
¿Qué es la avaricia?
Para San Pablo, no sólo bloquea la entrada al reino de Dios, sino que está también
entre los vicios que descalifican para ocupar cualquier oficio en la iglesia.
Cada cultura tiene su
propia escala de valores y antivalores. En algunas épocas de la historia de
Israel, para muchos judíos guardar el sábado tenía una prioridad destacada, de
la máxima gravedad. Por ejemplo, para ellos la fornicación era pecado, sin
duda, pero aún peor era el pecado de irrespetar el sábado. También era pecado
grave comer cerdo o sentarse en la mesa con gentiles incircuncisos.
Es obvio que nuestra
cultura contemporánea concentra sus valoraciones fuertemente en lo sexual,
hasta lo obsesivo. Para las personas seculares ("mundanos", para
emplear el término bíblico), el placer sexual parece ser la meta prioritaria de
la existencia humana, y una vida de orgasmos sísmicos se considera la summum
bonum de todos los valores en la vida.
Nuestra cultura está
obsesionada con el sexo. Muchos cristianos, por su parte, también están
obsesionados con el sexo y reflejan esta misma concentración pansexista, pero
invertida. Para ellos los pecados sexuales son los más graves, a veces los
únicos pecados que les preocupan (junto con la borrachera, en un segundo
lugar). Un empresario puede explotar a sus empleados pagándoles sueldos de
miseria, pero asiste a la iglesia, ofrenda y no "cae en pecado"
(¿cómo que "cae"? ya está en pecado), es un buen cristiano, toma la
Santa Cena y a lo mejor puede ser anciano o diácono de la congregación.
El presidente de un
país "cristiano" puede mentir descaradamente para justificar así
matanzas sangrientas, pero si pertenece a una iglesia, reproduce el discurso
religioso y no causa escándalos sexuales, sigue siendo "hermano" en
la fe. Se nos olvida muy fácilmente que según el Nuevo Testamento los
pecadores sexuales y los borrachos no son los únicos que "no heredarán el
reino de Dios". Entre los diez grupos de 1 Cor 6:9-10 van incluido los
idólatras (¿los hay en nuestras iglesias?), los avaros (¡Los hay, y
muchos!), ladrones, estafadores y calumniadores (¡de todos ellos tenemos!). Gal
5:19-21, en su lista de 15 pecados que cierran las puertas del reino, añade
brujería, odio, discordia, celo, ira, rivalidades, disensiones, sectarismos,
envidia "y otras cosas parecidas".
Entre los seis pecados
que según Efes 5:4-6 excluyen del reino de Dios van incluidos la avaricia,
necedades y chistes groseros. La larga lista de 21 pecados vergonzosos en Rom
1:24-31 incluye avaricia, envidia, engaño, chismes y "toda clase de
maldad". Se ve que eran muy rigurosas las exigencias de la comunidad
cristiana. ¿Quién de nosotros no sería culpable de por lo menos una o dos de
estas ofensas? Lo que más sorprende en estas listas es la frecuente inclusión
de la avaricia, en los mismos términos que la de la borrachera y los pecados
sexuales. Si esos pecados escandalosos excluyen del reino de Dios, entonces
también la avaricia, en los idénticos términos, excluye de reino de Dios. De
hecho en las doce listas de vicios en los escritos paulinos, la avaricia
aparece más frecuentemente que la borrachera.
Y es más, en dos de las listas
San Pablo agrega una frase s
umamente grave, cuando
escribe "la avaricia, la cual es idolatría" (Ef 5:5; Col 3:5), el más
condenable de todos los pecados.

¿Puede algún cristiano
o cristiana negar que la avaricia es pecado? La Real Academia Española define la
avaricia en pocas palabras pero de mucho peso, como "Afán desordenado de
poseer y adquirir riquezas para atesorarlas".
El Diccionario Cuyás,
un poco más sucinto, lo define como "un apego desordenado a las
riquezas". De las varias palabras griegas para la avaricia, dos son
especialmente reveladores. La más común, "pleonexia", se deriva,
según Ceslas Spicq (tomo III, p.117), de "pleon" ("más") y
el verbo "ejw" ("tener"). Por eso Louw y Nida, en su léxico
griego, lo definen como "un fuerte deseo de adquirir más y más posesiones
materiales, o de poseer más cosas que las que otros tienen¼ " (Louw-Nida I:291-2).
La avaricia es un deseo
insaciable; cuánto más posee, más desea. Otro término para la avaricia es
"filarguros", que significa "amor al dinero"; podríamos
decir que son "dinerófilos", "enamorados del dinero" (Lc
16:14; 1Tm 6:10; 2Tm 3:2).
Esta dinerofilia, según
1Tm 6:10, es "la raíz de toda clase de maldad". La avaricia -esta
pasión cuasi-erótica por el dinero y por las cosas- muy fácilmente conduce a la
idolatría (Isa 2.7-8; Mt 6:24). La persona avara consagra toda su vida al
dinero y deposita toda su fe y esperanza en la riqueza. Cree que posee sus
bienes, pero pronto es poseído por ellos. A menudo la avaricia termina
distanciándolo de su familia, del prójimo y de Dios mismo, porque ahora está
sirviendo a otro dios. "Dios sabe muy bien", escribió Orígenes,
"qué es lo que uno ama con todo su corazón y alma y fuerza; eso para él es
su Dios".
Que cada uno de
nosotros se examine ahora, y silenciosamente en su propio corazón decida cuál
es la llama de amor que principalmente y sobre todo está encendida dentro de su
ser". La avaricia es relativamente fácil de definir, pero muy difícil
de identificar. Rarísimas veces alguien va a decir, "yo reconozco que soy
avaro". Hace poco un amigo me hablaba de un pastor que mostraba muchos
síntomas de "prosperidaditis aguditis", pero el amigo aclaró que
"él no es avaro, lo que pasa es que le gustan las cosas lujosas". Es
muy fácil racionalizar la avaricia y justificar la acumulación y los lujos.
Parece que sólo la voz
del Espíritu Santo en el corazón del rico le podrá convencer de su
avaricia.[10] Por eso dice San Pablo, hablando del papel de la ley como
revelación de Dios, "tampoco hubiera conocido la codicia, si la ley no
dijera: no codiciarás" (Rom 7:7)."
Para San Pablo, la
avaricia no sólo bloquea la entrada al reino de Dios, sino está también entre
los vicios que descalifican para ocupar cualquier oficio en la iglesia (1Tm
3:3,8; Tito 1:7). En el caso de pecados visibles y escandalosos, como
borrachera o adulterio, la situación hubiera sido evidente y relativamente
fácil de identificar, pero sospecho que fue muy difícil de aplicar esta
restricción en el caso de la avaricia. ¿Quién decide si alguien es avaro o no,
con cuáles criterios? ¿En qué punto la prosperidad legítima se convierte en
avaricia? En el fondo se trata de una actitud del corazón, de criterios
relativos y poco precisos. ¿Cómo habría funcionado eso en el proceso de escogencia
de los
líderes
congregacionales en los tiempos de San Pablo?

Me cuesta imaginar que
algún rico, al ser considerado para el liderazgo, hubiera dicho, "Me
disculpan, hermanos y hermanas, pero no puedo ocupar ningún puesto porque soy
avaro, lo tengo que reconocer". ¡Más fácil que pase un camello por el ojo
de una aguja!! Me imagino más bien que otra persona, a lo mejor un líder de la
congregación, tendría que señalar al avaro con su dedo y confrontar, como Natán
ante David, este pecado en la comunidad.
"Lo siento mucho,
hermano, y me da mucha pena, pero usted no puede ocupar ninguna carga en la iglesia
de nuestro Señor, porque usted es un avaro." Me imagino la respuesta:
"¿Quién es un avaro? ¡¡¡Yo no!!!" Todos tenemos que hacernos la
pregunta, ¿Qué clase de mayordomo soy de los bienes que mi Señor me ha
confiado? Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón. Ponme a prueba y sondea mis
pensamientos. Fíjate si voy por mal camino, y guíame por el camino eterno. (Sal
139:23-24)
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