
Algunos eruditos han intentado explicar esa diversidad usando las teorías
de los textos locales. Sus teorías son que varias localidades en el Cercano
Oriente (por ejemplo, Babilonia, Palestina y Egipto) tenían tipos de textos
diferentes, como se refleja en varios textos y versiones hebreas que han
sobrevivido. Otros eruditos explican esta diversidad reconociendo una fluidez
pre-canónica. Sienten que hasta que el proceso de la canonización estuvo
completo, la reproducción exacta de los manuscritos no era vista como muy
importante. Se debería notar, sin embargo, que el texto básico que los eruditos
modernos han identificado como el más cercano al original estaba entre los
textos del Mar Muerto (por ejemplo, el rollo grande de Isaías).
La destrucción del templo en 70 d.C. proveyó un ímpetu a la estandarización
del texto consonántico. Los textos que se encontraron en Wadi Murabba’at, que
fueron copiados durante los primeros siglos d.C., reflejan la nueva etapa. Los
eruditos que informaron primero sobre el descubrimiento estuvieron
desilusionados al encontrar muy pocas diferencias entre estos textos y el Texto
Masorético estándar. Para los eruditos, los primeros textos de los
descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto habían llegado a ser el texto
consonántico modelo, excluyendo las otras variantes. Los eruditos ahora han
llegado a identificar los textos apenas posteriores de Wadi Murabba’at como un
modelo «proto-masorético». Esto parece indicar que el texto consonántico hebreo
estaba llegando a ser la norma en Palestina para los primeros siglos d.C.
La estandarización, según la practicaban los masoretas, significaba
identificar un texto como normativo y copiar cuidadosamente de ese texto.
También era corregir los textos que existían comparándolos con el texto
normativo. El texto hebreo, por supuesto, estaba escrito usando sólo
consonantes, no con consonantes y vocales como usamos en nuestro idioma
actual.
El siguiente paso en la transmisión del texto del Antiguo Testamento fue la
estandarización de la puntuación y los patrones de las vocales. Este proceso,
que comenzó bastante temprano en el período del Nuevo Testamento, abarcó un
período de mil años. Una larga serie de masoretas proveyó anotaciones conocidas
como Mesorá, palabra que en hebreo significa «tradición». En su trabajo se
hacen evidentes dos motivaciones. Una fue su preocupación por hacer una
reproducción exacta del texto consonántico. Para ese propósito, una colección
de anotaciones (sobre formas irregulares, patrones anormales, el número de
veces que se usaba una palabra y otros asuntos) se recopiló e insertó en los
márgenes o al final del texto.
Una segunda preocupación de los masoretas fue registrar y estandarizar la
vocalización del texto consonántico para los propósitos de su lectura. Hasta
ese entonces, a los escribas se les había prohibido insertar vocales para hacer
clara la vocalización. Debido a esto, una lectura apropiada del texto dependía
de la tradición oral pasada de generación a generación. Los orígenes de la
vocalización reflejan diferencias entre los babilonios y los palestinos. Los
masoretas tiberianos (eruditos que trabajaban en Tiberíades, Palestina)
proveyeron el sistema más completo y exacto de vocalización. Su primer
manuscrito de esa tradición es un códice de los Profetas, de la sinagoga
Caraíta del Cairo, con la fecha 896 d.C. En la actualidad, el texto hebreo
estándar del Antiguo Testamento, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, una
versión actualizada de la Biblia Hebraica de Kittel, ha sido formado
sobre la base de la tradición masorética tiberiana. La estandarización de
ambos, el texto consonántico y la vocalización, tuvo tanto éxito que los
manuscritos que todavía existen despliegan un acuerdo notable. La mayoría de
las variantes, que son pequeñas y que se atribuyen a errores de los escribas,
no afecta la interpretación.
LA METODOLOGÍA
DE LA CRÍTICA TEXTUAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La búsqueda de
una metodología adecuada para manejar las muchas lecturas variantes que se
encuentran en los manuscritos está entretejida inseparablemente con nuestro
entendimiento sobre la historia de la transmisión. El asunto básico de la
crítica textual es el método que se usa para decidir el valor relativo de esas
variantes en los materiales. Se deben evaluar muchos factores para llegar a una
decisión válida.
Cómo se fechan
los manuscritos
La fecha de un
manuscrito es importante porque coloca el texto dentro de un marco histórico,
lo cual es un factor que puede decidir a menudo la supremacía de una variante
sobre otra. El proceso de fechar los Rollos del Mar Muerto, que se encontraron
en Wadi Qumrán, sirve como un buen caso de estudio para los distintos métodos
que los eruditos emplean actualmente.
No todos aceptaron las primeras conclusiones acerca de la antigüedad de los
primeros Rollos del Mar Muerto. Algunos eruditos estaban convencidos de que los
rollos eran de origen medieval. Una serie de preguntas se relacionan al
problema de fechar. ¿Cuándo fueron escritos los textos de Qumrán? ¿Cuándo
fueron puestos en las cuevas? La mayoría de los eruditos cree que fueron
miembros de la comunidad de Qumrán los que los colocaron en las cuevas cuando
las legiones romanas estaban atacando las fortalezas judías. Eso fue un poco
antes de la destrucción de Jerusalén en 70 d.C.
Un estudio cuidadoso del contenido de un documento a veces revela su
paternidad literaria y la fecha en que fue escrito. Un ejemplo del uso de tal evidencia
interna para fechar un trabajo no bíblico se encuentra en el comentario de
Habacuc. Esta obra provee pistas acerca de la gente y de los eventos en los
días del autor del comentario y no en los días del profeta Habacuc. El
comentarista describe a los enemigos del pueblo de Dios usando el término Kittim. Originalmente
esa palabra designaba a Chipre, pero más tarde se usó en forma más general para
designar a las islas griegas y a las costas del este del Mediterráneo. En
Daniel 11:30, el término se usa en forma profética, y la mayoría de los
eruditos parece identificar Kittim con los romanos. Así que es probable que el comentario
de Habacuc haya sido escrito alrededor del tiempo cuando los romanos tomaron
Palestina bajo el reinado de Pompeyo en 63 a.C.
Otro asunto importante para considerar cuando se fecha un manuscrito es la
fecha de la copia. Aunque la gran mayoría de los manuscritos no está fechada, a
menudo es posible determinar cuándo se escribió un manuscrito por la
paleografía, es decir, el estudio de la escritura antigua a mano. Ese fue el
método que al principio empleó Trever cuando comparó la letra del manuscrito de
Isaías con el Papiro Nash, así fechándolos en la era antes de Cristo. Sus
conclusiones fueron confirmadas por el ya fallecido William F. Albright, que en
aquel entonces era el principal arqueólogo norteamericano. Durante el tiempo de
la cautividad babilónica, las letras cuadradas eran el estilo normal de la
escritura en hebreo (al igual que en arameo, un primo del hebreo). La evidencia
de la paleografía fecha con claridad a la mayoría de los rollos de Qumrán en el
período comprendido entre los años 200 a.C. y 200 d.C.
La arqueología provee otra clase de evidencia externa. Las vasijas
descubiertas en Qumrán datan del período helenístico tardío y del período
romano temprano (200 a.C.–100 d.C.). Los objetos de alfarería y ornamentos
señalan al mismo período. Se encontraron varios cientos de monedas en vasijas
que datan del período grecorromano. Una fisura en uno de los edificios se
atribuye a un terremoto que, de acuerdo a Josefo (un historiador judío que
escribió durante el siglo I d.C.), ocurrió en 31 a.C. Las excavaciones en
Kirbet Qumrán indican que el período general de su ocupación fue desde 135 a.C.
a 68 d.C., el año en que Roma aplastó la revuelta zelote.
Finalmente, el análisis que usa el método del radiocarbono ha contribuido a
ponerle fecha a los descubrimientos. Este tipo de análisis es un método en que
se fecha un material por la cantidad de carbono radioactivo que todavía
permanece en él. El proceso también se conoce como el método del carbono 14.
Cuando se le aplicó a la tela de lino en la que estaban envueltos los rollos,
el análisis dio una fecha de 33 d.C., con una diferencia posible de 200 años
más o menos. Un análisis más reciente colocó la fecha entre los años 250 a.C. y
50 d.C. Aunque puede haber preguntas en cuanto a la relación entre los
envoltorios de lino y la fecha de los rollos mismos, el método del carbono 14
está de acuerdo con las conclusiones de tanto la paleografía como la
arqueología. Entonces, el período general para fechar los Rollos del Mar Muerto
puede ser indicado con seguridad entre los años 150 a.C. y 68 a.C.
La lectura de
los manuscritos
La ciencia
moderna ha provisto una cantidad de ayudas para descifrar un manuscrito. Los
procesos científicos de adjudicar fechas determinan la edad de un material
escrito. Las técnicas químicas ayudan a aclarar escritura que se ha
deteriorado. La luz ultravioleta ayuda a un erudito a ver vestigios de tinta
(carbón) en un manuscrito aún después que la escritura en su superficie ha sido
borrada.
Cada manuscrito debe ser entendido como un todo, porque cada uno tiene una
«personalidad». Es importante identificar los errores característicos, el
cuidado o descuido característico, y otras peculiaridades del escriba o de los
escribas que copiaron el material. Entonces se debe comparar el manuscrito con
otros manuscritos para identificar la tradición «familiar» con la cual
coincide. Cuando se repiten errores comunes o hay insertos en un texto, existe
una pista en cuanto a las relaciones. Se deben establecer todos los detalles
posibles en cuanto a la fecha, el lugar de origen y la paternidad literaria.
Los errores de los escribas caen en diferentes categorías. La primera
categoría principal es la de los errores involuntarios. (1) La confusión
de consonantes similares y la transposición de dos consonantes son errores
frecuentes. (2) Algunas corrupciones también fueron el resultado de separar las
sílabas de una palabra incorrectamente (muchos de los primeros manuscritos
omitieron los espacios entre las palabras para ahorrar espacio). (3) La
confusión de sonidos ocurría principalmente cuando un escriba leía a un grupo
de escribas que estaban haciendo copias múltiples. (4) En el Antiguo
Testamento, el método de vocalización (agregarle vocales al texto de
consonantes) creó algunos errores. (5) La omisión de una letra, palabra o frase
creó nuevas interpretaciones. (6) También era común la repetición de una letra,
palabra o aun una frase completa. La omisión (llamada haplología) o la
repetición (llamada ditografía) podían ser causadas cuando la vista de un
escriba pasaba de una palabra a otra similar o a la terminación de una palabra.
Las omisiones por homoioteleuton (en griego significa «terminaciones similares») también
eran bastantes comunes. Esto ocurría cuando dos palabras que eran idénticas,
similares o tenían terminaciones idénticas se encontraban próximas, y la vista
del copista pasaba de la primera a la segunda, omitiendo las palabras que había
entremedio. (7) En el Antiguo Testamento, en algunos textos antiguos, a veces
ocurrieron errores por usar consonantes en vez de letras vocales. Los copistas
que no sabían este uso de letras vocales podían copiarlas en forma de
consonantes aberrantes. Por lo general, los errores involuntarios son bastante
fáciles de identificar porque crean una lectura que no tiene sentido.
Los errores intencionales son mucho más difíciles de identificar y
de evaluar. Las armonizaciones de materiales similares ocurrían con
regularidad. Los materiales difíciles estaban sujetos a mejoras a manos de un
escriba pensador. Las expresiones que podían presentar objeción a veces eran
eliminadas o suavizadas. En ocasiones se empleaban sinónimos. A menudo aparece
la fusión (el resolver una discrepancia entre dos temas variantes incluyéndolos
a los dos).
El estar conscientes de estos problemas comunes es el primer paso para
descubrir y eliminar los errores más obvios, e identificar y eliminar las
peculiaridades de un escriba en particular. A continuación se deben emplear
criterios más sutiles para identificar el material que es más probable que sea
original. Los procedimientos para aplicar tales criterios son similares tanto
para el trabajo en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Principios
metodológicos generales
Por medio del
trabajo de los críticos textuales en los últimos siglos se han deducido ciertos
principios generales. Estos pueden ser resumidos brevemente para el Antiguo
Testamento.
1. El texto
básico para la consideración principal es el Texto Masorético, debido a la
cuidadosa estandarización que representa. Ese texto se compara con el
testimonio de las versiones antiguas. La Septuaginta, debido a su fecha, y a su
fidelidad básica al texto hebreo, tiene mucho peso en todas las decisiones. Los
tárgumes (las traducciones arameas) también reflejan la base hebrea, pero
exhiben una tendencia a la expansión y a la paráfrasis. Las versiones siríaca
(Peshitta), Vulgata (latín), Latina Antigua y cóptica agregan evidencia
indirecta, aunque las traducciones no siempre son testimonios claros en los
detalles técnicos. El uso de tales versiones permite a los eruditos usar la
filología comparativa en las decisiones textuales, y de esa forma exponer
errores tempranos por los cuales es posible que el material original no haya
perdurado.
2. Es
preferible la lectura que explica mejor el origen de otras variantes. A menudo,
la información de la reconstrucción de la historia de la transmisión provee
claves adicionales. El conocimiento de errores típicos de los escribas permite
al crítico tomar una buena decisión sobre la secuencia de las variantes.
3. La versión
más corta es la preferible. Con frecuencia los escribas agregaban material para
resolver problemas de estilo o de sintaxis, y muy pocas veces acortaban o
condensaban el material.
4. Es muy
posible que el material más difícil de leer sea el original. Este principio se
relaciona estrechamente con el tercero. Los escribas no tenían la intención de
crear materiales más complejos. Por lo tanto, se sospecha que el material más
fácil de leer sea la alteración de un escriba.
5. Se prefieren
los materiales que no están armonizados o asimilados en pasajes similares. Los
copistas tenían la intención de corregir los materiales basándose en material
similar en otros lugares (algunas veces aun inconscientemente).
6. Cuando todo
lo demás falla, el crítico textual debe recurrir a la enmienda conjetural. Para
hacer una suposición bien fundada se requiere estar muy empapado del lenguaje
hebreo, familiaridad con el estilo del autor y entender la cultura, las
costumbres y la teología que puede darle color al pasaje. El uso de la
conjetura debe estar limitado a esos pasajes en los cuales el material original
definitivamente no nos ha sido transmitido.
CONCLUSIÓN
Debe recordarse
que la crítica textual sólo opera cuando son posibles dos o más
interpretaciones para una palabra o frase específica. Para la mayor parte del
texto bíblico se ha transmitido una sola interpretación. Cuando eliminamos los
errores de los escribas y los cambios intencionales, nos queda sólo un pequeño
porcentaje de texto sobre el cual pueden surgir preguntas. El erudito textual
Sir Frederic Kenyon, en un escrito de 1940, concluyó:
El intervalo
entre las fechas de la composición original y la evidencia exacta más temprana
llega a ser tan pequeño que de hecho es insignificante, y la última base para
cualquier duda de que las Escrituras nos hayan llegado en su contenido tal como
fueron escritas ha sido removida. Tanto la autenticidad como la integridad
general de los libros del Nuevo Testamento pueden ser consideradas como
finalmente establecidas.
Se expresa una
confianza similar en el texto del Antiguo Testamento.
El campo de la crítica textual es complejo y requiere la reunión y el uso
hábil de una amplia variedad de información. Debido a que trata con la fuente
autoritativa de la revelación para todos los cristianos, la discusión textual a
menudo ha sido acompañada por las emociones.
Sin embargo, a pesar de la controversia se ha realizado gran progreso,
particularmente en los últimos cien años. El refinamiento de la metodología ha
ayudado grandemente a que entendamos mejor los materiales acumulados. La ayuda
adicional nos ha llegado de la gran cantidad de información de las áreas de
estudio relacionadas, tales como la historia de la iglesia, la teología bíblica
y la historia del pensamiento cristiano.
La recolección y organización de las lecturas variantes han permitido a los
críticos textuales modernos proporcionar una fuerte seguridad de que la Palabra
de Dios ha sido transmitida en una forma exacta y confiable. Aunque
interpretaciones discrepantes se han hecho evidentes con la publicación de
tantos manuscritos, las interpretaciones inadecuadas, inferiores y secundarias,
en gran parte, han sido eliminadas. En muy pocos lugares es necesaria la
enmienda conjetural. En asuntos relacionados con la salvación cristiana, la
transmisión clara e inequívoca provee respuestas autoritativas. Es así que los
cristianos tienen una deuda con los críticos textuales, los que han trabajado,
y están trabajando, para proveer un texto bíblico confiable.
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