REVISEMOS ESAS CITAS CON MAYOR DETALLE
Siendo las referencias
(citas) un medio utilizado en muchas ocasiones por los autores del Nuevo
Testamento en particular, nos introduce de lleno en el problema de las citas
del A. T. Es un hecho que existen variaciones en esas citas. Las diferencias se
deben a que, en la mayoría de los casos, las citas del N. T., se toman de la
versión de los LXX; a veces, se toman directamente del hebreo; y algunas veces,
se diferencian de ambos textos. Ello se debe a que no todas son propiamente
citas literales; no faltan las meras alusiones, y en algunos lugares se usan
citas combinadas de varias porciones. De ahí la dificultad de elaborar una
lista exacta de tales citas.
Suele
admitirse que en el N. T., según el recuento de Spearman, hay 189 pasajes
citados del A. T. De ellos, 105 están de acuerdo con la versión de los LXX, 21
con el texto hebreo, 45 que difieren de ambos, y 18 que son neutrales. Pueden
verse en la siguiente tabla:
No.
de citas en
|
Total
|
De
los LXX
|
Del
hebreo
|
Dif.
de ambos
|
Neutrales
|
Mateo
|
38
|
25
|
4
|
8
|
1
|
Marcos
|
3
|
1
|
2
|
||
Lucas
|
5
|
3
|
2
|
||
Juan
|
11
|
3
|
2
|
5
|
1
|
Hechos
|
19
|
11
|
1
|
7
|
|
Romanos
|
51
|
30
|
4
|
5
|
12
|
1
Corintios
|
11
|
4
|
2
|
5
|
|
2
Corintios
|
8
|
4
|
1
|
1
|
2
|
Gálatas
|
4
|
3
|
1
|
||
Efesios
|
2
|
1
|
1
|
||
Hebreos
|
22
|
15
|
3
|
4
|
|
1
Pedro
|
7
|
6
|
1
|
||
Judas
|
1
|
1
|
|||
Apocalipsis
|
7
|
2
|
2
|
3
|
|
Totales
|
189
|
105
|
21
|
44
|
19
|
Las
dificultades en esta materia han surgido por no haberse percatado muchos
críticos de que la Biblia tiene un solo Autor principal, no obstante la
multiplicidad de autores humanos, secundarios. Nuestros estudios quedarían
incompletos si no observásemos el modo como el Espíritu Santo cita en el N. T.,
las Escrituras del A. T.
VÉANSE LOS SIGUIENTES EJEMPLOS:
v Mt. 15:4. Con referencia a Ex. 20:12, nuestro Señor
dice: “Porque Dios mando diciendo, etc.”
v Mr. 12:36. «David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo.» Con esto se nos introduce una
cita de Sal. 110:1.
v Hch. 1:16. Pedro, citando de Sal. 41:9 (BH, 10), dice:
«Era menester que se cumpliese la Escritura en que el Espíritu Santo habló antes por boca de David…»
v Hch. 3:18. Refiriéndose a las profecías del A. T. acerca
de Cristo, dice Pedro: «Pero Dios
ha cumplido así lo que había antes
anunciado por boca de todos los profetas, que su Cristo había de
padecer.»
v Hch. 28:25. Pablo, citando Is. 6:9, exclama: «Bien habló el Espíritu Santo por
medio del profeta Isaías a nuestros padres.»
v Heb. 3:7. Delante de una cita del Sal. 95:7–11, leemos:
«Por lo cual, como dice el Espíritu
Santo…» No: como dice el salmista.
v Heb. 9:8. Con referencia a Ex. caps. 25 al 40, leemos: «Dando a entender con esto el Espíritu Santo…»
v Heb. 10:15. Citando de Jer 31:33, 34, dice el escritor
sagrado: «Y nos da testimonio también
el Espíritu Santo…»
LOS PASAJES DEL A. T. SON INTRODUCIDOS DE
DIVERSAS MANERAS:
v gégraptai Γέγραπται = «Está escrito» (Mt. 4:4–10; Lc. 4:4, 8; Rom.
1:17; 3:4, 10; 10:15; 1 Cor. 1:19, 31; 1 P. 1:16, etc.
v
Légei gar he graphé λέγει γὰρ ἡ γραφὴ = «Pues dice la Escritura» (Rom. 9:17,—de Ex.
9:16—; Rom. 10:11—de Is. 28:16—1 Ti. 5:18—de Dt 25:4—).
v Ho nómos τῷ νόμῳ = «La ley». Jn. 15:25 pone de relieve, sobre la
base de Sal. 35:19; 69:4 (BH, 5), que las Sagradas Escrituras del A. T., vistas
como un todo, constituían la Ley de Israel, como lo prueba el pronombre «su»
(de ellos). Jn. 10:34 (de Sal. 82:6) está escrito en Ex. 21:6; 22:8, 9 (BH, 7,
8). Y 1 Cor. 14:21 (de Is. 28:11, 12) hace referencia a Dt 28:49. De este modo,
la referencia es tomada, no sólo del pasaje que se cita, sino de un pasaje
anterior en el que tenía su origen.
Siendo,
pues, libre y soberano el Espíritu Santo en el modo de citar las Escrituras, y
no siendo susceptible de error, es de todo punto necesario investigar las
diferencias en tales citas, a fin de que podamos atisbar no sólo lo que puede
ser una especie de comentario divino sobre las verdades antiguamente reveladas,
sino también lo que es una revelación que se nos hace de nuevas verdades.
I. EN CUANTO A SU FORMA INTERNA (ES DECIR, EL SENTIDO COMO DISTINTO DE LA FRASEOLOGÍA), SE SUBDIVIDE EN TRES
CLASES:
1. Cuando se preserva el sentido intentado
originalmente.
2. Cuando el sentido original aparece modificado.
3. Cuando el sentido aparece acomodado
(acomodación).
II. EN CUANTO A LA FORMA EXTERNA (LAS PALABRAS COMO DISTINTAS DEL SENTIDO), SE SUBDIVIDE EN CINCO CLASES;
LA TERCERA DE ELLAS SE VUELVE A SUBDIVIDIR:
1. Cuando las palabras citadas son las mismas del
texto hebreo o de los LXX.
2. Cuando las palabras varían, ya sea por omisión,
posición o adición.
3. Cuando las palabras experimentan un cambio, ya
sea:
(a) por diferente lectura;
(b) por una inferencia;
(c) por diferente número gramatical;
(d) por diferente persona;
(e) por diferente modo o tiempo.
4. Cuando se amalgaman varias citas (cita compuesta).
5. Cuando las citas se extraen de libros que no
figuran en la Biblia.
A.
EN CUANTO A LA FORMA INTERNA
Antes
de pasar al estudio de estas citas, bueno será tener en cuenta dos importantes
advertencias:
a.
De algunas citas leemos que «fue
dicho»; en otras, que «está
escrito». Hay profecías que fueron escritas, pero no fueron habladas;
otras fueron primero dichas de palabra y consignadas después por escrito;
finalmente, otras fueron habladas, pero nunca fueron escritas.
b.
Cuando leemos «fue dicho»,
quizá no lo hallemos escrito en ninguna parte de la Biblia; pero si leemos que
«está escrito», es seguro que
lo podemos hallar en alguna parte de la Escritura.
c.
Cuando las citas son proféticas,
hemos de tener en cuenta que la profecía es un oráculo del Dios eterno, que
era, es y será.
1. CUANDO
SE PRESERVA EL SENTIDO INTENTADO ORIGINALMENTE.
Mt. 1:23. «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz
un hijo, y llamarán su nombre Emanuel.» Esta profecía fue dicha de palabra por
Isaías a Acaz, y puesta después por escrito (Is. 7:13–14). Tenía una primera
referencia al rey Acaz y a las circunstancias a la sazón existentes, pero tuvo
un ulterior cumplimiento con referencia a un hecho que el profeta no entendía,
pero Dios lo había previsto y ordenado que se cumpliera plenamente en Jesús. El
sentido pleno de la profecía, en la mente de Dios, era que una virgen futura
concebiría milagrosamente y dio a luz normalmente a un niño a quien pusieron el
nombre de Emanuel («Dios con nosotros»), en señal, de que la liberación
prometida al rey Acaz se llevaría a cabo «antes que el niño sepa desechar lo
malo y escoger lo bueno», es decir, dentro del término de unos siete años. Por
consiguiente, el sentido original, intentado por el Espíritu Santo, no fue
cambiado al cumplirse plenamente en Mt. 1:23, sino que hubo un hecho anterior
en el que se cumplió parcialmente.
ü Mt. 2:6. Es una cita de Miq. 5:2 (BH, 1). Como en la
profecía anterior, las palabras
difieren del texto hebreo y del de los LXX, pero el sentido original es
preservado.
ü
Mt. 11:10; Mr. 1:2, etc. Es cita de Mal. 3:1; el mismo caso que las
anteriores.
ü
Mt. 12:17, etc. Tomado de Is. 42:1–4. Las palabras difieren de
la versión de los LXX, pero se preserva el sentido original.
ü
Mt. 13:14–15 (Mr. 4:12; Lc. 8:10; Jn. 12:40; Hch. 28:26–27). Cita de Is. 6:9–10, de acuerdo con los LXX.
ü Mt. 21:5 (Jn. 12:14–15). Cita de Is. 62:11 y Zac. 9:9,
de acuerdo con los LXX. Lo mismo, en Mt. 21:16 (de Sal. 8:2—BH, 3).
ü Mt. 21:42 (Mr. 12:10; Hch. 4:11; 1 P. 2:7). Cita de Sal.
118:22–23, de acuerdo con los LXX. Lo mismo, en la cita de Sal. 110:1, que
hallamos en Mt. 22:44; Mr. 12:36; Lc. 20:42–43; Hch. 2:34–35; 1 Cor. 15:25 y
Heb. 1:13.
ü Mt. 26:31. Cita de Zac. 13:7. Aunque las palabras
difieren, tanto del texto hebreo corno del de los LXX, el sentido original es
preservado.
ü Mt. 27:35 (Jn. 19:24). Cita de Sal. 22:18 (BH, 19), según
los LXX.
ü Lc. 4:18, 21. Cita de Is. 61:1–2. Se conserva el sentido
original, a pesar de que las palabras difieren del texto hebreo y del de los
LXX.
ü Jn. 19:37. Cita de Zac. 12:10. Varían las palabras con
respecto a los LXX, pero el sentido es el mismo.
ü Hch. 3:22, 23. Tomado de Dt 18:15–19, según los LXX. Lo
mismo, en 13:33, cita de Sal. 2:7.
ü Hch. 15:16–17. Cita de Am. 9:11–12. El sentido se preserva,
aunque las palabras difieren del texto hebreo y de los LXX.
ü Rom. 14:11. Cita de Is. 45:23. El mismo caso que el
anterior.
ü Rom. 15:13. Cita de Sal. 69:9 (BH, 10), de acuerdo con los
LXX. Lo mismo, en el v. 12, cita de Is. 11:1, 10.
ü Ef. 4:8. Cita de Sal. 68:18 (BH, 19). Se conserva el
sentido, aunque las palabras difieren del texto hebreo y de los LXX.
ü Heb. 1:8–9. Cita de Sal. 45:6–7 (BH, 7–8), conforme a los
LXX. Lo mismo, en vv. 10–13, tomado de Sal. 102:25 (BH, 26), y en 5:6; 7:17,
tomados de Sal. 110:4.
ü Heb. 10:5–6. Cita de Sal. 40:6–9, conforme a los LXX. Las
palabras difieren del texto hebreo, pero el objetivo es el mismo.
ü
1 P. 2:6. Cita de Is. 28:16, conforme a los LXX.
2. CUANDO
EL SENTIDO ORIGINAL ES MODIFICADO EN LA REFERENCIA.
ü Mt. 12:40. Donde, en la referencia a Jon 1:17 (BH, 2:1),
las palabras se usan con una aplicación nueva, diferente.
ü Jn. 3:14–15. Aquí, las palabras referentes a la serpiente
de bronce, aunque no son citadas, son modificadas en su nueva aplicación.
ü Jn. 19:36. Aquí, lo que se dice del cordero pascual (Ex.
12:46) es modificado y aplicado a Cristo (v. 1 Cor. 5:7).
ü Ef. 5:31–32, donde, en referencia a Gen. 2:23–24, las
palabras se usan con una nueva aplicación.
3. CUANDO
EL SENTIDO ES ACOMODADO, SIENDO TOTALMENTE DIFERENTE DEL INTENTADO EN EL LUGAR
CITADO.
ü Mt. 2:15. Está tomado del texto hebreo de Os 11:1
(distinto del de los LXX), y en él se aplica a Cristo lo que Oseas dice de
Israel.
ü Mt. 2:17–18. Está tomado de Jer 31:15. Además de diferir
del hebreo y de los LXX, el sentido es acomodado a las nuevas circunstancias.
ü Mt. 8:17. Tomado de Is. 53:4, conforme al texto hebreo,
distinto del de los LXX. El sentido es acomodado, pues mientras en Is. 53:4 el
sentido pleno se refiere a nuestras enfermedades espirituales y pecados, como
puede verse por 1 P. 2:24–25, el Espíritu Santo lo usa en otras circunstancias,
acomodándolo a las enfermedades físicas que Cristo curaba (v. Mt. 8:16).
ü Mt. 13:35. Citado de Sal. 78:12, pero el sentido en que
Jesús dijo esas palabras es diferente del sentido del salmo, pues éste se
refiere a la historia pasada de Israel, mientras que el Espíritu Santo las
acomoda a las circunstancias del tiempo en que Jesús hablaba. Se habla ahí de
que se «cumplía lo dicho por medio del profeta», ya que, aunque éste no
comprendía el uso que había de hacerse de sus palabras, el Espíritu Santo, que
hablaba «por medio de él», sí lo sabía de antemano. Las palabras difieren del
hebreo y de los LXX, y son acomodadas por el Espíritu Santo para significar los
«misterios» del reino al que Cristo se había referido en las parábolas del
capítulo.
ü Mt. 15:8–9. Cita de Is. 29:13 según los LXX, pero
acomodadas a circunstancias diferentes.
ü Mt. 27:9–10. Aunque nuestras versiones citan, en la columna
de las referencias, Zac. 11:13, el texto varía no sólo del hebreo y de los LXX,
sino del sentido que la profecía de Zacarías tiene. Sobre la dificultad que
esta cita ofrece, se han propuesto numerosas soluciones con mayor o menor acierto,
pero quizá la solución más satisfactoria se halle en que el texto sagrado no
dice que «se cumplió lo escrito», sino «lo dicho», y precisamente «por medio
del profeta Jeremías», no de «Zacarías». Cierto que Zacarías bien pudo haber
recogido palabras de Jeremías.
ü Hch. 13:40–41. Citado de Hab. 1:5, conforme a los LXX, pero
acomodado a otras circunstancias y con referencia a los romanos, no a los
caldeos.
ü Rom. 9:27–28. Citado de Is. 10:22–23 y ajustado casi del
todo a los LXX. El v. 29 es una cita de Is. 1:9, de acuerdo con los LXX.
ü Rom. 10:6–8. Es una cita de Dt 30:12–14, curiosamente
acomodada por el Espíritu Santo, mediante la pluma de Pablo, a circunstancias
del todo diferentes, pues lo que Dt dice de la Ley (v. el contexto), Rom. lo
aplica a la «justicia que procede de la fe», no a la «justicia que es por la
ley». Además, los vv. 6 y 8 están de acuerdo con los LXX, pero el v. 7 se
aparta de él.
ü 1 Cor. 1:19–20. Es cita de Is. 29:14 y 33:18. Difiere de los
LXX y es acomodado a otras circunstancias.
ü 1 Cor. 10:6, 11, donde se dice que esas cosas les acontecieron
«como ejemplo». Los hechos que se citan son acomodados a nuestros pecados y
enfermedades.
ü Ap. 1:7. Aquí hay una alusión a Zac. 12:10.
ü Ap. 1:17. Aquí se alude a Is. 41:4 y 44:6, pero difiere
de los LXX.
ü Ap. 11:4. Tomado de Zac. 4:14. Difiere del texto hebreo
y de los LXX, y es acomodado a diferentes circunstancias.
B.
EN CUANTO A LA FORMA EXTERNA
1. CUANDO
LAS PALABRAS SE TOMAN, YA DEL HEBREO, YA DE LOS LXX.
ü Mt. 2:15, de Os 11:1; Mt. 2:6, de Miq. 5:2 (BH, 1); Mt. 12:18–21, de Is. 42:1–4. Éstos y otros pasajes son del
hebreo, no de los LXX.
ü Lc. 4:18, citado de Is. 6:1–2, conforme a los LXX. Ya
hemos aludido a este lugar en cuanto a la preservación del sentido original, pero lo repetimos
porque varían las palabras: «El
Espíritu del Señor está sobre mí, por lo cual me ungió para evangelizar (lit.)
a los pobres. Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a proclamar
liberación a los cautivos, y recuperación de la vista a los ciegos.» Hasta aquí
tenemos las palabras de los LXX. La última frase «y recuperación de la vista a
los ciegos» no está en el texto hebreo, mientras que la última frase del texto
hebreo no está en los LXX. Pero las dos palabras, en el hebreo, contienen ambos
sentidos. Paqaj
significa simplemente «abrir»;
se aplica una vez a los oídos (Is. 42:20) y, con mucha frecuencia, a los ojos
(2 R. 4:35; 6:17, 20; 19:16; Job 27:19; Prov. 20:13; Is. 42:7; Jer 32:19; Dan.
9:18). Así, pues, la primera palabra significa «abrir los ojos a alguien»; la
otra palabra significa «prisión».
Así que, en la lectura, el sentido de la primera palabra es extendido y se nos
da en las palabras de Is. 42:7, mientras que el de la segunda palabra es
extendido y nos es dado en las palabras de Is. 58:6, de forma que juntando las
dos palabras nos dan el sentido de que los ojos de los cautivos serían abiertos
al ser liberados de las tinieblas de la prisión. La explicación está en el
hecho de que los párpados eran
llamados «las puertas» de los
ojos (hebr. ʿaphaʿapáyim),
como puede verse en Job 16:16; Sal. 132:4; Prov. 6:4. De ahí que el término
«abrir» se aplica igualmente a los ojos y a las puertas de la cárcel.
2. CUANDO
LAS PALABRAS VARÍAN POR OMISIÓN, ADICIÓN O TRANSPOSICIÓN.
ü Mt. 4:10; Lc. 4:8. «Al Señor tu Dios adorarás» está tomado de Dt
6:13 y 10:20. Los LXX, lo mismo que el hebreo, tienen: «temerás» en lugar de «adorarás»,
pero como el temor de Yahweh incluye la adoración
de Dios, el Señor Jesús cambió el phobethése
(«temerás») de los LXX, por proskynéseis («adorarás).
ü Mt. 4:15, 16, tornado de Is. 9:1–2 (BH, 8:23–9:1). Aquí, la
cita difiere, tanto del hebreo como de los LXX, siendo así una acomodación, lo
cual no es de extrañar, porque en Isaías (según los LXX) es una profecía, mientras que en Mateo
tenemos su cumplimiento.
ü Mt. 5:31, tomado de Dt 24:1; pero esta cita no intenta
ser precisa y exacta, ya que introduce las palabras con la sencilla fórmula:
«fue dicho», implicando que quienes lo dijeron falsificaron el sentido de la
Ley al introducir su propio sentido.
ü Mt. 12:18–21, tomado de Is. 42:1–4. Aquí, el Evangelio
difiere de los LXX casi en todas las palabras hasta que llegamos a la última
frase. Difiere también del hebreo en esta última frase, ya que refiere el
«cumplimiento», no meramente las palabras de la profecía, con lo que las palabras toman la forma de un
comentario o de una reafirmación por parte de Dios.
ü Mt. 19:5. «Y los dos.» Estas palabras están en los LXX,
pero faltan en el hebreo de Gen. 2:24, sin que por eso varíe el sentido, puesto
que las palabras que siguen se refieren únicamente a «los dos».
ü Mt. 22:24. Está tomado de Dt 25:5, 6, pero son los
saduceos los que no citan bien, sino que se limitan a dar la sustancia del
asunto bajo la fórmula vaga: «Moisés dijo.»
ü Rom. 11:3, 4. Está tomado de 1 R. 19:10, 14, 18, pero no
sigue al hebreo ni a los LXX, contentándose con dar los hechos, a la vez que
hace una trasposición entre la destrucción de los altares y la matanza de los
profetas.
ü 1 Cor. 2:9. Tomado de Is. 64:4 (BH, 3). La fórmula «como
está escrito» se refiere aquí al sentido
más bien que a las palabras. El
Autor Divino, al repetir las palabras, las varía a veces, como hace aquí:
primero, trasponiendo el oír y
el ver; segundo, añadiendo: «ni
han subido al corazón del hombre», con lo que difiere del hebreo y de los LXX.
Además, aplica el sentimiento general a un caso particular, ya que lo que se
dice en abstracto y universalmente en Isaías, se pone aquí en contraste con
ciertas cosas particulares que son reveladas (v. el v. 10).
ü 1 Cor. 14:21. Está tomado de Is. 28:11, 12, pero la cita
difiere del hebreo y de los LXX, y es acomodado a las nuevas circunstancias por
medio de la omisión de la frase central, la cual no tiene importancia para esta
ocasión.
ü 1 P. 1:24, 25. De Is. 40:6–8. Las palabras no son
introducidas por ninguna fórmula que anuncie una cita. Es una referencia a Is.
40, del que se citan algunas palabras, mientras se omiten otras que no tienen
relevancia alguna para el objetivo del Apóstol.
3. CUANDO
SE CAMBIAN LAS PALABRAS POR UNA LECTURA O POR UNA INFERENCIA; O SE CAMBIA EL
NÚMERO, LA PERSONA, EL MODO O EL TIEMPO.
Así
es como acostumbramos nosotros citar las Escrituras; y, al adaptarlas
aplicándolas a una circunstancia especial, nos apartamos de la interpretación
original en cuanto a las circunstancias
especiales conectadas con ellas, y no dudamos en cambiar el tiempo, o el
número o la persona, etc. Esto no priva de su autoridad a la cita que hacemos
ni altera la Palabra de Dios.
(a) Con una lectura diferente.
Heb. 10:5. «… Pero me preparaste un cuerpo». Estas palabras están tomadas del
Sal. 40:6 (según los LXX) y difieren del hebreo (Sal. 39:6), que dice: «Has
horadado mis orejas» (lit. has abierto mis oídos). Es de notar que no dice en Heb.
10:5: «Como está escrito», sino que, «al entrar en el mundo, dice» (Jesús). Lo
que él dijo al cumplir la profecía no es extraño que entrañe alguna variación
de la forma en que el acontecimiento fue profetizado muchos siglos antes. Lo
que tenemos aquí es, pues, una adaptación o acomodación de una profecía; y se
han cambiado las palabras para que se ajustasen al cumplimiento actual de la
profecía. El texto consta de cuatro líneas dispuestas en alternancia:
a. «Sacrificio y ofrenda no te agradaron;
b. has horadado mis orejas;
a. No deseabas holocausto ni expiación;
b. Entonces dije: Aquí estoy… el hacer tu voluntad,
Dios mío, me ha agradado» (Sal. 40:6–8).
En
a y en a, tenemos sacrificios; en b y b, obediencia. Véase el parecido con
1 S. 15:22:
a. «El obedecer
b. es mejor que los sacrificios,
a. y el prestar atención,
b. Que la grosura de los carneros.»
De
nuevo tenemos aquí, en contraste, la obediencia
y el sacrificio. Y eso es
exactamente lo que tenemos en Heb. 10:5, excepto el que la obediencia es expresada de modo
diferente.
v En Sal. 40:6, el símbolo de la obediencia es el
abrir u horadar los oídos, en consonancia con Is. 50:5 y 48:8, siendo una
alusión a Ex. 19:5; 21:5–6 y Dt 15:16–17, mientras que el contraste está en
armonía con 1 S. 15:22; Jer 7:22. Horadar las orejas significaba la aceptación
voluntaria de la esclavitud, con la promesa de cumplir con tal servidumbre.
v Pero en Heb. 10:5, no tenemos la promesa (como
en Sal. 40:6), sino el actual cumplimiento
de la obediencia y, por consiguiente, las palabras son cambiadas por el que
vino a cumplir la voluntad de Dios. Seguramente que tenía derecho a cambiarlas
y a establecer, como hecho consumado, lo de «me preparaste cuerpo» mediante el
cual obedecerte con una obediencia perfecta hasta la muerte (v. Fil. 2:7–8), lo
cual es mejor que todos los sacrificios juntos. El «complacerse de Yahweh» (de
1 S. 15:22) es expresado en Mt. 3:17, como había sido predicho en Is. 42:1.
v Heb. 11:21. Esto no es una cita, pero, ya que generalmente
se la trata así, como si estuviese en discrepancia con Gen. 47:3, la puede ver
el lector en histéresis.
(b)
Con una inferencia.
ü Mt. 2:6. Aquí tenemos varios cambios por vía de
inferencia y de explanación, ampliando el sentido de las palabras de Miq. 5:2
(BH, 1), que dice: «Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña para ser contada
entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel.» En
Mt. 2:6, tenemos «tierra de Judá», en lugar de Efrata, que era su nombre
original (v. Gen. 35:16, 19; 48:7), como bien lo entendió Herodes. En vez de la
afirmación «eres pequeña», tenemos en Mateo «de ningún modo eres la menor» (en
forma negativa), puesto que, aun cuando era pequeña en tiempo de Miqueas, ya no
lo era ahora después del nacimiento del Mesías (Mt. 1), pues este
acontecimiento había conferido a la ciudad su verdadera grandeza. El vocablo
que nuestra Reina-Valera vierte por «familias» en Miqueas, significa
propiamente «jefes de las familias» («príncipes», en Mt. 2:6), más bien que
«millares». Y, en lugar de «regirá», hallamos en Mateo «apacentará», verbo que,
por cierto, hallamos en Miq. 5:4. Finalmente, la expresión «me será» de Miqueas
falta en Mateo, porque el énfasis se carga ahora en el hecho más bien que en el objetivo
que Dios tenía en mente (aunque ambos eran verdad); por eso, la razón es presentada por medio de la
conjunción «porque»; y el hecho
es añadido en la expresión «mi pueblo».
ü Hch. 7:43. La cita difiere del texto hebreo y de los LXX
(Am. 5:25–27) en cuanto a las palabras, pero Dios hace una inferencia aquí, de
forma que el texto se refiera a otros hechos también y a otras verdades. En
lugar de usar el vocablo «Quiyún», para referirse al dios de Am. 5:26, se usa
el equivalente griego «Renfán». En vez de leer «esos ídolos que os
hicisteis», se dice «figuras que os hicisteis para adorarlas», enfatizando así
la idolatría del pueblo. Y, en lugar de decir «más allá de Damasco», Esteban
dice «más allá de Babilonia». Esto se explica por el hecho de que en Hch. 7:42,
como en Amós, la referencia es a «la casa de Israel», en contraposición a Judá;
y aunque Judá fue deportada a Babilonia, Israel fue deportado «más allá de Babilonia»,
para expresar, por inspiración del Espíritu Santo, que Israel fue llevado más
lejos que Judá, como podía apreciarse a la luz de toda la historia anterior.
ü Rom. 9:27. Está tomado de Is. 10:22, pero, por
inferencia, se usan diferentes palabras para referirse al mismo pueblo.
ü Rom. 9:29. «… Si el Señor de los ejércitos no nos hubiera
dejado descendencia» (lit. simiente; gr. sperma). En Is. 1:9, de donde está tomada la cita, dice: «Si Yahweh Tsebaoth
no nos hubiese dejado un remanente» (lit. un sobreviviente; hebr. sarid), pero el vocablo hebreo significa
prácticamente lo mismo, aun cuando los vocablos difieran.
ü Rom. 9:33. «… Y el que crea en él no será avergonzado». La
cita es de Is. 28:16, donde dice: «el que crea (en ella, la «piedra»), no se
apresurará» (lit.). El verbo hebreo jush
significa «huir deprisa» o «alarmarse».
Ahora
bien, el que cree no tiene por qué alarmarse, porque puede esperar tranquilo el
cumplimiento de las promesas divinas; lo cual equivale a «no avergonzarse»
(comp. con 1 Jn. 2:28), mientras los demás huyen llenos de vergüenza.
v Ef. 4:8. Éste es un caso en el que se supone que hay
diferencia de lectura con respecto a Sal. 68:18 (BH, 19), de donde está tomada
la cita. Dice: «… Y dio dones a los hombres». El hebreo del salmo dice, en
cambio: «Recibiste dones en los hombres» (lit.); o, más exacto, «en el ser
humano» (está en singular). En el salmo, tenemos una profecía de que «Yahweh Elohím
habitaría entre ellos», mientras que en la Epístola tenemos el cumplimiento, en
el sentido de que los dones recibidos
han sido actualmente dados,
pues Dios habita ya en medio de su pueblo por medio del Espíritu Santo. Pero,
aparte de esto, hay que tener en cuenta que el verbo hebreo laqaj tiene el doble sentido de «recibir» para «dar»
(v. Gen. 18:5; 27:13; 42:16; Ex. 27:20; Lev. 24:2; 2 R. 2:20).
v Es también de notar, como ya hemos apuntado,
que, en el salmo, dice: «recibiste dones en el hombre» (singular y con
artículo; hebr. baʾadam);
por lo que podríamos traducir: «recibiste dones en tu naturaleza humana»; esto
es, como «el Hijo del Hombre» (comp. con Mt. 28:18; Jn. 13:3); fue así como
«dio dones a los hombres».
(c)
Con diferencia de número gramatical.
v Mt. 4:7. «No tentarás al Señor tu Dios.» En Dt 6:16,
dice: «No tentaréis Yahweh vuestro Dios.» Siendo un mandamiento general, bien
pudo el Señor aplicarlo en singular al Tentador.
v Rom. 4:7. «Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades
han sido perdonadas.» En el Sal. 32:1, la frase está en singular: «Bienaventurado
aquel a quien es perdonada su transgresión, y cubierto su pecado.» Pero no es
una cita directa, pues es introducida con las palabras: «Como también David
habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin
obras, diciendo:
Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados
han sido cubiertos. Dichoso el varón a quien el Señor no imputará ningún
pecado.» Pero en el hebreo, el vocablo «hombre» (hebr. ʾadam) no aparece hasta el v. 2, ya que el v. 1 dice literalmente: «Oh, las
bendiciones (¡así comienza el Sal. 1:1!), del perdonado de transgresión, del
cubierto (en cuanto al) pecado.» Este singular, pues, puede usarse
colectivamente de un pueblo perdonado, siendo así extendido por el Espíritu
Santo conforme al sentido del salmo.
v Rom. 10:15. «… ¡Cuán hermosos son los pies de los que
evangelizan las cosas buenas!» (lit.). En Is. 52:7, leemos: «… los pies del
que», donde el singular está, por sinécdoque,
en lugar del plural, así como los «pies» están, por la misma figura, en lugar
de la «persona».
(d)
Con diferencia de persona.
Ejemplos
de esto pueden verse en heterosis
de persona.
(e)
Con diferencia de modo y tiempo.
También
pueden verse ejemplos de esto en heterosis
del verbo. Baste aquí el ejemplo de Mt. 13:14, 15, donde (en la cita de Is.
6:10), se usa el modo indicativo,
por heterosis, en lugar del imperativo.
4. CUANDO
SE AMALGAMAN DIVERSAS CITAS (CITACIONES COMPUESTAS).
A
veces, un cierto número de frases sueltas son tomadas de diversas porciones y
presentadas como una porción conectada. Esta figura es común a toda clase de
literatura, como puede verse en autores clásicos, lo mismo que modernos. Los
hombres no están autorizados a sacar textos de la Biblia y unirlos como mejor
les parezca, pero el Espíritu Santo puede tomar sus propias palabras de
distintos lugares de la Escritura y unirlos en un solo tema, aun cuando
nosotros no acertemos a discernir dicho tema en los diferentes pasajes.
ü Por ejemplo:
ü Mt. 21:5. «Decid a la hija de Sión: He aquí que tu rey
viene a ti.» Aquí tenemos una cita compuesta, ya que la primera frase está
tomada de Is. 62:11, pero la segunda está extractada de Zac. 9:9.
ü Mt. 21:13 (Mr. 11:17 y Lc. 19:46). En este lugar, y en
sus paralelos, el Señor exclama: «… Escrito está: Mi casa será llamada casa de
oración; pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones» (lit. según los
mejores MSS). La primera parte del versículo es de Is. 56:7; la segunda,
ligeramente alterada, de Jer 7:11. En ambas porciones (que armonizan con los
LXX), el tema es el mismo; a saber, el templo y el modo correcto de usarlo.
ü Mr. 1:2, 3. «Como está escrito en Isaías el profeta…» Los
profetas citados son Mal. 3:1 e Is. 40:3, pero se menciona sólo a Isaías,
porque su libro encabezaba el rollo de los profetas.
ü Lc. 1:16–17 está tomado de Mal. 4:5–6 (BH, 3:23–24) y 3:1.
ü Hch. 1:20 está tomado de Sal. 69:25 (BH, 26) y 109:8,
difiriendo del hebreo lo mismo que de los LXX.
ü Rom. 3:10–18 es una larga cita hecha con base en los
siguientes pasajes, todos los cuales se refieren al mismo tema. Se componen de
dos clases de porciones: una, general; otra, particular: Los vv. 10–12 están
tomados de Sal. 14:2–3; 53:2–3 (BH, 3–4); Ecl. 7:20, que hablan, en general, de
la universalidad del pecado, mientras que los vv. 13–18, tomados de Sal. 5:9
(BH, 10); 36:1 (BH, 2); Is. 59:7–8, prueban lo mismo, aludiendo a las
manifestaciones del pecado en casos particulares. De este modo, se emplean dos
métodos de probar por inducción.
Con
todo, hay autores que, «olvidando su lógica», como dice el doctor Franklin
Johnson, ven una dificultad en este sencillo método de argumentar, que es común
a todos los autores de todas las épocas y en todos los idiomas. Es de notar
que, en todos los casos, el raciocinio es correcto al proceder del universal al
particular, no del particular al universal (como hacemos con frecuencia los
hombres), lo cual es falso según las leyes de la lógica y destruye por completo
la fuerza de la argumentación.
ü Rom. 9:33 está hecho de Is. 28:16 y 8:14, difiriendo del
hebreo, así como de los LXX.
ü Rom. 11:8 está hecho de Is. 29:10 y Dt 29:4.
ü Rom. 11:26–27 está tomado de Is. 59:20–21 y 27:9, en
conformidad, en ambos casos, con los LXX.
ü 1 Cor. 15:54–55 está hecho de Is. 25:8 y Os 13:14, variando con
respecto al hebreo y a los LXX.
ü 2 Cor. 6:16 está hecho de Lev. 26:11–12 y Ez. 37:27,
diferenciándose del texto de los LXX.
ü Gal. 3:8 está hecho de Gen. 12:3 y 18:18.
ü Heb. 9:19–20 está hecho de Ex. 24:6–8 y Núm. 19:6.
ü 1 P. 2:7. Está hecho de Sal. 118:22 e Is. 8:14.
Hay
quienes hacen de estas citas una dificultad, como si el Espíritu Santo, Autor
principal de la Palabra de Dios, no tuviese autoridad para repetir, variar y
combinar Sus propias palabras de cualquier manera que le plazca, cuando los
autores humanos de todas las épocas se han tomado esa misma libertad sin que se
les haya objetado nada. En lugar de ver aquí una dificultad, deberíamos
aprender de dichas variaciones muchas e importantes lecciones, ya que no son
otra cosa que comentarios divinos, hechos sobre la palabra divina, por el
divino autor.
5. CUANDO
LAS CITAS SE HACEN DE LIBROS SECULARES O, EN GENERAL, DE LIBROS QUE NO ESTÁN EN
LA BIBLIA.
A
veces, el Espíritu Santo cita palabras de escritos humanos, ya sea para
garantizar la verdad de lo que se afirma en ellos, ya sea para refutar a los
que creen lo escrito y lo aceptan como verdad. Con todo, no todas las citas que
son consideradas como tomadas de otras fuentes, lo son en realidad. Por
ejemplo: «Y de la manera que Janés y Jambrés resistieron a Moisés» (2 Ti. 3:8)
se supone por algunos que es una cita del Tárgum de Jonatán ben Uziel sobre Ex.
7:11; pero el Espíritu Santo pudo inspirar esto con independencia de cualquier
otra fuente, como un hecho revelado.
Además,
muchos creen que el Tárgum aludido es de época más reciente. También la
profecía de Enoc en Jud. 14 pudo servir de fundamento para el llamado «Libro de
Enoc», en lugar de suponer que Jud. 14 se funde en un pretendido «Libro de
Enoc». Lo mismo hemos de decir con respecto a Jud. 9, donde se nos habla de una
disputa entre el arcángel Miguel y Satanás acerca del cuerpo de Moisés.
POR OTRA PARTE, HAY EN EL N. T. TRES EVIDENTES
CITAS DE ESCRITOS SECULARES, QUE SON LAS SIGUIENTES:
v Hch. 17:28. «… como algunos de vuestros propios poetas
también han dicho: Porque somos
también linaje suyo». Esta es una cita exacta del poeta Arato, nativo de
Tarso, quien la escribió en su poema Diosemeia
(«señales de Zeus», nombre griego de Júpiter). En términos similares se expresó
el poeta Cleantes, nativo de Assos en Tróade, en su Himno a Júpiter. Como Pablo dice «poetas», en plural, es
probable que se refiera a ambos, mientras que el artículo, en función de
pronombre, se refiere a Júpiter. No es que Pablo creyese que Júpiter era Dios
ni «padre de los hombres», sino que lo usa como argumentum ad hominem, según se dice técnicamente; es decir, tomando
pie de la creencia de los griegos en un Dios supremo.
v 1 Cor. 15:33. «… las malas compañías corrompen las buenas
costumbres». La frase griega ocurre en esta misma forma, según Jerónimo, en el Thais de Menandro. El doctor Burton
opina que Menandro la tomó probablemente de Eurípides. Meyer, en cambio, cita a
Platón (República, VIII, 550,
B). Estas diversas opiniones muestran que la frase corría de boca en boca como proverbio, y como tal la cita aquí
Pablo.
v Tito 1:12. «Uno de ellos, su propio profeta, dijo: Los
cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, vientres (lit.) ociosos»; esto
es, glotones y holgazanes, además de mentirosos y salvajes.
Esto
incluye otra nueva figura: oxýmoron.
Jerónimo dice que el poeta aludido es Epiménides, y que la frase citada ocurre
en su libro De Oraculis =
«Sobre los oráculos», por lo cual es llamado «profeta» por Pablo, ya sea por
ironía, ya sea por el título de su obra. Calímaco, un poeta de Cirense, hace
uso de estas palabras en un himno a Júpiter, en el que satiriza a los cretenses
por la jactancia de éstos al afirmar que Júpiter estaba enterrado en Creta,
siendo así—dice Calímaco—, que Júpiter es inmortal. Fue con base en esto por lo
que Ovidio dijo: «No siempre mienten
los cretenses.» Alguien ha dicho que si los cretenses eran siempre
mentirosos, y lo confirma un cretense, tampoco a éste se puede creer, porque
también habría de ser mentiroso. Pero todos estos argumentos caen por tierra
ante la afirmación del Espíritu Santo de que ¡este testimonio es verdadero!
En
Hch. 17:22, 23, no tenemos, en
realidad, una cita, sino una referencia a un hecho cuya historicidad está
confirmada por los escritores tanto antiguos como modernos: «Varones
atenienses, en todo observo que sois extremadamente religiosos; porque mientras
pasaba y observaba los objetos de vuestra adoración, hallé también un altar en
el cual estaba esta inscripción: AL DIOS DESCONOCIDO. Al que vosotros, pues,
adoráis sin conocerle, a ése os vengo a anunciar.» Hablando de Pablo, dice
Jerónimo que «aprendió del verdadero David a arrebatar al enemigo su espada y
cortarle la cabeza con la propia arma del adversario». Luis Vives (De Civitate Dei, lib. VIII, cap. 17)
dice que Pausanias en su libro Atenienses,
habla de Los altares de dioses
desconocidos, que habían sido inventados por Epiménides el cretense, ya
que, cuando la provincia de Ática fue visitada por una terrible plaga,
preguntaron al oráculo de Delfos qué debía hacerse, y el oráculo respondió que
debían ofrecer sacrificios, pero sin nombrar al dios al que se los ofreciesen.
Epiménides, que se hallaba por entonces en Atenas, les mandó que soltasen por
el campo las bestias destinadas para el sacrificio, y que los sacrificadores
las siguiesen con esta indicación: que, dondequiera se parasen los animales,
allí debían ofrecer sacrificio al dios desconocido, a fin de que se aplacase su
ira.
Col. 2:21. «… No toques, ni gustes ni manejes». Estos mandamientos de hombres
estaban probablemente prescritos en esas mismas palabras y se hace referencia a
ellos como a cosa bien conocida. También las conocemos hoy, porque el hombre es
siempre el mismo y la naturaleza humana no ha cambiado desde entonces.
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