Como pasa con los Hechos y
las epístolas, los evangelios parecen a
primera vista de
fácil interpretación. Como
los materiales de los
evangelios se pueden dividir en dichos
y narraciones, esto es, en las
enseñanzas de Jesús y
las historias acerca
de Jesús, en
teoría uno podría seguir
los principios de
interpretación de las epístolas
para las primeras, y los principios de las narraciones históricas
para las segundas.
En cierto
sentido esto es verdadero,
empero, no es tan fácil como
parece. Los cuatro
evangelios forman un
género literario único, para
el cual hay pocas similitudes reales. Su característica, que examinaremos de paso, es
lo que presenta
la mayoría de
los problemas exegéticos, pero también hay algunas dificultades
hermenéuticas. Algunas de estas, por supuesto, toman la forma de aquellos
“dichos duros” de los evangelios,
pero la dificultad
hermenéutica principal consiste en
la comprensión del
“reino de Dios”,
una expresión que es
absolutamente crucial para todo
el ministerio de Jesús, y que sin embargo se presenta al
mismo tiempo en el idioma y los
conceptos del judaísmo del siglo
primero. El problema está en la manera
de traducir tales ideas y conceptos a nuestra
propia cultura.
LAS
CARACTERISTICAS DE LOS EVANGELIOS
Casi todas
las dificultades que se encuentran
al interpretar los evangelios se derivan de dos hechos
principales:
(1) Jesús mismo no escribió
un evangelio; vienen
de otros, no
de Él.
(2) Hay
cuatro evangelios.
El hecho de que los Evangelios no vienen
de Jesús mismo es una consideración muy
importante. Si El
hubiera escrito algo,
por supuesto, se hubiera
parecido menos a
los evangelios y más
a los libros proféticos del Antiguo
Testamento, digamos como Amós;
una colección de oráculos y dichos, más unas pocas narraciones persona les
breves (como Amós
7:10-17). Los evangelios
contienen también colecciones
de dichos, pero
siempre están tejidos
como parte integral de la narración histórica
de la vida y el ministerio de
Jesús.
La dificultad que esto nos presenta no se debe exagerar, pero existe y hay que tratarla. Se puede
apreciar mejor esta dificultad al
observar la analogía de Pablo en los
Hechos y sus epístolas. Si no tuviéramos
los Hechos, por ejemplo, podríamos
reunir algunos de los elementos
de la vida de Pablo a partir
de las epístolas, pero tal presentación sería insuficiente.
Asimismo, si no tuviéramos las
epístolas, nuestra comprensión de su
teología, basada solamente en sus discursos
de los Hechos también
sería insuficiente. . . y en
cierto modo, sin equilibrio. Para considerar los
asuntos clave de la vida de Pablo, por
tanto, leemos los Hechos y les añadimos la información que él da en las epístolas. Para su enseñanza
no vamos a los Hechos primero, sino a
las epístolas, y a los
Hechos como recurso
adicional.
No obstante, los Evangelios no son como los Hechos, pues en ellos
tenemos a la vez una narración de la
vida de Jesús, vemos textos extensos de sus dichos (enseñanzas) como parte absolutamente fundamental de esa vida. Ahora
bien, los dichos no fueron
escritos por El, como las
epístolas fueron escritas
por Pablo. La lengua materna
de Jesús fue el arameo; sus
enseñanzas llegan hasta nosotros en una
trascripción escrita
originalmente al griego.[1]
Además, los mismos dichos
con frecuencia aparecen en dos o tres de los Evangelios, y aun cuando
aparezcan en la misma secuencia cronológica o en
el mismo fondo histórico,
rara vez se encuentran
expresados en las mismas
palabras en cada
uno.
Para algunos
esta realidad es amenazante, pero no tiene
que ser así. Es
cierto, por supuesto,
que algunos eruditos
bíblicos han desfigurado esta
realidad de modo
que sugieren que
no se puede confiar
en ninguna parte
de los evangelios.
No se debe
sacar tal conclusión, pues algunos
buenos eruditos bíblicos han
demostrado la confiabilidad
histórica de los
materiales de los
evangelios.
Nuestro punto
de vista es
claro. Dios nos
dio lo que
sabemos acerca del ministerio
terrenal de Jesús
de este modo,
no con la mentalidad mecánica y de grabadora de algunos.
Y, en todo caso, el hecho que los evangelios no fueron
escritos por Jesús, sino acerca de Él, son parte
de la genialidad de ellos, no su debilidad, pensamos nosotros.
Hay cuatro evangelios.
¿Cómo ocurrió eso, y por qué?
Después de todo, no
tenemos cuatro Hechos
de los Apóstoles.
Además, los materiales de los primeros tres Evangelios son a menudo
similares y por eso
los llamamos evangelios
sinópticos (“que se
pueden ver juntos”); ¿cuál es
la característica esencial
de los Evangelios,
y por qué su
naturaleza única es
tan genial? ¿Por
qué cuatro? No podemos
dar una respuesta
con certeza absoluta
a esta pregunta, pero una
por lo menos
es sencilla y
pragmática; había diferentes comunidades cristianas que
necesitaban un libro acerca de Jesús. Por muchas razones, el evangelio escrito
para una comunidad o grupo de creyentes no satisfacía necesariamente todas las
necesidades de otra comunidad. Así que
uno se escribió
primero (Marcos, según
la opinión más común), y ese evangelio se volvió a “escribir” dos veces
(Mateo y
Lucas) por diferentes
razones, para satisfacer
diferentes necesidades.
Independientemente de ellos, otra
vez por otras razones de diferente tipo, Juan
escribió un evangelio. Creemos que todo
esto fue
dispuesto así por
el Espíritu Santo. Para
la Iglesia posterior,
ninguno de los
evangelios supera a los
demás, pero cada
uno es igualmente
valioso y posee
la misma autoridad. ¿Por
qué es eso
así? Porque en
cada caso el
interés en Jesús está en dos
niveles.
Primero, existía la
preocupación puramente histórica de que
el contenido de los evangelios era lo que Jesús fue y lo
que enseñó y
dijo; es este
Jesús, quien fue
crucificado y se levantó de entre los muertos, a quien
ahora adoramos como al Señor resucitado
y exaltado en
gloria.
Segundo, existía
la preocupación existencial de y
volver a contar la historia para
satisfacer las necesidades de comunidades futuras que no hablaban arameo sino griego, y que no vivían en un
ambiente judío rural y agrícola, sino en
Roma, o Éfeso, o Antioquía,
donde el Evangelio
se enfrentaba a un medio pagano
y urbano.
En cierto sentido,
por lo tanto, los evangelios ya se nos
presentan como modelos
hermenéuticos, pues insisten, por sus propias características, en
que nosotros también
narremos la misma
historia dentro del fondo
cultural del siglo XXI.
Así pues,
estos libros que
nos cuentan virtualmente
todo lo que conocemos
acerca de Jesús, no son
biografías aunque en parte sean biográficos. Ni
son como las
“vidas” contemporáneas de
grandes hombres, aunque registran
la vida del
más grande de los
hombres. Son, según dice Justino Mártir, padre de la iglesia del siglo
segundo, “las memorias de
los apóstoles”. Cuatro
biografías no podrían mantener el
mismo valor; estos
libros son igualmente
valiosos porque al mismo
tiempo que registran los
hechos acerca de Jesús, recuerdan las
enseñanzas de Jesús
y cada uno
es un testimonio acerca de Jesús. Esta es su
característica genial y esto es importante, tanto
en cuanto a la exégesis como en lo que refiere a la hermenéutica. Por tanto, la
exégesis de los evangelios nos exige que pensemos en el fondo histórico en que
vivió Jesús, y el de los autores.
EL
FONDO HISTÓRICO
Recuerde que la primera
tarea de la exégesis es estar consciente del fondo histórico. Esto significa no solamente conocer el
contexto histórico en general, sino también la formación de una reconstrucción
tentativa, pero inteligente, de la situación a la cual se refiere el autor.
Esto se complica a veces debido a la característica de los evangelios como
documentos con dos niveles de interpretación. El fondo histórico, ante todo, tiene que ver con Jesús mismo.
Esto incluye tanto el conocimiento de la
cultura y la religión del siglo primero, el judaísmo de Palestina en el
cual El vivió y enseñó, como la comprensión del contexto particular de un dicho
o una parábola dados. El fondo histórico también tiene que ver con los autores
(los evangelistas) y la razón que tuvieron
para escribir.
Sabemos que la
consideración de los diversos fondos puede ser una tarea dura para el lector
común. Además, sabemos también que en
los evangelios se aplica
más erudición especulativa que en ninguna
otra parte de los
estudios del Nuevo
Testamento. Los evangelios, por
sus dos niveles
de interpretación, son de una característica singular.
No pensamos que
podamos hacer a los
lectores expertos en estos asuntos; en realidad, a veces dudamos de los llamados
“expertos” también. Nuestra esperanza es
que usted pueda apreciar más los evangelios por lo que son en sí, y que pueda
responder a las preguntas que surjan durante su lectura.
Fondo
histórico general de Jesús
Es indispensable para
comprender a Jesús sumergirse en el estudio del judaísmo del siglo primero, del
cual participé El. Esto significa mucho más que conocer que los saduceos no
creían en la resurrección. Hay que saber por qué no creían y por qué Jesús se
comunicó tan poco con ellos. Para este
tipo de información de fondo se necesita una buena lectura de fuentes externas.
Un aspecto
especialmente importante de
esta dimensión es que Jesús usó varias formas de
parábolas. Por ejemplo, fue un experto
en las exageraciones con propósito (hipérboles). En Mateo 5:29, 30 (y el
paralelo en Marcos 9:43-48) Jesús les dice a los discípulos que se saquen un
ojo o se corten una mano que les sean ocasión de pecar. Ahora todos
sabemos que Jesús
no quiso decir
eso, sino que
las personas deben quitar de su
vida todo lo que las haga pecar. ¿Cómo sabemos
que El no quiso decir lo que dijo? Porque todos podemos reconocer la exageración como
técnica didáctica muy eficaz, en la cual debemos poner
más atención a lo que quiere decir el maestro, que a
lo que dice. Jesús también usó con mucha eficacia
los proverbios (p. e., Mateo 6:21;
Marcos 3:24), símiles y metáforas (Mateo
10:16; 5:13), poesía (Mateo
7:7, 8; Lucas
6:27, 28), preguntas
(Mateo 17:25) e
ironía (Mateo 16:2, 3) entre
otras formas.
Fondo
histórico particular de Jesús
Este es
un aspecto más
difícil de la
reconstrucción del fondo histórico de Jesús, especialmente porque muchas enseñanzas suyas se
presentan a menudo
en los evangelios
sin mucho contexto.
La razón de esto
es que las
palabras y hechos
de Jesús fueron transmitidos oralmente
durante un período de quizá
treinta años o más, en el
cual no
existía el texto completo
de los evangelios. Se
transmitía el contenido
de los evangelios
en historias y
dichos separados (fragmentos). Muchos de estos fragmentos fueron transmitidos con
sus contextos originales.
Los eruditos han
dado a esos fragmentos el nombre de historias con máximas, porque la historia existe solamente por la
máxima o dicho que la concluye. Un
ejemplo de este tipo de narración es
Marcos 12:13-17, cuyo contexto es una
pregunta sobre el pago de los impuestos a los romanos. Concluye con la famosa
declaración de Jesús: “Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de
Dios.” ¿Se imagina usted lo que podríamos haber hecho
al reconstruir el
contexto original para
ese refrán, si no
se hubiera transmitido con
él?
La verdadera dificultad,
por supuesto, viene con el hecho de que muchos de los dichos y
enseñanzas de Jesús fueron transmitidos sin sus contextos. Pablo mismo es
testigo de esa realidad. Tres veces él cita dichos de Jesús (1 Corintios 7:10;
9:14; Hechos 20:35) sin aludir contextos diferentes (sobre el discipulado en
Mateo 5:31, 32, y las de controversia en Mateo 19:1-10 y Marcos 10:1-12). Las
palabras sobre el “derecho al pago”
están en Mateo 10:10 y su pasaje paralelo en Lucas 10:7 en el contexto
de las misiones de los doce y de los
setenta. En cambio, las palabras de Hechos no se encuentran en los evangelios,
y carecen de contexto original para nosotros.
No debe sorprendernos, por
lo tanto, que muchas de esas declaraciones (sin contexto) estuvieran a
disposición de los evangelistas, y que ellos mismos, bajo la guía del Espíritu Santo, les dieran los contextos
actuales. Esa es una de las razones por las cuales a menudo encontramos la
misma máxima o enseñanza en diferentes contextos de los evangelios. Por la misma razón también, las
palabras con temas similares, o con el mismo asunto, a menudo se agrupan en los
evangelios de modo temático.
Mateo, por ejemplo, tiene
cinco colecciones temáticas extensas (cada una de ellas concluye más o menos
así: “Cuando hubo acabado Jesús todas estas palabras.. .“: la vida en el reino
(el llamado Sermón del Monte, capítulos 5-7), instrucciones para los ministros
del reino (10:5-42), las parábolas del
reino activo en el mundo (13:1-52), enseñanza acerca de las relaciones
y la disciplina en el reino (18:1- 35), la escatología, o la consumación del reino (capítulos 23-25). Se
puede ilustrar esta colección de Mateo de dos modos, basándose en la colección
del capítulo 10: (1) El contexto es la histórica misión de los doce, y las
instrucciones que Jesús les da al enviarlos (vv. 5-12). En los versículos
16-20, sin embargo, las instrucciones
son para un período posterior, pues en los versículos 5-6 se les había dicho
que fueran solamente a las ovejas perdidas de Israel, en tanto que el versículo 18 profetiza que ellos serán
llevados delante de “gobernantes”, “reyes” y “gentiles”, y ninguno de estos fue
incluido en la misión original de los doce. (2) Estas bien dispuestas
declaraciones se encuentran esparcidas por todo el evangelio de Lucas, en este
orden: 9:2-5; 10:3; 21:12-17; 12:11, 12;
6:40; 12:2-9; 12:51-53; 14:25-27; 17:33; 10:16. Esto sugiere que Lucas también
tuvo acceso a la mayoría de estas
declaraciones, pero como unidades separadas, las cuales él puso entonces
en diferentes contextos.
Al leer los evangelios,
una de las cuestiones a considerar, aunque no se pueda resolver con certeza, es
si los que escuchaban a Jesús mientras impartía
determinada enseñanza, estaban formados por el círculo íntimo de sus
discípulos, las multitudes o sus opositores. El descubrimiento del contexto
histórico de Jesús, o de su audiencia, a
sus contextos históricos originales, lo cual no era de esperarse. De estos
dichos, los dos de 1 Corintios también se encuentran en los evangelios. Las
palabras sobre el divorcio se encuentran en dos contextos diferentes (sobre el
discipulado en Mateo 5:31, 32, y las de controversia en Mateo 19:1-10 y Marcos
10:1-12). Las palabras sobre el "derecho al pago" están en Mateo
10:10 y su pasaje paralelo en Lucas 10:7 en el contexto de las misiones de los
doce y de los setenta. En cambio, las palabras de Hechos no se encuentran en
los evangelios, y carecen de contexto original para nosotros. No debe
sorprendernos, por lo tanto, que muchas de esas declaraciones (sin contexto)
estuvieran a disposición de los evangelistas, y que ellos mismos, bajo la guía
del Espíritu Santo, les dieran los contextos actuales. Esa es una de las
razones por las cuales a menudo encontramos la misma máxima o enseñanza en
diferentes contextos de los evangelios. Por la misma razón también las palabras
con temas similares o con el mismo asunto, a menudo se agrupan en los
evangelios de modo temático.
El fondo
histórico del evangelista
En este punto estamos
tratando del fondo histórico de cada autor, que
lo impulsó a
escribir el evangelio,
en primer lugar;
no del contexto literario
en el que
cada evangelista ha
colocado sus materiales acerca de Jesús. Otra vez debemos adivinar
mucho, pues los evangelios mismos son
anónimos (los autores no son identifica dos por nombre en ellos) y no podemos
estar seguros de sus lugares de origen. Sin
embargo, podemos estar
bastante seguros de los
intereses y preocupaciones de cada uno
de los evangelistas, por la manera
como seleccionaron, dispusieron
y presentaron sus materiales.
El evangelio de Marcos,
por ejemplo, tiene el interés especial
de explicar las características del mesiazgo
de Jesús. Aunque Marcos sabe que el Mesías es el poderoso Hijo
de Dios (1:1), quien atraviesa Galilea con poder y compasión (capítulos 1-8:26), también sabe que
repetidas veces, Jesús mantuvo oculto su mesiazgo (véase 1:34; 1:43; 3:12;
4:11; 5:43; 7:24; 7:36; 8:26; 8:30). La razón
de este silencio es que
solamente Jesús entiende
la esencia verdadera
de su destino mesiánico: el del siervo sufriente
que vence por medio de la muerte. Aunque
les explicó esto a sus
discípulos en tres ocasiones,
ellos también se quedaron sin entender (8:27-33; 9:30-32; 10:32-45).
Como el ciego que
fue tocado dos
veces (8:22-26), ellos
necesitan un segundo toque,
la resurrección, para
poder ver con
claridad.
La preocupación de Marcos por el aspecto de siervo sufriente
del mesiazgo de Jesús es más evidente, por el hecho de que no incluye ninguna
enseñanza de Jesús sobre el
discipulado, hasta después de la primera
explicación de su
propio sufrimiento en
8:31-33. La enseñanza implícita, tanto como la explícita,
es clara. La cruz y la
servidumbre que Jesús
experimenté son también
las señales del verdadero
discipulado. Un poeta lo expresó
así: “Es la senda por la que el Maestro
pasó. ¿No debería también pasar
por ella el siervo?” Todo esto se puede ver en una lectura cuidadosa del
evangelio de Marcos. Este es su contexto histórico. Su situación precisa requiere más
conjeturas, pero podemos
tener en cuenta la tradición antigua que dice que el evangelio de Marcos
refleja las “memorias” de Pedro, y que aparece en Roma poco después del
martirio del apóstol, en un período de mucho sufrimiento entre los cristianos
de Roma. En todo caso, la lectura y el estudio contextuales son tan importantes
para los evangelios como para
las epístolas.
EL
CONTEXTO LITERARIO
Ya nos hemos referido a
esto en la sección "el fondo histórico particular de Jesús". El
contexto literario tiene que ver con el lugar de un fragmento dado dentro del
contexto de cualquiera de los evangelios. Hasta cierto punto, este contexto
probablemente ya estuviera fijado por su contexto histórico original, que tal
vez los evangelistas conocían. Sin embargo, como ya hemos visto, muchos de los
materiales de los evangelios deben su contexto actual a los evangelistas
mismos, de acuerdo con la forma en que los inspiró el Espíritu. Nuestro
propósito aquí es doble: (1) ayudarle a usted a hacer la exégesis o leer una
declaración o una narración dada en su contexto actual en los evangelios,
comprendiéndola, y (2) ayudarle a entender la naturaleza de la composición de
los evangelios completos, y así interpretar
cualquiera de los
evangelios, no solamente hechos aislados acerca de la vida de Jesús.
Interpretación de fragmentos aislados
Al tratar de la
interpretación de las epístolas, dijimos que hay que aprender a pensar en
“párrafos”. Eso no tiene tanta importancia con respecto a los evangelios,
aunque se aplique de vez en cuando,
especialmente en los grupos grandes de enseñanzas. Como anotamos al principio, estas secciones de enseñanzas tienen, en realidad, ciertas similitudes con nuestro
método para las epístolas. Debido al carácter singular de los evangelios, sin
embargo, se deben hacer dos cosas aquí:
ü pensar
horizontal y
ü verticalmente.
Esta es sencillamente
nuestra manera de decir que al interpretar o leer uno de los evangelios, hay
que tener en cuenta las dos realidades de
los evangelios que
se mencionaron antes: que
hay cuatro evangelios, y que son
documentos con dos niveles de interpretación.
El
pensamiento horizontal.
Pensar horizontalmente
significa que al estudiar un fragmento en cualquier evangelio, hay que estar consciente de los
paralelos en los otros evangelios. Claro, no
se debe exagerar este punto, pues ninguno de los evangelistas esperaba
que su evangelio fuera leído en paralelo
con los otros. No obstante, el hecho
de que Dios haya
puesto cuatro evangelios en
el canon significa que no se debe leer un evangelio sin tener en cuenta
los otros tres.
Primero, advertimos que el
propósito del estudio de los evangelios
en paralelo no es llenar la historia de un evangelio con detalles de los otros.
Usualmente, tal lectura tiende a armonizar todos los detalles de los evangelios
y así oscurece los aspectos distintivos de
cada evangelio que el Espíritu
Santo inspirara. Tales
“auto-complementos entre sí mismos”
existen en pasajes
paralelos para apreciar los
rasgos distintivos de cualquiera de los evangelios, en particular. A fin
de cuentas, la razón para tener cuatro evangelios es precisamente la diferencia
que existe entre ellos. Segunda,
los paralelos nos
informan de las diferentes clases de contextos en los cuales
sobrevivieron los mismos materiales u otro
similares en la
iglesia de aquellos
tiempos. Daremos ilustraciones de
cada uno de ellos, pero primero diremos algo sobre las presuposiciones.
Es imposible leer los
evangelios sin tener ciertas ideas preconcebidas sobre sus relaciones mutuas, aunque nunca se haya pensado en ello.
La más común, pero la menos posible, es que cada uno de los evangelios fue
escrito independientemente de los otros.
Hay sencillamente demasiadas evidencias
claras contra eso para que constituya
una opción real.
Consideremos, por
ejemplo, el hecho del alto grado
de similitud verbal entre las narraciones de Mateo, Marcos y Lucas, así como en
el registro de las
palabras de Jesús. Las
extraordinarias afinidades
verbales de las declaraciones de Aquel que “habló como ningún otro hombre
habló”, no deben sorprendernos. Sin embargo, llevar esto a las narraciones es
otra cosa, pues: (1) estas historias fueron contadas primero en arameo en forma
verbal, y hoy, estamos hablando del uso de palabras en griego, (2) el orden de
las palabras en griego es muy libre, y a pesar
de esto, a menudo las similitudes se extienden aun al orden preciso de
las palabras, y (3) que es muy
improbable que tres personas en tres
lugares diferentes del
Imperio Romano cuenten
la misma historia con las
mismas palabras, aun
con respecto a
puntos menores del estilo
individual, como son
las preposiciones y conjunciones.
Sin embargo, eso es lo que sucede
una y otra vez en los primeros tres evangelios. Esto se puede ilustrar
fácilmente con la narración de la
alimentación de los cinco mil, que es una de las pocas historias que aparecen
en los cuatro evangelios.
Obsérvese lo
siguiente:
1. Cantidad de términos griegos usados en el relato:
Mateo
|
157
|
Marcos
|
194
|
Lucas
|
153
|
Juan
|
199
|
2. Palabras comunes a los tres primeros evangelios: 53
3. Palabras que Juan tiene en común con todos los otros: 8
(cinco,
dos,
cinco mil, tomó los panes, doce canastas de pedazos)
4. Porcentaje de concordancia
Mateo
y Marcos
|
59%
|
Lucas
y Marcos
|
40%
|
Juan y
Mateo
|
8.5%
|
Juan y
Marcos
|
8.5%
|
Juan y
Lucas
|
6.5%
|
Las siguientes
conclusiones parecen inevitables: Juan representa una exposición independiente de
la historia. El
usa solamente las palabras que son necesarias para contar
la misma historia, y aun usa una palabra griega diferente para hablar del pescado.
En cambio, los otros tres son claramente interdependientes en cierto modo. Los
que están al corriente griego koiné del
NT, reconocen la improbabilidad de
que dos personas cuenten la misma historia independientemente, en forma narrativa, y
tengan una concordancia del 60% en las palabras usadas, y aun en el orden
exacto de las palabras.
Tomemos el ejemplo de las
palabras de Marcos 13:14 y su paralelo
en Mateo 24:15: (“el que lee, entienda”). Estas palabras no podrían ser parte
de la tradición oral (dice lee, no oiga, y como en su primera forma no se
menciona a Daniel, es improbable que las palabras de Jesús se refieran a Daniel). Las palabras
fueron insertadas en la declaración de
Jesús por los evangelistas para
beneficio de los lectores. Parece
muy improbable que hayan insertado el mismo paréntesis, de modo
independiente, en el mismo punto, dos autores diferentes e independientes.
La mejor explicación de
todos los datos es la que sugerimos antes; que Marcos escribió su evangelio
primero, probablemente tomándolo, en parte por lo menos, de sus recuerdos de la
predicación y la enseñanza de Pedro. Lucas y Mateo tuvieron acceso al evangelio
de Marcos y lo usaron independientemente
como la fuente de consulta principal para sus evangelios, pero también
tuvieron acceso a otros materiales acerca de Jesús, algunos de los cuales
tenían en común. Este, sin embargo, casi nunca se presenta en el mismo orden en
los dos evangelios, hecho que sugiere que ninguno de ellos tenía acceso a lo
que escribió el otro. Finalmente, Juan escribió independientemente de los otros
tres, y por eso su evangelio tiene muy poco en común con ellos. Así es como el
Espíritu Santo inspiró la redacción de los evangelios.
El siguiente ejemplo breve ilustra la utilidad
de esto para la interpretación de los
evangelios. Observe cómo aparecen las palabras de Jesús sobre la
“abominación desoladora” (VRV), y
“ofrenda asquerosa” (TLA) cuando se lee
en columnas paralelas:
Mateo 24:15, 16[2]
|
Marcos 13:14
|
Lucas 21:20, 21
|
15 Jesús
siguió hablando con sus discípulos acerca del fin del mundo, y les dijo:
—El que
lea esto debe tratar de entender lo que dijo el profeta Daniel. Él anunció
que algún día se presentaría una ofrenda asquerosa en el templo.
»Cuando
vean que en el lugar santo pasa lo que anunció Daniel, entonces huyan.
16 Los que estén en la región de Judea, que corran hacia las montañas;
|
14 »El que lea esto debe tratar
de entender lo que digo. Cuando vean que se presenta una ofrenda asquerosa
en el lugar donde no debe ser, huyan de inmediato. Los que estén en la
región de Judea, que corran hacia las montañas;
|
20 »Cuando vean a los ejércitos
rodear la ciudad de Jerusalén, sepan que pronto será destruida. 21 Los
que estén en la ciudad, salgan de ella; los que estén en los pueblos de la región
de Judea, huyan hacia las montañas; y los que estén en el campo, no regresen
a la ciudad.
|
Se nota primeramente
que estas palabras
son del discurso
de los Olivos y
están exactamente en
la misma secuencia
en los tres evangelios. Cuando Marcos escribió estas
palabras, les estaba pidiendo a sus
lectores que reflexionaran en lo que Jesús
quiso decir al hablar
de “la abominación
desoladora ... puesta
donde no debe estar”.
Mateo, también inspirado
por el Espíritu,
les ayudó a los
lectores al hacer más explícitas las palabras. Les recordó que Daniel había hablado
de la “abominación desoladora”
y que lo que Jesús quiso
decir con las
palabras “donde no
debe estar” era
“el lugar santo” (el templo de Jerusalén). Lucas, igualmente inspirado
por el Espíritu Santo, interpretó sencillamente
toda esta declaración
para beneficio de sus lectores
gentiles. ¡Les hizo entender! Lo que
Jesús quiso decir con todo eso fue: “Cuando viereis a Jerusalén rodeada de
ejércitos, sabed entonces
que su destrucción
ha llegado.”
Entonces se puede ver que el pensamiento horizontal
(en paralelismos) y el conocimiento de que Mateo y Lucas usaron el
evangelio de Marcos, pueden ayudar en la interpretación de cualquiera de los evangelios. De modo
similar, el conocimiento de los pasajes
paralelos de los evangelios también
ayuda a ver
cómo los mismos materiales se usaron
en nuevos contextos en la Iglesia
de aquellos tiempos.
Tomemos, por ejemplo, la
lamentación de Jesús sobre Jerusalén, que es uno de los fragmentos
que Mateo y Lucas tienen en común, y que no se encuentra en Marcos.
El texto aparece casi igual palabra por
palabra, en los dos
evangelios. En Lucas 13:34,
35, pertenece a una extensa colección de narraciones y
enseñanzas mientras Jesús va camino de Jerusalén (9:51—19:10). Viene
inmediatamente después de la advertencia acerca de Herodes, que Jesús había
concluido con su respuesta: ‘No es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.” El rechazo del mensajero
de Dios es la causa
de la sentencia sobre Israel.
Luc.
13.34-35
|
Mat
23.37-39
|
34 ¡Jerusalén,
Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!
¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos
debajo de sus alas, pero no quisiste!
35 Vuestra casa os es dejada desierta; y os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el tiempo en que digáis: “Bendito el que viene en nombre del Señor”. |
37 »
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son
enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta sus
polluelos debajo de las alas, pero no quisiste!
38 Vuestra casa os es dejada desierta, 39 pues os digo que desde ahora no volveréis a verme hasta que digáis: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”». |
En Mateo 23:37-39,
la lamentación concluye
los siete ayes sobre los fariseos, el último de los cuales se refiere a
la muerte de los profetas en Jerusalén. En este caso las palabras tienen el
mismo propósito en ambos evangelios, aunque colocadas en diferentes
situaciones.
Lo mismo
se aplica a
muchas otras declaraciones de
Jesús también. El Padrenuestro
aparece en ambos evangelios
(Mateo 6:7- 13; Lucas 11:2-4)
en contextos sobre
la enseñanza acerca
de la oración, aunque
el énfasis principal
de cada sección
es muy diferente. Nótese
también que en Mateo sirve como modelo:
“Vosotros, pues, oraréis
así”; en Lucas se permite la repetición: “Cuando oréis, decid.” En cuanto
a las Bienaventuranzas (Mateo 5:3-11; Lucas 6:20-23), en Mateo dice
“los pobres en
espíritu”, mientras que en Lucas dice “vosotros los pobres”
en contraste con “Ay de vosotros,
ricos!” (6:24). En tales casos, mucha
gente se contenta con la mitad
del canon solamente. Los
evangélicos tradicionales leen solamente “los pobres
en espíritu”; y los activistas
sociales “vosotros los pobres”.
Insistimos en que ambos son
canónicos. En un sentido muy profundo,
los verdaderos pobres son los que se reconocen
como tales delante de Dios.
Ahora bien, el Dios de la Biblia que se encarnó en Jesús de Nazaret, es un Dios que aboga por
la causa de los oprimidos y desposeídos. No se puede leer el evangelio de Lucas sin reconocer su
interés en este aspecto
de la revelación divina (véase
14:12-14; Comp. 12:33, 34
con el
paralelo en Mateo
6:19-21). Para el estudio a fondo
de los evangelios hay que
acudir a una sinopsis (presentación de los evangelios
en columnas paralelas).
El
pensamiento vertical.
Pensar verticalmente
significa que cuando se lee
o se estudia
una narración o
una enseñanza de
los evangelios, se está
consciente de los fondos históricos de
Jesús y del evangelista. Se
advierte que el
propósito del pensamiento
vertical no es principalmente el
estudio de la
vida de Jesús
como personaje histórico, aunque
esto siempre deba interesarnos, pues los evangelios en su forma
actual son la Palabra
de Dios para nosotros, pero nuestras
propias reconstrucciones de la
vida de Jesús no lo son. Otra vez decimos
que no se debe exagerar esta manera
de pensar, pues es solamente
un llamado de
atención acerca de que muchos
de los materiales de los evangelios deben
su contexto actual a los evangelistas, y que la buena interpretación
puede demandar que se estudie cierto
texto, primero en su contexto histórico original,
como preludio apropiado para
la comprensión del
mismo en su
contexto canónico actual.
Podemos ilustrar
esto con el pasaje de Mateo 20:1-16,
la parábola de Jesús sobre
los obreros de
la viña. ¿Qué
significa esto en el
paralelismo con Marcos 10:1-52)? En
10:31, Marcos tenía la máxima
“muchos primeros serán
postreros, y los
postreros, primeros”, que Mateo
guardó intacta en
19:30. En cambio,
precisamente en ese punto
él insertó entonces
esta parábola, que
concluyó con una repetición de esta máxima (20:16), sólo que ahora en orden inverso.
Así, en el evangelio de Mateo, el
contexto inmediato de la parábola es la máxima
sobre la inversión
del orden entre los
primeros y los postreros.
Al estudiar
la parábola en sí (20:1-15) se ve
que concluye con la justificación que
el dueño hace
de su generosidad.
La paga en el
reino, dice Jesús, no se basa
en lo que nos parece
justo, sino en la gracia de Dios.
En su contexto original, esta parábola probablemente sirvió para que Jesús
justificara su aceptación de los pecadores a la luz de las críticas
de los fariseos
contra El. Ellos
se creen que
han “soportado la carga
y el calor
del día” y
por la tanto merecen
una paga mayor; pero
Dios es generoso y misericordioso, y acepta
a los pecadores con liberalidad,
tal como acepta
también a los
“justos”.
Dado eso como su situación
original más probable, ¿cómo funciona
ahora la parábola en el evangelio de
Mateo? El punto central de la parábola,
la misericordiosa
generosidad de Dios para
los que no la merecen, ciertamente
permanece el mismo,
pero ya no se
trata de una preocupación por
justificar los propios
actos de Jesús.
El evangelio según Mateo hace eso en otra parte y de otra manera. Aquí
la parábola funciona
en el contexto
del discipulado, en el cual aquellos
que han dejado todo
para seguir a Jesús
son los postreros que han llegado
a ser primeros (tal vez en
contraste con los líderes judíos, un
tema que se
repite en Mateo). Muchas veces, por supuesto, el
pensamiento vertical revela que se
presenta el mismo
tema en ambos
niveles, pero la
ilustración que acabamos de
dar, demuestra cuán
fructífero puede ser
tal pensamiento para
la exégesis.
La interpretación de
los evangelios como
unidades
Parte importante del
contexto literario es el interés expresado en la composición particular
de cada uno
de los evangelios. Al leer y estudiara los
evangelios, hay que tomar en serio el interés de los evangelistas en Jesús mismo, lo que El hizo y dijo, y también
las razones de ellos para volver a contar la historia a sus lectores. Los
evangelistas fueron autores,
no solamente compiladores,
pero esto no quiere decir que
fueran los creadores del material escrito, sino lo autores en el sentido
de que, con la ayuda del Espíritu
Santo, produjeron una estructura original para volver a redactar el material, a
fin de
satisfacer las necesidades de sus
lectores. Lo que nos
preocupa aquí es
que usted esté
consciente de los
intereses y técnicas de composición de los evangelistas al leer o estudiar.
En la composición de los
evangelios se aplicaron dos principios:
ü el
de selección y
ü el de
adaptación.
Por una parte, los
evangelistas, como autores divinamente inspirados, escogieron las narraciones y enseñanzas que
cumplían sus propósitos. Es verdad, por
supuesto, que el interés por la preservación de lo que tenían a su
disposición puede haber sido uno de esos propósitos. Juan, quien tiene menos
narraciones, aunque mucho más extensas,
nos dice claramente que él ha sido muy selectivo (20:30, 31; 21:25). Estas últimas palabras (21:25), dichas en
hipérbole, probablemente expresan también
el caso de los otros. Lucas, por ejemplo, decidió no incluir una extensa
sección de Marcos (6:45—8:26).
Al mismo tiempo, los
evangelistas y sus iglesias tenían intereses especiales que también les hicieron adaptar lo que
seleccionaron. Juan, por ejemplo,
nos dice claramente
que su propósito
era teológico: “Para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios”
(20:31). Este interés en Jesús como el Mesías judío es probablemente la razón
principal para que la vasta mayoría de su material tenga que ver con el
ministerio de Jesús en Judea y
Jerusalén, en contraste con el ministerio
casi totalmente galileo de los sinópticos. Para los judíos, el hogar
verdadero del Mesías era Jerusalén. Juan sabía que Jesús había dicho que no
había profeta sin honra sino en su propia tierra. Dijo esto cuando
lo rechazaron en Nazaret (Mateo 13:57; Marcos 6:4; Lucas 4:24). En el
evangelio de Juan, se refiere este dicho como explicación del rechazo del
Mesías en Jerusalén (4:44): un
discernimiento teológico profundo del ministerio de Jesús.
Este principio de
adaptación es también lo que explica la mayoría de las llamadas discrepancias
entre los evangelios. Una de las más notables de éstas, por ejemplo, es la
maldición de la higuera (Marcos 11:12-14, 20-25; Mateo 21:18-22). En el evangelio de Marcos se cuenta la historia
por su significado teológico. Obsérvese que entre el momento en que Jesús
maldijo la higuera, y el momento en que se marchitó, Jesús pronuncia una
sentencia similar contra el judaísmo es
obra del Espíritu
Santo, quien inspiró
a ambos evangelistas.
Para ilustrar el proceso
de composición a mayor escala, veamos los capítulos introductorios de Marcos
(1:14—3:6). Estos son
una obra maestra; tan bien
escritos, que muchos lectores posiblemente entienden el
propósito de Marcos,
aunque no reconozcan
cómo lo ha hecho.
Hay tres
aspectos del ministerio
público de Jesús
que son de especial
interés para Marcos:
la popularidad con
las masas, el discipulado de unos pocos y la oposición
de las autoridades. Marcos nos los presenta
hábilmente en su
selección y disposición de las
narraciones. Después del
anuncio del ministerio
público de Jesús (1:14, 15),
la primera narración
recoge el llamamiento
de los primeros discípulos. Este
motivo se amplía en las secciones siguientes (3:13-19; 4:10-12; 4:34-41 y
otros); entre 1:21 y 1:45, Marcos tiene cuatro fragmentos: un día en
Capernaum (1:21-28 y 29-34), una gira de
predicación corta al
día siguiente (1:35-39),
y la historia
de la sanidad de un
leproso (1:40-45). El motivo común es la
expansión rápida de la fama y la
popularidad de Jesús (Véanse vv. 27, 28, 32, 33, 37, 45), que
culmina con el hecho de que “Jesús no podía entrar abiertamente en
la ciudad. .. pero
Marcos ha pintado
este cuadro con cuatro
narraciones solamente, más el uso de
expresiones como “muy pronto”, “al
instante” e “inmediatamente”, y el uso
de “y” para comenzar
la mayoría de
los versículos.
A continuación,
Marcos selecciona cinco
tipos de narraciones diferentes que, en conjunto,
ilustran la oposición y dan la razón de ella. Común a los primeros cuatro fragmentos es la
pregunta “¿por qué?” (7,
18, 24) o “¿qué?”
(16). La oposición
se produce porque Jesús perdona
pecados, come con pecadores, descuida
la tradición del ayuno y ‘quebranta” el día de reposo. La segunda
narración de este tipo,
que Marcos incluye
enseguida, (3:1-6) aclara
que el quebrantamiento del día de reposo era considerado como el mayor insulto a
la tradición de
los judíos. No queremos
sugerir que en
todas las secciones
de todos los evangelios se
puedan descubrir tan
fácilmente los intereses
del evangelista al componer
su obra, pero
sí que ésta
es la clase
de estudio de los
evangelios que se necesita.
OBSERVACIONES HERMENÉUTICAS
En su mayoría, los
principios hermenéuticos para los evangelios son una combinación de lo que se
ha dicho en apartados anteriores acerca de las epístolas y las narraciones
históricas.
Las
enseñanzas y los imperativos
Si uno ha hecho la
exégesis con cuidado las enseñanzas e imperativos que presenta Jesús en los
evangelios, se deben traer al siglo XXI del mismo modo que hacemos con Pablo -
o Pedro o Santiago - en las epístolas. Aun las cuestiones de relatividad
cultural hay que resolverlas del mismo modo. Difícilmente el divorcio es la
mejor opción para las parejas cuando ambos quieren seguir a Cristo asunto que
se repite en 1 Corintios 7:10, 11.
En cambio, en una cultura
como la actual, donde en muchos lugares uno de cada dos adultos convertidos es
divorciado el asunto de las segundas nupcias no se debería resolver sin
consideración y amor cristiano por los nuevos convertidos. Las primeras
suposiciones sobre el significado de las palabras de Jesús, dichas en un
ambiente cultural enteramente diferente, se deben examinar con cuidado.
Asimismo, es muy
improbable que un soldado romano nos obligue a ir con él un kilómetro y medio
(Mateo 5:41), pero en este caso el propósito de Jesús, el esfuerzo extra por
parte del cristiano, ciertamente se aplica a muchas situaciones comparables.
Hay que advertir algo muy
importante aquí. Como muchos de los imperativos de Jesús están puestos en el
contexto de la exposición de la Ley del Antiguo Testamento y como a muchas
personas se les presentan como un ideal imposible se han ofrecido trucos
hermenéuticos para pasar por alto estas órdenes como autoridad normativa para
la Iglesia. No podemos dedicar tiempo ahora a bosquejar y refutar estos trucos,
pero debemos decir unas pocas palabras al respecto.
La mayoría de estos trucos
hermenéuticos surgieron porque los imperativos parecían leyes. . . ¡Y tan
imposibles! Además, la vida cristiana, según el Nuevo Testamento está fundado
en la gracia de Dios; no en la obediencia a la ley. Ahora bien, la consideración
de los imperativos como leyes es un malentendido. No son leyes en el sentido de
que se deban obedecer para llegar a ser cristiano o permanecer como tal;
nuestra salvación no depende de la obediencia perfecta a ellos. Esos
mandamientos son descripciones, por medio de imperativos, de lo que debería ser
la vida cristiana, como consecuencia o resultado salvífico de que Dios nos haya
aceptado a nosotros primero. La ética del Reino para la época actual es en
realidad una ética sin represalias (Mateo 5:38-42). Primero experimentamos el
perdón de Dios, ilimitado e incondicional, pero después debe seguir nuestro
perdón a los demás, ilimitado e incondicional también. Alguien ha dicho que en
el cristianismo es gracia y la ética es gratitud. De donde se desprende que los
imperativos de Jesús son un mensaje para nosotros, pero no son como la ley del
Antiguo Testamento. Describen la nueva vida, que en sí no es opcional, por
supuesto y consiste en que debemos vivir como hijos redimidos y amados por
Dios.
Las
narraciones
Las narraciones tienen
varias funciones en los evangelios. Las historias de los milagros, por ejemplo,
no se escriben para dar moralejas, o como antecedentes. Antes bien, en los
evangelios son ilustraciones vitales de poder del Reino manifestado en el ministerio
de Jesús. Pueden ilustrar el temor, la fe, el fracaso, pero esa no es su
función principal. Sin embargo, hay historias como la del joven rico (Marcos
10:17-22 paralelos) o la solicitud del privilegio de sentarse a la diestra de
Jesús (Marcos 10:35-45 y paralelos) colocadas en un contexto didáctico, en el
cual la historia misma sirve como ilustración de lo que se enseña. Nos parece
que la práctica hermenéutica apropiada es usar estas narraciones del mismo modo
exactamente. Así pues, el énfasis de la historia del joven rico no es que todos
los discípulos de Jesús deban vender todas sus posesiones para seguirlo. Hay
ejemplos claros en los evangelios en los cuales ese no fue el caso (Lucas
5:27-30; 8:3; Marcos 14:3-9). La historia ilustra la dificultad de los ricos
para entrar al reino, porque tienen compromisos previos con las riquezas, que
son la seguridad de su vida. No obstante, el misericordioso amor de Dios puede
hacer milagros en los ricos también. La historia de Zaqueo [Lucas 19:1-10) es
un ejemplo de ello. Vemos, por tanto, la importancia de la buena exégesis para
que el énfasis que les demos a tales narraciones sea en realidad el que les da
el evangelio mismo.
Recomendación final
muy importante
Esta recomendación también se aplica al estudio anterior sobre
el contexto histórico de Jesús, pero
también se incluye aquí porque es
demasiado crítica para la cuestión hermenéutica. La recomendación es: Que nadie se atreva a
pensar que puede interpretar debidamente los evangelios sin una comprensión clara del concepto del Reino de Dios en el
ministerio de Jesús. Aquí presentamos un
bosquejo breve y algunas palabras
sobre la manera
como esto afectan
a la exegética. Ante todo, se debe saber que la
estructura teológica fundamental modo de pensar. Es decir, que
pensaban que estaban en los últimos tiempos, cuando Dios traería el fin de esa
edad y comenzaría la siguiente. La palabra griega para el fin que esperaban es
ésjaton (ἔσχατος). Así que pensar de
manera escatológica significa estar siempre en espera del fin.
Los cristianos primitivos
entendieron bien esta manera escatológica de considerar la vida. Para ellos,
los acontecimientos de la venida de Jesús, su muerte y resurrección y su
entrega del Espíritu, estaban todos relacionados con la llegada del fin. La
llegada del fin también significaba un nuevo principio — el comienzo de la
nueva edad de Dios, la edad mesiánica. Del mismo modo se hacía referencia a
la nueva edad, como “el Reino de Dios”,
que significaba “el tiempo del gobierno de Dios”. Esta nueva edad sería una
época de justicia (Isaías 11:4, 5), y las personas vivirían en paz (Isaías
2:24). Sería la época de la plenitud del Espíritu (Joel 2:28-30), cuando se
celebraría el nuevo
pacto de que
hablara Jeremías (Jeremías 31:31-34;
32:38-40). Se acabarían el pecado y las enfermedades (Zacarías 13:1; Isaías
53:5). Aun la creación material sentiría el gozo de esta nueva edad (Isaías
11:6-9). Así pues, cuando Juan el
Bautista anunció que el fin estaba muy cerca y bautizó al Mesías de Dios, el
fervor escatológico llegó a su punto más alto. El Mesías estaba cerca, y era
Aquél que introduciría la nueva era del Espíritu (Lucas 3:7-17). Jesús vino y
anunció que el reino venidero estaba cerca con su ministerio (Marcos
1:14, 15; Lucas 17:20; 21). Echó fuera a los demonios, hizo milagros y
aceptó con liberalidad a los despreciados y a los pecadores. Todas estas acciones eran señales de que era
el principio del fin (Lucas 11:20; Mateo
11:2-6; Lucas 14:21; 15:1, 2). Todo lo observaban, para ver si El era,
en realidad el que había de venir. ¿Traería El verdaderamente la edad mesiánica
en todo su esplendor? En cierto sentido, por lo tanto, ese
futuro ya había
llegado también. En
cambio, en otro sentido, el fin no había llegado
plenamente todavía. Así que era ya, pero todavía no.
Los cristianos
primitivos, por lo
tanto, aprendieron a
ser gente verdaderamente escatológica. Vivían entre dos épocas esto
es, entre el principio del fin y la consumación de ese fin. En la Cena del
Señor celebraban su existencia
escatológica, al anunciar
“la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Corintios
11:26). Ya conocían el perdón pleno y gratuito de Dios, pero todavía no habían sido
perfeccionados (Filipenses 3:7-14). Ya tenían la victoria sobre la muerte (1
Corintios 3:22), pero todavía tenían que
morir (Filipenses 3:20-22). Ya vivían en
el Espíritu, pero todavía
vivían en el mundo donde Satanás los podía atacar
(Gálatas 5:16-26). Ya
habían sido justificados
y no temían ninguna
condenación (Romanos 8:1), pero
todavía tendría lugar un
juicio en el futuro (2
Corintios 5:10). Ellos eran el futuro
pueblo de Dios;
habían sido condicionados
por el futuro.
Ellos conocían los beneficios de este futuro, vivían según sus valores,
pero ellos como también nosotros todavía
tenían que experimentar estos beneficios
y valores en
el mundo presente.
Así que la
estructura teológica
esencial para el entendimiento del Nuevo
Testamento es como se ve en
el esquema acompañante.
En esta
“tensión” se encuentra la
clave interpretativa para
gran parte del Nuevo Testamento, y especialmente para el ministerio y la
enseñanza de Jesús. Como el Reino, el tiempo del gobierno de Dios, ha sido
inaugurado con la venida de Jesús, se nos invita a tener vida en el Reino, que
quiere decir vida bajo el señorío de Jesús, aceptados y perdonados
gratuitamente, pero consagrados a la ética de la nueva era, realizada en
nuestra vida y en esta edad presente. Así pues, cuando oramos "Venga tu
reino", oramos ante todo por su consumación. Ahora bien, cuando el Reine
cuya consumación anhelamos ya ha comenzado a "venir", la misma
oración está llena de consecuencias para el presente.
[1]
Cabe una nota aclaratoria: ésta observación de la lengua doméstica de nuestro
Señor Jesucristo ha de entenderse desde el punto de vista de la comunicación
oral usada diariamente en sus días, pues
en el primer siglo en los tiempos de Jesús, el idioma hebreo era usado
exclusivamente en la sinagoga o el templo, el arameo como lengua común y
cotidiana entre los judíos y el griego como lengua estándar y comercial para
todos los pueblos sujetos al imperio romano. Aclarado esto, y cabe resaltar que
originalmente los evangelios (y todo el NT) en forma escrita fueron elaborados
en su totalidad en griego koiné o común, y no en arameo.
[2]
Las citas son de la TLA.
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