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viernes, 3 de agosto de 2012

LOS EVANGELIOS: UNA HISTORIA CON MUCHAS DIMENSIONES



Como pasa con los Hechos y las epístolas, los evangelios parecen  a primera  vista  de  fácil  interpretación.  Como  los  materiales  de  los evangelios se pueden  dividir  en dichos  y narraciones,  esto es, en las enseñanzas  de Jesús  y  las  historias  acerca  de  Jesús,  en  teoría  uno podría  seguir  los  principios  de  interpretación  de las  epístolas  para las primeras,  y  los principios  de las narraciones  históricas  para  las segundas.
En  cierto  sentido  esto es verdadero, empero, no es tan fácil como  parece.   Los   cuatro  evangelios   forman   un   género   literario único,  para  el cual  hay pocas  similitudes reales.  Su característica, que examinaremos de paso,   es  lo  que   presenta   la   mayoría   de  los problemas exegéticos, pero también hay algunas dificultades hermenéuticas. Algunas de estas, por supuesto, toman la forma de aquellos “dichos  duros”  de  los  evangelios,  pero  la  dificultad  hermenéutica principal   consiste  en  la  comprensión   del  “reino  de  Dios”,  una expresión  que  es  absolutamente  crucial  para todo  el  ministerio  de Jesús, y que sin embargo se presenta al mismo tiempo  en el idioma y los conceptos del judaísmo  del siglo primero. El problema  está en la manera de traducir tales ideas y conceptos a nuestra  propia  cultura.

LAS CARACTERISTICAS DE LOS EVANGELIOS
Casi  todas  las  dificultades  que  se  encuentran  al  interpretar  los evangelios se derivan de dos hechos principales: 
(1) Jesús mismo  no escribió  un  evangelio;  vienen  de  otros,  no  de  Él. 
(2)   Hay  cuatro evangelios.
El hecho  de que los Evangelios  no vienen  de Jesús  mismo  es una consideración   muy   importante.   Si  El   hubiera   escrito   algo,  por supuesto,  se  hubiera  parecido  menos  a  los  evangelios  y más  a  los libros proféticos  del Antiguo  Testamento,  digamos como Amós; una colección de oráculos y dichos, más unas pocas narraciones persona les breves  (como  Amós  7:10-17).  Los  evangelios  contienen también colecciones   de   dichos,   pero   siempre   están   tejidos   como   parte integral  de la narración  histórica  de la vida y el ministerio  de Jesús.
 La dificultad que esto nos presenta  no se debe exagerar, pero existe y hay que tratarla.  Se puede  apreciar  mejor esta dificultad al observar la analogía  de Pablo en los Hechos y sus epístolas.  Si no tuviéramos los Hechos, por ejemplo, podríamos  reunir  algunos de los elementos de la vida  de Pablo  a partir  de las epístolas,  pero  tal presentación sería insuficiente. Asimismo,  si no tuviéramos las epístolas, nuestra  comprensión de  su  teología,  basada  solamente en sus  discursos  de los  Hechos   también   sería  insuficiente. . . y  en  cierto   modo,   sin equilibrio. Para considerar los asuntos  clave de la vida de Pablo, por tanto, leemos los Hechos y les añadimos la información  que él da en las epístolas. Para su enseñanza no vamos a los Hechos primero,  sino a las  epístolas,   y a los  Hechos  como  recurso  adicional.
No obstante,  los Evangelios  no son como los Hechos, pues en ellos tenemos  a la vez una narración de la vida de Jesús, vemos textos extensos de sus dichos  (enseñanzas) como parte  absolutamente fundamental de esa vida.  Ahora  bien,  los dichos  no fueron  escritos  por El, como las epístolas  fueron  escritas  por Pablo.  La lengua  materna  de Jesús fue el arameo;  sus enseñanzas llegan hasta  nosotros  en una  trascripción  escrita originalmente al griego.[1] Además,  los mismos  dichos  con frecuencia  aparecen  en dos o tres de los Evangelios,  y aun cuando  aparezcan en la misma secuencia cronológica   o en  el mismo  fondo  histórico,   rara  vez  se encuentran  expresados en  las  mismas  palabras  en  cada  uno.
Para  algunos  esta  realidad   es amenazante, pero  no tiene  que  ser así.  Es  cierto,   por   supuesto,  que  algunos   eruditos   bíblicos   han desfigurado   esta  realidad   de  modo  que  sugieren  que  no  se puede  confiar  en  ninguna  parte  de  los  evangelios.   No  se  debe  sacar  tal conclusión, pues  algunos  buenos  eruditos bíblicos  han  demostrado la confiabilidad  histórica   de  los  materiales   de  los  evangelios.
Nuestro  punto   de  vista  es  claro.  Dios  nos  dio  lo  que  sabemos acerca  del  ministerio  terrenal   de  Jesús  de  este  modo,  no  con  la mentalidad mecánica  y de grabadora  de algunos.  Y, en todo caso, el hecho que los evangelios  no fueron  escritos por Jesús, sino acerca de Él, son  parte  de la genialidad   de ellos,  no su debilidad,  pensamos nosotros.
Hay cuatro  evangelios.  ¿Cómo ocurrió  eso, y por qué? Después  de todo,  no  tenemos   cuatro   Hechos  de  los  Apóstoles.   Además,   los materiales  de los primeros  tres Evangelios  son a menudo  similares  y por  eso  los  llamamos   evangelios   sinópticos  (“que  se  pueden   ver  juntos”); ¿cuál  es  la  característica  esencial  de  los  Evangelios,  y por  qué  su  naturaleza   única  es  tan  genial?  ¿Por  qué  cuatro?  No podemos  dar  una  respuesta  con  certeza  absoluta  a  esta  pregunta, pero  una  por  lo  menos  es  sencilla  y  pragmática;  había  diferentes comunidades cristianas que necesitaban un libro acerca de Jesús. Por muchas razones, el evangelio escrito para una comunidad o grupo de creyentes no satisfacía necesariamente todas las necesidades de otra comunidad.  Así  que  uno  se  escribió  primero   (Marcos,  según  la opinión más común), y ese evangelio se volvió a “escribir” dos veces (Mateo  y  Lucas)  por  diferentes  razones,  para  satisfacer  diferentes necesidades.  Independientemente  de ellos,  otra  vez  por  otras razones de diferente tipo, Juan escribió un  evangelio. Creemos que todo esto  fue  dispuesto  así  por  el  Espíritu  Santo. Para  la  Iglesia  posterior,  ninguno  de  los  evangelios  supera  a  los demás,  pero  cada  uno  es  igualmente  valioso  y  posee   la  misma autoridad.  ¿Por  qué  es  eso  así?  Porque  en  cada  caso  el  interés  en Jesús está en dos niveles.
Primero, existía la preocupación  puramente histórica de que el contenido de los evangelios era lo que Jesús fue y  lo  que  enseñó  y  dijo;  es  este  Jesús,  quien  fue  crucificado  y  se levantó de entre los muertos, a quien ahora adoramos como al Señor resucitado  y  exaltado  en  gloria. 
Segundo,  existía  la  preocupación existencial de y volver a contar la historia  para satisfacer las necesidades de comunidades futuras que no hablaban  arameo sino griego, y que no vivían en un ambiente judío  rural y agrícola, sino en Roma, o Éfeso,  o  Antioquía,  donde  el  Evangelio  se  enfrentaba  a  un  medio pagano  y  urbano.
En cierto sentido, por  lo tanto, los evangelios ya se nos presentan como modelos  hermenéuticos,  pues  insisten, por sus propias  características,   en  que  nosotros   también   narremos   la  misma   historia dentro  del  fondo  cultural  del  siglo XXI.
Así  pues,  estos  libros  que  nos  cuentan  virtualmente  todo  lo  que conocemos  acerca  de Jesús,  no  son biografías  aunque en parte  sean biográficos.  Ni  son  como  las  “vidas”  contemporáneas  de  grandes hombres,  aunque  registran  la  vida  del  más  grande  de los  hombres. Son, según dice Justino Mártir, padre de la iglesia del siglo segundo, “las  memorias   de  los  apóstoles”.   Cuatro  biografías   no   podrían mantener   el   mismo   valor;   estos   libros   son  igualmente   valiosos porque  al  mismo  tiempo  que registran  los  hechos  acerca  de Jesús, recuerdan  las  enseñanzas  de  Jesús  y  cada  uno  es  un  testimonio acerca de Jesús. Esta es su característica genial y esto es importante, tanto en cuanto a la exégesis como en lo que refiere a la hermenéutica. Por tanto, la exégesis de los evangelios nos exige que pensemos en el fondo histórico en que vivió Jesús, y el de los autores.

EL FONDO  HISTÓRICO
Recuerde que la primera tarea de la exégesis es estar consciente del fondo histórico.  Esto significa no solamente conocer el contexto histórico en general, sino también la formación de una reconstrucción tentativa, pero inteligente, de la situación a la cual se refiere el autor. Esto se complica a veces debido a la característica de los evangelios como documentos con dos niveles de interpretación. El fondo histórico,  ante todo, tiene que ver con Jesús mismo. Esto incluye tanto el conocimiento de la  cultura y la religión del siglo primero, el judaísmo de Palestina en el cual El vivió y enseñó, como la comprensión del contexto particular de un dicho o una parábola dados. El fondo histórico también tiene que ver con los autores (los evangelistas) y la  razón que tuvieron para escribir.
Sabemos que la consideración de los diversos fondos puede ser una tarea dura para el lector común. Además, sabemos también que en  los  evangelios se  aplica  más  erudición  especulativa que  en ninguna  otra parte  de  los  estudios  del  Nuevo   Testamento. Los evangelios, por  sus  dos  niveles  de  interpretación,  son  de  una característica  singular.  No  pensamos  que  podamos  hacer  a  los lectores expertos en estos asuntos; en realidad, a veces dudamos de los llamados “expertos” también.  Nuestra esperanza es que usted pueda apreciar más los evangelios por lo que son en sí, y que pueda responder a las preguntas que surjan durante su lectura.

Fondo histórico general de Jesús
Es indispensable para comprender a Jesús sumergirse en el estudio del judaísmo del siglo primero, del cual participé El. Esto significa mucho más que conocer que los saduceos no creían en la resurrección. Hay que saber por qué no creían y por qué Jesús se comunicó tan poco con  ellos. Para este tipo de información de fondo se necesita una buena lectura de fuentes externas.
Un  aspecto  especialmente  importante  de  esta  dimensión  es que Jesús usó varias formas de parábolas.  Por ejemplo, fue un experto en las exageraciones con propósito (hipérboles). En Mateo 5:29, 30 (y el paralelo en Marcos 9:43-48) Jesús les dice a los discípulos que se saquen un ojo o se corten una mano que les sean ocasión de pecar. Ahora  todos  sabemos  que  Jesús  no  quiso  decir  eso,  sino  que  las personas  deben quitar de su vida todo lo que las haga pecar. ¿Cómo sabemos  que El no quiso decir lo que dijo? Porque  todos podemos reconocer  la exageración  como  técnica  didáctica  muy eficaz, en la cual  debemos poner  más atención a lo que quiere decir el maestro, que  a  lo  que  dice. Jesús también usó con mucha eficacia los proverbios  (p. e., Mateo 6:21; Marcos  3:24),  símiles y metáforas  (Mateo  10:16; 5:13), poesía (Mateo  7:7,  8;  Lucas  6:27,  28),  preguntas  (Mateo  17:25)  e  ironía (Mateo  16:2, 3) entre otras formas. 
Fondo histórico  particular  de Jesús
Este  es  un  aspecto  más  difícil  de  la  reconstrucción   del  fondo histórico  de Jesús, especialmente  porque muchas enseñanzas suyas se presentan  a  menudo  en  los  evangelios  sin  mucho  contexto.  La razón   de  esto  es  que  las  palabras   y   hechos   de  Jesús  fueron transmitidos  oralmente  durante un  período de quizá treinta  años o más,  en  el cual  no  existía  el texto  completo  de los evangelios.  Se transmitía  el  contenido  de  los  evangelios  en  historias  y  dichos separados (fragmentos). Muchos de estos fragmentos fueron transmitidos  con  sus  contextos  originales.  Los  eruditos  han  dado  a  esos fragmentos el nombre  de historias con máximas,  porque la historia existe solamente por la máxima  o dicho que la concluye. Un ejemplo de este tipo de narración  es Marcos  12:13-17, cuyo contexto es una pregunta sobre el pago de los impuestos a los romanos. Concluye con la famosa declaración de Jesús: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.”  ¿Se imagina usted  lo que podríamos  haber hecho  al  reconstruir  el  contexto  original  para  ese  refrán,  si no  se hubiera  transmitido  con  él?
La verdadera  dificultad,  por supuesto, viene con el hecho de que muchos de los dichos y enseñanzas de Jesús fueron transmitidos sin sus contextos. Pablo mismo es testigo de esa realidad. Tres veces él cita dichos de Jesús (1 Corintios 7:10; 9:14; Hechos 20:35) sin aludir contextos diferentes (sobre el discipulado en Mateo 5:31, 32, y las de controversia en Mateo 19:1-10 y Marcos 10:1-12). Las palabras sobre el “derecho al pago”  están en Mateo 10:10 y su pasaje paralelo en Lucas 10:7 en el contexto de las  misiones de los doce y de los setenta. En cambio, las palabras de Hechos no se encuentran en los evangelios, y carecen de contexto original para nosotros.
No debe sorprendernos, por lo tanto, que muchas de esas declaraciones (sin contexto) estuvieran a disposición de los evangelistas, y que ellos mismos, bajo la guía del  Espíritu Santo, les dieran los contextos actuales. Esa es una de las razones por las cuales a menudo encontramos la misma máxima o enseñanza en diferentes contextos de los  evangelios. Por la misma razón también, las palabras con temas similares, o con el mismo asunto, a menudo se agrupan en los evangelios de modo temático.
Mateo, por ejemplo, tiene cinco colecciones temáticas extensas (cada una de ellas concluye más o menos así: “Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras.. .“: la vida en el reino (el llamado Sermón del Monte, capítulos 5-7), instrucciones para los ministros del reino (10:5-42), las parábolas del  reino activo en el mundo  (13:1-52), enseñanza acerca de las relaciones y la disciplina en el reino (18:1- 35), la escatología, o la  consumación del reino (capítulos 23-25). Se puede ilustrar esta colección de Mateo de dos modos, basándose en la colección del capítulo 10: (1) El contexto es la histórica misión de los doce, y las instrucciones que Jesús les da al enviarlos (vv. 5-12). En los versículos 16-20, sin  embargo, las instrucciones son para un período posterior, pues en los versículos 5-6 se les había dicho que fueran solamente a las ovejas perdidas de Israel, en tanto que el  versículo 18 profetiza que ellos serán llevados delante de “gobernantes”, “reyes” y “gentiles”, y ninguno de estos fue incluido en la misión original de los doce. (2) Estas bien dispuestas declaraciones se encuentran esparcidas por todo el evangelio de Lucas, en este orden: 9:2-5; 10:3; 21:12-17;  12:11, 12; 6:40; 12:2-9; 12:51-53; 14:25-27; 17:33; 10:16. Esto sugiere que Lucas también tuvo acceso a la mayoría de estas  declaraciones, pero como unidades separadas, las cuales él puso entonces en  diferentes contextos.
Al leer los evangelios, una de las cuestiones a considerar, aunque no se pueda resolver con certeza, es si los que escuchaban a Jesús mientras impartía  determinada enseñanza, estaban formados por el círculo íntimo de sus discípulos, las multitudes o sus opositores. El descubrimiento del contexto histórico de Jesús, o de su audiencia, a sus contextos históricos originales, lo cual no era de esperarse. De estos dichos, los dos de 1 Corintios también se encuentran en los evangelios. Las palabras sobre el divorcio se encuentran en dos contextos diferentes (sobre el discipulado en Mateo 5:31, 32, y las de controversia en Mateo 19:1-10 y Marcos 10:1-12). Las palabras sobre el "derecho al pago" están en Mateo 10:10 y su pasaje paralelo en Lucas 10:7 en el contexto de las misiones de los doce y de los setenta. En cambio, las palabras de Hechos no se encuentran en los evangelios, y carecen de contexto original para nosotros. No debe sorprendernos, por lo tanto, que muchas de esas declaraciones (sin contexto) estuvieran a disposición de los evangelistas, y que ellos mismos, bajo la guía del Espíritu Santo, les dieran los contextos actuales. Esa es una de las razones por las cuales a menudo encontramos la misma máxima o enseñanza en diferentes contextos de los evangelios. Por la misma razón también las palabras con temas similares o con el mismo asunto, a menudo se agrupan en los evangelios de modo temático.
El  fondo  histórico  del  evangelista
En este punto estamos tratando del fondo histórico de cada autor, que  lo  impulsó  a  escribir  el  evangelio,  en  primer  lugar;  no  del contexto   literario   en  el  que  cada   evangelista   ha  colocado   sus materiales  acerca de Jesús. Otra vez debemos adivinar mucho, pues los evangelios mismos  son anónimos (los autores no son identifica­ dos por nombre en ellos) y no podemos estar seguros de sus lugares de  origen.  Sin  embargo,  podemos  estar  bastante  seguros  de  los intereses y preocupaciones  de cada uno de los evangelistas,  por  la manera   como   seleccionaron,   dispusieron   y   presentaron   sus materiales.
El evangelio  de Marcos,  por ejemplo, tiene el interés especial  de explicar  las características  del mesiazgo  de Jesús.  Aunque  Marcos sabe que el Mesías es el poderoso Hijo de Dios (1:1), quien atraviesa Galilea con poder y compasión  (capítulos 1-8:26), también sabe que repetidas veces, Jesús mantuvo oculto su mesiazgo (véase 1:34; 1:43; 3:12; 4:11; 5:43; 7:24; 7:36; 8:26; 8:30). La razón  de este silencio es que  solamente  Jesús  entiende  la  esencia  verdadera  de  su  destino mesiánico: el del siervo sufriente que vence por medio de la muerte. Aunque  les  explicó  esto  a  sus  discípulos  en tres  ocasiones,  ellos también se quedaron sin entender (8:27-33; 9:30-32; 10:32-45). Como el  ciego  que  fue  tocado  dos  veces  (8:22-26),  ellos  necesitan  un segundo  toque,  la  resurrección,  para  poder  ver  con  claridad.
La preocupación  de Marcos por el aspecto de siervo sufriente del mesiazgo de Jesús es más evidente, por el hecho de que no incluye ninguna enseñanza  de Jesús sobre el discipulado,  hasta después de la  primera  explicación  de  su  propio  sufrimiento  en  8:31-33.  La enseñanza  implícita, tanto como  la explícita,  es clara. La cruz y  la servidumbre  que  Jesús  experimenté  son  también  las  señales  del verdadero  discipulado.  Un poeta lo expresó así: “Es la senda por la que el Maestro  pasó. ¿No debería también pasar  por ella el siervo?” Todo esto se puede ver en una lectura cuidadosa del evangelio de Marcos. Este es su contexto histórico.  Su situación precisa requiere más conjeturas,  pero  podemos  tener en cuenta  la tradición  antigua que dice que el evangelio de Marcos refleja las “memorias” de Pedro, y que aparece en Roma poco después del martirio del apóstol, en un período de mucho sufrimiento entre los cristianos de Roma. En todo caso, la lectura y el estudio contextuales son tan importantes para los evangelios  como  para  las  epístolas.

EL CONTEXTO LITERARIO
Ya nos hemos referido a esto en la sección "el fondo histórico particular de Jesús". El contexto literario tiene que ver con el lugar de un fragmento dado dentro del contexto de cualquiera de los evangelios. Hasta cierto punto, este contexto probablemente ya estuviera fijado por su contexto histórico original, que tal vez los evangelistas conocían. Sin embargo, como ya hemos visto, muchos de los materiales de los evangelios deben su contexto actual a los evangelistas mismos, de acuerdo con la forma en que los inspiró el Espíritu. Nuestro propósito aquí es doble: (1) ayudarle a usted a hacer la exégesis o leer una declaración o una narración dada en su contexto actual en los evangelios, comprendiéndola, y (2) ayudarle a entender la naturaleza de la composición de los evangelios completos, y así interpretar  cualquiera  de  los  evangelios, no  solamente  hechos aislados acerca de la vida de Jesús.
Interpretación  de fragmentos aislados
Al tratar de la interpretación de las epístolas, dijimos que hay que aprender a pensar en “párrafos”. Eso no tiene tanta importancia con respecto a los evangelios, aunque se  aplique de vez en cuando, especialmente en los grupos grandes de enseñanzas. Como anotamos al principio,  estas secciones de enseñanzas tienen,  en realidad, ciertas similitudes con nuestro método para las epístolas. Debido al carácter singular de los evangelios, sin embargo, se deben hacer dos cosas aquí:
ü  pensar horizontal y
ü  verticalmente.
Esta es sencillamente nuestra manera de decir que al interpretar o leer uno de los evangelios, hay que tener en cuenta las dos realidades de  los  evangelios  que  se  mencionaron  antes: que  hay  cuatro evangelios, y que son documentos con dos niveles de interpretación.
El pensamiento  horizontal.
Pensar horizontalmente significa que al estudiar un fragmento en cualquier  evangelio, hay que estar consciente de los paralelos en los otros evangelios. Claro, no  se debe exagerar este punto, pues ninguno de los evangelistas esperaba que su evangelio  fuera leído en paralelo con los otros. No obstante, el hecho  de  que  Dios haya  puesto  cuatro  evangelios en  el canon significa que no se debe leer un evangelio sin tener en cuenta los otros tres.
Primero, advertimos que el propósito del estudio  de los evangelios en paralelo no es llenar la historia de un evangelio con detalles de los otros. Usualmente, tal lectura tiende a armonizar todos los detalles de los evangelios y así oscurece los aspectos distintivos de  cada evangelio que  el  Espíritu  Santo  inspirara.  Tales  “auto-complementos entre sí mismos”  existen en pasajes   paralelos   para apreciar   los  rasgos distintivos de cualquiera de los evangelios, en particular. A fin de cuentas, la razón para tener cuatro evangelios es precisamente la diferencia que existe entre  ellos.  Segunda,  los  paralelos  nos  informan  de las  diferentes clases de contextos en los cuales sobrevivieron los mismos materiales  u  otro  similares  en  la  iglesia  de  aquellos  tiempos.  Daremos ilustraciones de cada uno de ellos, pero primero diremos algo sobre las presuposiciones.
Es imposible leer los evangelios sin tener ciertas ideas preconcebidas sobre sus relaciones  mutuas, aunque nunca se haya pensado en ello. La más común, pero la menos posible, es que cada uno de los evangelios fue escrito independientemente  de los otros. Hay sencillamente demasiadas  evidencias claras contra eso para que constituya  una  opción  real.
Consideremos,  por  ejemplo, el hecho  del alto grado de similitud verbal entre las narraciones de Mateo, Marcos y Lucas, así como en el  registro  de las  palabras  de Jesús.  Las  extraordinarias  afinidades verbales de las declaraciones de Aquel que “habló como ningún otro hombre habló”, no deben sorprendernos. Sin embargo, llevar esto a las narraciones es otra cosa, pues: (1) estas historias fueron contadas primero en arameo en forma verbal, y hoy, estamos hablando del uso de palabras en griego, (2) el orden de las palabras en griego es muy libre, y a pesar  de esto, a menudo las similitudes se extienden aun al orden preciso de las palabras,  y (3) que es muy improbable que tres personas  en tres lugares  diferentes  del  Imperio  Romano  cuenten  la misma  historia con  las  mismas  palabras,  aun  con  respecto  a  puntos  menores  del estilo  individual,  como  son  las preposiciones  y  conjunciones.  Sin embargo, eso es lo que sucede  una  y otra vez  en los primeros  tres evangelios. Esto se puede ilustrar fácilmente con la narración  de la alimentación de los cinco mil, que es una de las pocas historias que aparecen en los  cuatro  evangelios. 
Obsérvese  lo  siguiente:
1.         Cantidad de términos griegos usados en el relato:

Mateo
157
Marcos
194
Lucas
153
Juan
199

2.         Palabras comunes a los tres primeros evangelios: 53
3.         Palabras que Juan tiene en común con todos los otros: 8 (cinco, dos, cinco mil, tomó los panes, doce canastas de pedazos)
4.         Porcentaje de concordancia
Mateo y Marcos
59%
Lucas y Marcos
40%
Juan y Mateo
8.5%
Juan y Marcos
8.5%
Juan y Lucas
6.5%

Las siguientes conclusiones parecen inevitables: Juan representa una exposición   independiente   de  la  historia.  El  usa  solamente  las palabras que son necesarias para contar la misma historia, y aun usa una palabra griega diferente para hablar del pescado. En cambio, los otros tres son claramente interdependientes en cierto modo. Los que están al corriente  griego koiné del NT, reconocen  la  improbabilidad  de  que  dos  personas cuenten la misma historia  independientemente, en forma narrativa, y tengan una concordancia del 60% en las palabras usadas, y aun en el orden exacto de las palabras.
Tomemos el ejemplo de las palabras de Marcos 13:14  y su paralelo en Mateo 24:15: (“el que lee, entienda”). Estas palabras no podrían ser parte de la tradición oral (dice lee, no oiga, y como en su primera forma no se menciona a Daniel, es improbable que las palabras  de Jesús se refieran a Daniel). Las palabras fueron insertadas en la declaración  de Jesús por  los evangelistas para beneficio de  los lectores. Parece muy  improbable que hayan  insertado el mismo paréntesis, de modo independiente, en el mismo punto, dos autores diferentes e independientes.
La mejor explicación de todos los datos es la que sugerimos antes; que Marcos escribió su evangelio primero, probablemente tomándolo, en parte por lo menos, de sus recuerdos de la predicación y la enseñanza de Pedro. Lucas y Mateo tuvieron acceso al evangelio de Marcos y lo usaron independientemente  como la fuente de consulta principal para sus evangelios, pero también tuvieron acceso a otros materiales acerca de Jesús, algunos de los cuales tenían en común. Este, sin embargo, casi nunca se presenta en el mismo orden en los dos evangelios, hecho que sugiere que ninguno de ellos tenía acceso a lo que escribió el otro. Finalmente, Juan escribió independientemente de los otros tres, y por eso su evangelio tiene muy poco en común con ellos. Así es como el Espíritu Santo inspiró la redacción de los evangelios.
El siguiente  ejemplo breve ilustra   la utilidad  de esto para la interpretación de los  evangelios. Observe cómo aparecen las palabras de Jesús sobre la “abominación  desoladora” (VRV), y “ofrenda asquerosa” (TLA)  cuando se lee en columnas paralelas:
Mateo 24:15, 16[2]
Marcos 13:14
Lucas 21:20, 21
15 Jesús siguió hablando con sus discípulos acerca del fin del mundo, y les dijo:
—El que lea esto debe tratar de entender lo que dijo el profeta Daniel. Él anunció que algún día se presentaría una ofrenda asquerosa en el templo.
»Cuando vean que en el lugar santo pasa lo que anunció Daniel, entonces huyan. 16 Los que estén en la región de Judea, que corran hacia las montañas;
14 »El que lea esto debe tratar de entender lo que digo. Cuando vean que se presenta una ofrenda asquerosa en el lugar donde no debe ser, huyan de inmediato. Los que estén en la región de Judea, que corran hacia las montañas;
20 »Cuando vean a los ejércitos rodear la ciudad de Jerusalén, sepan que pronto será destruida. 21 Los que estén en la ciudad, salgan de ella; los que estén en los pueblos de la región de Judea, huyan hacia las montañas; y los que estén en el campo, no regresen a la ciudad.


Se nota  primeramente  que  estas  palabras  son  del  discurso  de  los Olivos  y  están  exactamente  en  la  misma  secuencia  en  los  tres evangelios. Cuando Marcos escribió estas palabras, les estaba pidiendo a sus  lectores  que reflexionaran  en  lo  que Jesús  quiso  decir  al hablar  de  “la  abominación  desoladora  ...  puesta  donde  no  debe estar”.  Mateo,  también  inspirado  por  el  Espíritu,  les  ayudó  a  los lectores al hacer más explícitas las palabras. Les recordó que Daniel había  hablado  de la  “abominación  desoladora”  y que lo que Jesús quiso  decir  con  las  palabras  “donde  no  debe  estar”  era  “el  lugar santo” (el templo  de Jerusalén).  Lucas, igualmente  inspirado  por el Espíritu  Santo, interpretó  sencillamente  toda  esta  declaración  para beneficio  de sus lectores gentiles.  ¡Les hizo entender! Lo que Jesús quiso decir con todo eso fue: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos,  sabed  entonces  que  su  destrucción  ha  llegado.”
Entonces  se puede ver que el pensamiento  horizontal  (en paralelismos) y el conocimiento de que Mateo y Lucas usaron el evangelio de Marcos, pueden ayudar en la interpretación  de cualquiera de los evangelios. De modo similar, el conocimiento  de los pasajes paralelos  de  los  evangelios   también   ayuda   a  ver   cómo   los  mismos materiales  se usaron  en nuevos  contextos  en la Iglesia  de aquellos tiempos.
Tomemos,  por  ejemplo,  la  lamentación  de Jesús  sobre Jerusalén, que es uno de los fragmentos que Mateo y Lucas tienen en común, y que no se encuentra  en Marcos.  El texto  aparece casi igual  palabra por  palabra,  en los dos evangelios.  En Lucas  13:34,  35,  pertenece  a una extensa colección de narraciones y enseñanzas mientras Jesús va camino de Jerusalén (9:51—19:10). Viene inmediatamente después de la advertencia acerca de Herodes, que Jesús había concluido con su respuesta: ‘No es posible que un profeta  muera fuera de Jerusalén.” El rechazo  del mensajero  de Dios  es la  causa  de la sentencia  sobre Israel.
Luc. 13.34-35
Mat 23.37-39
34 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, pero no quisiste!
35
Vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el tiempo en que digáis: “Bendito el que viene en nombre del Señor”.
37 » ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!
38
Vuestra casa os es dejada desierta,
39
pues os digo que desde ahora no volveréis a verme hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”».

En Mateo  23:37-39,  la  lamentación  concluye  los siete ayes sobre los fariseos, el último de los cuales se refiere a la muerte de los profetas en Jerusalén. En este caso las palabras tienen el mismo propósito en ambos evangelios, aunque colocadas en diferentes situaciones.
Lo  mismo   se  aplica   a  muchas   otras   declaraciones  de  Jesús también.  El Padrenuestro aparece  en ambos  evangelios  (Mateo 6:7- 13;  Lucas  11:2-4)  en  contextos  sobre  la  enseñanza   acerca  de  la oración,   aunque   el  énfasis   principal  de  cada   sección   es  muy diferente. Nótese también  que en Mateo sirve como modelo: “Vosotros,  pues,  oraréis  así”;  en Lucas se permite  la repetición: “Cuando  oréis, decid.”  En cuanto  a las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-11; Lucas 6:20-23), en Mateo  dice  “los  pobres  en  espíritu”, mientras   que  en Lucas dice “vosotros  los pobres”  en contraste  con “Ay de vosotros, ricos!”  (6:24). En tales  casos, mucha  gente se contenta  con la mitad del canon  solamente. Los evangélicos  tradicionales leen  solamente “los  pobres   en  espíritu”;  y  los  activistas   sociales   “vosotros   los pobres”.  Insistimos  en que ambos son canónicos. En un sentido  muy profundo, los verdaderos pobres son los que se reconocen  como tales delante  de Dios. Ahora  bien,  el Dios de la Biblia que se encarnó  en Jesús de Nazaret, es un Dios que aboga por la causa de los oprimidos y desposeídos. No se puede  leer el evangelio  de Lucas sin reconocer  su  interés  en este  aspecto  de la revelación   divina  (véase  14:12-14; Comp.  12:33, 34 con  el  paralelo  en  Mateo  6:19-21). Para  el estudio  a fondo  de los evangelios  hay  que  acudir  a una sinopsis   (presentación  de  los  evangelios   en  columnas   paralelas).
El pensamiento vertical. 
Pensar verticalmente significa que cuando  se  lee  o  se  estudia  una   narración   o  una   enseñanza   de  los evangelios,  se está consciente de los fondos históricos  de Jesús y del evangelista. Se  advierte   que   el  propósito   del  pensamiento  vertical   no  es principalmente   el   estudio   de  la  vida   de  Jesús  como  personaje histórico,  aunque  esto siempre  deba  interesarnos, pues  los evangelios  en su forma  actual  son  la Palabra  de Dios para  nosotros,  pero nuestras  propias  reconstrucciones de la vida de Jesús no lo son. Otra vez decimos  que no se debe exagerar esta manera  de pensar,  pues es solamente un  llamado  de  atención   acerca  de  que  muchos   de  los materiales  de los evangelios  deben  su contexto  actual  a los evangelistas, y que la buena interpretación puede  demandar que se estudie  cierto  texto,  primero  en su contexto histórico  original,  como preludio  apropiado  para   la  comprensión  del  mismo   en  su  contexto  canónico   actual.
Podemos  ilustrar  esto con el pasaje  de Mateo 20:1-16, la parábola de  Jesús  sobre  los  obreros  de  la  viña.  ¿Qué  significa  esto  en  el paralelismo  con Marcos  10:1-52)? En  10:31, Marcos tenía  la máxima “muchos  primeros  serán  postreros,  y  los  postreros,  primeros”,  que Mateo  guardó  intacta  en  19:30.  En  cambio,  precisamente  en  ese punto  él  insertó  entonces  esta  parábola,   que  concluyó  con  una repetición  de esta máxima  (20:16), sólo que ahora en orden inverso. Así, en el evangelio  de Mateo, el contexto  inmediato  de la parábola es la  máxima  sobre  la  inversión  del  orden  entre los  primeros  y  los postreros.
Al  estudiar  la  parábola  en sí (20:1-15)  se ve  que concluye  con  la justificación   que  el  dueño  hace  de  su  generosidad.  La  paga  en  el reino,  dice Jesús,  no se basa  en  lo que nos  parece  justo,  sino en la gracia de Dios. En su contexto original, esta parábola probablemente sirvió para que Jesús justificara su aceptación de los pecadores a la luz de las   críticas   de   los   fariseos   contra   El.   Ellos   se   creen   que   han “soportado  la  carga  y  el  calor  del  día”  y  por  la tanto  merecen  una paga  mayor;  pero  Dios  es generoso  y misericordioso,  y acepta  a los pecadores  con  liberalidad,  tal  como  acepta  también  a  los  “justos”.
Dado eso como su situación original más probable,  ¿cómo funciona ahora la parábola  en el evangelio de Mateo? El punto central de la parábola,  la misericordiosa  generosidad  de Dios  para  los que no  la merecen,  ciertamente  permanece  el  mismo,  pero  ya  no  se trata  de una   preocupación   por   justificar   los   propios   actos   de  Jesús.  El evangelio según Mateo hace eso en otra parte y de otra manera. Aquí la  parábola   funciona  en  el  contexto  del  discipulado,  en  el  cual aquellos  que han  dejado  todo  para  seguir  a Jesús  son  los  postreros que han  llegado  a ser primeros  (tal vez en contraste  con  los líderes judíos,  un  tema  que  se  repite  en  Mateo). Muchas veces, por supuesto, el pensamiento  vertical revela que se presenta  el  mismo  tema  en  ambos  niveles,  pero  la  ilustración  que acabamos  de  dar,  demuestra  cuán  fructífero  puede  ser  tal  pensamiento  para  la  exégesis.
La  interpretación  de  los  evangelios  como  unidades
Parte importante del contexto literario es el interés expresado en la composición  particular  de  cada  uno  de  los  evangelios. Al leer y estudiara los evangelios, hay que tomar en serio el interés de los evangelistas  en Jesús mismo, lo que El hizo y dijo, y también las razones de ellos para volver a contar la historia a sus lectores. Los evangelistas  fueron  autores,  no  solamente  compiladores,  pero  esto no quiere decir que fueran los creadores del material escrito, sino lo autores en  el sentido  de  que, con la ayuda del Espíritu Santo, produjeron una estructura original para volver a redactar el material, a fin  de  satisfacer  las necesidades  de sus  lectores. Lo que  nos preocupa  aquí  es  que  usted  esté  consciente  de  los  intereses y técnicas de composición de los evangelistas al leer o  estudiar.
En la composición de los evangelios se aplicaron dos principios:
ü  el de selección y
ü  el  de  adaptación.
Por una parte, los evangelistas, como autores divinamente inspirados,  escogieron las narraciones y enseñanzas que cumplían sus propósitos. Es verdad, por  supuesto, que el interés por la preservación de lo que tenían a su disposición puede haber sido uno de esos propósitos. Juan, quien tiene menos narraciones, aunque mucho  más extensas, nos dice claramente que él ha sido muy selectivo (20:30, 31; 21:25).  Estas últimas palabras (21:25), dichas en hipérbole, probablemente expresan también  el caso de los otros. Lucas, por ejemplo, decidió no incluir una extensa sección de  Marcos  (6:45—8:26).
Al mismo tiempo, los evangelistas y sus iglesias tenían intereses especiales que  también les hicieron adaptar lo que seleccionaron. Juan,  por  ejemplo,  nos  dice  claramente  que  su  propósito  era teológico: “Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios” (20:31). Este interés en Jesús como el Mesías judío es probablemente la razón principal para que la vasta mayoría de su material tenga que ver con el ministerio  de Jesús en Judea y Jerusalén, en contraste con el ministerio  casi totalmente  galileo de  los sinópticos. Para los judíos, el hogar verdadero del Mesías era Jerusalén. Juan sabía que Jesús había dicho que no había profeta sin honra sino en su propia tierra. Dijo esto  cuando  lo rechazaron en Nazaret (Mateo 13:57; Marcos 6:4; Lucas 4:24). En el evangelio de Juan, se refiere este dicho como explicación del rechazo del Mesías en  Jerusalén (4:44): un discernimiento teológico profundo del ministerio de Jesús.
Este principio de adaptación es también lo que explica la mayoría de las llamadas discrepancias entre los evangelios. Una de las más notables de éstas, por ejemplo, es la maldición de la higuera (Marcos 11:12-14, 20-25; Mateo 21:18-22). En  el evangelio de Marcos se cuenta la historia por su significado teológico. Obsérvese que entre el momento en que Jesús maldijo la higuera, y el momento en que se marchitó, Jesús pronuncia una sentencia similar contra el judaísmo es  obra  del  Espíritu  Santo,  quien  inspiró  a  ambos  evangelistas.
Para ilustrar el proceso de composición a mayor escala, veamos los capítulos  introductorios  de Marcos  (1:14—3:6).  Estos  son  una  obra maestra; tan bien escritos, que muchos lectores posiblemente entienden  el  propósito  de  Marcos,  aunque  no  reconozcan  cómo  lo  ha hecho.
Hay  tres  aspectos  del  ministerio  público  de  Jesús  que  son  de especial  interés  para  Marcos:  la  popularidad   con  las  masas,  el discipulado de unos pocos y la oposición de las autoridades. Marcos nos  los  presenta  hábilmente  en  su  selección  y  disposición  de  las narraciones.  Después  del  anuncio  del  ministerio  público  de Jesús (1:14,   15),  la   primera   narración   recoge   el  llamamiento   de  los primeros discípulos. Este motivo se amplía en las secciones siguientes (3:13-19; 4:10-12; 4:34-41 y otros); entre 1:21 y 1:45, Marcos tiene cuatro fragmentos: un día en Capernaum  (1:21-28 y 29-34), una gira de predicación  corta  al  día  siguiente  (1:35-39),  y  la  historia  de  la sanidad  de un  leproso  (1:40-45).  El motivo común  es la  expansión rápida  de la fama y la popularidad  de Jesús  (Véanse vv. 27, 28, 32, 33, 37, 45), que culmina con el hecho de que “Jesús no podía entrar abiertamente  en  la  ciudad. ..  pero  Marcos  ha  pintado  este  cuadro con cuatro narraciones  solamente, más el uso de expresiones como “muy  pronto”,  “al  instante”  e “inmediatamente”,  y el uso  de  “y” para  comenzar  la  mayoría  de  los  versículos.
A  continuación,  Marcos  selecciona  cinco  tipos  de  narraciones diferentes que, en conjunto, ilustran la oposición y dan la razón de ella. Común a los primeros  cuatro fragmentos  es la  pregunta  “¿por qué?”  (7,  18, 24)  o  “¿qué?”  (16).  La  oposición  se produce  porque Jesús  perdona  pecados,  come con pecadores,  descuida  la tradición del ayuno y ‘quebranta” el día de reposo. La segunda narración  de este  tipo,   que  Marcos   incluye  enseguida,   (3:1-6)  aclara  que  el quebrantamiento  del día de reposo  era considerado como el mayor insulto  a  la  tradición  de  los  judíos. No  queremos  sugerir  que  en  todas  las  secciones  de  todos  los evangelios  se  puedan  descubrir  tan  fácilmente  los  intereses  del evangelista  al  componer  su  obra,  pero  sí  que  ésta  es  la  clase  de estudio  de  los  evangelios  que  se necesita.

OBSERVACIONES  HERMENÉUTICAS
En su mayoría, los principios hermenéuticos para los evangelios son una combinación de lo que se ha dicho en apartados anteriores acerca de las epístolas y las narraciones históricas.
Las enseñanzas y los imperativos
Si uno ha hecho la exégesis con cuidado las enseñanzas e imperativos que presenta Jesús en los evangelios, se deben traer al siglo XXI del mismo modo que hacemos con Pablo - o Pedro o Santiago - en las epístolas. Aun las cuestiones de relatividad cultural hay que resolverlas del mismo modo. Difícilmente el divorcio es la mejor opción para las parejas cuando ambos quieren seguir a Cristo asunto que se repite en 1 Corintios 7:10, 11.
En cambio, en una cultura como la actual, donde en muchos lugares uno de cada dos adultos convertidos es divorciado el asunto de las segundas nupcias no se debería resolver sin consideración y amor cristiano por los nuevos convertidos. Las primeras suposiciones sobre el significado de las palabras de Jesús, dichas en un ambiente cultural enteramente diferente, se deben examinar con cuidado.
Asimismo, es muy improbable que un soldado romano nos obligue a ir con él un kilómetro y medio (Mateo 5:41), pero en este caso el propósito de Jesús, el esfuerzo extra por parte del cristiano, ciertamente se aplica a muchas situaciones comparables.
Hay que advertir algo muy importante aquí. Como muchos de los imperativos de Jesús están puestos en el contexto de la exposición de la Ley del Antiguo Testamento y como a muchas personas se les presentan como un ideal imposible se han ofrecido trucos hermenéuticos para pasar por alto estas órdenes como autoridad normativa para la Iglesia. No podemos dedicar tiempo ahora a bosquejar y refutar estos trucos, pero debemos decir unas pocas palabras al respecto.

La mayoría de estos trucos hermenéuticos surgieron porque los imperativos parecían leyes. . . ¡Y tan imposibles! Además, la vida cristiana, según el Nuevo Testamento está fundado en la gracia de Dios; no en la obediencia a la ley. Ahora bien, la consideración de los imperativos como leyes es un malentendido. No son leyes en el sentido de que se deban obedecer para llegar a ser cristiano o permanecer como tal; nuestra salvación no depende de la obediencia perfecta a ellos. Esos mandamientos son descripciones, por medio de imperativos, de lo que debería ser la vida cristiana, como consecuencia o resultado salvífico de que Dios nos haya aceptado a nosotros primero. La ética del Reino para la época actual es en realidad una ética sin represalias (Mateo 5:38-42). Primero experimentamos el perdón de Dios, ilimitado e incondicional, pero después debe seguir nuestro perdón a los demás, ilimitado e incondicional también. Alguien ha dicho que en el cristianismo es gracia y la ética es gratitud. De donde se desprende que los imperativos de Jesús son un mensaje para nosotros, pero no son como la ley del Antiguo Testamento. Describen la nueva vida, que en sí no es opcional, por supuesto y consiste en que debemos vivir como hijos redimidos y amados por Dios.
Las narraciones
Las narraciones tienen varias funciones en los evangelios. Las historias de los milagros, por ejemplo, no se escriben para dar moralejas, o como antecedentes. Antes bien, en los evangelios son ilustraciones vitales de poder del Reino manifestado en el ministerio de Jesús. Pueden ilustrar el temor, la fe, el fracaso, pero esa no es su función principal. Sin embargo, hay historias como la del joven rico (Marcos 10:17-22 paralelos) o la solicitud del privilegio de sentarse a la diestra de Jesús (Marcos 10:35-45 y paralelos) colocadas en un contexto didáctico, en el cual la historia misma sirve como ilustración de lo que se enseña. Nos parece que la práctica hermenéutica apropiada es usar estas narraciones del mismo modo exactamente. Así pues, el énfasis de la historia del joven rico no es que todos los discípulos de Jesús deban vender todas sus posesiones para seguirlo. Hay ejemplos claros en los evangelios en los cuales ese no fue el caso (Lucas 5:27-30; 8:3; Marcos 14:3-9). La historia ilustra la dificultad de los ricos para entrar al reino, porque tienen compromisos previos con las riquezas, que son la seguridad de su vida. No obstante, el misericordioso amor de Dios puede hacer milagros en los ricos también. La historia de Zaqueo [Lucas 19:1-10) es un ejemplo de ello. Vemos, por tanto, la importancia de la buena exégesis para que el énfasis que les demos a tales narraciones sea en realidad el que les da el evangelio mismo.
Recomendación  final  muy  importante
Esta recomendación  también se aplica al estudio anterior sobre el contexto histórico  de Jesús, pero también se incluye aquí porque  es demasiado crítica para la cuestión hermenéutica.  La recomendación es: Que nadie se atreva a pensar que puede interpretar debidamente los evangelios sin una comprensión  clara del concepto del Reino de Dios en el ministerio  de Jesús. Aquí presentamos un bosquejo breve y  algunas   palabras   sobre  la  manera   como  esto  afectan  a  la  exegética. Ante todo, se debe saber que la estructura  teológica  fundamental modo de pensar. Es decir, que pensaban que estaban en los últimos tiempos, cuando Dios traería el fin de esa edad y comenzaría la siguiente. La palabra griega para el fin que esperaban es ésjaton (ἔσχατος). Así que pensar de manera escatológica significa estar siempre en espera del fin.
Los cristianos primitivos entendieron bien esta manera escatológica de considerar la vida. Para ellos, los acontecimientos de la venida de Jesús, su muerte y resurrección y su entrega del Espíritu, estaban todos relacionados con la llegada del fin. La llegada del fin también significaba un nuevo principio — el comienzo de la nueva edad de Dios, la edad mesiánica. Del mismo modo se hacía referencia a la  nueva edad, como “el Reino de Dios”, que significaba “el tiempo del gobierno de Dios”. Esta nueva edad sería una época de justicia (Isaías 11:4, 5), y las personas vivirían en paz (Isaías 2:24). Sería la época de la plenitud del Espíritu (Joel 2:28-30), cuando  se  celebraría  el  nuevo  pacto  de  que  hablara  Jeremías (Jeremías 31:31-34; 32:38-40). Se acabarían el pecado y las enfermedades (Zacarías 13:1; Isaías 53:5). Aun la creación material sentiría el gozo de esta nueva edad (Isaías 11:6-9).  Así pues, cuando Juan el Bautista anunció que el fin estaba muy cerca y bautizó al Mesías de Dios, el fervor escatológico llegó a su punto más alto. El Mesías estaba cerca, y era Aquél que introduciría la nueva era del Espíritu (Lucas 3:7-17). Jesús vino y anunció que el reino venidero estaba cerca con su ministerio  (Marcos  1:14, 15; Lucas 17:20; 21). Echó fuera a los demonios, hizo milagros y aceptó con liberalidad a los despreciados y a los pecadores.  Todas estas acciones eran señales de que era el principio del fin (Lucas 11:20; Mateo  11:2-6; Lucas 14:21; 15:1, 2). Todo lo observaban, para ver si El era, en realidad el que había de venir. ¿Traería El verdaderamente la edad mesiánica en todo su esplendor? En cierto sentido, por lo tanto,  ese  futuro  ya  había  llegado  también.  En  cambio,  en  otro sentido, el fin no había llegado plenamente todavía. Así que era ya, pero todavía no.
Los  cristianos  primitivos,  por  lo  tanto,  aprendieron  a  ser  gente verdaderamente  escatológica. Vivían entre dos épocas esto es, entre el principio del fin y la consumación de ese fin. En la Cena del Señor celebraban  su  existencia  escatológica,  al  anunciar  “la  muerte  del Señor hasta que él venga” (1 Corintios 11:26). Ya conocían el perdón pleno y gratuito de Dios, pero todavía no habían sido perfeccionados (Filipenses 3:7-14). Ya tenían la victoria sobre la muerte (1 Corintios 3:22), pero todavía  tenían que morir (Filipenses 3:20-22).  Ya vivían en el Espíritu,  pero  todavía  vivían  en el mundo  donde Satanás los podía  atacar  (Gálatas  5:16-26).  Ya  habían  sido  justificados   y  no temían  ninguna  condenación  (Romanos  8:1), pero  todavía  tendría lugar  un  juicio  en el futuro (2 Corintios  5:10). Ellos eran el futuro pueblo  de  Dios;  habían  sido  condicionados  por  el  futuro.  Ellos conocían los beneficios de este futuro, vivían según sus valores, pero ellos como también nosotros todavía  tenían que experimentar estos beneficios  y  valores  en  el  mundo  presente.  Así  que  la  estructura teológica  esencial  para  el entendimiento  del Nuevo  Testamento  es como  se  ve  en  el  esquema  acompañante.
En  esta  “tensión”  se encuentra  la  clave  interpretativa  para  gran parte del Nuevo Testamento, y especialmente para el ministerio y la enseñanza de Jesús. Como el Reino, el tiempo del gobierno de Dios, ha sido inaugurado con la venida de Jesús, se nos invita a tener vida en el Reino, que quiere decir vida bajo el señorío de Jesús, aceptados y perdonados gratuitamente, pero consagrados a la ética de la nueva era, realizada en nuestra vida y en esta edad presente. Así pues, cuando oramos "Venga tu reino", oramos ante todo por su consumación. Ahora bien, cuando el Reine cuya consumación anhelamos ya ha comenzado a "venir", la misma oración está llena de consecuencias para el presente.


[1] Cabe una nota aclaratoria: ésta observación de la lengua doméstica de nuestro Señor Jesucristo ha de entenderse desde el punto de vista de la comunicación oral usada diariamente en sus días, pues  en el primer siglo en los tiempos de Jesús, el idioma hebreo era usado exclusivamente en la sinagoga o el templo, el arameo como lengua común y cotidiana entre los judíos y el griego como lengua estándar y comercial para todos los pueblos sujetos al imperio romano. Aclarado esto, y cabe resaltar que originalmente los evangelios (y todo el NT) en forma escrita fueron elaborados en su totalidad en griego koiné o común, y no en arameo.
[2] Las citas son de la TLA. 

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