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sábado, 13 de octubre de 2012


Los textos y manuscritos del Antiguo Testamento

Los antiguos manuscritos del Antiguo Testamento son el material básico de trabajo que se usa para buscar, con tanta exactitud como sea posible, el texto original de la Biblia. A este proceso se le llama crítica textual, algunas veces designada como «alta crítica» para distinguirlo de la «baja crítica», que es el análisis de la fecha, la unidad y la paternidad literaria de los escritos bíblicos.
La tarea de la crítica textual puede dividirse en varias etapas generales: (1) la recolección y compilación de manuscritos existentes, traducciones y citas; (2) el desarrollo de la teoría y la metodología que permitirán que el crítico use la información que se ha obtenido para reconstruir el texto más exacto de los materiales bíblicos; (3) la reconstrucción de la historia de la transmisión del texto para identificar las diversas influencias que afectan a dicho texto; (4) la evaluación de variados materiales de lectura específicos a la luz de la evidencia textual, la teología y la historia.
Los críticos textuales del Antiguo y del Nuevo Testamento emprenden una tarea similar y enfrentan obstáculos similares. Ambos buscan descubrir un texto «original» hipotético con recursos limitados que están en diversas etapas de deterioro. Pero el crítico textual del Antiguo Testamento enfrenta una historia textual más compleja que su homólogo del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento se escribió principalmente en el siglo I a.C., y existen manuscritos completos del Nuevo Testamento que fueron escritos sólo unos pocos siglos más tarde. En cambio, el Antiguo Testamento está formado por literatura escrita en un período de más de mil años, y sus partes más antiguas datan del siglo XII a.C. y posiblemente aún antes. Para dificultar más las cosas, hasta hace poco los primeros manuscritos hebreos conocidos del Antiguo Testamento eran de la época medieval. Esto dejó a los eruditos con muy poco testimonio del desarrollo textual del Antiguo Testamento desde la antigüedad hasta la Edad Media, un período de más de dos mil años.
Hasta el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto en las décadas de 1940 y 1950, las traducciones secundarias del arameo, griego y latín sirvieron como los testimonios más antiguos e importantes a las Escrituras hebreas. Puesto que esas son traducciones, y están sujetas a alteraciones sectarias y de contexto, su valor para el crítico textual, aunque significante, es limitado. Sin embargo, los descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto y de otros manuscritos antiguos han proporcionado testimonios clave al Antiguo Testamento hebreo de los tiempos tempranos. La evaluación erudita de esos descubrimientos está lejos de estar completa en la actualidad y la ciencia de la crítica textual del Antiguo Testamento espera con ansiedad una evaluación más completa de su significado. Sin embargo, en un sentido general, los Rollos del Mar Muerto han afirmado la exactitud del Texto Masorético que usamos actualmente.

MANUSCRITOS IMPORTANTES DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La mayor parte de los manuscritos medievales del Antiguo Testamento tienen una forma bastante estandarizada del texto hebreo. Esta estandarización refleja la obra de los escribas medievales conocidos como masoretas (500–900 d.C.), y el texto que resultó de su trabajo se conoce con el nombre de Texto Masorético. La mayoría de los manuscritos importantes data del siglo XI d.C. o más tarde, y todos reflejan esta misma tradición textual básica. Pero puesto que el Texto Masorético no se estabilizó bien hasta bastante después de 500 d.C., no se pueden contestar muchas preguntas en cuanto a su desarrollo en los siglos precedentes. Así que la tarea principal para los críticos textuales del Antiguo Testamento ha sido la de comparar los testimonios anteriores para descubrir cómo surgió el Texto Masorético y cómo se relaciona este texto con los testimonios anteriores de la Biblia hebrea. Esto nos lleva a la tarea inicial de la crítica textual: la recolección de todos los registros posibles de los escritos bíblicos.
Todas las fuentes principales de Escritura hebrea son manuscritos que, como lo dice su nombre, están escritos a mano. Por lo general se escribían en pieles de animales, papiros o algunas veces en metal. El hecho de que son escritos a mano es la fuente de muchas dificultades para los críticos textuales. A menudo se puede echar la culpa al error humano y a las adulteraciones editoriales de las muchas variantes que hay entre los manuscritos del Antiguo y el Nuevo Testamento. Otra fuente de dificultad es el hecho de que los manuscritos antiguos han sido escritos sobre pieles o papiros. Debido al deterioro natural, la mayoría de los manuscritos antiguos que sobreviven consta de fragmentos y es difícil de leer.
Hay muchos testimonios secundarios del texto del Antiguo Testamento, incluyendo las traducciones a otras lenguas, citas que usaron ambos, los amigos y enemigos de la religión bíblica, y la evidencia de los textos antiguos impresos. La mayoría de los testimonios secundarios ha sufrido de manera similar a los primeros. Ellos también contenían numerosas variaciones, debidas tanto a los errores intencionales como a los accidentales de los escribas, y sólo existen fragmentos debido a su deterioro natural. Puesto que existen variantes de los textos en los manuscritos antiguos que han sobrevivido, estos deben ser recolectados y comparados. La tarea de comparar y catalogar los diferentes textos se conoce con el nombre de colación.
El Texto Masorético
La historia textual del Texto Masorético es una historia importante por derecho propio. Este texto de la Biblia hebrea es el más completo que existe. Forma las bases para nuestras Biblias hebreas modernas y es el prototipo contra el cual se hacen todas las comparaciones de los estudios de textos del Antiguo Testamento. Se llama masorético porque su forma actual está basada en la Mesorá, la tradición textual de los eruditos judíos que se conocían como los masoretas de Tiberíades. (Tiberíades era donde estaba localizada su comunidad en la costa del Mar de Galilea.) Los masoretas, cuya escuela erudita floreció entre los años 500 y 1000 d.C., estandarizaron el texto tradicional, formado sólo de consonantes, al agregarle puntos para las vocales y notas al margen. (El alfabeto hebreo antiguo no tenía vocales.)
El Texto Masorético, como existe actualmente, le debe mucho a la familia Ben Asher. Por cinco o seis generaciones, desde la segunda mitad del siglo VIII hasta la mitad del siglo X, esta familia jugó un papel de liderazgo en el trabajo masorético en Tiberíades. Un registro fiel de su trabajo se puede encontrar en los manuscritos masoréticos más antiguos que existen, a los cuales se les puede seguir la pista hasta los dos últimos miembros de dicha familia. El manuscrito masorético más antiguo es el Códice Cairensis (895 d.C.), que se le atribuye a Moisés ben Asher. Este manuscrito contenía tanto los Primeros Profetas (Josué, Jueces, Samuel y Reyes), como los Últimos Profetas (Isaías, Jeremías, Ezequiel y los doce Profetas Menores). El resto del Antiguo Testamento no se encuentra en este manuscrito.
El otro manuscrito importante que se le atribuye a la familia Ben Asher es el Códice de Alepo. De acuerdo a la nota que concluye este manuscrito, Aaron ben Moses ben Asher fue el responsable de escribir las notas masoréticas y ponerles los puntos a los signos que representan las vocales. El manuscrito contenía el Antiguo Testamento completo y data de la primera mitad del siglo X d.C. Se informó que fue destruido en las revueltas contra los judíos en 1947, pero esto probó ser sólo parcialmente verdad. La mayor parte del manuscrito no se perdió y va a ser usado como la base de una nueva edición crítica de la Biblia hebrea que será publicada por la Universidad Hebrea en Jerusalén.
El manuscrito que se conoce con el nombre de Códice Leningradensis, que actualmente se encuentra guardado en la biblioteca pública de Leningrado, es muy importante como testimonio del texto Ben Asher. De acuerdo a una nota en dicho manuscrito, fue copiado en 1008 d.C. de textos que había escrito Aaron ben Moses ben Asher. Puesto que el texto hebreo completo del Antiguo Testamento (el Códice de Alepo) no estuvo a disposición de los eruditos en los comienzos del siglo pasado, el Códice Leningradensis se usó como la base textual para los textos populares hebreos de hoy: la Biblia Hebraica, editada por R. Kittel, y su revisión, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, editada por K. Elliger y W. Rudolf.
Hay varios códices de manuscritos menos importantes que reflejan la tradición masorética: el Códice de Petersburgo de los profetas y los Códices Erfurt. Había también una cantidad de manuscritos que ahora no existen, pero que los eruditos usaron en el período masorético. Uno de los más importantes es el Códice Hillel, que tradicionalmente se le atribuye al rabino Hillel ben Moisés ben Hillel alrededor de 600 d.C. Se decía que este códice era muy exacto y fue usado para la revisión de otros manuscritos. Los primeros masoréticos medievales citaron repetidamente lecturas de este códice. Los masoretas también citaron el Códice Muga, el Códice Jericó y el Códice Jerushalmi, que actualmente no existen. Es muy probable que estos manuscritos fueran ejemplos importantes de textos no puntados, es decir que no tenían los signos que indican las vocales, y que habían llegado a formar parte del consenso estandarizado en los primeros siglos d.C. Estos fueron los que proveyeron las herramientas para el trabajo de los masoretas de Tiberíades.
A pesar de la integridad de los manuscritos masoréticos de la Biblia hebrea, todavía queda un problema mayor para los críticos textuales del Antiguo Testamento. Los manuscritos masoréticos, a pesar de su antigüedad, fueron escritos entre mil y dos mil años después de los autógrafos originales. Todavía se necesita descubrir testimonios más antiguos del texto hebreo antiguo que testifiquen la exactitud del Texto Masorético.
Los Rollos del Mar Muerto
Los testimonios antiguos más importantes de la Biblia hebrea son los textos que se descubrieron en Wadi Qumrán en las décadas de 1940 y 1950. (La palabra wadi es una palabra árabe que se usa para indicar el lecho de un río que está seco excepto en la estación de las lluvias.) Antes de los descubrimientos de Qumrán, los manuscritos hebreos más antiguos del Antiguo Testamento databan de alrededor de 900 d.C. Por lo tanto, la importancia mayor de los Rollos del Mar Muerto es el descubrimiento de manuscritos bíblicos que datan de unos trescientos años después de que se cerrara el canon del Antiguo Testamento. Esto los hace mil años más antiguos que los manuscritos más antiguos que hasta entonces conocían los eruditos bíblicos. Los textos que se encontraron en Wadi Qumrán fueron completados todos antes de que los romanos conquistaran Palestina en 70 d.C., y muchos fueron escritos bastante tiempo antes de ese evento. De entre los Rollos del Mar Muerto, el rollo de Isaías es el que ha recibido más publicidad, aunque la colección contiene fragmentos de todos los libros de la Biblia hebrea con la excepción del libro de Ester.
Debido a que el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto es muy importante para la crítica textual del Antiguo Testamento, es apropiado hacer una breve historia y descripción de esos descubrimientos. Los manuscritos que ahora conocemos con el nombre de Rollos del Mar Muerto son una colección de manuscritos bíblicos y no bíblicos de Qumrán, una comunidad religiosa antigua cerca del Mar Muerto.
Antes de ese hallazgo en Qumrán, se habían encontrado muy pocos manuscritos en la Tierra Santa. Orígenes (siglo III d.C.), que fue uno de los padres de la iglesia primitiva, mencionó haber usado manuscritos griegos y hebreos que habían sido guardados en vasijas en unas cuevas cerca de Jericó. En el siglo IX d.C., Timoteo I, que fue uno de los patriarcas de la iglesia oriental, le escribió una carta a Sergio, arzobispo metropolitano de Elam, en la que también él se refiere a una gran cantidad de manuscritos que se encontraron en una cueva cerca de Jericó. Sin embargo, por más de mil años desde entonces, no se hizo ningún descubrimiento importante de manuscritos en ninguna cueva en esa región cercana al Mar Muerto.
Los rollos descubiertos en Wadi Qumrán La historia de los Rollos del Mar Muerto, tanto la historia de cuando los ocultaron como la de cuando los descubrieron, suena como una aventura de misterio. Comenzó con una llamada telefónica la tarde del miércoles 18 de febrero de 1948, en la ciudad de Jerusalén, aquejada por disturbios. Butrus Sowmy, monje y bibliotecario del monasterio de San Marcos en la parte armenia de la Ciudad Antigua de Jerusalén, estaba llamando a John C. Trever, director interino de la organización American Schools of Oriental Research [Escuelas Americanas de Investigación Oriental] (ASOR). Sowmy había estado preparando un catálogo de una colección de libros raros del monasterio. Entre ellos encontró algunos rollos escritos en hebreo antiguo, los cuales dijo que habían estado en el monasterio desde hacía unos cuarenta años. ¿Podría ASOR proveerle alguna información para el catálogo?
Al día siguiente, Sowmy y su hermano llevaron una maleta que contenía cinco rollos o partes de rollos envueltos en un periódico árabe. Al desenrollar uno de los rollos, Trever descubrió que estaba escrito en escritura hebrea cuadrada y clara. Copió varias líneas de ese rollo, examinando cuidadosamente otros tres rollos, pero le fue imposible desenrollar el quinto porque era muy frágil. Después de que se fueran los sirios, Trever le relató la historia a William H. Brownlee, un colega de ASOR. Trever además notó de las líneas que había copiado del primer rollo que habían usado un doble negativo, que es una construcción gramatical inusual en hebreo. Además, la caligrafía hebrea de los rollos era más arcaica que nada que hubiera visto antes.
Luego Trever visitó el monasterio de San Marcos. Allí le presentaron al arzobispo sirio Atanasio José Samuel, quien lo autorizó para fotografiar los rollos. Trever y Brownlee compararon el estilo de escritura de los rollos con una fotografía del Papiro Nash, un rollo inscrito con los Diez Mandamientos y Deuteronomio 6:4, que los eruditos fechan en el siglo I ó II a.C. Los dos eruditos de ASOR concluyeron que la escritura del recientemente encontrado manuscrito pertenecía al mismo período. Cuando Millar Burrows, director de ASOR, regresó a Jerusalén desde Bagdad unos días después, le mostraron los rollos y los tres hombres continuaron la investigación. Sólo entonces fue que los sirios revelaron que los manuscritos habían sido comprados el año anterior, 1947, y que no habían estado en el monasterio cuarenta años como se había informado antes.
¿Cómo habían llegado los sirios a poseer los rollos? Antes de poder contestar esa pregunta, tuvieron que analizar mucha información fragmentaria. Durante el invierno de 1946–47, tres beduinos estaban cuidando su rebaño de ovejas y cabras cerca de un arroyo en la vecindad de Wadi Qumrán. Uno de los pastores tiró una piedra a través de una pequeña abertura en el acantilado, y oyó el ruido que hace una vasija de arcilla cuando se rompe. Más tarde, otro de los beduinos bajó a la cueva y encontró diez vasijas altas contra las paredes. Tres manuscritos (uno de ellos en cuatro pedazos) guardados en dos vasijas le fueron ofrecidos a un comerciante de antigüedades en la ciudad de Belén.
Varios meses después, los beduinos sacaron otros cuatro rollos de la cueva (uno de ellos en dos pedazos) y se los vendieron a otro comerciante de Belén. Durante la semana santa de 1947, el monasterio ortodoxo sirio de San Marcos de Jerusalén recibió la noticia de los cuatro rollos, y el arzobispo Atanasio José Samuel ofreció comprarlos. La venta no fue completada hasta julio de 1947, cuando el monasterio adquirió los cuatro rollos. Estos contenían un rollo completo de Isaías, un comentario sobre Habacuc, un rollo que contenía un manual de disciplina de la comunidad religiosa de Qumrán, y el Génesis Apocryphon (que originalmente se pensó que era el libro apócrifo de Lamec, pero que era una paráfrasis aramea del Génesis).
En noviembre y diciembre de 1947, un comerciante armenio en antigüedades en Jerusalén le informó al ahora fallecido E. L. Sukenik, profesor de arqueología de la Universidad Hebrea en Jerusalén, acerca de los primeros tres rollos que los beduinos habían encontrado en la cueva. Sukenik adquirió entonces los tres rollos y las dos vasijas del comerciante de antigüedades de Belén. Incluían un rollo incompleto de Isaías, los Himnos de agradecimiento (que contenían doce columnas de salmos originales), y el Rollo de la guerra. (Ese rollo, conocido también como la «Guerra de los hijos de la luz contra los hijos de las tinieblas», describe una guerra, real o espiritual, de las tribus de Leví, Judá y Benjamín contra los moabitas y los edomitas.)
El 1 de abril de 1948 apareció el primer comunicado de prensa en los periódicos alrededor del mundo, seguido por otro comunicado de prensa el 26 de abril, hecho por Sukenik, acerca de los manuscritos que ya había adquirido para la Universidad Hebrea. En 1949, Atanasio José Samuel llevó los cuatro rollos del monasterio de San Marcos a los Estados Unidos. Se exhibieron en diferentes lugares, y el 1 de julio de 1954, en la ciudad de Nueva York, el hijo de Sukenik los compró para la nación de Israel por un cuarto de millón de dólares, y los envió a la Universidad Hebrea de Jerusalén. En la actualidad se exhiben en el Museo del «Santuario del libro» en la parte oeste de Jerusalén.
Debido a la importancia del descubrimiento inicial de los Rollos del Mar Muerto, tanto los arqueólogos como los beduinos continuaron buscando más manuscritos. En los primeros meses de 1949, G. Lankester Harding, director de antigüedades del Reino de Jordania, y Roland G. de Vaux, de la Dominic Ecole Biblique en Jerusalén, hicieron excavaciones en la cueva (designada cueva uno o 1Q) donde se realizó el descubrimiento inicial. Varios cientos de cuevas fueron exploradas ese mismo año. Hasta ahora se han encontrado tesoros en once cuevas de la región de Wadi Qumrán. Se han descubierto casi 600 manuscritos, de los cuales unos 200 contienen material bíblico. Los fragmentos encontrados son entre 50.000 y 60.000. Alrededor de 85 por ciento de los fragmentos son de cuero, y el resto son papiros. El hecho de que la mayoría de los manuscritos es de cuero ha contribuido al problema de su preservación.
La cueva que probablemente le sigue en importancia a la cueva uno es la cueva número cuatro (4Q), en la cual se han encontrado alrededor de 40.000 fragmentos de 400 manuscritos diferentes, 100 de los cuales son bíblicos. Todos los libros del Antiguo Testamento excepto el libro de Ester están representados.
Además de los manuscritos bíblicos, los descubrimientos han incluido obras apócrifas tales como fragmentos hebreos y arameos de Tobías, Eclesiástico y la Carta de Jeremías. También se encontraron fragmentos de libros pseudoepígrafos tales como 1 Enoc, el Libro de los Jubileos y el Testamento de Leví.
También se encontraron muchos rollos sectarios propios a la comunidad religiosa que vivía en Qumrán. Estos rollos proveen el trasfondo histórico sobre la naturaleza del judaísmo antes de Cristo, y ayudan a llenar los espacios en blanco que hay en la historia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Uno de los rollos, el Documento de Damasco, había aparecido originalmente en El Cairo, pero ahora se han encontrado manuscritos de dicho documento en Qumrán. El Manual de Disciplina fue uno de los siete rollos de la cueva número uno. En otras cuevas se encontraron manuscritos fragmentarios de ese manual. Este documento describe los requisitos para entrar al grupo, además de los reglamentos que gobernaban la vida en la comunidad de Qumrán. Los Himnos de Agradecimiento incluyen unos treinta himnos, probablemente compuestos por una sola persona.
También había muchos comentarios sobre diferentes libros del Antiguo Testamento. El Comentario de Habacuc era una copia en hebreo de los dos primeros capítulos de Habacuc, acompañada por un comentario versículo por versículo. Este comentario provee muchos detalles acerca de una figura apocalíptica llamada el «Maestro de Justicia», quien es perseguido por un sacerdote malvado.
Un hallazgo muy singular fue descubierto en la cueva número tres (3Q) en 1952. Fue un rollo de cobre, que medía unos 2,4 m de largo y 30,5 cm de ancho. Debido a que era muy quebradizo, no fue abierto hasta 1966, y entonces sólo se pudo abrir cortándolo en tiras. Contenía un inventario de unas sesenta localidades donde se habían escondido tesoros de oro, plata e incienso. Los arqueólogos todavía no han podido encontrar nada de dicho tesoro. Esa lista podría haber sido de los tesoros del templo de Jerusalén, y es posible que los zelotes (un partido político revolucionario judío) la hayan ocultado en esa cueva durante la lucha contra los romanos en los años 66–70 d.C.
Durante la guerra de los seis días en junio de 1967, el hijo de Sukenik, Yigael Yadin de la Universidad Hebrea, adquirió un documento de Qumrán llamado el Rollo del Templo. Ese documento, que fue enrollado muy apretadamente, mide unos 8,5 m y es el rollo más largo que se haya encontrado hasta ahora en la zona de Qumrán. Gran parte de él está dedicado a los estatutos de los reyes y a asuntos de defensa. También describe fiestas de sacrificios y reglas de limpieza. Casi la mitad del rollo provee instrucciones detalladas sobre la construcción del futuro templo, que supuestamente Dios le había revelado al autor del rollo.
Los rollos descubiertos en Wadi Murabba’at En 1951, los beduinos descubrieron más manuscritos en cuevas de Wadi Murabba’at, zona que se extiende desde la parte sudeste de Belén hacia el Mar Muerto, cerca de unos diecisiete kilómetros al sur de Qumrán. Bajo la dirección de Harding y de Vaux, se excavaron cuatro cuevas allí en 1952. Además de encontrar documentos bíblicos, se encontraron otros materiales importantes tales como cartas y monedas del tiempo de la segunda revuelta judía bajo Bar Kochba en los años 132–135 d.C. Entre los manuscritos bíblicos había un texto hebreo de los profetas menores que databa del siglo II d.C. Este manuscrito corresponde casi a la perfección con el Texto Masorético, dando a entender que para el siglo II, un texto estándar de consonantes ya estaba siendo formado. También en la localidad de Wadi Murabba’at se encontraron fragmentos del Pentateuco (los cinco libros de Moisés) e Isaías.
El valor de los Rollos del Mar Muerto Aparte de los Rollos del Mar Muerto, casi no existen testimonios del Antiguo Testamento hebreo que hayan sido escritos, en realidad, en lengua hebrea. Debido a esto, tal vez los Rollos del Mar Muerto sean uno de los descubrimientos arqueológicos más importantes que jamás se hayan hecho. Nos llevan mil años atrás a la historia del Antiguo Testamento hebreo, dándonos la habilidad para evaluar otros testimonios antiguos con mayor entendimiento.
Los libros del Antiguo Testamento que están más representados entre los Rollos del Mar Muerto son Génesis, Éxodo, Deuteronomio, Salmos e Isaías. El texto más antiguo es un fragmento del Éxodo que data de alrededor de 250 a.C. El rollo de Isaías data de alrededor de 100 a.C. Estos testimonios antiguos sólo confirman la exactitud del Texto Masorético y el cuidado con el que los escribas judíos trataban las Escrituras. Excepto por unas pocas veces en las cuales la ortografía y la gramática difieren entre los Rollos del Mar Muerto y el Texto Masorético, los dos son sorprendentemente similares. Las diferencias no ameritan ningún cambio importante en el contenido del Antiguo Testamento. Estos descubrimientos están ayudando a los eruditos bíblicos a obtener una comprensión más clara del texto en un tiempo más antiguo de su historia y desarrollo.
El Papiro Nash
Antes del descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto, el testimonio hebreo más antiguo al Antiguo Testamento era el Papiro Nash. En 1902, W. L. Nash adquirió este manuscrito en Egipto y lo donó a la biblioteca de la Universidad de Cambridge. Este documento contiene una copia dañada de los Diez Mandamientos (Éxodo 20:2–17), parte de Deuteronomio 5:6–21, y también la Shema (Deuteronomio 6:4 y siguientes). Esta es, claramente, una colección de pasajes devocionales y litúrgicos que ha sido fechada en el mismo período que los Rollos del Mar Muerto, entre los años 150 a.C. y 68 d.C.
Los fragmentos de la genizá de El Cairo
Casi a fines del siglo XIX se encontraron muchos fragmentos de los siglos VI a VIII en una vieja sinagoga de El Cairo, Egipto, que había sido la Iglesia de San Marcos hasta 882 d.C. Fueron encontrados en una genizá, un cuarto tipo depósito donde se guardaban los manuscritos que estaban muy gastados, o que contenían errores, hasta que pudieran deshacerse de ellos de forma apropiada. Aparentemente, esta genizá había sido encerrada entre paredes y fue olvidada hasta su reciente descubrimiento. En ese pequeño cuarto se habían preservado unos 200.000 fragmentos, incluyendo textos bíblicos en hebreo y en arameo. El hecho de que los fragmentos bíblicos datan del siglo V d.C. los hace invalorables por haber arrojado luz al desarrollo del trabajo de los masoréticos antes de la estandarización instituida por los grandes masoretas de Tiberíades.
El Pentateuco Samaritano
No hay acuerdo sobre la fecha exacta en que la comunidad samaritana se separó de la mayoría de la comunidad judía. Pero en algún momento durante el período del post-exilio (alrededor de 540–100 a.C.), se marcó una clara división entre los samaritanos y los judíos. En ese momento, los samaritanos, que sólo aceptaban el Pentateuco como canónico, aparentemente canonizaron su propia versión de la Escrituras.
Una copia del Pentateuco Samaritano cautivó la atención de los eruditos en 1616. Al principio causó mucho interés, pero muchos de las evaluaciones de su valor para la crítica textual fueron negativos. Se diferenció del Texto Masorético en unos seis mil lugares, y muchos dijeron que este era el resultado de las diferencias sectarias entre los samaritanos y los judíos. Algunos lo vieron simplemente como una revisión sectaria del Texto Masorético.
Sin embargo, después de estudios más profundos, quedó claro que el Pentateuco Samaritano representaba un texto de origen mucho más antiguo que el Texto Masorético. Y aunque unas cuantas de las diferencias del Pentateuco Samaritano eran claramente el resultado de asuntos sectarios, la mayoría de las diferencias era neutral en ese aspecto. Muchas de ellas tenían más que ver con escribir el texto en un idioma más popular que con alterar su significado. El hecho de que el Pentateuco Samaritano tenía mucho en común con la Septuaginta, algunos de los Rollos del Mar Muerto y el Nuevo Testamento reveló que la mayor parte de las diferencias con el Texto Masorético no se debía a diferencias sectarias. Lo más probable es que hayan sido por usar una base textual diferente, la cual es posible que fuera ampliamente usada en el antiguo Cercano Oriente hasta mucho después del tiempo de Cristo. Esta conclusión, aunque no resolvió ningún problema, hizo mucho para ilustrar la complejidad de la tradición textual del Antiguo Testamento que existía antes de que el estándar masorético fuera completado.
La Septuaginta (LXX)
La Septuaginta es la traducción griega más antigua del Antiguo Testamento, cuyo testimonio es mucho más antiguo que el del Texto Masorético. De acuerdo a la tradición, el Pentateuco de la Septuaginta fue traducido por un equipo de setenta eruditos en Alejandría, Egipto. (De ahí su designación común LXX, el número romano para 70.) La comunidad judía en Egipto hablaba griego y no hebreo, así que esa comunidad de judíos necesitaba una traducción griega del Antiguo Testamento. No se sabe la fecha exacta de la traducción, pero la evidencia indica que el Pentateuco de la Septuaginta estaba completo en el siglo III a.C. El resto del Antiguo Testamento probablemente fue traducido en un período largo, que obviamente representa el trabajo de muchos eruditos diferentes.
El valor de la Septuaginta a la crítica textual varía ampliamente de libro a libro. Se puede decir que la Septuaginta no es una sola versión, sino una colección de versiones hecha por varios autores, quienes diferían grandemente en sus métodos y en su conocimiento del hebreo. Las traducciones de los libros individuales no son uniformes. Muchos libros son traducidos casi literalmente, mientras que otros, como Job y Daniel, son bastante dinámicos. Así que el valor de cada libro para la crítica textual debe ser considerado sobre la base de un libro por vez. Los libros que fueron traducidos literalmente son mucho más fáciles de comparar con el Texto Masorético que los libros más dinámicos.
El contenido de algunos libros es significativamente diferente cuando se compara la Septuaginta con el Texto Masorético. Por ejemplo, al libro de Jeremías de la Septuaginta le faltan porciones importantes que se encuentran en el Texto Masorético, y también el orden del texto es significativamente diferente. Es difícil saber con certeza lo que en realidad significan esas diferencias. Se han hecho conjeturas de que la Septuaginta es simplemente una traducción no muy buena, y que por lo tanto le faltan porciones del hebreo original. Pero esas mismas diferencias podrían también indicar que los cambios editoriales y agregados fueron siendo incorporados al Texto Masorético durante la larga historia de su desarrollo. Es también posible que hubiera una cantidad de tradiciones textuales válidas en ese tiempo, y la Septuaginta siguió una de ellas, y el Texto Masorético siguió otra. Esto ilustra algunas de las dificultades que se presentan cuando se hace la crítica textual del Antiguo Testamento.
La Septuaginta era el texto estándar del Antiguo Testamento que se usaba en la iglesia primitiva. La iglesia gentil en crecimiento necesitaba una traducción al lenguaje común de aquel tiempo, que era el griego. Para el tiempo de Cristo, aun entre los judíos, la mayoría de las personas no hablaba hebreo, sino que hablaba arameo y griego. Los escritores del Nuevo Testamento evidencian su inclinación por la Septuaginta porque la usan cuando hacen citas del Antiguo Testamento.
Otras versiones griegas
Debido al uso y a la amplia aceptación que los cristianos hacían de la Septuaginta, los judíos la rechazaron a favor de varias otras versiones griegas. Aquila, un prosélito y discípulo del rabino Akiva, produjo una nueva traducción alrededor de 130 d.C. Siguiendo la manera de pensar de su maestro, Aquila escribió una traducción extremadamente literal, a tal punto que a veces no se comunicaba bien en griego. Sin embargo, este enfoque literal logró que esa versión tuviera amplia aceptación entre los judíos. Sólo fragmentos de ella han sobrevivido, pero su naturaleza literal revela mucho acerca de su base textual hebrea.
Símaco produjo una nueva versión alrededor de 170 d.C., diseñada no sólo para ser exacta, sino también para comunicarse correctamente en griego. Su versión sólo ha sobrevivido en forma de unos pocos fragmentos de la Hexapla. Teodoción, un judío prosélito de fines del siglo II d.C., produjo una tercera versión. Su versión, aparentemente, fue una revisión de una versión anterior, tal vez la Septuaginta. De ella sólo quedan unos pocos fragmentos en citas hechas por los cristianos de la iglesia primitiva, aunque en su época fue muy usada.
Orígenes, el teólogo cristiano, arregló el Antiguo Testamento con seis versiones paralelas para comparación en su Hexapla. En ella incluyó el texto hebreo, la transliteración del hebreo al griego, la versión de Aquila, la de Símaco, la Septuaginta y la de Teodoción. Desafortunadamente, esta maravillosa compilación sólo ha sobrevivido en la forma de unos pocos fragmentos. Otras traducciones griegas que menciona Orígenes, y que de otra forma no conoceríamos, son la Quinta, la Sexta y la Septima.
Los tárgumes arameos
Los tárgumes arameos eran traducciones arameas del Antiguo Testamento hebreo. Puesto que el idioma que hablaban los judíos después del exilio fue el arameo y no el hebreo, se presentó la necesidad de traducciones arameas de la Biblia hebrea. El hebreo continuó siendo la lengua de los círculos eruditos religiosos, y a menudo los líderes religiosos menospreciaban las traducciones hechas para la gente común. Pero con el tiempo, la lectura de las Escrituras y de comentarios en arameo llegó a ser una práctica aceptada en las sinagogas.
El propósito de estas traducciones era que el mensaje le llegara a la gente y la edificara. Por eso es que las traducciones eran extremadamente interpretativas. Los traductores parafraseaban, agregaban glosas explicativas y a menudo reinterpretaban el texto con osadía de acuerdo a las tendencias teológicas de su tiempo. Buscaban relacionar el texto de la Biblia con la vida contemporánea y las circunstancias políticas. Debido al enfoque dinámico evidente en estas traducciones, su uso en la crítica textual es limitado, pero se agregan a la mezcla confusa de evidencia que debe ser recolectada y comparada para reconstruir el texto del Antiguo Testamento.
La versión siríaca
Otra versión digna de mencionar es la versión siríaca. Esta versión se usaba comúnmente en la iglesia de Siria (arameo oriental), quienes la llamaban la Peshitta, que quiere decir «la simple o sencilla». Es difícil discernir lo que quisieron decir con este nombre. Puede indicar que tuvo la intención de ser para que la leyera el pueblo, o que evitó agregar glosas de explicación u otros agregados, o tal vez que no era un texto con anotaciones, como lo era la Syro-Hexapla anotada que se usaba en la misma comunidad.
No se conoce la historia literaria de la versión siríaca, aunque queda claro que es compleja. Algunos la han identificado como la reconstrucción del tárgum arameo escrito en siríaco, mientras que otros afirman que tiene un origen más independiente. Algunos la relacionan a la conversión de los líderes de Adiabene (al este del río Tigris) a la fe judía durante el siglo I d.C. La necesidad que tenían de un Antiguo Testamento pudo haber llevado al desarrollo de una versión en su idioma corriente—el siríaco. Todavía otros dicen que esta versión tiene orígenes cristianos. Y algunas versiones posteriores a la Peshitta complican el asunto aún más. Se necesitan más estudios para determinar la naturaleza de esta versión antes de que pueda proporcionar más luz en cuanto a la historia del texto hebreo.
Las versiones latinas
El latín era un idioma muy común en las regiones occidentales del Imperio Romano mucho antes del tiempo de Cristo. Fue en las regiones del sur de Gaul (del latín Gallia) y del norte del África que aparecieron las primeras traducciones de la Biblia en latín. Alrededor de 160 d.C., Tertuliano aparentemente usó una versión latina de las Escrituras. No mucho tiempo después de eso, el texto latino antiguo parece haber estado en circulación, evidenciado por el uso que hizo de él Cipriano antes de su muerte en 258 d.C. Esta versión Latina Antigua fue traducida de la Septuaginta. Debido a que fue una versión temprana, es muy valiosa como testimonio del texto de la Septuaginta, antes de que editores posteriores oscurecieran el texto de la versión original. En forma indirecta también provee claves en cuanto a la naturaleza del texto hebreo en el tiempo de la traducción de la Septuaginta. No han sobrevivido manuscritos completos de la versión Latina Antigua. Después de que Jerónimo completara la versión latina llamada la Vulgata, el otro texto cayó en desuso. Sin embargo, existen suficientes fragmentos de manuscritos de esta versión para proporcionar información significativa al texto primitivo del Antiguo Testamento.
Alrededor del siglo III d.C., el latín comenzó a reemplazar al griego como la lengua de erudición en el gran mundo romano. Se necesitaba con urgencia un texto uniforme y confiable para el uso teológico y litúrgico. Para llenar esta necesidad, el papa Dámaso I (366–384 d.C.) comisionó a Jerónimo, un brillante erudito en latín, griego y hebreo, a que llevara a cabo esta traducción. Jerónimo comenzó su trabajo como una traducción de la Septuaginta griega, que muchos autores, incluyendo Agustín, consideraban inspirada. Pero más tarde, arriesgando mucha crítica, se volvió para su traducción al texto hebreo que estaba siendo usado en Palestina en aquel tiempo. Durante los años entre 390 y 405 d.C., Jerónimo escribió su traducción latina del Antiguo Testamento hebreo. Sin embargo, a pesar de que Jerónimo volvió al hebreo original, dependió grandemente de varias versiones griegas como ayuda en su traducción. Como resultado, la Vulgata refleja las otras traducciones griegas y latinas tanto como el texto hebreo fundamental. El valor de la Vulgata para la crítica textual es su testimonio pre-masorético a la Biblia hebrea, aunque este estaba comprometido grandemente por la influencia de las traducciones griegas que ya existían entonces.
Varias otras versiones
Hay otras varias versiones antiguas. La mayoría de ellas dependía principalmente de la Septuaginta, incluyendo las versiones cópticas de Egipto y las versiones etiópicas relacionadas de Etiopía. Estas son valiosas como testimonios tempranos de la Septuaginta. La versión armenia usó la Peshitta siríaca como su texto base y podría prestar información significativa con respecto a su desarrollo. Después del surgimiento del islam y la propagación del idioma árabe a través de mucho del Cercano Oriente, se hicieron traducciones en árabe para una población arábica en crecimiento. La traducción al árabe también tomó como base a la Septuaginta, pero la tardanza con la que se hicieron estas traducciones (alrededor de 900 d.C.) las hace de poco valor para la crítica textual del Antiguo Testamento.
Citas patrísticas
Se puede obtener evidencia textual adicional de las citas de los escritores tempranos conocidos como los padres de la iglesia. El alcance de esas citas, que abarca la mayor parte del Nuevo Testamento, así como algunas partes del Antiguo Testamento, provee evidencia en cuanto a la historia de la transmisión de variadas lecturas y tipos de texto.
LA TRANSMISIÓN DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La reconstrucción de la historia de la transmisión del texto es un elemento importante al evaluar las variantes en las lecturas. Se debe combinar el material de una gran variedad de fuentes aun para llegar a una reconstrucción tentativa del texto. A continuación se presenta un breve bosquejo de opiniones eruditas.
La historia antigua del texto del Antiguo Testamento—como se refleja en los Rollos del Mar Muerto, en el Pentateuco Samaritano, la Septuaginta y el texto hebreo antiguo—muestra una fluidez y una diversidad notables. Es evidente que el proceso de estandarización no comenzó en las primeras etapas. Por ejemplo, los materiales de la comunidad de Qumrán, donde se encontraron los Rollos del Mar Muerto, no reflejan ninguna frustración con los diferentes textos dentro de dicha comunicad.
Algunos eruditos han intentado explicar esa diversidad usando las teorías de los textos locales. Sus teorías son que varias localidades en el Cercano Oriente (por ejemplo, Babilonia, Palestina y Egipto) tenían tipos de textos diferentes, como se refleja en varios textos y versiones hebreas que han sobrevivido. Otros eruditos explican esta diversidad reconociendo una fluidez pre-canónica. Sienten que hasta que el proceso de la canonización estuvo completo, la reproducción exacta de los manuscritos no era vista como muy importante. Se debería notar, sin embargo, que el texto básico que los eruditos modernos han identificado como el más cercano al original estaba entre los textos del Mar Muerto (por ejemplo, el rollo grande de Isaías).
La destrucción del templo en 70 d.C. proveyó un ímpetu a la estandarización del texto consonántico. Los textos que se encontraron en Wadi Murabba’at, que fueron copiados durante los primeros siglos d.C., reflejan la nueva etapa. Los eruditos que informaron primero sobre el descubrimiento estuvieron desilusionados al encontrar muy pocas diferencias entre estos textos y el Texto Masorético estándar. Para los eruditos, los primeros textos de los descubrimientos de los Rollos del Mar Muerto habían llegado a ser el texto consonántico modelo, excluyendo las otras variantes. Los eruditos ahora han llegado a identificar los textos apenas posteriores de Wadi Murabba’at como un modelo «proto-masorético». Esto parece indicar que el texto consonántico hebreo estaba llegando a ser la norma en Palestina para los primeros siglos d.C.
La estandarización, según la practicaban los masoretas, significaba identificar un texto como normativo y copiar cuidadosamente de ese texto. También era corregir los textos que existían comparándolos con el texto normativo. El texto hebreo, por supuesto, estaba escrito usando sólo consonantes, no con consonantes y vocales como usamos en nuestro idioma actual.
El siguiente paso en la transmisión del texto del Antiguo Testamento fue la estandarización de la puntuación y los patrones de las vocales. Este proceso, que comenzó bastante temprano en el período del Nuevo Testamento, abarcó un período de mil años. Una larga serie de masoretas proveyó anotaciones conocidas como Mesorá, palabra que en hebreo significa «tradición». En su trabajo se hacen evidentes dos motivaciones. Una fue su preocupación por hacer una reproducción exacta del texto consonántico. Para ese propósito, una colección de anotaciones (sobre formas irregulares, patrones anormales, el número de veces que se usaba una palabra y otros asuntos) se recopiló e insertó en los márgenes o al final del texto.
Una segunda preocupación de los masoretas fue registrar y estandarizar la vocalización del texto consonántico para los propósitos de su lectura. Hasta ese entonces, a los escribas se les había prohibido insertar vocales para hacer clara la vocalización. Debido a esto, una lectura apropiada del texto dependía de la tradición oral pasada de generación a generación. Los orígenes de la vocalización reflejan diferencias entre los babilonios y los palestinos. Los masoretas tiberianos (eruditos que trabajaban en Tiberíades, Palestina) proveyeron el sistema más completo y exacto de vocalización. Su primer manuscrito de esa tradición es un códice de los Profetas, de la sinagoga Caraíta del Cairo, con la fecha 896 d.C. En la actualidad, el texto hebreo estándar del Antiguo Testamento, la Biblia Hebraica Stuttgartensia, una versión actualizada de la Biblia Hebraica de Kittel, ha sido formado sobre la base de la tradición masorética tiberiana. La estandarización de ambos, el texto consonántico y la vocalización, tuvo tanto éxito que los manuscritos que todavía existen despliegan un acuerdo notable. La mayoría de las variantes, que son pequeñas y que se atribuyen a errores de los escribas, no afecta la interpretación.
LA METODOLOGÍA DE LA CRÍTICA TEXTUAL DEL ANTIGUO TESTAMENTO
La búsqueda de una metodología adecuada para manejar las muchas lecturas variantes que se encuentran en los manuscritos está entretejida inseparablemente con nuestro entendimiento sobre la historia de la transmisión. El asunto básico de la crítica textual es el método que se usa para decidir el valor relativo de esas variantes en los materiales. Se deben evaluar muchos factores para llegar a una decisión válida.
Cómo se fechan los manuscritos
La fecha de un manuscrito es importante porque coloca el texto dentro de un marco histórico, lo cual es un factor que puede decidir a menudo la supremacía de una variante sobre otra. El proceso de fechar los Rollos del Mar Muerto, que se encontraron en Wadi Qumrán, sirve como un buen caso de estudio para los distintos métodos que los eruditos emplean actualmente.
No todos aceptaron las primeras conclusiones acerca de la antigüedad de los primeros Rollos del Mar Muerto. Algunos eruditos estaban convencidos de que los rollos eran de origen medieval. Una serie de preguntas se relacionan al problema de fechar. ¿Cuándo fueron escritos los textos de Qumrán? ¿Cuándo fueron puestos en las cuevas? La mayoría de los eruditos cree que fueron miembros de la comunidad de Qumrán los que los colocaron en las cuevas cuando las legiones romanas estaban atacando las fortalezas judías. Eso fue un poco antes de la destrucción de Jerusalén en 70 d.C.
Un estudio cuidadoso del contenido de un documento a veces revela su paternidad literaria y la fecha en que fue escrito. Un ejemplo del uso de tal evidencia interna para fechar un trabajo no bíblico se encuentra en el comentario de Habacuc. Esta obra provee pistas acerca de la gente y de los eventos en los días del autor del comentario y no en los días del profeta Habacuc. El comentarista describe a los enemigos del pueblo de Dios usando el término Kittim. Originalmente esa palabra designaba a Chipre, pero más tarde se usó en forma más general para designar a las islas griegas y a las costas del este del Mediterráneo. En Daniel 11:30, el término se usa en forma profética, y la mayoría de los eruditos parece identificar Kittim con los romanos. Así que es probable que el comentario de Habacuc haya sido escrito alrededor del tiempo cuando los romanos tomaron Palestina bajo el reinado de Pompeyo en 63 a.C.
Otro asunto importante para considerar cuando se fecha un manuscrito es la fecha de la copia. Aunque la gran mayoría de los manuscritos no está fechada, a menudo es posible determinar cuándo se escribió un manuscrito por la paleografía, es decir, el estudio de la escritura antigua a mano. Ese fue el método que al principio empleó Trever cuando comparó la letra del manuscrito de Isaías con el Papiro Nash, así fechándolos en la era antes de Cristo. Sus conclusiones fueron confirmadas por el ya fallecido William F. Albright, que en aquel entonces era el principal arqueólogo norteamericano. Durante el tiempo de la cautividad babilónica, las letras cuadradas eran el estilo normal de la escritura en hebreo (al igual que en arameo, un primo del hebreo). La evidencia de la paleografía fecha con claridad a la mayoría de los rollos de Qumrán en el período comprendido entre los años 200 a.C. y 200 d.C.
La arqueología provee otra clase de evidencia externa. Las vasijas descubiertas en Qumrán datan del período helenístico tardío y del período romano temprano (200 a.C.–100 d.C.). Los objetos de alfarería y ornamentos señalan al mismo período. Se encontraron varios cientos de monedas en vasijas que datan del período grecorromano. Una fisura en uno de los edificios se atribuye a un terremoto que, de acuerdo a Josefo (un historiador judío que escribió durante el siglo I d.C.), ocurrió en 31 a.C. Las excavaciones en Kirbet Qumrán indican que el período general de su ocupación fue desde 135 a.C. a 68 d.C., el año en que Roma aplastó la revuelta zelote.
Finalmente, el análisis que usa el método del radiocarbono ha contribuido a ponerle fecha a los descubrimientos. Este tipo de análisis es un método en que se fecha un material por la cantidad de carbono radioactivo que todavía permanece en él. El proceso también se conoce como el método del carbono 14. Cuando se le aplicó a la tela de lino en la que estaban envueltos los rollos, el análisis dio una fecha de 33 d.C., con una diferencia posible de 200 años más o menos. Un análisis más reciente colocó la fecha entre los años 250 a.C. y 50 d.C. Aunque puede haber preguntas en cuanto a la relación entre los envoltorios de lino y la fecha de los rollos mismos, el método del carbono 14 está de acuerdo con las conclusiones de tanto la paleografía como la arqueología. Entonces, el período general para fechar los Rollos del Mar Muerto puede ser indicado con seguridad entre los años 150 a.C. y 68 a.C.
La lectura de los manuscritos
La ciencia moderna ha provisto una cantidad de ayudas para descifrar un manuscrito. Los procesos científicos de adjudicar fechas determinan la edad de un material escrito. Las técnicas químicas ayudan a aclarar escritura que se ha deteriorado. La luz ultravioleta ayuda a un erudito a ver vestigios de tinta (carbón) en un manuscrito aún después que la escritura en su superficie ha sido borrada.
Cada manuscrito debe ser entendido como un todo, porque cada uno tiene una «personalidad». Es importante identificar los errores característicos, el cuidado o descuido característico, y otras peculiaridades del escriba o de los escribas que copiaron el material. Entonces se debe comparar el manuscrito con otros manuscritos para identificar la tradición «familiar» con la cual coincide. Cuando se repiten errores comunes o hay insertos en un texto, existe una pista en cuanto a las relaciones. Se deben establecer todos los detalles posibles en cuanto a la fecha, el lugar de origen y la paternidad literaria.
Los errores de los escribas caen en diferentes categorías. La primera categoría principal es la de los errores involuntarios. (1) La confusión de consonantes similares y la transposición de dos consonantes son errores frecuentes. (2) Algunas corrupciones también fueron el resultado de separar las sílabas de una palabra incorrectamente (muchos de los primeros manuscritos omitieron los espacios entre las palabras para ahorrar espacio). (3) La confusión de sonidos ocurría principalmente cuando un escriba leía a un grupo de escribas que estaban haciendo copias múltiples. (4) En el Antiguo Testamento, el método de vocalización (agregarle vocales al texto de consonantes) creó algunos errores. (5) La omisión de una letra, palabra o frase creó nuevas interpretaciones. (6) También era común la repetición de una letra, palabra o aun una frase completa. La omisión (llamada haplología) o la repetición (llamada ditografía) podían ser causadas cuando la vista de un escriba pasaba de una palabra a otra similar o a la terminación de una palabra. Las omisiones por homoioteleuton (en griego significa «terminaciones similares») también eran bastantes comunes. Esto ocurría cuando dos palabras que eran idénticas, similares o tenían terminaciones idénticas se encontraban próximas, y la vista del copista pasaba de la primera a la segunda, omitiendo las palabras que había entremedio. (7) En el Antiguo Testamento, en algunos textos antiguos, a veces ocurrieron errores por usar consonantes en vez de letras vocales. Los copistas que no sabían este uso de letras vocales podían copiarlas en forma de consonantes aberrantes. Por lo general, los errores involuntarios son bastante fáciles de identificar porque crean una lectura que no tiene sentido.
Los errores intencionales son mucho más difíciles de identificar y de evaluar. Las armonizaciones de materiales similares ocurrían con regularidad. Los materiales difíciles estaban sujetos a mejoras a manos de un escriba pensador. Las expresiones que podían presentar objeción a veces eran eliminadas o suavizadas. En ocasiones se empleaban sinónimos. A menudo aparece la fusión (el resolver una discrepancia entre dos temas variantes incluyéndolos a los dos).
El estar conscientes de estos problemas comunes es el primer paso para descubrir y eliminar los errores más obvios, e identificar y eliminar las peculiaridades de un escriba en particular. A continuación se deben emplear criterios más sutiles para identificar el material que es más probable que sea original. Los procedimientos para aplicar tales criterios son similares tanto para el trabajo en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Principios metodológicos generales
Por medio del trabajo de los críticos textuales en los últimos siglos se han deducido ciertos principios generales. Estos pueden ser resumidos brevemente para el Antiguo Testamento.
1. El texto básico para la consideración principal es el Texto Masorético, debido a la cuidadosa estandarización que representa. Ese texto se compara con el testimonio de las versiones antiguas. La Septuaginta, debido a su fecha, y a su fidelidad básica al texto hebreo, tiene mucho peso en todas las decisiones. Los tárgumes (las traducciones arameas) también reflejan la base hebrea, pero exhiben una tendencia a la expansión y a la paráfrasis. Las versiones siríaca (Peshitta), Vulgata (latín), Latina Antigua y cóptica agregan evidencia indirecta, aunque las traducciones no siempre son testimonios claros en los detalles técnicos. El uso de tales versiones permite a los eruditos usar la filología comparativa en las decisiones textuales, y de esa forma exponer errores tempranos por los cuales es posible que el material original no haya perdurado.
2. Es preferible la lectura que explica mejor el origen de otras variantes. A menudo, la información de la reconstrucción de la historia de la transmisión provee claves adicionales. El conocimiento de errores típicos de los escribas permite al crítico tomar una buena decisión sobre la secuencia de las variantes.
3. La versión más corta es la preferible. Con frecuencia los escribas agregaban material para resolver problemas de estilo o de sintaxis, y muy pocas veces acortaban o condensaban el material.
4. Es muy posible que el material más difícil de leer sea el original. Este principio se relaciona estrechamente con el tercero. Los escribas no tenían la intención de crear materiales más complejos. Por lo tanto, se sospecha que el material más fácil de leer sea la alteración de un escriba.
5. Se prefieren los materiales que no están armonizados o asimilados en pasajes similares. Los copistas tenían la intención de corregir los materiales basándose en material similar en otros lugares (algunas veces aun inconscientemente).
6. Cuando todo lo demás falla, el crítico textual debe recurrir a la enmienda conjetural. Para hacer una suposición bien fundada se requiere estar muy empapado del lenguaje hebreo, familiaridad con el estilo del autor y entender la cultura, las costumbres y la teología que puede darle color al pasaje. El uso de la conjetura debe estar limitado a esos pasajes en los cuales el material original definitivamente no nos ha sido transmitido.
CONCLUSIÓN
Debe recordarse que la crítica textual sólo opera cuando son posibles dos o más interpretaciones para una palabra o frase específica. Para la mayor parte del texto bíblico se ha transmitido una sola interpretación. Cuando eliminamos los errores de los escribas y los cambios intencionales, nos queda sólo un pequeño porcentaje de texto sobre el cual pueden surgir preguntas. El erudito textual Sir Frederic Kenyon, en un escrito de 1940, concluyó:
El intervalo entre las fechas de la composición original y la evidencia exacta más temprana llega a ser tan pequeño que de hecho es insignificante, y la última base para cualquier duda de que las Escrituras nos hayan llegado en su contenido tal como fueron escritas ha sido removida. Tanto la autenticidad como la integridad general de los libros del Nuevo Testamento pueden ser consideradas como finalmente establecidas.
Se expresa una confianza similar en el texto del Antiguo Testamento.
El campo de la crítica textual es complejo y requiere la reunión y el uso hábil de una amplia variedad de información. Debido a que trata con la fuente autoritativa de la revelación para todos los cristianos, la discusión textual a menudo ha sido acompañada por las emociones.
Sin embargo, a pesar de la controversia se ha realizado gran progreso, particularmente en los últimos cien años. El refinamiento de la metodología ha ayudado grandemente a que entendamos mejor los materiales acumulados. La ayuda adicional nos ha llegado de la gran cantidad de información de las áreas de estudio relacionadas, tales como la historia de la iglesia, la teología bíblica y la historia del pensamiento cristiano.
La recolección y organización de las lecturas variantes han permitido a los críticos textuales modernos proporcionar una fuerte seguridad de que la Palabra de Dios ha sido transmitida en una forma exacta y confiable. Aunque interpretaciones discrepantes se han hecho evidentes con la publicación de tantos manuscritos, las interpretaciones inadecuadas, inferiores y secundarias, en gran parte, han sido eliminadas. En muy pocos lugares es necesaria la enmienda conjetural. En asuntos relacionados con la salvación cristiana, la transmisión clara e inequívoca provee respuestas autoritativas. Es así que los cristianos tienen una deuda con los críticos textuales, los que han trabajado, y están trabajando, para proveer un texto bíblico confiable.
 

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